La cantante mexicana ofreció un concierto dinámico, de mucha fusión, mestizaje y unas profundas raíces indígenas
Miércoles 6 de julio de 2011. Escenario Puerta del Ángel. Madrid
Lila Downs en una foto de archivo
Los conciertos de Lila Downs siempre resultan especiales, siempre diferentes. Ya se preocupa ella y sus músicos, dirigidos por Paul Cohen, de evolucionar y versionar los temas, de lucir una nueva tonalidad en cada actuación, algo nuevo, una pequeña sorpresa, un espacio que se va abriendo. Le acompaña una sección de vientos con saxo, trompeta y trombón, una acordeonista, un percusionista, un guitarrista y un bajista, cada cual proveniente de un lugar distinto. Pura mezcla explosiva sobre el escenario donde ella es la mecha. Sus cuarenta y dos años no son ningún obstáculo para que derroche energía y movimiento durante toda la noche en la que no para de bailar y contagiar al público en ningún momento.
Abrió su concierto con El relámpago, tema al que siguió Agua de rosas para espantar la tristeza y alejarla de nosotros con su voz dulce, como de conjuro. Con el público ya entregado sonó uno de sus temas más melódicos: Yo envidio el viento.
Cartel anunciador de Los veranos de la villa
Cambió de tercio con Los pollos, uno de sus temas más divertidos donde Downs danza como un pollo, moviendo sus alas. Es una danza de aviso, que nos dice a todos, pollos y personas, donde vamos a terminar. El público corea y palmea con ganas ese momento que es regreso a otro tiempo y otro lugar, a una infancia recordada, o un instante en que casi todo era más puro y familiar, al menos mucho más inocente.
Comalito es uno de los temas que verán la luz en su próximo disco Pecados y Milagros y que estrenaba en el concierto, una canción comprometida que dedicó a las mujeres trabajadoras de México, las que en sus manos se puede tocar la dureza de la vida que han llevado, pues están surcadas de cada una de sus angustias y superaciones. Del mismo disco también presentó un poco más tarde un segundo tema, Mescalito, una canción que ha dedicado a la bebida de mescal, «veneno que saca el ángel o el demonio». Con una botella en la mano derramó un círculo sobre el escenario y tras un leve sorbo se arrancó para interpretar el tema acunando la botella en su regazo.
El repertorio de Lila Downs mezcla temas propios con clásicos de sus tierras mexicanas, especialmente de Oaxaca. Tenía preparado hacer La martiniana con Martirio, pero una afonía de ésta no le permitió participar, por lo que le dedicó este bonito tema durante el concierto. También intepretó Cucurrucucu paloma, Cucaracha y Paloma negra de la que contó que cuando ella empezaba, siendo apenas una niña, cantando en las bodas siempre le pedían esta canción.
Así el concierto fue llegando a su fin. Sonó la Cumbia del mole, después todo el sentimiento de La llorona en la que Lila Downs se cubrió el pelo con una tela blanca. Sin duda se convirtió en un momento en que el corazón de los presentes se agitó como si estuviese encerrado dentro en un puño. Naila y Arenita azul dieron fin a la actuación entre aplausos entregados y cariñosos que le decían a la artista «vuelve pronto».
Cierto que se quedaron muchas de sus canciones fuera de la actuación. Lástima, pero ese es el problema de ir teniendo un repertorio tan largo y estupendo.
A modo de pequeño anecdotario: Lila Downs está de estreno. En octubre tendremos entre las manos su próximo álbum que llevará por título Pecados y Milagros. ¿De dónde viene la idea? A su hijo pequeño le considera el milagro, mientras que el contrapunto, los pecados de estos tiempos modernos, son la corrupción y la violencia. Añade que para el título del disco se inspiró en la pintura de corte novohispano de Alfredo Vilchis, sobre frustraciones y pecados de hoy en día.
También se espera que en el otoño de este año se produzca el estreno, en Washington primero y luego en el neoyorkino Broadway, del musical Como Agua para Chocolate basado en la novela de Laura Esquivel y para el que Lila Downs y su compañero Paul Cohen han preparado los temas musicales.
2 comentarios:
Genial Lila Downs. Estuvo en Tenerife el 25 de junio y quedé maravillado no solo por la sensualidad que desprende en el directo, sino por los matices de su voz, los cambios que con ella hace, ahondando en las raíces más indigenistas, más suyas, hasta llegar a la emoción de su diversos timbres. Un deleite, un movimiento de manos y cuerpo que hablan por sí mismos, una caricia en el viento, que la debe de envidiar. Lila es única en su estilo, superando en maestría canciones como La llorona o el archiconocido Cucurrucú paloma. Además, después del concierto, me dejó maravillado su cercanía, su sonrisa, su forma de pasar por este mundo. Lila habla por México, por la Frontera. Lila engrandece nuestra lengua y a su país. Me estremecen los recovecos de su genuina voz.
Juan Carlos, has explicado a la perfección lo que se siente en un concierto de Lila.
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