La literatura negra es la novela social del siglo XX
Jueves 28 de julio de 2011. Gijón
Rogelio Grajal, Carlos Quilez, Pablo Muñoz y Cruz Morcillo presentado Palabra de Vor. Foto Toni Gutiérrez
Luchando contra la mafia rusa
Las charlas que modera el periodista Carlos Quilez suelen ser muy interesantes. Hoy habla de la mafia rusa con Rogelio Grajal y los autores del libro Palabra de VOR, los periodistas de ABC Pablo Muñoz y Cruz Morcillo. Todos coinciden en que la lucha frente a cualquier organización mafiosa triunfa si se consigue quitarles el dinero, algo que supone un proceso muy complejo pues son muy grandes las dificultades para llegar hasta ese dinero. Nos previenen de esa imagen idílica de unos rusos que son buena gente porque han llegado con un maletín cargado de dinero para comprar una urbanización, no traen delincuencia alrededor, ni tráfico de drogas. Que solo son gente de dinero que viene aquí a descansar, es mentira. La realidad es que son un holding del crimen que se asienta en tres pilares. El primero son los pequeños delitos, atracos y extorsiones que realizan con mucha violencia. El segundo nivel es el control de empresas de energía y telecomunicaciones. El último la corrupción política. Tres patas que convierten a estos grupos en algo realmente peligroso. No son locos, son auténticos profesionales, que además están asesorados por los mejores bufetes y cuentan con medios jurídicos y técnicos. Se trata de organizaciones muy estructuradas, a las que resulta muy difícil hacerles un seguimiento.
El vor coronado es el capo de una organización mafiosa rusa. No tiene propiedades, pero todo está a su disposición. El libro Palabra de VOR esta basado en operaciones contra el crimen organizado del planeta y nos explica el éxito español, que se ha convertido en el único país de Europa que ha condenado a un capo de la mafia rusa, lo que ha creado cuerpo jurídico. Se trata de Zakhar Kalashov que fue detenido en la operación avispa. Para escribir se han leído todos los sumarios judiciales. Ha sido mucho trabajo para que al día siguiente de su publicación unos abogados quisieran retirarlo. Han sufrido muchas pequeñas zancadillas, presiones, cosas curiosas que a Cruz Morcillo, en cierto modo, le han quitado las ganas de seguir sobre el tema.
Kike Ferrri y Paco Taibo presentando Que de lejos parecen moscas. Foto Toni Gutiérrez
Kike Ferrari ganó el año pasado el concurso de relatos de la Semana Negra, después le dieron el premio de la Casa de las Américas. Su novela Que de lejos parecen moscas se ha publicado a tiempo para poder llegar a la Semana Negra. Taibo la describe como una novela diferente, trabajada sobre un personaje central que es un industrial argentino manchado por la dictadura y reconvertido en la época de Menem en un hombre de éxito. Se construye el enigma desde la página uno, cuando este personaje abre el maletero de su coche y se encuentra con un cadáver esposado. ¿Quién le pudo echar un muerto a él?
Ferrari explica que quería dejar a un lado a los protagonistas típicos del género, así que pensó en construir un personaje que le sentara como una patada en los huevos. Piensa que no tiene enemigos, que el capital que ha atesorado le permite tener las manos limpias, pero se va a encontrar con que no es así.
Taibo añade que el final es estupendo, que a Ferrari le ha quedado una novela redonda en la que pasan cosas. Literatura policíaca escrita con ideas, literatura e ingenio y que se lee con pasión. Ha puesto el listón muy alto.
Kike Ferrari es un hombre político, con un pasado activo de militancia en los movimientos de izquierda argentina, que se despide con un «Salud y arriba los pobres del mundo».
Cristina Fallarás y Diego Ameixeiras con el Rufo del Premio del Director de la Semana Negra. Foto Toni Gutiérrez
En la Semana Negra hay muchos premios, los hay oficiales y también oficiosos. En realidad son disculpas para que unos autores feliciten a otros.
La asociación Novelpol entrega dos premios. El primero a la mejor novela policíaca que recae en Juan Ramón Biedma por El humo en la botella. El segundo se concede a la persona o institución que más ha hecho por el género. Se lo entregan a la Semana Negra. Son premios sin remuneración económica, así que Novelpol entrega vino y queso a los premiados para que lo celebren.
En los últimos diez años, la Semana Negra ha establecido como tradición los premios del Director de la Semana y del Director del A Quemarropa. Son subjetivos, no buscan premiar lo mejor ni lo de más calidad, sino a aquellos libros que preparando el festival de este año les han parecido los más importantes, divertidos, amenos o que les sorprendieron por encima de otros. Ángel de la Calle, director del A Quemarropa, se lo concede a Pere Joan por Nocilla dream. Taibo, como director de la Semana Negra, reparte el suyo entre las dos novelas que más le sacudieron. Explica primero que se está dando un proceso de transformación y cambio en la novela negra escrita en castellano, a la que se incorporan voces con un discurso nuevo, muy duro y que no deja ver luz al final del túnel. Esas dos novelas son Díme cosas sucias de Diego Ameixeiras y Las niñas perdidas de Cristina Fallarás.
Cristina Macía y Maruja Torres presentando Fácil de matar. Foto Toni Gutiérrez
La carpa del encuentro se llena para escuchar a Maruja Torres. Viene a presentar su última novela Fácil de matar, pero en realidad lo que quiere es charlar un rato, quitar plomo a estos tiempos con un poco de frivolidad. Cristina Macía debería presentarla, pero reconoce que no hace falta, así que Maruja Torres arranca: «quiero levantar mi humilde cerveza por el negro Gijón, por la gran Semana Negra, por Paz Felgueroso y por Daniel Palacio, por lo que son, por lo que representan y porque volveremos». Suenan aplausos entre el público. Macía y Torres comienzan una amena conversación, de amigas íntimas.
Han pasado veinte años durante aquella época en la que tuvo que seguir a Julio Iglesias en su gira de veinte conciertos por Estados Unidos para preparar un libro para una editorial muy seria. No le salió así, le quedó muy pop. Cuando se publicó, con otra editorial claro, se tituló ¡Oh, es él! Viaje fantástico hacia Julio Iglesias. Allí estaba la que ahora es la protagonista de Fácil de matar. Un personaje que se ha convertido en Maruja Torres misma, aunque con 14 años menos para que pueda echar algún polvo. Dice que lo bueno del Líbano ya lo ha contado muchas veces en muchos sitios. Pero que escribió esta novela para contar muchas cosas que no le gustan del Líbano y que encajaban en el género. Un crimen político se camufla como pasional, pero han quedado daños colaterales, han muerto dos criadas de las que nadie sabría decir su nombre. De esa falta de compasión nace la historia.
Después de este diálogo con Cristina Macía lleno de complicidades, el público le hace preguntas. Hablando de periodismo afirma que afortunadamente es banal y transitorio. Es mejor así. Los medios tradicionales, en el mejor de los casos, han tratado el 15-M como si las personas que participaron fueran potenciales compradores de ipad. Sin embargo el tratamiento en los medios digitales (Periodismo Humano, blogs…) ha sido mejor. A Maruja Torres le parece que si no existiera el 15-M se estaría cortando las venas con el Hola. Lo tienen todo por aprender y se están llenando de contenido. Van despacio, pero es porque van muy lejos. La presencia del 15-M le supone una esperanza y dice que todos tenemos que estar detrás haciendo fuerza para protegerles y ayudarles.
Las revueltas árabes de Líbano y Túnez son dignidad. Los dictadores a los que se han echado han dejado detrás mucha mierda, con asesinos, corrupción y un neocolonialismo que vivía muy bien con sus «repsoles» y «gasesnaturales». Mientras que la gente de allí era muy pobre. Les han robado y los recursos de su país están en cuentas suizas. Para Europa, esos países sólo son fiable si tienen un dictador.
A la charla ya le quedaba poco tiempo. Paz Felgueroso, entre el público, le agradece las palabras del principio. Yampi templa las cuerdas de su guitarra entre bambalinas. Se va formando una larga cola de fieles que buscan una dedicatoria de la escritora. Y así llegó la hora del cubata con el que acompañar las firmas.
Hijos de Mary Shelley: Félix J. Palma, Patrica Esteban Erlés, José Carlos Somoza y Fernando Marías. Foto Javi Álvarez
Fernando Marías se ha convertido en editor, ha buscado una serie de autores y les ha sugerido un tema para realizar un libro colectivo. En este caso los viajes a través del tiempo. A este proyecto, que tendrá continuidad lo ha llamado Los hijos de Mary Shelley pues el resultado final es una especie de Frankestein construido de diferentes autores, con fragmentos. La camisa de Marías, como en sus últimas presentaciones, también hace juego con el libro, Cronotemia, como si el uno se transformase en el otro.
Le acompañan algunos de estos autores que han participado en el primer libro para representar en vivo los relatos que han preparado. Félix J. Palma lee un relato que es una carta. Patrica Esteban Erlés nos cuenta una historia sin acompañarse de ningún papel. José Carlos Somoza hace un mix, pues aunque va leyendo realiza incisos para dirigirse al público o matizar algo.
Después va siendo hora de tomar algo. Frente a la carpa del Encuentro se alza el bar de Pachu Antuña, seña y santo de la comida en los recintos de la Semana Negra. Sus mesas están llenas de escritores, de lectores y de alguno que no es ni una cosa ni la otra, pero que tiene hambre. Hay puestos de comida rápida de todas las especialidades, pulperías… Todos con su espacio donde reponer fuerzas, charlar y mirar pasar el bullicio de un lado a otro. Sitios en los que detenerse frente al vértigo con el que todo se desarrolla.
La Generación Torrezno: Carlos Salem, Jerónimo Tristatne, Pedro de Paz y Juan Ramón Biedma. Foto Toni Gutiérrez
Jerónimo Tristante viene a presentar su novela El valle de las sombras. Le acompañan Carlos Salem, Pedro de Paz y Juan Ramón Biedma porque los cuatro juntos forman la Generación Torrezno.
De su novela cuenta que es una historia policíaca ambientada en la construcción del Valle de los Caídos, la obsesión de Franco que decide construirse un mausoleo gigantesco en una España que se moría de hambre. Es una novela de personajes con dos protagonistas opuestos, el republicano apresado que es obligado a trabajar en la construcción del monumento y el militar del bando nacional. En El valle de las sombras vemos muchos hechos reales a través de los ojos del preso republicano, pero también hay historias inventadas. Tristante añade que tenía la necesidad de explorar el tema de la Guerra Civil porque fue un fracaso de nuestra sociedad, pero también porque sacó fuera y se pudo ver lo mejor de algunas personas.
La presentación también sirvió para que el resto de la Generación Torrezno nos hablara entre bromas de sus próximos trabajos que saldrán muy pronto. Salem tiene preparada para octubre una porno novela negra. Pedro de Paz, para las mismas fechas, sacará una novela de intriga cuyo eje es un libro cuyo contenido escapa a toda lógica y nunca debió existir. Biedma prepara una comedia ambientada en 1930, en los tres últimos días de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, con una trama que involucra a un sereno y a Jardiel Poncela.
Manu Brabo contando su experiencia. Foto Toni Gutiérrez
Las jornadas de fotoperiodismo se abren con Manu Brabo que viene para charlar con el público. La carpa de A Quemarropa está abarrotada, pues sus paisanos quieren escucharle. Las fotos le sirven de pretexto, mientras las va pasando sobre el monitor se detiene en cada una de ellas. Algunas las explicas, otras le traen un recuerdo que nos cuenta. Así va contando que cuando llegó a Bengasi le vinieron a la cabeza la destrucción que se ve en las fotografías de Barcelona en el 36, con la Guerra Civil. Viviendas devastadas, sensación de ruina y un montón de gente corriente formando un ejército. Los voluntarios, los rebeldes, le ganaron desde el primer día, son gente cariñosa, amable, que le trató bien, que siempre que pudieron le ayudaron. Le dieron de comer, le llevaron a los sitios. Tomó partido, pues las medias tintas no le gustan. Defiende su postura, pues no quiere que ningún país pase por los cuarenta años de dictadura que vivió España.
Cuenta lo que le sorprendía, la falta de armas y esa semejanza con las obras de nuestras ciudades, donde uno estaba armado y los demás simplemente animaban. Es un ánimo con riesgo, pues lo hacen en primera línea. Increíble es que todo se parase, incluso la guerra, en las horas de oración. O las peticiones progresistas en muchos aspectos, pero que nunca tratan la igualdad, porque allí las mujeres parecen invisibles. Narra que sólo veía mujeres en algunas manifestaciones. En esos casos se las llamaba para ser usadas como imagen y colorido porque sabían que a la prensa occidental les gustan esas fotos. Habla con una sinceridad pasmosa, de una forma sencilla, sin prisa, con un aire sosegado que contrasta con la fuerza de las imágenes que toma.
Cuando las cosas se pusieron mal, empezó la guerra, y muchos periodistas se fueron. Otros, como Manu, se quedaron. Por algo lleva la etiqueta colgada de periodista de guerra. No quiso dejar escapar la oportunidad de hablar de los freelance y de las condiciones en las que realizan su trabajo. Un trabajo que es su vida.
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