El autor británico del género de terror repasa su carrera literaria en la Semana Negra de Gijón
Domingo 24 de julio de 2011. Gijón
Campbell repasa su carrera literaria en la Semana Negra. Foto Toni Gutiérrez
Campbell aprovecha para contar su historia. Dice que hace cincuenta años que se publicó su primer relato, pero que venía escribiendo desde mucho antes, a sus once años ya tenía escrito su primer libro. Desde niño acudía a la biblioteca municipal con su carné y poco a poco se fue llevando todos los libros con historias de terror que allí había. Así que cuando se iba a la cama por las noches se moría de miedo, pero aún así seguía leyendo. El terror ejerce algún tipo de fascinación, las pesadillas deben llevar incorporado un mecanismo intrínseco que hace que nos despertemos cuando se convierte en insoportable. Campbell no quiere que le despierten de sus pesadillas, porque le gusta conocer el final de la historia. Reconoce que tuvo una infancia aterradora y que leía terror para ir perdiendo el miedo. Tuvo suerte, en los 50 eran habituales las re-ediciones de los grandes clásicos del terror, algo que hoy no ocurre. Había muchos volúmenes recopilatorios. Así conoció toda la tradición literaria. Recuerda que el año 57 se publicó en Reino Unido un tomo con Las mejores historias de terror, tenía once años entonces. Ahorró mucho tiempo hasta poder comprarlo. Dentro de aquel libro había relatos de los clásicos del terror, pero también una historia de Faulkner y una novela de cuarenta páginas de Herman Melville. Había quien no la consideraba dentro del género, pero después de leerla a él, al igual que al que se había encargado de la recopilación, no le pareció que desentonara con el resto de relatos.
Aquel tomo le influyó tanto que poco después decidió contar sus propias historias. Eran una especie de Frankestein, con trozos de lo que había leído. Se dedicó a ello durante tres años. Al cumplir 14, lo que cae en sus manos es un recopilatorio de relatos de H.P. Lovecraft. Se lo leyó en un sola día, de una tacada. Empezó entonces a escribir historias al estilo de Lovecraft, ambientadas en lugares de Norteamérica que no conocía, casi sin diálogos y abundando en los mismos adjetivos que usaba Lovecraft. Buscaba revivir la misma sensación que había tenido al leerlo. Un amigo le sugirió que enviara alguno de los relatos a la misma editorial que publicaba en Estados Unidos a Lovecraft. Les envió sus relatos y le respondieron con una carta llena de amabilidad, destacando el trabajo que había hecho y haciéndole varias recomendaciones que fue siguiendo. Así, a los 18 años consiguió que le publicaran su primera obra.
Ya llevaba varios años imitando a Lovecraft cuando decidió que quería experimentar, incluir más diálogos, dejar de utilizar los mismos adjetivos… Empezó a leer cosas distintas, como por ejemplo Lolita una novela que le fascinó. Así que pensó que podía escribir historias de terror de otra forma. Se pasó dos años escribiendo relatos y mediante su reescritura llegó a publicar su segundo libro de relatos.
Ramsey Campbell durante su charla. Foto Toni Gutiérrez
Aprendió luego que esa imagen monstruosa que se había formado de su padre no era cierta, que se trataba de una persona normal. Lo que ocurría es que su padres eran incompatibles, se habían equivocado al elegir. Su padre era un monstruo a los ojos de su madre, pero quizá ella no veía la realidad como era. Se fue dando cuenta en su infancia. Su madre pensaba que las viñetas del periódico las dibujaba el vecino cada mañana, creía que oía mensajes en la radio dirigidos hacia ella y que cumplía escrupulosamente. En realidad sufría una paranoia esquizofrénica no diagnosticada. Esa percepción de la realidad distorsionada de su madre se convirtió en uno de sus temas más recurrentes en las historias que escribía. Aquel era su día a día, hasta que se encontró con Jenny, su esposa, que le rescató. Es cierto que parte de lo que vivió le marcó profundamente y que eso le llevó por un camino concreto. Lo leído le ayudaba, y la imaginación que se le iba desbordando con aquellas historias le daba consuelo. Entiende que desde fuera se pueda pensar en él como una víctima, pero ese contexto le enseñó a escribir, si no hubiera vivido todo aquello no sería el escritor que es. Por duro que pueda parecer al público, añade que casi se puede decir que está contento con la infancia que tuvo.
Para hacer una panorámica resume que hace 50 años escribía porque quería devolver la alegría que le daban aquellas lecturas de terror. Ahora va buscando los límites. Ha incorporado elementos de humor y paranoia. No dice que leyera o escribiera para poder superar sus miedos, más bien para tratarlos. Cuando su madre murió, se puso a escribir su historia, lo hacía para intentar acabar de comprender las cosas que había vivido. Trata de escribir con sinceridad, contando aquello que le interesa. No todo lo que hace es preguntarse por las cosas, también le gusta utilizar el humor negro para divertirse.
Respecto a los personajes de Nazareth Hill comenta que no salieron de sus miedos de infancia, sino que se invierten y son los miedos que puede tener un padre. El miedo en que se basan es en el de convertirse en un monstruo para sus hijos, o al revés, en tener hijos que fueran monstruos.
Preguntado sobre las dos películas que se han hecho en España sobre dos de sus libros, Los sin nombre y El segundo nombre, responde que participó en la promoción de ambas. Le parecieron buenas, especialmente la primera. Prefiere que se alejen de su novela, sinó resulta que esa historia ya está escrita y no hace falta verla. Con Los sin nombre, Jaume Balagueró se distanció dejando a un lado lo sobrenatural, pero supo mantenerse fiel al espíritu del libro.
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