domingo, 30 de mayo de 2010

Toni Zenet deja el Lara impregnado de sabor a Los mares de China

El lento triunfo del trabajo bien hecho


Viernes 28 de mayo de 2010. Teatro Lara Madrid


Entrada del concierto
Entrada del concierto
Pensaba que no tenía oído para el jazz, que era una música que no podía conmoverme más allá de un puro instante, donde unos tipos improvisaban sobre un compás que se marcaba con un pie golpeando contra el suelo o chasqueando los dedos y que la primera canción estaba muy bien, pero que lo malo era que después de la primera canción venía siempre la primera canción otra vez. Quizá sea una música de matices, hecha a fuego lento por personas que aman la armonía, el sonido y su propia individualidad que les hace diferentes pero compañeros de viaje perfectamente sincronizados. Una música de otro tiempo pero fabricada ahora.

Lo que hace Toni Zenet y sus músicos, en realidad, es fusión: tango, boleros, sonidos flamencos, copla... y todo envuelto por un jazz que enamora. A la voz de Zenet le acompañan en su gira excelentes maestros, pues no hay descuidos ni casualidades cuando este artista se enfrenta al público. Él es un maravilloso intérprete; de todo, de música también. Su presencia llena el escenario y eso que es muy delgado y algo bajito, pero es inquieto, dicharachero, con mucha formación dramática y gestual. No deja huecos porque se entrega con pasión y tiene en su voz un instrumento más de una orquesta selecta de músicos elegidos. José Taboada se encarga de la guitarra española de la que va extrayendo las notas con cariño. Pepe Rivera desliza unas manos prodigiosas sobre las teclas del piano y éste salta y se agita inocente. Manuel Machado con cualquiera de sus dos trompetas suena perfecto, a viento fuerte que golpea el cristal de una ventana enamorada o a confesión suave bajo la luz de una farola. Ove Larson desliza las varas de su trombón para acercarse al cielo. Lucho Aguilar mantiene una lucha a vida con el contrabajo y Yimmy Castro juega con la batería como un niño. Esos son los músicos habituales, pero para este concierto se les unió Raúl Márquez para obtener de su violín sonidos divinos.

La banda comenzó con un tema instrumental en el que fueron sonando solos de todos los componentes. Un tema largo, un preludio, que dio pie tras los aplausos a la entrada de Toni Zenet. Habló como maestro de ceremonias, jugando con el micrófono a terminar de probar esta parte más de la puesta en escena. Comentó lo agradable que es tocar en un teatro como el Lara que parece el interior de una caja de música. Después contó del viaje que le ha llevado por Los mares de China, un disco excelente edificado sobre las letras de Javier Laguna. Escuché hace tiempo a Zenet explicando que Laguna proponía tanto una primera frase como una melodía determinada y que a partir de ellas comenzaba a trabajar con los músicos. El disco se hizo rápido, construyéndose durante la grabación, pero con mucho corazón.

Portada del disco Los mares de China de Toni Zenet
Aunque el disco es muy bueno, no le hace ni sombra a lo que Zenet consigue en directo. Lo dota de nueva vida, lo prolonga y consigue que se cuele, con su interpretación, por las rendijas del alma. No se guarda nada ante su público que le adora. Los mares de China suena completo y en orden. Así que el primer tema es Soñar contigo, tal vez el más conocido. Le sigue Estela, una canción que me enamoró y que escuchando el disco me había pasado más desapercibida. Con Un beso de esos ya no hay barreras, las ha traspasado todas, y juega con el público para que le hagan los coros, para que acompasen con los chasquidos de los dedos, para que se diviertan como él lo hace.

En el mismo lado de la cama mantiene la cercanía con el público. Canta Entre tu balcón y mi ventana y recuerdo que la canción formaba parte de la película Una palabra tuya y que fue nominada a los premios Goya. Me acuerdo también que aquel largometraje lo dirigió la que hoy es ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde. Después viene Yo que un día te quise siempre y como ha pasado ya una hora se hace un alto, un descanso, para tomar algo en la barra del teatro y comentar las primeras impresiones.

Zenet tiene muchos amigos, pues entre el público se ven caras conocidas, y gente variopinta que muestra grandes sonrisas de felicidad. Unos hablan de lo expresivo que resulta en el escenario, otros de su timbre vibrante o de su dulzura. Todos se admiran de la excepcional instrumentación de los temas. Son sentimientos lo que ha despertado.

Al volver la banda se entretiene con otro tema instrumental, otra oportunidad ganada para demostrar el trabajo en equipo y los valores individuales de cada uno. Con Dientes de rata regresa Zenet al escenario. Después Agua de levante y Las causas perdidas una declaración de intenciones para los que siempre pierden. Cierra con Na de ná un homenaje a la gran Édith Piaf y a su interpretación del tema Non, je ne regrette rien.

El público quiere más y Zenet regresa con la banda para hacer Fue por casualidad, un tema que no aparece en la primera versión del disco pero sí en la edición especial. Zenet tiene un aire canalla y los músicos que le acompañan son los cómplices, bromean con él. Castro parece encerrado en una batería colocada muy baja, como de juguete pero que suena engrasada. De pronto deja las baquetas a un lado y golpea los tambores con sus manos. A Rivera se le van dedos y lo que suena es un chotis improvisado. Machado y Larson soplan una música celestial. Taboada, Márquez y Aguilar rasgan cuerdas que parecen llorar. Zenet saca su larga lengua, gesticula, posa y sobre todo sonríe envuelto por el humo de su música. Se miran todos otra vez pues saben que las canciones siempre suenan diferentes en cada concierto, que tienen la magia de lo irrepetible.

Boquiabierto disfruto, consciente de que Toni Zenet ha construido un concierto inolvidable. Así que rendido desde este momento, ante su trabajado triunfo, me declaro incondicional seguidor.

A modo de pequeño anecdotario: Toni Zenet no surge de la nada, tiene una historia detrás que, para el público en general, comenzó cuando interpretó a El joven Picasso en una serie de televisión. Muchos años separan aquella historia y la de Los mares de China, tantos que le ha dado tiempo a ser mimo, vendedor en puestos de artesanía medieval, componente del grupo musical Sur S.A., animador en barcos, camarero, peón de albañil, pintor de brocha gorda, vendedor de enciclopedias y técnico de documentales de naturaleza. Y siempre, y además, actor. Le vimos en películas como Morirás en Chafarinas, La Ley de la Frontera, Ilona llega con la lluvia, Mensaka, Camarón o El camino de los ingleses y también apareciendo en muchas de nuestras series televisivas.

viernes, 28 de mayo de 2010

Mi nombre es Khan. Yo no soy un terrorista

El cineasta indio Karan Johar ha realizado una película épica y emotiva


Cartel de la película Mi nombre es Khan
Cartel de la película Mi nombre es Khan
Mi nombre es Khan (pronúnciese la k como una g egípcia, esto es epiglótica, vamos una j castellana pero poco aspirada: jan) es ante todo una película conmovedora y humana. Es un largometraje de buenos y malos y de la manera sencilla de distinguir a los unos de los otros. Dibujado un monigote de un hombre pegando a un niño con un palo y otro de un hombre dando un caramelo a un niño no podremos distinguir quién es el musulmán ni quién el occidental. Pero todos señalarán al malo del bueno. Aquí a veces, sin embargo, somos más complicados: buscamos las intenciones para sancionar o no la bondad. ¿Por qué le regala al niño un caramelo?, ¿seguro que algo quiere de él?, ¿no será un pervertido? Claro si no hablamos de pureza en los actos el mensaje se oscurece. La culpa, no tengo la menor duda, es que nuestra mirada occidental todo lo ha complicado, haciendo de la sencillez una utopía. Por eso sorprende Mi nombre es Khan, porque habla directamente desde el corazón.

Para representar esa pureza o sencillez de la que hablaba, generalmente se recurre a los niños. Sin embargo, cuando en una película queremos mantener esa pureza con adultos, se presenta un problema de credibilidad. El director Karan Johar encontró fácilmente la solución: el protagonista está marcado por el síndrome de Asperger, una enfermedad que supone un grado de autismo y que exige un tratamiento literal de las palabras, sin dobles sentidos, poniendo siempre el mayor cuidado. De esta forma lo que está bien y lo que está mal vuelve a ser fácilmente resuelto con una ecuación simple.

Rizvan Khan es un honorable musulmán indio que nace padeciendo Asperger. Consigue sobrevivir a las burlas por el cariño protector con el que su madre le cuida y porque no encierra ninguna maldad. Es un incomprendido sin solución. Cuando la madre muere viaja a Estados Unidos para vivir con su hermano. Allí se se enamora perdidamente de la bella Mandira, una madre soltera hindú dueña de un salón de belleza. A ella le pasa como al espectador, ambos se ven atraídos por la sinceridad y el buen corazón de Rizvan Khan. Viendo la vida a través de sus ojos hasta lo imposible se hace real. ¿Quién puede resistirse a sus encantos?, ¿a alguien con el que tendrás problemas de comunicación pero que es capaz de remover San Francisco para encontrar la estampa irrealizable que le pide ella?

Shah Rukh Khan y Kajol Devgan en una escena de la película Mi nombre es Khan
Shah Rukh Khan y Kajol Devgan en una escena de la película Mi nombre es Khan
Las cosas no son tan sencillas. Rizvan Khan ha tenido que luchar cada día, que sobreponerse, nada ha sido tan idílico. La pareja sabe que tendrán momentos difíciles, pero ese cariño está por encima de todo.

En la película no todo es amor. Entra el 11-S con su trasfondo y todo lo cambia, surge la desconfianza, el odio y el rencor. Aquello que no se entiende se tacha de peligroso y hasta la persona con la mente más sana puede ser encarcelada. La vida es así. Las castas políticas se preocupan de atender la guerra, vamos su cartera, y se olvidan de los ciudadanos. Los someten, los utilizan y le convencen de que es necesario reducir todas las libertades a cambio de mayor seguridad. El principio básico de que todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario pasa a transformarse en todos somos sospechosos siempre. Hay en la película una pequeña crítica a todo esto, pero la presiento desde un cierto conformismo. Sí que habla del individuo, pero no se plantea una revolución sobre lo establecido. Es una película que asume la sociedad tal como es, pero que trata de sensibilizarla en algunos defectos que estamos a tiempo de corregir. Pide cambios y pone sus esperanzas en la llegada de un Obama como motor de esas transformaciones, porque quizá lo único que haga falta desde esta perspectiva «es una sutil conciencia que te diga que las sencillas verdades de la vida son las que más importan» como he oído decir a Shah Rukh Khan, el actor que interpreta a Rizvan Khan.

Mi nombre es Khan no es una película revolucionaria, pero sí presenta actos de rebeldía y lo hace desde la ingenuidad más absoluta que se antepone a todo y va abriendo de manera inverosímil todos los corazones con los que se cruza. Paz y compasión son las armas empleadas. Todos caen rendidos dándose cuenta de que han aprendido una lección del diferente, del que tiene Asperger y ve el mundo con limpieza. Es esperanzador ver que una persona es capaz de despertar los corazón de una nación resentida y enferma, a través de un acto único para buscar el perdón por algo de lo que además no es culpable. Un gesto humilde que hace pensar a un país entero para que muy despacio vaya recordando un pasado de confianza y de bondad. Creo que para que ese mensaje triunfe es necesario apartar del poder al egoísmo, hace falta un cambio que el capitalismo no puede ofrecer a las personas.

Es la batalla que emprende Rizvan Khan una lucha épica que se convierte en emotiva. Aquí es el punto más complicado de la película, pues bordea el precipicio desde el que se asoma lo sentimental.

Ya lo dice su protagonista durante la película «Reparo cualquier cosa», de otra forma no se puede arreglar este mundo. Ese mensaje refleja la voluntad y el deseo de solucionar todos los problemas con el trabajo de sus manos. Es un ejemplo a seguir.

Me ha gustado mucho la fotografía, muy cuidada en todo momento, me parece que el trabajo ha sido excelente, al igual que el de ambos actores: Shah Rukh Khan y Kajol Devgan que dan la credibilidad precisa a la película.

Y no, Rizvan Khan no es un terrorista.

A modo de pequeño anecdotario: Finalmente la versión de la película que se ha estrenado en España es la que dura 125 minutos. Existe otra versión de 165 minutos y una primera versión que sobrepasaba las cuatro horas.

Se trata de una nueva superproducción del mercado de Bollywood y los protagonistas Shah Rukh Khan y Kajol Devgan son dos superestrellas en la India.

¿Ariel Rot o Rock?

Con un aforo completo, el músico presenta en Madrid su nuevo disco Sólo Rot


Jueves 27 de mayo de 2010. Joy Eslava Madrid


Entrada del concierto
Entrada del concierto
Al entrar a un concierto es importante buscar dónde situarse. Desde cada lugar el sonido y la visión van variando, pero también la forma de sentir un concierto. Se puede decidir estar en el medio del mogollón o esquinarse un poco para apoyarse en la barra del bar. En la Joy Eslava, elegí la parte de arriba para ver a Ariel Rot. Lo primero que me llamó la atención es que desde allí tenía una imagen de conjunto más completa que la que se presencia desde abajo, donde uno va saltando de un músico a otro con la vista pero sin abarcar nunca todo el escenario, donde el batería y algunos músicos no tiene pies. Lo segundo, que uno aprecia mucho más la parte técnica, cómo pisan los pedales de la guitarra y cuándo, o vigila al encargado de preparar las guitarras al que se descubre cuidándolas con mimo y también estando atento a si es necesario sacar una banqueta, recoger un sombrero que se cae... Se pierde un poco en sonido, pero la Joy no es ninguna maravilla en ese aspecto. Tiene un buen escenario, con muchas luces, sobre todo la rueda luminosa del fondo, para dar juego. Desde arriba queda más cerca la bola de cristales que no falta en ninguna discoteca de los 80 y que tal vez la de aquí sea la más vista y copiada por culpa del programa Aplauso. Si se mira hacia abajo se ve una masa de cabezas y cuerpos que aplauden, se mueven, cantan...

No hay una forma de vestir que se repita más entre el público, muchas camisetas y muchas camisas, pero con vaqueros. Cuando arranca el concierto, el grupo lo ratifica, tres camisas frente a solo dos camisetas. Pero seguro que hay trampa. Habrá que ver como sigue la noche.

En esta gira para presentar el nuevo disco Solo Rot, acompañan a Ariel Rot sobre el escenario los músicos Osvi Grecco (guitarra y coros), Mauro Mieta (teclados y coros), Mac Hernández (bajo) y Andrés Litwin (batería). Suenan bastante conjuntados, sobre todo con los temas clásicos y hacen de todo: rock & roll clásico, rythhm & blues, toques de jazz, boogie, baladas, pop, tango y rock, siempre rock.

Ariel Rot en una foto promocional de su disco Solo Rot
Ariel Rot en una foto promocional de su disco Solo Rot
Ariel Rot a sus cincuenta años y poco más de un mes sigue siendo un joven delgado y espigado, muy inquieto y siempre pegado a sus guitarras. En el concierto alterna dos de ellas. Él dirige al grupo con miradas cómplices y con la ayuda de Grecco. Sonríe, salta y disfruta como un niño con canas. Se divierte como nadie. Son sus solos los momentos de comunión entre el hombre y la guitarra, se funden y desde cualquier lugar resulta imposible diferenciar donde empiezan las manos de Ariel y dónde el mástil. Desde mi punto de vista es uno de los mejores guitarristas de nuestro panorama, sino el mejor.

Su vitalidad frenética, esa energía juvenil marca de la casa, se toma un descanso y Ariel toca dos de los temas sentado sobre un taburete. A su lado se ha colocado una mesa con un vaso de tubo que contiene una bebida. Podría ser whisky por su color, o una manzanilla también. Mac se ha quitado su camisa y debajo lleva una camiseta, así que se ha dado la vuelta al marcador. No resiste más tiempo sobre la silla, se levanta a media canción y sus pies caminan por el escenario de nuevo, marcando el ritmo.

Mauro es aún más delgado y es un privilegio ver como se deslizan las manos sobre las teclas para extraer sonidos de otros tiempos. Litwin aporta la fuerza, el ritmo. Es maravilloso ese solo que la primera mitad toca exclusivamente con los platillos. Mac vive el rock en primera persona. Grecco es la experiencia. Destaca en un par de solos y la verdad es que se acerca mucho a Ariel.

Tocan muchos temas del disco nuevo: Manos expertas, Problemas, Una vida equivocada, Dulce mirada, Salto al vacío, Nena me enseñaste a amar y el pegadizo Papi dame la mano. Son bien acogidos por el público que los corea y ya se los sabe. Tampoco faltan temas clásicos como Una casa con tres balcones, Vals de los recuerdos, Hasta perder la cuenta, Confesiones de un comedor de pizza o Boogie de Claudio. Pero el público enloquece sobre todo con Dos de corazones, Milonga del marinero y el capitán, Adiós Carnaval, Baile de ilusiones, Vicios caros y Dulce condena.

Para los bises Ariel se ha cambiado de ropa, ha dejado la camisa en el camerino. Aparece con camiseta azul que lleva impresa la palabra inglesa YOU. Lleva las manos en los bolsillos pues esta va a ser el único tema en el que no toque. A su lado se sitúa Grecco, para convertir con las notas de su guitarra el tema Mucho mejor en un tango. Suena perfecto y oigo a mi lado alguien que pregunta a otro si la canción es de Gardel.

A modo de pequeño anecdotario: ¿Cómo se forma un guitarrista de rock como Ariel Rot? Pues el dice que básicamente escuchando discos de rock & roll y tocando. Pero hay algo más. Su madre era cantante profesional y Ariel había asistido en su casa desde niño a los ensayos con los músicos. Sin querer se va empapando. Asiste a clases de piano, pero pronto descubre que le gusta mucho más rasgar las cuerdas de una guitarra eléctrica. Prepara una ópera rock con letras de su hermana, la actriz Cecilia Rot, y música realizada en compañía con su amigo Leo Sutjatovic. Estudia una temporada con Claudio Gabis, un guitarrista emblemático de rock argentino en los 60. Conoce a Alejo Stivel y a los hermanos Makaroff con los que comparte y aprende. Y luego vienen la carretera, los conciertos que también le van enseñando. Cuenta que las guitarras que más le influenciaron fueron Chuck Berry, Keith Richards y T Bone Walker.

jueves, 27 de mayo de 2010

Rabia nos mantiene encerrados en un thriller psicológico

El director ecuatoriano Sebastián Cordero presenta su esperada tercera película, una coproducción entre España y Colombia que se ha rodado en el País Vasco


Cartel de la película Rabia
Cartel de la película Rabia
De Sebastián Cordero había visto su anterior película Crónicas, la cual tengo imborrable en mi recuerdo como una de las mejores, tanto por guión como por la interpretación de su protagonista, Damián Alcázar, que considero perfecta. Hace un mes, se presentó en el Festival de Málaga su nueva película. Rabia obtuvo un triunfo sonoro: Biznaga de oro a la mejor película, Biznaga de plata a la mejor fotografía para Enrique Chediak, Biznaga de plata al mejor actor de reparto para Àlex Brendemühl y una Mención Especial al actor Gustavo Sánchez Parra.

En la película hay un personaje sobrecogedor, el que más angustia produce porque es el que encierra a todos los demás. Se trata de la casa de la familia Torres cuya atmósfera lentamente va envolviendo al espectador con su claustrofobia. Para el rodaje se utilizó un caserón real que el equipo encontró en el municipio guipuzcoano de Bidegoian y que sus dueños utilizan solamente como casa veraniega permaneciendo el resto del año cerrado. Chavela Vargas no es un personaje en esta película, pero su música marca el tempo, su voz quebrada en Sombras explica toda el desgarro de la película, que se expresa a través de las miradas que los intérpretes entrecruzan para dejar entrever lo posible, lo deseable, lo perdido, lo nunca alcanzado, lo conseguido, lo abandonado, lo perdurable...

He empezado por lo etéreo, porque los otros personajes tangibles resultan difíciles de explicar; ninguno es plano sino que cada uno de ellos, bajo la piel, esconde una gran complejidad. Por ejemplo José María (Gustavo Sánchez Parra) el emigrante que ha llegado a España para que le traten mejor y que a la larga termina por convertirse en un fantasma dentro de la casa en la que se esconde, encerrado entre sus paredes. Su presencia se unifica con la atmósfera del caserón y con el paso de los días emprende una transformación que supone en la persona la misma degradación que sufre la casa. No lo había dicho aún, Rabia es un thriller psicológico que va mucho más allá del tema del rechazo al extranjero y de la xenofobia. Habla de un amor imposible entre un hombre y una mujer que comparten el mismo espacio pero que apenas si coinciden en la pantalla. José María se arrastra como una sombra y Rosa (Martina García), que no sabe nada de dónde se oculta, le va echando de menos. Hay una escena en la que Rosa duda sin llegar a descubrir. Su rostro cambia y en ese punto, tal vez, se plantee qué cambiarían las cosas si todo fuera diferente. Un instante como si de pronto interiorizara el mensaje de la canción de Chavela, asumiera el desgarro y caminase hacia delante, a un futuro merecido.

Gustavo Sánchez Parra y Martina García en una escena la película Rabia
Gustavo Sánchez Parra y Martina García en una escena la película Rabia
Rosa es una emigrante colombiana que sirve en la casa a la familia Torres, un variopinto muestrario de personajes al cual más singular y que vamos descubriendo poco a poco. El padre (Xabier Elorriaga) y la madre (Concha Velasco) viven de continuo. Son un matrimonio que envejece con acidez, sin ilusiones. Ella ha dejado el alcóhol, en realidad lo ha camuflado dentro de las infusiones pues entre ellos todo son medias verdades. La hija (Icíar Bollaín) está iniciando un proceso de separación y el hijo (Àlex Brendemühl) es un crápula egoísta vencido por sus pasiones y sin solución, que busca el dinero del padre a pesar del desprecio mutuo.

Con todos estos mimbres, Sebastián Cordero ha construido una película a fuego lento, donde cada detalle explica algo, donde pervive la angustia del que sabe que no tiene escapatoria. Rabia es ante todo una película de instintos que despierta un interés especial con el paso de su metraje porque absorbe al espectador y lo encierra dentro de su atmósfera. La claustrofobia aumenta con acierto hasta el punto de olvidarse el exterior y sentir una mirada sobre las espaldas que está observando siempre todo lo que ocurre, que va desvelando los secretos. Según avanza el largometraje, el director va desnudando el interior de los protagonistas lo que aporta que surjan nuevos temas. Cada uno de ellos puede resultar imprevisible a priori, pero al desarrollarse consigue narrar una historia trazada a la perfección y que conduce a un término determinado.

Si el guión es excelente, el elenco también. Y más aún la mano de Sebastián Cordero que se observa sobre los actores. Qué duda hay de su maestría para sacar de todos lo mejor. Destacar a Martina García que además de su cara angelical muestras grandes dotes dramáticos para sostener una angustia permanente. Sus lágrimas se convierten en dolor, su felicidad truncada en conformismo, su esperanza en senda por la que caminar despacio. Su rostro enamora en la pantalla y sin embargo se pone siempre al servicio de los demás, para que todos se luzcan en un hermosos trabajo para el equipo. Gustavo Sánchez Parra alberga en su cuerpo toda la tensión, la que unas veces explota y la que otras consume. Sus armas son sus ojos, engrandecidos por la delgadez, su caminar silencioso, su figura desvaneciéndose y una economía en los gestos que contiene la rabia. Dos grandísimas interpretaciones a las que acompañan Xabier Elorriaga, Concha Velasco, pero sobre todo y a pesar de que sus papeles son cortos, Àlex Brendemühl e Icíar Bollaín.

La fotografía es otro de los grandes aciertos ya que es la que se encarga de transmitir muchos de los sentimientos que aparecen. El plano final me resulta impactante, pues es como un halo de aire liberado que recorre la casa buscando una puerta por la que escapar. A fin de cuentas supone una liberación, y como espectador así lo sentí, de pronto vi que la tensión se iba evaporando mientras seguía el movimiento de la cámara. No es un plano sencillo de grabar, y el director comentó en su momento que había tardado varios días.

En la rueda de prensa los protagonistas explicaron la película. Faltaban Sebastián Cordero y Gustavo Sánchez Parra que no pudieron asistir por diferentes motivos. A Icíar Bollaín siempre le preguntan por lo contrario, si se trata de una película que dirige siempre hay alguien que le pide que haga una comparación como actriz. Ayer le preguntaban por su visión como directora. Fue muy clara: «Cuando me ofrecen un papel de actriz no lo pienso como directora». Habló de lo que se aprende, pues como directora sólo vas a tus rodajes, pero como actriz se va a muchos. De Cordero destacó lo pausado que era y de qué manera, con sutileza, va construyendo lo que busca, creando la atmósfera. Señaló que es una persona que conoce a la perfección hacia dónde va y hasta que no lo encuentra no para. Añadió el contraste que supone la familia española, que lo tiene todo pero que no tiene ganas de ir a ningún sitio, frente a la pareja emigrante que carece de todo y sin embargo tiene ganas de tanto. Destacó el buen cine que se está haciendo en Latinoamérica y que desafortunadamente no llega con fluidez a España.

Concha Velasco dijo que le impresionó mucho la primera vez que vio la película. Después fue nombrando a cada uno de sus compañeros para los que tuvo palabras muy amables. Destacó del director su buen gusto y sensibilidad para lograr llevar a cabo las escenas más tremendas con el pudor que lo hace.

El equipo de Rabia posando antes del pase de prensa
El equipo de Rabia posando antes de comenzar la rueda de prensa
Martina García se mostró encantada de poder interpretar un personaje tan maravilloso y con tantas posibilidades de búsqueda interna. Dijo sentirse como en un sueño por haber podido interpretar a Rosa en esta historia que la conquistó desde el primer segundo. Del rodaje comentó que había sido muy duro e intenso, con mucho desgaste y corazón de todo el equipo. «Me ha obligado a realizar una exploración muy profunda como actriz. Ha representado un reto como todos los que quiero enfrentar siempre en mi trabajo». La casa y lo pequeño del pueblo le ayudó mucho para construir su personaje, pues tiene una atmósfera claustrofóbica y angustiosa que en un estudio seguramente se hubiera perdido.

Xabier Elorriaga contó que el rodaje se había comenzado por el final de la película, el momento más duro, en el que el protagonista se encuentra débil y enfermo y a partir de aquí permitirle ir engordando poco a poco, en un proceso inverso al que aparece en Rabia. Destacó el trabajo tan creativo del director y la capacidad e imagen que ha logrado con Enrique Chediak.

Àlex Brendemühl habló del premio como actor recibido en Málaga, quiso compartirlo con todo el equipo, pues un galardón siempre es el fruto de un trabajo colectivo. Se sorprendió de haber participado en una coproducción en la que todo ha sumado, cuando lo habitual de estos intercambios es que se llevan a un terreno que no aportan nada nuevo. Se trata de un elenco muy variado y a la vez ecléctico, con interpretaciones llevadas al límite para buscar el dramatismo y que ha conseguido un mosaico de texturas muy fértil. Le ha parecido un acierto mezclar diferentes estilos, maneras de pensar y de sentir. La historia habla de la emigración, tema con el que parte, pero en general no hay rechazo ni xenofobia. Cuando la casa entra en escena se convierte en un thriller psicológico y va tocando muchos otros temas, pues en el fondo la película está llena de capas en su interior.

A modo de pequeño anecdotario: Rabia, al igual que Crónicas, ha sido producida por Guillermo del Toro. Esta es la primera de las películas en que Sebastián Cordero parte de una novela, en este caso la novela homónima del autor Sergio Bizzio, para preparar el guión. Para ello fue necesario trasladar la ambientación de Argentina al País Vasco.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Familystrip, una generación republicana que desaparece

El productor Lluís Miñarro dirige una excelente película para pintar a sus padres y contar una generación a punto de desaparecer


Cartel de la película Familystrip
Cartel de la película Familystrip
Lluís Miñarro contrata al pintor Francesc Herrero para que realice un retrato con sus padres como regalo por su aniversario de bodas. Graba cada una de las sesiones en las que posan para el artista con la compañía de un cámara y una técnica de sonido. Así nace Familystrip, una película improvisada y casera, hecha con la disculpa de aprovechar estos largos periodos que pasan juntos mirando hacia el pintor y recuperar las anécdotas familiares. Son momentos tiernos, privados si cabe, donde se van desgranando historias personales que a la vez son ejemplos de una generación que vivió la República, la Guerra Civil, el Franquismo, la Transición y la Democracia. Es un registro, donde la mirada y las sonrisas, desvelan el tiempo pasado que vivieron, diferente al de hoy. No realiza un análisis, le basta la observación minuciosa, pues lo que pretende resulta transparente. Y sin embargo, a los ojos del espectador, va apareciendo una hermosa historia cargada de ternura con la que se va a conmover.

Tal vez su mejor acierto sea la gratificante oportunidad de colarse en el salón de los mayores a escucharles contar mientras se va gastando un tiempo de otra forma perdido. Hacerlo en silencio pues el protagonismo, como en toda tradición oral, es de los que hablan. Con sorpresa y con admiración, entrando con lentitud en un laberinto que es nuestro pasado, del que nadie se preocupó y quedó abandonado de todos. Es esta historia familiar que nace sin la intención de ser mostrada un ejemplo de lo que mi generación debería haber escuchado, con la misma espontaneidad, de sus padres y abuelos, pero sobre la que se impuso un silencio temeroso.

Lluís Miñarro comenzó su carrera en el mundo cinematográfico allá por el año 1996 y lo hizo como productor, sin duda la faceta más conocida de este hombre. Produjo entonces a una joven que se llamaba Isabel Coixet y que en aquellos tiempos era compañera suya en la misma agencia de publicidad. Aquella película se llamaba Cosas que nunca te dije. Después vinieron muchos años cargados de apuestas propias para ofrecer un cine diferente. Ahora Lluís Miñarro vive un merecido momento dulce, pues la película de Apichatpong Weerasethakul El tío Boonmee que se acuerda de sus vidas anteriores, de la que es coproductor, ha ganado la Palma de Oro en Cannes.

Francesc Miñarro y María Luz Albero, padres del director, en una escena la película Familystrip
Francesc Miñarro y María Luz Albero, padres del director, en una escena la película Familystrip
Volviendo a Familystrip, buscando su clave, me pregunto si radica en la sinceridad de unos padres hablando a su hijo, mostrando su cariño cuando hay invitados en casa. Tal vez en María Luz Albero, la madre, en su desparpajo, su desmesurada locuacidad, su vitalidad contagiosa o sus gestos que son el termómetro y punto final de todo. En el padre, Francesc Miñarro, que es lo contrario de María Luz, discreto, callado y directo. En ver a ambos mientras repasan escenas de su vida en común y ofrecen testimonio de una generación de supervivientes condenada a desaparecer en los próximos años. Y sobre todo la ternura y el amor por su familia que muestra Lluís.

Recuerdan el «estallido de la II República» contando que aquello fue una fiesta, un triunfo y una proclamación cargada de esperanza. Muestran una Guerra Civil que todo lo rompió y un tiempo silencioso y opresor que vino después. Cuentan cómo se conocieron, hablan de su boda, de la noche de bodas, de la distancia de la pareja que la guerra impuso, del nacimiento del primer hijo durante la misma guerra, del campo de concentración al que fue confinado Francesc tras la derrota republicana. Cuentan con pudor cuando es de sexo de lo que hablan para decir que entonces carecían de toda información. Hablan de lo que era costumbre, de las canciones, de despedirse desde el balcón porque comenzaba otra eterna jornada de trabajo, del día a día de sus tiempos, de una libertad secuestrada. Son conversaciones que arrancan muchas veces movidas por una pregunta del hijo, o del pintor, o de alguno de los dos ayudantes, y que fluyen como limpia agua de río cristalino. Preguntas que dan paso a respuestas, que ofrecen anécdotas que se van enlazando.

Así, con sus voces, el inerte cuadro va tomando vida. Lo difuminado sale a la luz y se planta, entre pincelada y pincelada, ante un espectador que sin querer va echando un vistazo interior hacia su propia historia familiar. Una mirada que se teñirá de la misma ternura, pues se contagia desde la pantalla. Será en blanco y negro, o en una tonalidad sepia, como la mayoría de la película que sólo utiliza el color en el arranque donde se utilizan imágenes de naturaleza que transmiten cierta paz interior de un estado sosegado, feliz, invencible.

Tal vez Familystrip me resulta tan próxima por el exquisito gusto con el que están tomadas las imágenes, o por el tiempo que viene y va, donde todo pasa una sola vez, sin segundas tomas, porque los momentos en la vida son irrepetibles. Es una película intuitiva, de sensaciones muy bien trasladadas, que conmueve. Las historias familiares que se ofrecen se convierten en memoria colectiva para quien las escucha, sorprendido de las ganas de vivir de aquellos mayores que ya cumplieron los 90 años hace tiempo.

Cargada de intenciones suena En Méditerranée en la voz de Georges Moustaki, una aviso de nostalgia, como lo es también Ojos verdes cantada por la madre, recordando tiempos en que las canciones estaban en la calle, en los patios de vecinos, en la vida que resiste. Tiempos que se han relativizado y que mañana se habrán perdido.

A modo de pequeño anecdotario: Cuando los padres de Lluís Miñarro cumplieron su 65 aniversario de boda les quiso hacer un regalo, así que encargó al pintor Francesc Herrero que les pintase un retrato. Tres semanas después de terminar el retrato, Herrero se suicidó. Para él hay una dedicatoria especial en la película. De aquello han pasado ya nueve años.

martes, 25 de mayo de 2010

Escuchando como otros intepretan cuatro maneras de... para pensar las propias

Juan Diego Botto, Andrea Jeftanovic y Rodrigo Fresán comparten con el público cuatro maneras de hacer, ver y sentir


Martes 25 de mayo de 2010. Casa América. Madrid


Invitación de la conferencia
Invitación de la conferencia
La Casa América de Madrid organiza conferencias de muy diversos temas. De esta misma intención surge Temas un acrónimo que esconde en sus iniciales otras palabras como Tecnología, Educación, Medios, Artes y Sociedad. Temas es su apuesta e intención para crear un nuevo formato de acto público en el que las ideas sean las protagonistas. De esta forma invita a artistas y pensadores para que desarrollen una ponencia en 20 minutos. El plazo resulta tan corto que se incumplió por parte de los tres conferenciantes que lo rebasaron con creces.

A Juan Diego Botto le tocó tomar la palabra en primer lugar. Optó por romper el hielo con música de Bellini interpretada por María Calas y confesó que con la misma música cerraría su ponencia, pues, si todo salía mal, al menos el público se quedaría con lo hermoso del tema. «Está bien recurrir al trabajo bueno de otros» dijo bromeando con la música y también con el título de la conferencia Cuatro maneras de recrear a Hamlet, otro clásico. Distendido comentó que su primera intención al invitarle había sido otra: Cuatro maneras de hacer mal Hamlet. Se imaginó como habría sido interpretado por Marlon Brando, una versión que tiene que ver con el narcisismo del actor. O también ese arte más moderno que comenzaría con un elefante inmenso de cuya trompa sale una mujer de 70 años en tanga, que dura 6 horas y que al final te preguntas por qué el autor no escribió otra obra y la llamó de otra manera, pues nada tiene de la original. O de una tercera que pretenda quitarle la importancia al ser o no ser y que se haga en un blockbuster (por cierto informa de que ésta sí existe, la hizo Ethan Hawke). Y una última en que todos los protagonistas son homosexuales y Hamlet está profundamente enamorado de Horacio.

Después de realizar una estupenda síntesis de la obra de Shakespeare pasó a lo serio para explicar que a la hora de preparar una versión ante todo hay que ser honesto, tanto con la función como con los motivos. Sólo se puede encarar el texto desde esta honestidad con las premisas de la obra y siguiéndolas consecuentemente. Sólo podemos abordar los temas que hay en la obra, los demás, los que vengan de fuera, no se integraran y quedarán sueltos sin formar parte. Si queremos hacer Hamlet tendremos que hablar de lo que habla: la relación entre un padre y un hijo, la parálisis que produce cumplir una promesa imposible, la angustia de ocupar el lugar de un padre al que no se llega en altura... De la reflexión existencial en el monólogo de ser o no ser le restó importancia porque para Botto tiene un papel secundario, detrás de todo lo señalado.

Juan Diego Botto explicando sus cuatro maneras de recrear a Hamlet
Juan Diego Botto contando cuatro maneras de recrear a Hamlet (Foto: Toni Gutiérrez)
Para hacer más asimilable lo contado, el actor recurrió a cuatro versiones cinematográficas de Hamlet (las de Kenneth Branagh, Franco Zeffirelli, Laurence Olivier y Grigori Kozintsev) de las que proyectó la misma escena entre Hamlet y Ofelia. Apreció las sutilezas de cada una, el momento, la interpretación y la explicación diferente en todas ellas sobre la ira del protagonista. Ahondó en que cada una expresa una forma distinta de relación amorosa entre Hamlet y Ofelia. Muy esclarecedor.

Merito especial el de no llevar nada escrito y sostener toda la conferencia. Ayudándose de los gestos, poniendo caras, Botto consiguió entretener y arrancar más de una sonrisa.

Andrea Jeftanovic es una escritora chilena que presenta estos días en nuestro país su novela Escenario de guerra. Se trata de una obra que vio la luz en Chile en el año 2000 y que ahora Ediciones Baladí ha publicado en España. Presentó su ponencia Cuatro maneras de educarse sentimentalmente en el siglo XXI: Elfriede Jelinek, Clarice Lispector, Diamela Eltit, Ana Arzoumanian, para la que se acompañó de una presentación en la que recogía las ideas principales de su exposición y a las que acompañaba con imágenes del fotógrafo Jan Saudek que sobre todo ilustran violencia y perturbación. Habló de que proponía ofrecer una entrada parcial a cada una de las cuatro autoras elegidas.

Prisión, persecuciones, amenazas, difamación pública... es lo que sufren los novelistas que han escrito sobre los sentimientos. Resulta extraño que lo más privado resulte perturbar a lo público. Y es que nuestros cuerpos no son ajenos a la política. Sobre toda pareja se proyecta una realidad colectiva. Los cuerpos sufren la presión de las normas y por más que nos pese en toda relación hay un pacto entre personas, pactos diversos que encauzan el deseo y la pasión, que subyugan, someten, sin saber que poseer es destruir. Los libros que tratan la educación sentimental plantean interrogantes, pues el deseo es la distancia que separa lo que se desea y lo que no se tiene.

Paco Ignacio Taibo II y Manuel Rodríguez durante la presentación (Foto: Toni Gutiérrez)
Andrea Jeftanovic explicando cuatro maneras de educarse sentimentalmente en el siglo XXI (Foto: Toni Gutiérrez)
Habló de los tipos de deseo que se retratan en las novelas: cortesano, trágico, tramposo o masculino al estilo de Don Juan y el de las mujeres que es un deseo femenino mostrado como enfermedad y con pulsiones autodestructivas. Pero Jeftanovic busca otros paradigmas amorosos que asuman los cambios sucedidos en el siglo XXI, que, por ejemplo, tengan en cuenta que las mujeres votan y trabajan. Autores que hablen de lo femenino como una postura que busca transformar simbólicamente lo establecido, que planteen el erotismo como propuesta de burla irrisoria al saber, que se enfrenten a la educación sentimental que no es otra cosa que la domesticación de las pasiones y el deseo. Así son las cuatro autoras elegidas, y lentamente fue desgranando cada una de las visiones que su obra suponen.

Además de escritora, Jeftanovic es profesora y eso se nota, fue su charla la más pedagógica y también la más sorprendente, pues el enfoque que ofreció obligaba a leer las obras con otro prisma nuevo: «no hay que leer la ficción literalmente, sino literariamente». También destaco por la pasión de su exposición.

Cerró la velada el escritor argentino Rodrigo Fresán para hablar de Cuatro maneras de llorar en el cine: Lawrence de Arabia, Casablanca, Qué bello es vivir y 2001: Una odisea del espacio. Empezó jocoso, diciendo que «el éxito pasa porque a uno le inviten a hablar en público», así que agradecía a Casa América este momento de poder sentirse exitoso. Explicó que según un amigo suyo, en el cine todo se reduce a si al final muere el perrito o no. No hay nada más. Ese amigo, cada vez que se cruzaban y Fresán regresaba del cine, le preguntaba inquebrantablemente sobre la película que venía de ver: «pero, ¿muere el perrito?». Daba lo mismo la película que hubiera visto, que aparecieran o no animales. Para él, lo del perrito, era lo determinante. En toda película hay un perrito a punto de morir que nos prepara para llorar.

Rodrigo Fresán exponiendo cuatro maneras de llorar en el cine (Foto: Toni Gutiérrez)
Rodrigo Fresán exponiendo cuatro maneras de llorar en el cine (Foto: Toni Gutiérrez)
¿Por qué lloramos tanto en el cine y no ocurre así leyendo un libro o viendo un cuadro? El secreto, según Fresán, es que lloramos por nosotros. Unas veces por el camino que nos van construyendo los cineastas, pero las más por condiciones personales.

Eligió de Casablanca la escena del café de Rick en la que se canta La marsellesa frente a un himno alemán. Nos pidió que nos olvidáramos de los protagonistas y que pusiéramos nuestra miradas en los figurantes, todos ellos en realidad personas derrotadas, venidas de campos de refugiados, que apenas saben inglés, pero que cuando suena la canción, todas se la saben. En Qué bello es vivir proyectó el final, podríamos llorar de felicidad porque todo sale bien, a Fresán le emociona la mirada triste de James Stewart en la que se refleja que la vida no es tan maravillosa, que el malvado se ha escapado sin castigo y que el bueno ha contraído una deuda con el pueblo que le condena a permanecer en él para siempre. De Lawrence de Arabia seleccionó el momento en el que llega a la ciudad después de cruzar el desierto y el recibimiento de sus compañeros. Es un héroe al que los demás no quieren parecerse pero que desean que exista. Fresán se enternece con la ingenuidad de Lawrence potenciada por lo que él llama «la maniobra O'Toole», pues en todas sus películas el actor avisa con un pequeño tartamudeo, un gesto incompleto, de que llega un momento inolvidable, es un instante en el que todo se para. Cerró con la escena del apagado de HAL en 2001: Una odisea del espacio, una curiosa película de ciencia ficción que apenas ha envejecido, a pesar de tener el título más envejecido que se puede tener. La voz de un actor, ya por siempre reconocido, el ojo rojo y la canción de Daisy puede que tengan algo que ver en las lágrimas.

La intención del escritor no era otra que la de abrir los ojos al auditorio para que cada uno piense en las películas que a él le hacen llorar. Se despidió pidiendo «veánlas. Llorar es gratis».

lunes, 24 de mayo de 2010

¿Y si dios fuera mujer?: canciones, poesía y humor

La obra de Marina Skell continúa en cartel en la sala Plotpoint desde que se estrenara en el año 2003


Viernes 21 de mayo de 2010. ArtEspacio Plotpoint. Madrid


Cartel de la obra ¿Y si dios fuera mujer?
Cartel de la obra ¿Y si dios fuera mujer?
A veces, para levantar una comedia musical no hace falta grandes inversiones, la imaginación suple con frecuencia casi cualquier necesidad. Aunque en escena son solamente dos mujeres y el atrezzo se quede en un banco, una caja de maquillaje, dos boas de plumas, un contenedor, una sartén y poco más, ¿Y si dios fuera mujer? es un musical porque se canta en directo varios números y es una comedia porque a través del humor nos hace reflexionar sobre la vida.

Sus protagonistas son mujeres sencillas, cotidianas, que cargan a sus espaldas pesos similares al resto de la especie humana. La directora Marina Skell ha jugado con ellas como si de abrir la caja de Pandora se tratase, para que salgan y exploren cada uno de los personajes que Maida Larraín y Azucena Ribas van poniendo en escena. No hay heroínas, sino puro esfuerzo de supervivencia, de adaptación en una sociedad poco femenina pero intentando no perder sus rasgos de género. Una investigadora que se hace preguntas, una buscona que sabe de vidas solitarias y de parejas típicas, dos mujeres diferentes que esperan a su marido encerrado en prisión, dos barrenderas sacadas de una novela de Elvira Lindo, Eva en el paraíso... Y muchas voces más que tal vez van enseñando puntos en común y distancias insalvables más que entre sexos entre personas, porque la obra, en realidad, no es un alegato feminista. Refleja a la mujer, cierto, nos habla de sus cuitas, pensamientos, sentimientos y respuestas.

Azucena Ribas y Maida Larraín, las actrices de ¿Y si dios fuera mujer?
Azucena Ribas y Maida Larraín, las actrices de ¿Y si dios fuera mujer?
¿Y el hombre?, ¿dónde queda? La verdad es que no es importante para el texto. Tal vez un poco más en las partes interactivas de la obra, cuando las actrices se acercan al hombre de hoy en día, sentado frente a ellas viendo la actuación, para convertirlo durante un instante en comparsa. No llega la sangre al río, pues no tratan de atacar, más bien de compartir, de que todos riamos juntos aunque sea de algún tópico. No tenemos los del sexo masculino mucha oportunidad para salirnos de un guión bien dirigido por las actrices a través de preguntas concretas. Asentimos, decimos sí, hacemos un gesto con la cabeza para negar, abrimos los ojos, nos encojemos de hombros y respondemos con nuestro nombre. Somos pasivos frente a la actividad que ellas muestran.

Además de las escenas y la intercomunicación por la vía directa con el público, el texto incluye una parte lírica en la que se mezcla la poesía con la narración de vivencias y experiencias de mujeres en varias épocas históricas. Es una parte más profunda que compensa la comedia y que dramatiza posturas ejemplares, como es el caso de la bailarina Isadora Duncan. Son momentos que empujan a la emoción y a la comparación, con una única voz que rompe el silencio.

Entre medias de unas cosas y otras que van surgiendo repentinamente para apagarse y dar paso a la siguiente escena, destacan las canciones como una de las partes fuertes de la función. Larraín se lleva la mejor parte interpretando con suma dulzura Alfonsina y el mar, mientras que Ribas se luce especialmente con Ojos verdes. Los temas cantados en directo son de lo más variado: Lía, Maquíllate, Summer time, Esos locos bajitos, No me importa nada y Color esperanza.

Me queda un poso que es un «pero» que le pongo a la función y es que no tiene una continuidad mínima, que va saltando de un punto a otro de una forma inquieta, como dibujando un collage para ver de lejos. Resulta frío el paso de una escena a otra, tal vez necesitaría un hilo conductor o una estrategia que permitiera darle un sentido de unidad, que acompañara y que hiciera perder al espectador el concepto de estar viendo historias en forma de amalgama.

Las actrices están bien, además logran con solvencia el objetivo marcado que no es más, ni menos tampoco, que el divertimento del público. Tienen recursos en escena que a mí me llevan a pensar en que practican un estilo próximo al cabaret. Sigo viendo los grandes ojos magnéticos de Maida que van cambiando con cada interpretación, la pícara sonrisa de Azucena, el contraste de ambas, sus acentos que van y vienen por toda la geografía...

A modo de pequeño anecdotario: La actriz Maida Larraín continúa representando esta obra de Marina Skell desde la primera representación en la sala ArtEstpacio Plotpoint. Ahora comparte escenario con Azucena Ribas que ha sustituido a Edith Sierra en la obra. Las tres juntas forman parte de la compañía Plotpoint con otras tres funciones en cartel en las que coincide que ellas actúan en pareja: Larraín y Skell representan juntas Mi madre, Serrat y yo; Larraín y Ribas lo hacen en ¿Y si dios fuera mujer? y ¡¡Diosas divinas y peligrosas!!.

domingo, 23 de mayo de 2010

Paco Ignacio Taibo II: «Leer es un hecho subversivo»

Paco Ignacio Taibo II cuenta, en uno de los Sábados Negros que organiza la Librería Asociativa Traficantes de Sueños, por qué se hizo escritor


Sábado 22 de mayo de 2010. Librería Asociativa Traficantes de Sueños. Madrid


Paco Ignacio Taibo II durante la presentación (Foto: Toni Gutiérrez)
Paco Ignacio Taibo II durante la presentación (Foto: Toni Gutiérrez)
En poco más de un mes tendremos la edición número 23 de la Semana Negra y en ella podremos disfrutar unos cuantos días de Paco Ignacio Taibo II, su organizador. Será del 9 al 18 de julio en Gijón. Pero Taibo no se acercó a los Sábados Negros, en la madrileña Librería Asociativa Traficantes de Sueños, para hablar de la Semana Negra, sino para contar qué caminos le llevaron a dedicarse a esto de la novela.

La velada se abrió con una exposición de Teresa Alonso sobre el mural del pintor Diego Rivera El sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, un cuadro que cuenta la historia de México. Gracias a la tecnología pudimos ver el mural amenizado por la música de Amparo Ochoa interpretando Maldición de Malinche. Ambos sirvieron para despertarle recuerdos y, a la vez, de bonito preámbulo para todos.

Después tomó la palabra el escritor Paco Ignacio Taibo II. Dijo venir de esa conjunción extraña, como la del cuadro de Rivera, que es México D.F., ciudad en la que creció como escritor. Una ciudad que desconcierta mucho a los europeos porque es un nudo de la contradicción que consiste en ser al mismo tiempo una capital del primer mundo y a la vez del tercer mundo. Hay un alto consumo y un cinturón de pobreza, grandes museos que conviven con un gran analfabetismo funcional... Contó que cuando la noche cae llega una iluminación variopinta, con raíces en la «mordida», que separa la ciudad en colores y se convierte en un inmenso tapiz de luces diferentes que parece una invitación a entrar en el futuro. El pasado convive con el presente, así que no entiende que las casas de los franceses no estén presididas por la Señora de Orleans o que los italianos muestren a Garibaldi sin su poncho rojo y a pie, privándole de la grandeza de aparecer montado a caballo. En España nota que falta una conexión con el pasado, cuando viene a Madrid busca las trincheras que pararon a los fascistas sin encontrar su punto exacto. Aquí se ha perdido la conciencia histórica porque impera un culto al olvido. Así que él se ha acostumbrado a llorar en el lugar equivocado, como cuenta que le pasó con su padre en el cementerio parisino de Pere Lachaise buscando la última barricada de los Comuneros.

Imagen de los Sábados negros
Imagen de los Sábados negros
En México, por el contrario, el pasado es de ellos, de cada uno de sus ciudadanos que lo tienen presente. Si allí entras en un taller de reparación de autos verás ocho fotos de gorditas en bikini y una gran imagen de Pancho Villa a caballo presidiendo. Narró que esa misma sensación le acompaña cuando escribe, el pasado siempre acude para caminar con él. Habló de una esquina en México D.F. que va cambiando con las horas del día, primero puedes ver amorosas parejas buscando intimidad, después grandes bebedores, venta ambulante más tarde y cerrar la noche con travestis. Es una ciudad mutante que cambia, en la que siempre hay motivos para protestar y que se sale a la calle todos los días para ello. Una ciudad sin desencanto, llena de optimistas patológicos. Como lo peor vendrá solo, es mejor divertirse. Es lo sensato porque el pesimista sufre antes, durante y después. México D.F. es una ciudad de historias delirantes, donde lo mágico es normal y no una etiqueta del realismo surgido en latinoamérica. Allí si te roban el coche no vas a la policía, porque sabes que te quedarás también sin las llaves. Se mezcla lo peor con lo mejor y con lo más absurdo. Dice que vives un mundo donde los semirreal construye unos marcos de referencia dentro de los cuales escribes.

Recordó la primera crítica literaria que recibió cuando publicó su primera novela. Se la hizo Francisco Zendejas, al que llamaban solapípedo ya que como hacía una crítica diaria de un libro sólo era posible que leyera las solapas. Cuenta que aquel día el crítico dijo: «Paco Ignacio Taibo II no puede escribir una novela policíaca porque éste es un género anglosajón» y añadió «además, ¡quién va a creerse una novela policíaca aquí con la policía que tenemos!». Sí, son una fuente de desastre, con corrupción y abuso de poder, pero eso sin lugar a dudas es una gran riqueza para contar las historias. El miedo de Taibo es el contrario, el de que la policía se reconozca en sus personajes. Cuenta para ilustrarlo dos anécdotas. La primera es de cuando rodaba su tercera película. Dice que le llamó a horas intempestivas de la noche el director para poder cambiar el apellido de uno de los agentes, pues resulta que había un policía judicial llamado también Figueroa sobre el que se sospechaba que había matado a su mujer, lo que coincidía sospechosamente con el Figueroa de la ficción del que se sospechaba lo mismo. Le cambió el nombre, pues lo de Taibo es la metáfora. La segunda de las historias coincidió con una época en la que recibía llamadas amenazantes. En su cuarta novela contaba una historia basada en un mamarracho televisivo que había triunfado con un turbante, que hacía mentalismo y adivinación del porvenir. Sufría accidentes a menudo y uno de ellos le ocurrió bajando con los dientes desde un helicóptero por una cadena metálica. Algo le falló y calló desde muchos metros de altura. Compartía Taibo con el vidente el mismo dentista, y el odontólogo le contó que seguro que había algo turbio en toda la historia. Le pareció interesante e incorporó el personaje a la novela que estaba escribiendo. Regresó a su dentista y este le contaba que le estaba administrando doble dosis de calmantes y que el mago, en su aturdimiento, le contaba historias como por ejemplo que llevaba entrenando a un grupo paramilitar desde hacía meses. Así que Taibo mezcló la historia de ese hombre, cambiándole mínimamente el nombre, con una operación de paramilitares. Al final era cierto, así que ahí estaba el origen de las llamadas de amenaza.

Lo que parecen casualidades, cuenta que el caso de varios muertos a los que se bautizó como colombianos por llevar calzoncillos con etiquetas de aquel país, le sirvió para contar una historia de narcotraficantes y un jefe de policía que dirigía el mismo negocio en México. Le preguntan que cómo lo sabía. La realidad es como un iceberg, tiene un 10% que está visible para todos, pero por debajo hay un 90% que está sumergido, es el terreno de la novela el que va a ese punto, el que permite contar la realidad con lo escondido aplicando un simple y estricto sentido común irracional que tiene el escritor.

Paco Ignacio Taibo II y Manuel Rodríguez durante la presentación (Foto: Toni Gutiérrez)
Paco Ignacio Taibo II y Manuel Rodríguez durante la presentación (Foto: Toni Gutiérrez)
Llegados a este punto, Taibo comenzó a hablar sobre los caminos que le llevaron a la novela policíaca. Dice que las razones son simples, tras vivir una revolución social se planteó cómo prolongar la guerra. Se dio cuenta que en la novela sí que podían ganar los justos, pues escribir no es otra cosa que reorganizar la realidad. No inventó el final feliz, del que aprendió mucho con Walt Disney, aunque aquel era muy de derechas y tergiversaba mucho, ya que no es verosímil que los enanos obreros de Blancanieves temblaran de emoción por la llegada de un príncipe, no suelen ser muy de monarquías, y no fueran al trabajo cantando la internacional.

Contó después su infancia. Con cinco años aprendió a leer porque era un niño enfermo viviendo en Gijón. Pasó todas las enfermedades infantiles, y las que sólo se tenían una vez, él las tuvo dos o tres veces. Había descubierto que si te enfermas no te mandan al cole y te puedes quedar leyendo. Se fueron a México y, entre eso y que su padre le había descubierto, dejó de enfermar. Allí el tiempo se alargaba o la escuela era más ligera, así que siempre encontraba momentos para seguir leyendo. Robin Hood, Sandokán... ellos le ensañaron utopía, a luchar contra los imperios, comunismo, pues la literatura transforma. En esta época actual, en la que hay pocas pasiones, «leer es un hecho subversivo. Mientras leo soy otro. El que es capaz de leer es capaz de entender a otros, de poseer mundos que son de otros». Con esa pasión desmedida por la lectura que muestra Taibo no es extraño que decidiera convertirse en escritor, aunque entonces, con cinco años también dudara entre bombero y trapecista. La literatura que él defiende es combativa, no permite que el escritor se quede atrás para contar desde la segunda fila las bofetadas, quiere sentirlas en su piel.

La propia literatura le llevó a la novela policíaca. Con 23 o 24 años, Taibo quería leer unas novelas que no estaban escritas, así que se puso manos a la obra y las escribió. Es ésta una profesión que da libertad y te permite hacer lo que te da la gana, pero hay que tener cuidado, el dinero pervierte la creación literaria, roba libertad. Para ilustrar esta idea contó otra anécdota, de cuando él asistió al Hotel Waldorf Astoria en Nueva York como conferenciante. Para entrar en el salón de la conferencia, el hotel tenía una norma que obligaba a vestir corbata. Así que tuvo un diálogo con el vigilante; algo así como: «Sin corbata no se entra». «Llevo muchos años sin ponerme corbata como para doblegarme ahora al imperialismo, así que con corbata no hay conferencia». Entró con una corbata en la mano, sin llegar a ponérsela, que devolvió tras cruzar la puerta y allí encontró que los peor vestidos eran los escritores más célebres. Explicó que la fama es una tontería, una mala broma, y que cuando juegas con ella es muy divertido. Eso es escribir, señaló para cerrar su charla.

Las preguntas no se hicieron esperar. Le permitieron hablar en primer lugar de su próxima novela, cuyo personaje será Sandokán. Quería escapar de la etiqueta policíaca por un tiempo, no obedecer a ese canon que fija el enigma, la investigación y la resolución. Buscaba una novela de aventuras, donde la acción cuente a los personajes. Así que, como producto de sus obsesiones, terminó en Sandokán, en un proyecto tras el que lleva veinte años. Sandokán ha aparecido ya en otras novelas de Taibo, pues todo su conflicto con los imperios, su aprecio por un comercio justo, le vienen de aquellas lecturas. Indica que Salgari es el único novelista de aquella época que se atreve a girar varias de sus novelas en torno a mujeres protagonistas, algo que le marcó pues recordó que en las manifestaciones él gritaba una consigna que dice: «Faldita o pantalón, un único corazón». Con todo este bagaje se dijo algo así como «vamos a mejorarlo», porque cuando se escribió era una época donde el género de aventuras tenía un lastre folletinesco y muchas convenciones que hoy se podían romper. Confiesa habérselo pasado muy bien escribiéndola y experimentando. La llenó de peripecias, de conflictos anti-imperiales, de irreverencia absoluta para crear una nueva torre de Babel sobre la cubierta de La Mentirosa. Sandokán será un hombre de cincuenta y tantos, la novela llevará por título El regreso de los tigres de Malasia y aparecerá en España en el mes de septiembre.

Paco Ignacio Taibo II durante la presentación (Foto: Toni Gutiérrez)
Paco Ignacio Taibo II durante la presentación (Foto: Toni Gutiérrez)
Después le preguntaron por la Campaña que está llevando a cabo en México D. F. de apoyo a la lectura y que lleva el nombre Para leer en Libertad. Comentó que se trata de un grupo de voluntarios que en tres meses de vida ha realizado un promedio de un acto diario. Buscan organizar eventos que inciten a la lectura de una manera imaginativa y con apoyos. Su éxito ha sido tremendo. Sin embargo tanta actividad absorbe al grupo y les está dejando sin tiempo para otras cosas. Comentó que con esta iniciativa viene observando que se están recuperando los hábitos de lectura sobre todo entre personas de 40 a 60 años.

Sobre las huelgas revolucionarias del movimiento estudiantil en el 68 ocurridas en México, Paco Ignacio Taibo II escribió un libro hace tiempo. Comentó que aquello fue el mayor elemento formativo de su vida. Recuerda que aquellos comités de huelga le marcaron a él y al grupo de activistas de su generación. Fueron más de cuatro meses de huelga. Aquello había aparecido en varias de sus novelas, pero veía que al escribir y al revisar sus miedos y sus culpas, se daba cuenta de que la memoria miente. La literatura es un factor estético que produce pasiones, así que le debía un ajuste de cuentas a la realidad frente a lo que la memoria embellece. Al escribir aquel libro trató de ser justo y sobre todo preciso.

Taibo se define como un heterodoxo puro que piensa que las islas perdidas deben tener todas una biblioteca, con los volúmenes que el náufrago escoja, y que además permita hacer pedidos. Señaló que le preocupa que la literatura actual vaya tendiendo a ser descafeinada porque si a un adolescente no le ofreces una novela que mueva sus neuronas no leerá. Dice que defiende la literatura porque ella se defiende sola, porque no hay ningún lector que se aburra, porque el ocio que representa la lectura está asociado a la subversión.

¿Para quién escribe? Responde que para una gama muy amplia que va desde un adolescente inteligente de trece años hasta la generación de los años sesenta que se ha quedado entre roja y rosa, pero a la que un mundo injusto no le parece justo. Comenta que en las ferias de libros sus colas suelen ser de las más raras, que así le salió, no es que lo fuera buscando, pero que le resulta muy gratificante.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Solidaridad de los pueblos latinoamericanos en una velada por Haití

Aprovechando la presencia de varios mandatarios suramericanos en la VI Cumbre entre la Unión Europea, América Latina y el Caribe se organizó una velada solidaria con Haití en la que se presentó el documental de Oliver Stone Al sur de la frontera


Martes 18 de mayo de 2010. Palacio Municipal de Congresos. Madrid


Invitación a la velada por Haití
Invitación a la velada por Haití
Anoche, en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela ante el reino de España organizó una velada por Haití para mostrar el compromiso solidario de los pueblos latinoamericanos con la isla. Sirvió también para proyectar la película documental del cineasta norteamericano Oliver Stone titulada Al sur de la frontera.

Sobre el escenario nueve butacas vacías esperaban a los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y Paraguay, Fernando Lugo, a los primeros ministros de Haití, Jean-Max Bellerive, y San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, al canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, los vicecancilleres de Venezuela y Nicaragua, al presentador venezolano y a Fernando Sulichin, productor del documental. Entre el numeroso público destacaban la presencia de la senadora colombiana de la dignidad Piedad Córdoba, los políticos Willy Meller, Cayo Lara, José Luis Centella, el sindicalista Ignacio Fernández Toxo o los actores Juan Margallo, Willy Toledo y Leo Bassi. Mientras iban entrando las personalidades se comenzó a vitorear consignas como «¡Alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina», «Evo, amigo, el pueblo está contigo», «Uh!! Ah!! Chávez no se va», «Uribe fascista y narcoterrorista» o «Viva Cuba, Fidel y el Ché».

Haití es un país que ha sufrido muchísimas pérdidas humanas tras el catastrófico terremoto. Si acudimos a la historia descubriremos que se trata de la primera república proclamada en el continente Americano, después de una revuelta de los esclavos. Son un país caribeño pobre y un tanto aislado, por tener una lengua como el francés muy minoritaria en todo el continente, por su religión y por muchas otras particularidades.

Jean-Max Bellerive, primer ministro de Haití en una foto de archivo
Jean-Max Bellerive, primer ministro de Haití, en una foto de archivo
Tras la presentación tomó la palabra Fernando Sulichin para comentar que los medios de comunicación no nos informan porque son utilizados desde los poderes económicos como una herramienta propagandística. Al sur de la frontera surge con la intención de Oliver Stone de contrastar la imagen que ofrecían los medios de comunicación norteamericanos sobre Hugo Chávez y la realidad. Por ello viajó a Venezuela y se entrevistó con su presidente. Después aprovechó el viaje y se recorrió otros países latinoamericanos para hablar con sus presidentes sobre Chávez y el avance de una nueva forma de hacer política alejada del neoliberalismo que se está imponiendo en estos países.

«Yo no sé de guerrilla, yo no sé de revolución, pero sí sé de solidaridad». Con estas palabras inició su breve discurso el primer ministro de Haití, Jean-Max Bellerive. Habló especialmente de los venezolanos y cubanos que se desplazaron a Haití para ayudar y compartir lo que tienen. Cuba y Venezuela, desde el primer momento que se permitió la entrada de ayudas, acudió sin pedir nada a cambio.

El presidente paraguayo, Fernando Lugo, se centró en los movimientos sociales y la importancia que están teniendo en toda latinoamérica. Contó el sueño de estos pueblos llenos de esperanza que buscan construir un continente diferente y unido en una patria común que complete el trabajo que comenzaron los libertadores Bolívar, Miranda o Sucre.

Fernando Lugo y Evo Morales en una foto de archivo
Los presidentes Fernando Lugo y Evo Morales en una foto de archivo
Tomó la palabra el presidente boliviano Evo Morales entre aplausos y comenzó con un pequeño y cariñoso reproche a sus hermanos Hugo Chávez y Raúl Castro que les habían dejado solos en esta cumbre. Centró su discurso en la solidaridad, ya que ésta es la primera vez que su país comparte lo poco que tiene y recordó que una vez le dijo Fidel Castro que «la solidaridad es compartir lo que se tiene, no lo que sobra». Nos recordó que «tendremos que elegir entre la Madre Tierra o el Capitalismo». Su defensa obliga a emprender una batalla a los pueblos latinoamericanos contra los sistemas que hagan daño a la naturaleza. Mientras el capitalismo siga destrozando, los pueblos estarán enfrente y seguirá habiendo conflictos.

Stone no pudo acudir a la proyección, pero envió un vídeo en el que habló del documental y en la sorpresa que ha sido para él descubrir la enorme energía de Hugo Chávez. Destacó el firme propósito de los pueblos latinoamericanos en decidir su destino y comentó que su objetivo es llegar a un cierto número de público en Estados Unidos con el fin de que puedan cuestionarse la veracidad sobre el tipo de información que se está emitiendo en los medios de comunicación norteamericanos. Tras sus palabras comenzó la proyección del documental, durante la que se escucharon numerosos aplausos en varias ocasiones.

En Al sur de la frontera, además de Chávez, tienen un papel protagonista los presidentes Evo Morales, Fernando Lugo, Cristina Fernández, Néstor Kirchner, Rafael Correa, Lula da Silva y Raúl Castro. Es un documental digno que repasa la historia reciente de Suramérica con sus esperanzadores cambios políticos frente a la manipulación aviesa de los medios. Es directo y comprometido, con una mirada veraz a la realidad latinoamericana.

Tras su proyección, Fernando Sulichin volvió emocionado al estrado para dar las gracias a los aplausos y agradecer el respaldo del público a la proyección.

lunes, 17 de mayo de 2010

Felicidad que se toca. Felicidad que se contagia

Una noche para disfrutar del buen rollo y de todos los artistas que componen el sello discográfico Felicidad Producciones


Domingo 16 de mayo de 2010. Sala Caracol. Madrid


Los artistas de Felicidad Producciones: Lichis, Daniel Higiénico, Los Fulanos y La Mengana Band, Troublemakers Blues Review, Chivo Chivato, Gatonieve y La Cabra Mecánica
Los artistas de Felicidad Producciones: Lichis, Daniel Higiénico, Los Fulanos y La Mengana Band, Troublemakers Blues Review, Chivo Chivato, Gatonieve y La Cabra Mecánica
Con motivo de las fiestas de San Isidro, varias salas madrileñas han organizado conciertos de presentación de sellos discográficos. En la Sala Caracol, con un lleno absoluto, voy a disfrutar del que ha fundado Lichis: Felicidad Producciones. Sin duda su sentido musical se ha contagiado al resto de artistas y en la sala corre la alegría como si fuese pólvora. Es un concierto largo, con seis grupos, que llenarán más de cuatro horas.

Lichis y Vicky están pendientes de todo antes de que nada empiece. Luego, más tarde, sus miradas seguirán igual de atentas sobre el escenario para no dejar escapar ningún detalle, pensando en que cada actuación salga a la perfección. Un pequeño puesto dentro de la sala sirve para la venta de los discos y de alguna camiseta. Se abren las primeras cervezas y se forman los primeros corrillos. Un telón rojo, con una botella de un refresco de cola, tapa el escenario mientras se preparan los primeros. Hay una pequeña rendija desde la que se intuye el humo.

Rondan las ocho en mi reloj cuando comienzan GatoNieve con una batería que retumba. Lo de este trío son los teclados, sintetizadores y el punto psicodélico. Elena, la vocalista, canta en inglés la mayoría de los temas. Son desconocidos, casi nadie se sabe las letras, pero logran calentar un poquito el ambiente. No hay bises, el concierto está planteado así y no ha hecho más que empezar. Se cierra el telón para que se prepare el siguiente grupo.

Es el turno de Chivo Chivato o, lo que es lo mismo, el momento de Pepo López, Jordi Jornet «Cobre» y Daniel Ortín, la banda que los últimos años está acompañando a Lichis en los conciertos de La Cabra Mecánica. Hacen Rock & Roll con raíces. Suenan bien, con mucha energía y una vitalidad similar a la de Lichis. Invitan en uno de los temas a Fernando Polaino y ahora sí que están todos. Cuando se despiden Lichis les pide que toquen una más. Ya se siente el calor.

Llegan los Troublemakers Blues Review. Hoy falta media banda, no están Juli el lento, ni Julián Kanevsky, pero el sonido es límpio y conjuntado. Sus sustitutos se han acoplado perfectamente, mejorando en cada tema que van desgranado. Hacen blues, soul... música de corazón negro, hasta que llega una canción de los Led Zeppelin. La voz de Lichis, cantando en inglés, suena diferente. La armónica de Manolo del Campo me hace viajar por tierras que no conozco.

Con los Fulanos y la Mengana Band los pies se me disparan y es que su música fronteriza resulta contagiosa. Siempre llenan el escenario, pues fulanos y menganos hay muchos, hasta ocho se han dado cita hoy allá arriba. De lejos pueden semejar una charanga, pero con las primera notas se percibe un grupo diferente y especial: a ratos parecen escapados de uno de esos barcos casino que navegan por el Misisipi, en otros recorren las calles de Lavapiés porque todo en ellos es mezcla. Son vagabundos de la música, embajadores de la felicidad, que se desviven en el directo. Nadie puede quedarse quieto si ellos tocan. Mejoran con cada concierto y siempre me dejan en el cuerpo unas ganas enormes de seguir escuchándoles. Seguro que me voy de la Caracol tarareando Ahora. Se dejaron casi todo el reportorio, pues no hubo tiempo para más.

De Daniel Higiénico conocía poco, en realidad algo que me estuve escuchando un par de días antes en spotify. Lo cierto es que me había llamado la atención. Pero sobre el escenario Higiénico crece mucho más. Es un ser polifacético, de voz potente y clara, que va dejando fluir en el escenario el teatro que lleva en la sangre y su enorme capacidad de cuentacuentos para adornar sus temas. Lo mismo se disfraza de camarero que con terrorífica capa, si la canción lo requiere. Con letras ingeniosas e irreverentes no descuida la música. Un artista inclasificable que hay que ver en directo. Más aún, si como ocurre hoy, la banda que le acompaña es los Chivo Chivato. No se le nota ningún cansancio, y eso que esta tarde había dado otro concierto en Clamores.

Le toca el turno a La Cabra Mecánica. Las once y media pasadas cuando se abre el telón por última vez. Sobre el escenario Lichis y Fernando Polaino que se arrancan con un acústico mano a mano. Eligen canciones menos conocidas, pero es lo mismo, todo el mundo las canta con ellos. Son el emblema del sello discográfico. Tras varias canciones sube el resto de la banda y el público se dispara. Cierran con Felicidad y Vengo de Lavapiés. Entre aplausos van llamando a todos los artistas que han participado en el concierto para la foto final. El público sigue pidiendo más. Hay tiempo para la última, así que La Cabra se despide con La lista de la compra y a Lichis le acompaña con su bonita voz La Bego, la de Los Fulanos. Al apagarse la luz veo que son ya las doce y media de la noche, que el cuerpo está cansado, pero que la cabeza pide más noches como ésta.

A modo de pequeño anecdotario: Dice Lichis que llegó un punto en su vida que como profesional de la música le surgió la necesidad de gestionar de una manera eficaz todos los aspectos relacionados con su carrera y que le permitiera también poder desarrollar nuevos proyectos, tanto propios como ajenos. Comenzó a montar una infraestructura capaz de ofrecer la gestión integral de servicios musicales (producción, grabación, mezcla, mastering, arreglos y labores propias de gestión discográfica, editorial, management e imagen). Cuentan con un estudio de grabación propio y tienen sedes en Madrid y en Barcelona.

sábado, 15 de mayo de 2010

El avaro o el dinero como obsesión pasada y presente

Juan Luis Galiardo abandera esta comedia clásica escrita por Molière y adaptada por los dramaturgos Jorge Lavelli y José Ramón Fernández


Martes 11 de mayo de 2010. Teatro María Guerrero. Madrid


Cartel de la obra El avaro
Cartel de la obra El avaro
La avaricia es una inclinación o deseo desordenado de poseer que sobrepasa los límites de lo ordinario y lo lícito. Una posesión para sí mismo, un vicio, un pecado capital que suele ir acompañado de la comisión de otros como el robo, el soborno y la usura. Lavelli, en el texto que acompaña al programa de El avaro, va más allá: «La avaricia es una forma exasperante y perfecta del egoísmo; la ignorancia de la muerte, su compañía». No sé equivoca en su descripción y anticipa lo que se verá sobre el escenario.

Es la avaricia de Harpagón (Juan Luis Galiardo) la que mide el universo de El avaro. El poder que ostenta rige absoluto en su casa, en sus bienes, sobre sus criados, sus empleados y sus dos hijos, que rebeldes de corazón no ven la manera de escapar y se ven sometidos contra su voluntad. Un poder que no se cuestiona, que es así por tradición. La sociedad se burla de Harpagón, pero a escondidas, porque en realidad le temen, y se acercan en noches oscuras, a escondidas también, para pedirle dinero a préstamo. Acuden a su usura cada vez que la necesitan.

Harpagón entierra su fortuna, no necesita disfrutarla, pues su único placer es saber que la tiene. Está dominado por su codicia, un rasgo que juega un papel doble y contrario en la obra: si por un lado deshumaniza al personaje haciéndolo injusto por naturaleza, por el otro lo humaniza al ridiculizarle hasta exagerar su comportamiento que es llevado al extremo. Su ruindad produce risa pues sabemos de antemano que cualquier propósito que él arranque no llegará a buen puerto. Nos reímos de saber que los que no son generosos perderán, y no nos damos cuenta de que si pasamos página entrando en la realidad cotidiana, en la mañana que nos espera al día siguiente en nuestras propias vidas, son ellos los que se ríen de nosotros por lo contrario.

Irene Ruiz, Rafael Ortiz, Juan Luis Galiardo y Javier Lara en una escena de El avaro
Irene Ruiz, Rafael Ortiz, Juan Luis Galiardo y Javier Lara en una escena de la obra El avaro
Es este un texto que habla de la voluntad no ejercida, de la que se supedita a los que mandan porque tienen el dinero. Hoy también ocurre lo mismo: las clases dominantes, las que se lucran amasando el capital, nos tienen oprimidos y tampoco conseguimos ver la salida. Tal vez la comparación de lo que ocurre en nuestro tiempo con la obra nos muestra que ésta sigue vigente, que su mensaje es eterno pues siempre termina resultando necesario seguir dando aviso sobre el comportamiento de los avaros. Son quienes poseen los que mandan de verdad sobre nosotros, no las figuras interpuestas que vemos a diario dando discursos. Y lo peor de todo, que lo hacen, como Harpagón, por pura codicia. Puede verse en la obra que la familia, y por contagio la sociedad, se ha degradado hasta su extremo, tanto que difícilmente vemos una salvación. Es un poco artificial la que propone la obra, donde siempre hay alguien noble con más dinero que puede comprar con su generosidad incluso a la persona más avara.

Molière nos narra este cuento de una forma sencilla, pero a la vez de una manera tan profunda y sabia que vamos viendo ante nuestros ojos toda la verdad sobre nuestros propios miedos. Miedos de quien no es libre, de quien depende de los demás. Nos hace conscientes de nuestra pequeñez. Molière nos narra este cuento desde una mirada divertida, pero cargada de piedad, porque las miserias que vemos bien podrían ser nuestras. Tal vez por eso abundan los espejos sobre el escenario, que nos van reflejando a nosotros y deformando a los actores y actrices en sus comportamientos.

Todo es exagerado y risible en el texto, sin dejar por ello de ser profundamente humano. Han pasado casi 350 años desde que se escribió El avaro y sin embargo su vigencia es tal que en todos estos años no ha dejado de entenderse y de representarse. Su éxito es simple, se trata de una comedia clásica, donde se recurre a lo grotesco y a la caricatura. Algo que no ha pasado de moda. Hoy también hay una corriente importante de intérpretes que beben de esas mismas fuentes y que buscan trabajos donde actuar con esos mismos impulsos cómicos. Persiguen la risa con los mismos mecanismos, despertando la reflexión de soslayo, como sin querer haber sido los culpables, con inocencia.

La escenografía tiene dos virtudes, la primera viene dada por su movilidad, tal que permite trasladarse al espectador por diferentes escenarios sin dejar de ser el mismo y contagiarle un dinamismo que al texto le sienta muy bien. La segunda por su sencillez que no oculta los entresijos del teatro. Sus huecos, rincones y demás espacios, son utilizados para acercarnos un alma completa, traída a la luz pues no encontrará lugar donde esconderse.

Hay en la obra una canción que canta el elenco. Es una pieza muy breve pero cargada de fuerza. La misma que destilan en sus gestos y voces el elenco. Están estos escondidos tras sus caras blanqueadas por los polvos del maquillaje, como anhelando un cierto anonimato. No es éste un elenco lleno de figuras reconocibles, más bien se ha elegido para fortalecer el papel omnipresente de Juan Luis Galiardo, para que brille con facilidad. Buenas réplicas le dan Javier Lara, Rafael Ortiz y Mario Martín desde sus papeles construidos con sobriedad e ilusión a medias iguales. Toda comedia necesita de bufones y son éstos los agradecidos papeles que interpretan Palmira Ferrer, Manolo Caro y Tomás Sáez, son burlescos y a la vez los únicos sensatos en todo este tinglado.

El resultado, muchas risas y un aplauso contagioso que se entregó al elenco con muchas ganas al final de la representación.

A modo de pequeño anecdotario: El avaro también es conocido por el sobretítulo de La escuela de la mentira. Se trata de una comedia en prosa, de cinco actos y escrita por Molière en 1668. Se estrenó en el teatro del Palais-Royal de París el 9 de septiembre de ese mismo año. Sobre el tema, se puede decir que Molière se inspiró en la obra de Plauto llamada La olla.