domingo, 2 de mayo de 2010

Honeymoons, albanos y serbios teniendo destinos paralelos

El director serbio Goran Paskaljević nos trae una trágica historia de seres oprimidos que buscan escapar


Cartel de la película Honeymoons
Cartel de la película Honeymoons
A veces no hay tiempo ni espacio para una luna de miel porque hay algo que impide que una boda pueda ser celebrada. Estos tiempos, los que viven los países que quieren entrar a formar parte de una Comunidad Económica Europea, están dejando de de ser de celebraciones para una gran parte de sus ciudadanos: aquellos que se ve sin futuro, ni esperanza en sociedades bipolares que distancian a los ricos del resto. Son los nuevos pudientes ostentosos quienes mandan, los que se lucran a la sombra de la política y bordeando las leyes, los que se aprovechan de las circunstancias para llenarse los bolsillos con facilidad. Ellos dirigen los cambios en sus países, señalan un camino de progreso que copian de Europa sin pensar en que puedan estar llenos de engaños, y mientras se divierten. Son las hijas de estos padres las que celebran sus bodas con fausto, hay que reconocer que no tanto como la hija de Aznar y Botella.

Honeymoons nos habla, a través de dos historias, de los otros, esos pobres hombres y mujeres más humildes, esa parte de la familia que no se subió al carro y que ahora acuden al convite de los que ganaron. La pareja albana llega desde el campo a la capital y nos muestra la distancia de esos dos mundos separados por una autobús que se arrastra por los caminos polvorientos con mucho sufrimiento. La pareja serbia vive en la capital y se traslada al pueblo de ella para formar parte de una boda provinciana que, al igual que la otra, trata de mostrar el poder al que han escalado los progenitores de los novios. Ese es el primer conflicto, las diferencias entre la ciudad y el campo, dos mundos llamados a no entenderse nunca. Una distancia similar a la que ahora existe entre los que subieron y los que se quedaron.

Esos hombres y mujeres humildes que había descrito son jóvenes, muy capacitados, laboriosos, a los que las historias familiares aprisionan. Nik y Maylinda viven aprisionados por la madre de Nik que no quiere pasar página tras la desaparición de su hijo que intentó cruzar a la otra Europa ilegalmente en una embarcación que se hundió. Vera y Marko regresan al pueblo para ver como el padre de Vera se hunde más viendo como ha mantenido sus convicciones políticas y su hermano, al que todo le ha ido bien, se ha enriquecido con las ideas del otro bando. Tenemos el segundo conflicto: las relaciones familiares que a menudo se convierten en un chantaje para los hijos.

Jelena Trkulja y Nebojša Milovanović en una escena la película Honeymoons
Jelena Trkulja y Nebojša Milovanović en una escena la película Honeymoons
La solución que ambas parejas toman es la misma, escapar hacia esa Europa próspera y llena de oportunidades con la que lindan. Lo hacen legalmente, sus visados están en regla, pero aún así las guardias fronterizas, los perros guardianes que separan las dos velocidades de la realidad, les retienen para confirmar detalles. Ven que esa Europa sobre la que habían puesto los ojos con ilusión no les quiere. Un conflicto que tiene que ver con los orígenes y que supone una discriminación y una barrera.

Todos los conflictos ocurren con independencia de que sean serbios o albanos. Goran Paskaljević no hace distinción entre unos y otros, les trata de la misma manera, pues Honeymoons cuenta lo que une a esos dos pueblos que siempre han estado enfrentados. No habla para ello de coincidencias, ni de casualidades. Cuenta dos historias en las que el espectador va estableciendo el paralelismo, ya que comparten la misma desesperanza y angustia. Muestra lo que les une y señala que en cada lado hay personas con sentimientos similares, preocupados por problemas semejantes.

Es curioso el uso de las armas para mostrar alegría: se disparan en ambas bodas a las que los protagonistas son invitados. Es extraño el nacionalismo en sendos lados, un nacionalismo exacerbado que culpabiliza al otro sin pruebas y que el director sabe mostrar por una noticia de un atentado en Kosovo contra unos soldados italianos de las fuerzas armadas enviadas por la O.N.U. y la interpretación que se da en cada país. Se trata de un nacionalismo hiriente, que ha olvidado el respeto por los demás.

El trabajo del elenco artístico es excelente, especialmente los padres albanos Bujar Lako e Yllka Mujo, cuya ternura y dureza conviven en dos papeles de quienes deben apartarse ya cansados para dejar paso a los que vienen detrás. Son las interpretaciones de las mujeres, Jelena Trkulja y Mirela Naska, con su mirada dulce las que cicatrizan las heridas de los hombres. Son las de ellos, Nebojša Milovanović y Jozef Shiroka, papeles que deben enfrentarse a las realidades que les rodean, superando las dudas para tomar las decisiones buscando un mundo mejor que compartir con ellas.

Honeymoons es una película muy dura y directa. Sin espacio para el optimismo, sobre todo según va avanzando porque realmente no hay motivos y la ilusión se rompe con cada nuevo fotograma, produciendo un cierto mecanismo hipnótico en quién lo ve. Engancha porque la película es universal, transciende más allá de las nacionalidades de sus protagonistas, y sobre todo porque Honeymoons está cargada de humanidad.

A modo de pequeño anecdotario: Honeymoons es la primera coproducción serbo-albanesa, países cercanos y a la vez enormemente desconocidos entre sí. Esta película los aunó y también consiguió trasladar este clima a los políticos, ya que ambos gobiernos contribuyeron con ayudas financieras del Ministerio de Cultura de Serbia y del Centro Nacional de Cine de Albania. En el rodaje se mezclaban idiomas (inglés, francés, italianos...) y duró dos meses, en los que se establecieron lazos emotivos entre los equipos técnicos de Serbia y Albania. Los actores y actrices serbios y albanos, a pesar de haber trabajado en la misma película, no llegaron a coincidir y se vieron por primera vez en el Festival de Cine de Venecia.

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