Hacer una fiesta de pueblo muy grande, en la que, en lugar de vírgenes y santitos, hubiera escritores
Martes 25 de julio de 2011. Gijón
24 años después, un homenaje a nuestros fundadores. Alejandro Ortea, Vicente Álvarez Areces, Paco Ignacio Taibo II y Juan Cueto, acompañados por la fotografía de Silverio Cañada. Foto Toni Gutiérrez
Ortea contó su experiencia personal de como se había enterado de la primera Semana Negra. Trabajaba de barman temporal, cuando entraron Juan Cueto y Chus Quirós. Venían hablando de sus cosas. Ortea pegó el oído haciendo como que estaba a sus cosas, sin prestarles atención. Así les escuchó nombrar el puerto del Musel y la Semana Negra. Hablaban de espacios para ellas, de elementos decorativos, de Tini Areces y Silverio Cañada, aún no estaba Taibo. Así fue como se enteró de lo que iba a ser la primera Semana Negra.
El Musel se llenó de gente diferente. Desde aquel primer año siempre hubo intentos de ciertos sectores de la derecha de evitar que se celebrara. En aquella ocasión hablaban de que la ubicación en el puerto podía dejar desabastecida a la ciudad de los plátanos canarios que llegaban todas las semanas.
Taibo tomó la palabra para seguir contando. Con Manuel Montalbán y Andreu Martín quería organizar en 1988 un congreso de literatura negra en Barcelona. Querían hacer un encuentro de la Asociación Internacional de Escritores Policíacos, AIEP, y juntar a soviéticos y norteamericanos. Pasó por Gijón y Silverio Cañada le dijo que tenía que conocer a Tini Areces. Fue a visitarle y el alcalde dijo que nada de Barcelona, que tenía que celebrarse en Gijón. Lo consultó con Montalbán y con Martín y les pareció bien. Areces siguió con sus ideas, un congreso le sabía a poco, quería un gran festival que sirviera para poner el nombre de Gijón en el planeta. Preguntó cuánto costaría y Taibo dijo que mucho, incapaz de poner una cantidad al concepto.
Vicente Álvarez Areces, Paco Ignacio Taibo II y Juan Cueto
Continuó Cueto recordando que Montalbán le había confesado que aquel día de Semana Negra fue para el escritor el que mejor se lo había pasado en un festival. El truco dice que fue mezclar un congreso serio con las fiestas populares de Asturias. Cuenta que tomaron como referencia para aquel primer festival dos ejemplos: las piraguas del Sella y la Feria de Muestras. Fue Chus Quirós quien propuso el Musel como escenario, una auténtica maravilla poder desplegar la Semana Negra entre aquellas enormes grúas. Desde que vieron el espacio ya no pudieron pensar en otro sitio. Sabían desde el primer momento que los bares de la ciudad tenían que estar incorporados al evento, así que bajaron los containers y los convirtieron en bares. Se podía beber y también lanzarse al mar. Todos estos detalles fueron dando un tono perfecto de festival internacional y además se llenó de gente: «asistieron 73.000 personas, contadas por la Guardia Civil».
Areces, en su turno, comenzó hablando de Silverio Cañada, una persona muy particular al que se le ocurrieron muchas ideas con el negocio de su padre. Algunas de ellas muy difíciles de llevar a cabo. Después nos cuenta el Gijón de 1988, una ciudad que no estaba articulada, que sufría una fuerte crisis industrial y con la ciudadanía desmotivada por falta de perspectivas laborales. La ciudad necesitaba elementos de choque que fueran muy ambiciosos. Iniciaron para ello un plan urbanístico y buscaron eventos que permitiera a Gijón transcender y darse a conocer. Arrancaba la recuperación. La Semana Negra dio ese empujón y esa gran oportunidad. El recorrido que ha ido haciendo por esos 24 años –Musel, Fomento, Astilleros, Parque del Piles, Molinón, Astilleros Riera y Universidad– ha ido plasmando el camino de una ciudad que aspiraba a desarrollarse, de sus grandes espacios públicos, de su futuro. La Semana Negra acompaña y va enseñando una ciudad en transformación.
El festival siempre ha vivido en medio de la polémica, de una crítica feroz que se ha convertido a su vez en el motor de su continuidad porque siempre ha contado con el apoyo de la gente de Gijón. El tren negro aglutinaba a los escritores en Madrid y los traía a la Semana Negra. Personas relevantes que han pasado como uno más. Aquí se ha demostrado que la cultura se ha fundido con lo popular, que no es un elemento por encima de lo cotidiano como pide el pensamiento conservador. Gijón es una ciudad en la que se sabe convivir. No hay porqué temer a la multitud, la masa se autorregula muy bien y no es un problema para la ciudad. La Semana Negra es una historia maravillosa. Su fuerza interior ha superado cualquier dificultad.
Alejandro Ortea, Vicente Álvarez Areces, Paco Ignacio Taibo II y Juan Cueto. Foto Toni Gutiérrez. Foto Toni Gutiérrez
Explicó Cueto que una vez decidido Gijón como sede, se reunieron en su casa para tener una tormenta de ideas, donde fueron surgiendo pensamientos disparatados (un tren negro, un periódico –el A Quemarropa– que se voceara, un café de chinos…) Todo lo que no tenía el festival lo inventamos allí. Y lo curioso es que todas aquellas ideas salieron adelante con un grupo de escritores que le dieron el carácter que tiene. No hay otro encuentro igual en Europa.
Ahora se habla de que puede ser el último año que se celebre, o de que se vaya a otro sitio porque habrá otros lugares capaces de recoger este evento. El Ayuntamiento de Gijón es quien debe decidir, pero Cueto señala que no les ve por allí, a pesar de que lo que se está celebrando es un acto cultural.
Añadió Ortea que el desafío de la Semana Negra durante estos veinticuatro años es hacer un festival con los que la apoyan y también con los que están enfrente de ella.
Yampi actúa mientras una nube de fotógrafos retrata la llegada los fundadores de la Semana Negra. Foto Toni Gutiérrez
Se pueden hacer festivales de muchas maneras, a través de contactos, con mucho dinero… Pero lo que tiene la Semana Negra es un concepto claro. La ilustración asturiana la hicieron las clases obreras con sus propuestas, construyéndola desde abajo. Las bibliotecas las hicieron los Ateneos Obreros. La Semana Negra es un festival diferente. Si han tenido lo mejor de la literatura negra, histórica, fantástica, de terror, cómic… ha sido porque ese concepto ha funcionado de gancho para que los escritores vengan a un encuentro fraternal, de compañerismo, con una fuerte raigambre democrática y popular. Han roto el equilibrio a favor de una lectura diferente, crítica, que construya a las personas con un pensamiento libre. No hay que leer por obligación, sino porque la lectura siempre es algo subversivo. Respecto al futuro, Taibo señala que ya hablarán el domingo.
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