miércoles, 20 de julio de 2011

Ti:me al tiempo, tomárselo con humor

La compañía Ron Lalá estrena su nuevo espectáculo bajo su fórmula que combina humor, música y teatro


Domingo 17 de julio de 2011. Teatro Alfil. Madrid

Cartel de la obra de teatro Time al tiempo
Cartel de la obra de teatro Ti:me al tiempo
Antes de ir a ver Ti:me al tiempo, la nueva función de Ron Lalá, estaba seguro de que el título tenía que ver con eso de «darle tiempo al tiempo» pero medio en inglés. Nunca pensé que el juego de palabras fuese otro y que sirviera para pedirnos sin disimulos «timar al tiempo» de la misma forma que él nos tima a nosotros. La sociedad nos hace sentir que nos falta tiempo para la cantidad de actividades que tenemos que hacer a diario. ¿Cuál es la solución: sacarlo de donde no lo hay o utilizarlo mejor, de una manera más racional que nos permita elegir aquello que nos pueda hacer más felices? ¿Dejarnos engañar o ser nosotros los tramposos? No hay respuestas, ¿o sí?

Ti:me al tiempo se articula entorno a diferentes formas de percibir el concepto del tiempo en cualquier de sus escalas, con excepción de la climatológica. Tiempos hay muchos: cotidiano, dimensional, por venir, secular, verbal, cósmico, ancestral, el que corre corrió o correrá... Sí, algo de filosofía hay en la obra, pero por debajo, como pretexto, asentándola. Luego viene una capa importante de humor crítico, un sentido inteligente con el que pisan el escenario los cinco actores de la compañía. Después, no ponerse límites a la hora de contar sus historias. Siguen fieles a un estilo propio, a sus receta de mezclar el humor con el teatro y la música. Sus obras resultan siempre originales, frescas, pues con cada una de ellas logran superarse de nuevo.

El frenesí de las historias, la forma de contarlas con ironía, de elaborarlas sobre un sólido texto y de montarlas con muchísima agilidad son el punto fuerte de la obra. Los chicos de Ron Lalá se divierten sobre el escenario, hacen lo que les gusta, y ese buen humor se transmite al público que no para de reír en la función. La parodia es su fuerte y en ella no dejan títere con cabeza. El espectador se ve representado en muchos de los personajes con los que comparte demasiadas características y es la carcajada que produce verse a sí mismo desde fuera, y un tanto caricaturizado, la catarsis deseada, la que permite salir de la función con una sensación agradable, de tiempo ganado.

Daniel Rovalher «Boli», Álvaro Tato, Miguel Magdalena «Perilla de la Villa», Íñigo Echevarría y Juan Cañas en una escena de la obra Time al tiempo
Daniel Rovalher «Boli», Álvaro Tato, Miguel Magdalena «Perilla de la Villa», Íñigo Echevarría y Juan Cañas en una escena de la obra Ti:me al tiempo
Con respecto al espectáculo, arranca con fuerza y mucho ritmo, al estilo de una «big band», con tambores guitarras y también con una fina capa de ironía en la letra. Es el tema de presentación, el momento de marcar las intenciones. Luego vienen varios números de una excelente reflexión irónica, que hablan de lo insaciable que es el ser humano con la necesidad -o deseo según se mire- infinita de tiempo, algo que sin duda convertiría a un banco que traficase con esa mercancía en un negocio muy rentable. ¿A quién no le preocupa el tiempo? Cambiamos horas por dinero en el mercado laboral y entramos así en un círculo que nos mantiene tiranizados. El trabajo exige las mejores de nuestras horas, por eso fija nuestros horarios productivos. Nos deja el resto, pero también nos «ayuda» a que no pensemos demasiado ni nos agobiemos dándole vueltas sobre en qué ocuparlo, pone a nuestro alcance demasiados objetos y aparatitos con los que gastarlo. Y la tortilla se da la vuelta, gastamos nuestro dinero, el que nos hemos ganado con nuestro trabajo, para comprar el tiempo que necesitamos y en ese ciclo lo que perdemos es nuestra salud. Convertidos en un ser humano siempre al borde del estrés, que es capaz de irse hasta la India para salvarse y descubrir allí el sinsentido en que su vida se ha transformado.

Un número imaginativo es la historia de la flor y la mariposa, que nos habla con dulzura de los tiempos efímeros, con nostalgia, desde una memoria del corto plazo, de un solo día, de lo eterno e intenso de un solo instante. Hay mucha intención de contarnos cuentos con un lenguaje diferente, con otro estética, así ocurre con otro de los números que en tres tiempos, a tres ritmos, nos cuenta el mismo cuento. Revisamos en él la influencia del presente, el pasado y el futuro, los puntos divergentes de vista que cada uno de ellos ofrece. Algo sobre lo que se volverá a incidir en otro de los números con base musical de hip-hop. Genial esa plataforma para la modernización de los musicales.

El tiempo, cuando queda poco, nos pide ser sintéticos. Tal vez así les haya surgido la idea para el sketch del condenado a muerte, a quien según se va acercando la hora le bastan menos palabras para hablarnos.

No todo van a ser ataques, también el tiempo se defiende, no quiere seguir siendo una excusa, y así surge un número estupendo, el que podíamos llamar el monólogo a varias voces de «no es mi problema». Con un lenguaje directo, entre el público y mirándole cara a cara.

Al final, tal vez la mejor de las parodias, la que profundiza en las raíces del flamenco para que podamos asistir a los primeros cantes de la humanidad, allá por el tiempo de las cavernas. Vemos su evolución a lo largo de la historia. Nuca falta el flamenco en los espectáculos de Ron Lalá, pues Miguel Magdalena «Perilla de la Villa», miembro de la compañía, es todo un estudioso de la relación que existe entre el flamenco y la armonía moderna, dos de sus mayores pasiones.

Los cinco actores se lucen en conjunto y con sus números, preparados a la medida de cada uno. Ninguno desentona y todos juntos logran que Ti:me al tiempo sea una obra redonda en la que se ríe desde el minuto cero al noventa.

A modo de pequeño anecdotario: Ron Lalá lleva bastante tiempo sobre los escenarios, pero tienen un pasado previo de café teatro donde dieron sus primeros pasos: en el 2002 montaron su espectáculo Si dentro de un limón metes un gorrión el limón vuela. De aquella época se mantiene la acidez de su humor y la idea del logotipo de la compañía. No es ésta la única curiosidad que me parece reseñable. Revisando la notas sobre los actores de Ron Lalá me encontré con que la mayoría de ellos, además de formarse en interpretación y música, habían pasado por la universidad. Juan Cañas es licenciado en Pedagogía, Íñigo Echevarría estudió Económicas, Miguel Magdalena «Perilla de la Villa» es licenciado en Filosofía y Álvaro Tato es licenciado en Filología Hispánica. Sólo Daniel Rovalher «Boli» lo tenía claro desde el principio y sus estudios siempre han estado relacionados con su profesión (Interpretación, Música, Teatro y Teatro de Calle).

No hay comentarios: