La directora Alix Delaporte firma una película sobre el amor de los que nunca se enamoran
Cartel de la película El amor de Tony
El mayor acierto de la directora, Alix Delaporte, es el de hacernos sentir el amor de los nunca van a enamorarse y ver que no tiene nada de diferente cuando llega, que siempre se va sentir con la misma fuerza cuando es sincero. Personajes duros, curtidos, que ya no creen que pueda existir para ellos el amor. La vida les agotó, les llenó de heridas y les vació por dentro. Les hizo sentirse incapaces, mutilados en lo sentimental. A Tony (Grégory Gadebois), con un trabajo de pescador, rodeado de días iguales y de la severidad del mar que se le ha contagiado endureciéndole, fue el mar que se tragó a su padre y la imposibilidad de recuperar su cuerpo. A Angèle (Clotilde Hesme) un pasado turbio, tal vez un accidente o un ajuste de una relación trágica, un tiempo aislada y un hijo pequeño que se ha distanciado tanto que ha roto todo comunicación con ella. Ambos piensan que la vida no da para más, que apenas si les quedan ganas de seguir en ella.
El título original en francés es Angèle et Tony, resulta curioso que en España se haya cambiado por El amor de Tony, donde se desequilibra la relación y se opta por dar más peso a los silencios de Tony que el auténtico protagonismo de Angèle. La película habla de ella, del lastre de soledad que arrastra y de como lentamente podrá ir descargándolo. Mujer afilada, de comportamiento difícil, ofensiva en muchos momentos, mostrando siempre una insensibilidad medida. No le salen sus deseos, no le queda otra cosa que pagar las «deudas» que cree tener pendientes. Ha decidido no dar más oportunidades a que las cosas simplemente ocurran.
Grégory Gadebois y Clotilde Hesme en una escena de la película El amor de Tony
Ambos necesitan afectos que rompan esas barreras que les mantienen aislados de todo, escapar del vacío pesado que se ha instalado para gobernar sus vidas. Es tiempo de romper la desconfianza, de saltarse las limitaciones impuestas, de superar los estigmas que su historia les ha marcado a fuego, de estirar la mano, tocarse y sentir. Y así, casi sin querer, sin darse cuenta escapan las emociones contenidas y la felicidad está unos centímetros más cerca.
El amor de Tony es una película de pudores e impudores, de lo que pensamos que los demás quieren de nosotros, de aquello que regalamos y de lo que nos resulta imposible dar. Ese entregarnos tiene niveles, lo que a uno le resulta fácil dar para otro es imposible, una diferencia de escalas, de perspectivas. Esa facilidad que tiene Angèle de recurrir al sexo como sustitutivo de lo afectivo no funciona con Tony, que sabe que tras las apariencias Angèle esconde a la mujer que el desea para compartir su vida. En el fondo necesitamos a los otros, por muy huraños en que nos hayamos llegado a convertir.
Delaporte usa el ritmo lento para que veamos la historia principal con todos sus matices, dando tiempo a que los sentimientos de los personajes se construyan. No añade narraciones que desvirtúen el presente. Dosifica la información bastándole unas pocas palabras en un par de conversaciones para darnos los pequeños apuntes del pasado que puedan resultar útiles al espectador para entender a los personajes y sus estados de ánimo. En realidad el pasado queda difuso, intuido, para que no se inmiscuya más de lo preciso, tal como lo maneja Tony, con la misma escasez que él precisa. Le acompaña a su trabajo de dirección una estupenda fotografía, muy sencilla, que embellece el paisaje y nos acerca a los actores y actrices.
Las interpretaciones asientan la película. Clotilde Hesme ofrece belleza y a la vez una inquietud permanente de quien se siente perdida, de quien se ha olvidado de sí misma. A Grégory Gadebois ya hay quien le está poniendo la etiqueta del nuevo Depardieu. También hay presencia española ya que aparece Lola Dueñas con un pequeño papel de anfitriona -en cierta manera-, de mujer que ha pasado antes por las mismas puertas. Ella es la mirada comprensiva, la mano que se apoya en el hombro para indicarle a la protagonista que no está sola.
El amor de Tony es cine de festivales. Pasó por Venecia y por la Mostra de Valencia donde obtuvo el Premio de la Crítica, galardón que añande el Premio Michel D'Ornano 2010 a la Mejor Ópera Prima del Cine Francés. Y ahora tenemos la oportunidad de verla en las salas; son las ventajas del verano, que entre tanto cine lúdico siempre se cuela alguna buena película.
A modo de pequeño anecdotario: La directora Alix Delaporte comenzó su carrera como periodista en la agencia Capa donde preparaba perfiles de los invitados en la noticias de M6 de Sutio Gabriel y en el programa de Michael Druker. De allí paso a Canal Plus Francia para realizar el mismo trabajo con los invitados del show Nulle Part Ailleurs, labor que compaginó con los estudios en el taller de guion de la Escuela Superior de Imagen y Sonido de la Fémis. Con el mundial de futbol de 1998 se encargó de preparar los perfiles de los jugadores para Canal Plus. Conoció a Zidane y primero le convirtió en un habitual de Canalsat y después realizó un DVD sobre su carrera. En 2003 había escrito el guion de un cortometraje Le piège y Roschdy Zem le dijo que actuaría en su corto si le conseguía una camiseta de Zidane. En 2006 realizó su segundo cortometraje: Comme on freine dans una descente (¿Cómo frenar cuando vas cuesta abajo?) en el que intervino Clotilde Hesme, la protagonista de El amor de Tony, primer largo de la directora.
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