martes, 13 de julio de 2010

No podía faltar la fantasía y la realidad de Fernando Marías

«Voy a contarles una historia real de erotismo que me ocurrió a mí»


Martes 13 de julio de 2010. Semana Negra. Playa del Arbeyal. La Calzada. Gijón


Fernando Marías
Fernando Marías
Cuando uno se acerca más tarde a la Semana Negra de Gijón se encuentra con que el tráfico aumenta, pues mucha gente viene buscando, a esas horas en las que ya ha finalizado la jornada laboral, la parte de feria de atracciones y copas que tiene la Semana. No buscan las carpas literarias, ni las de exposiciones, ni las casetas de los libreros, sino ese otro espacio con el que se convive. Hay sitio para todos, para pasear de un lado a otro, para divertirse con las diferentes oferta lúdicas, para elegir, para mezclarse y para que surja una contaminación que nos enriquezca a todos. A esas horas no quedan bañistas en la playa, han recogido las toallas, sombrillas y demás artilugios y han desaparecido. Me cuenta Alberdi que el nombre de la playa viene de la palabra «arbeyos» que es como se llaman a los guisantes en asturiano. Añade también que a la playa antigua de La Calzada se la conocía popularmente como «la playa de la Casera» porque estaba situada al lado de una fábrica de gaseosas de esa marca.

En la carpa del Encuentro, Fernando Marías presenta su novela Todo el amor y casi toda la muerte. Su presencia en la Semana Negra siempre tiene algo de especial, incluso mitológico, así que la carpa se llena de otros escritores que quieren escucharle contar sus historias. Que no es una presentación como las demás se perfila desde el principio, cuando se sienta sólo, o eso parece, sobre la mesa. Dice que con él y sentados en las sillas se encuentran dos espectros a los que presenta: el de una mujer y el de un hombre invisible que nos están mirando a todos. También hay una mujer real que no ha subido a la mesa por vergüenza, pero que está entre el público y nos incentiva para que averigüemos quién es. Señala entonces su camiseta y dice que la elección de la prenda no ha sido casual, que explica algo. Es un polo ajedrezado con dos colores, un azul suave y un tono marrón tierra. Dice que inicialmente había pensado en una camiseta partida en dos colores para representar la doble identidad que posee de un Fernando Marías bueno y de otro malo, una especie de doctor Jekyll y de señor Hyde propia. Pero las dobles personalidades son siempre más complejas, no se pueden separar por un línea, se mezclan, como los colores de la camiseta. Así que nos propone otro acertijo, averiguar qué color corresponde a cada Fernando.

Anticipa que va a contarnos una historia real de erotismo que le ocurrió a él. Es algo dolorosa. Comienza diciendo «yo era una persona feliz» y las palabras que vienen después desgranan la historia y sirven para explicar la génesis del libro.

Escribir suele ser una lucha de los dos colores de la camiseta, un tira y afloja, que saca al exterior los fantasmas propios, pues en toda novela el escritor habla de sí mismo. Si no es así, no vale para nada. Todo libro supone un cambio. El fracaso es la puerta del éxito para una persona inteligente.

Portada del número 3 de este año del periódico de la Semana Negra: A Quemarropa
Portada del número 3 de este año del periódico de la Semana Negra: A Quemarropa
Marías se planteó lo que quería contar y lo trasladó a la novela. Se dio cuenta que no podía hacerlo con una sola persona, una sola historia y un sólo género. Así que escribió un novela negra emocional donde lo que trataba de desentrañar era por qué había apretado el gatillo el asesino. Creó una novela romántica para contar una historia de amor oscuro sobre los delirios del deseo y narrar algo que en realidad no es amor. Y finalmente una historia de corte fantástico de un soldado que tiene un idilio con una mujer que vive en el fondo del mar y con la que logra los mayores éxtasis posibles. Con estos tres elementos construyó la novela.

Marías se confiesa cuando comenta que antes pensaba que escuchaba a las mujeres, pero no era así. Ahora ha aprendido, por eso bendice a aquellos fantasmas que aparecieron en su momento. Se queda mirando la portada, La leyenda de Andrómeda de Gustavo Moré. Señala que en ella está la esencia del libro, no en la mujer desnuda del centro de la imagen que es una trampa para engañar y atraer, sino más abajo, en el monstruo escondido que apenas se ve. Esa es la clave del libro, la que representa el delirio del deseo. Marías insiste en que todos necesitamos vivir una pasión sexual que nos ponga al borde del abismo para que podamos valorar la vida y lo que trae.

La novela está escrita con el corazón y recomienda que miremos la portada pero que no lo compremos, pues su lectura provoca en las personas melancolía y una fuerte amenaza de dejarse llevar por delirios y pasiones. A él, sin embargo, escribirlo le ha servido para lograr la serenidad.

Al final, mirando al público a los ojos propone un acertijo más: «¿Cuáles de todas las palabras han sido mentira y cuales verdad? Yo les digo que todo ha sido verdad. Lo ha dicho la parte de mí que no miente.»

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