miércoles, 21 de julio de 2010

Bienvenidos al Cabaret del Price

Una gran variedad de artistas y números en el espectáculo de cabaret ¿Pasión sin Puñales?


Martes 20 de julio de 2010. Teatro Circo Price. Madrid


Cartel del cabaret ¿Pasión sin puñales?
Cartel del cabaret ¿Pasión sin puñales?
No soy aficionado al cabaret. La imagen previa que tenía es la de un lugar semioscuro, con muchas mujeres y poca ropa. Un espacio bohemio, procaz, transgresor, insinuante, lleno de posturas estilizadas a la manera de una buena pose y cargado de un humo irrespirable producido por cigarros al final de largas boquillas. Donde el público lo forman artistas, bohemios también, que ríen a carcajadas, hablan a gritos y beben para olvidar todo aquello que no quieren recordar. Un submundo que permite convivir con lo prohibido y que ofrece una vida efímera, que se acaba con la noche, pero plena, instintiva y superficial.

Algo de todo ello hay en ¿Pasión sin puñales?, pues el mito del cabaret se presenta como un cebo del que si vas siguiendo el sedal encontrarás un espectáculo de circo moderno. Los números, en general, son buenos y se ha conseguido ya ese punto de engrasado en todo espectáculo circense requiere, que se hace con los roces entre los artistas y que consigue que el trabajo tenga cierta complicidad y luzca mucho más.

La pista está perfectamente organizada: sobre el escenario se desarrollan algunos números y sirve para los músicas; en la pista, otro escenario circular aproxima a público y artistas para que ambos pudieran tocarse si extendieran el brazo; el resto de la pista lo ocupan mesas para el público que puede ir tomando copas durante el espectáculo; al principio de las gradas, a la altura de la última fila de mesas, un piano; el resto del público sentado en butacas alrededor de la pista. Del cielo cuelgan unas formas que son una especie de estalactitas. Las luces son discretas, cambian de color y saben mantener el ambiente en penumbra cuando el artista lo requiere.

Gala Troschenco en su número de Poledance
Gala Troschenco en su número de Poledance
Hay un payaso en Aitor Basuari más que un maestro de ceremonias. No tiene chistes demasiado acertados, ni logra conectar con el público y no sé siquiera si lo intenta. Hace también algo de magia cómica y un número a medio camino entre el striptease y lo grotesco. Parece que como si le faltaran tablas, látigo incluso, y cuando habla con los artistas no entabla un verdadero diálogo pues todo lo que va a ocurrir en la conversación resulta previsible. Le acompañan las Pussycats, seis mujeres gatunas que apenas esconden sus pechos tras unas leves transparencias. Ellas, además de servir de comparsa a Basauri, realizan un número de sillas muy aplaudido que sirve para calentar la primera parte del espectáculo.

Natalie Enterlines es una artista del bastón y el sombrero como demuestra en su número de acrobacias y danza con ambos elementos. Después tenemos la magia visual de Sergi Buka en su actuación llamada Lumen, ilusionismo futurista construido en torno a un haz de luz verde.

El cable es el elemento de Molly Saudek. Un excelente equilibrio el suyo transmitido desde la fragilidad de su cuerpo que va y viene sobre el alambre; se lanza, se tira, se apoya como si toda su vida se hubiera movido encima de él. Es un número impresionante que me dejó boquiabierto. Alfonso Vilallonga se hace apodar El Rey del Cabaret. Realiza varias actuaciones en las que canta, toca el acordeón y el piano. Transgresor en estilo, pero no tanto en letras, e hilo conductor del cabaret. Es él quien va aunando con su sombra aquiescente el trabajo de sus compañeros. Resulta un buen descanso de Aitor Basauri.

El hecho de que haya orquesta en directo ofrece un encanto especial a las actuaciones, hacen que todo parezca más espontáneo e irrepetible. Germán Díaz Guerrero, además de tocar el trombón, se encarga de dirigir al resto de músicos: Juan Sánchez al piano y sintetizadores, Javier Sánchez a la guitarra, Pedro Esparza al saxo y flauta, Valentín Iturat a la batería, José Ramón Jr Abella al bajo, Leonardo Federico Hoyos al violín y Guillermo Lancelotti a la trompeta. Suenan bien y aprovechan su experiencia para que su música sea una parte más de todo lo que vemos y oímos sobre los escenarios. Sin duda su vitalismo es un acierto para el espectáculo.

Strahlemann & Shöne con su número de malabares Passing
Strahlemann & Shöne con su número de malabares Passing
Strahlemann & Shöne con su número de malabares Passing sorprenden y encandilan al público. Se corea la música para jalearles mientras se van pasando las mazas y la ropa sin que toquen nunca el suelo los objetos. Divertidos, acelerados y perfectos en la ejecución, llegando incluso a intercambiarse la ropa el uno con el otro en un alarde de técnica y trabajo. Otro de los números más impresionantes llega de la mano de Gala que practica Poledance, una especialidad sobre barra fija vertical. Sus lanzamientos vertiginosos desde arriba y el frenar a unos dedos del escenario su cabeza pone los pelos de punta.

La Perla Preciosa es una espigada joven que se dedica a tragar sables. Escucho a Pere Pinyol, director del Price, que no hay truco, que esa espada de tamaño medio entra directamente por su garganta. Sólo hay otras dos mujeres que realicen esta especialidad. Jazz es el número de Marina Bouglione sobre cuerda lisa, una mujer elegante que sin ningún esfuerzo aparente realiza un número trabajado que arrancó gritos entre el público. La de Bouglione, sin duda es otra de las actuaciones más vistosas y espectaculares de la noche.

Es la plasticidad el objetivo principal de los artistas de este cabaret, conseguir la estampa perfecta, en la que parezca fácil lo imposible, como si no hicieran ningún esfuerzo, todo fluyera de manera natural y sus cuerpos fueran etéreos. Y lo consiguen. Uno mira a los artistas y se sobrecoge impresionado, ellos impasibles dibujan en sus caras una sonrisa que esconde un trabajo físico portentoso realizado con una técnica ensayada miles de veces para que todo salga impecable.

Jacobo Espina asienta su número sobre lo ambiguo, realiza una danza del vientre con la que hace temblar cada uno de los músculos de su cuerpo. Es un joven alto, muy delgado y atractivo que luce su figura mientras baila. Las Aerialistas, que sospecho son también las Pussycats, realizan su espectáculo Cupcakes de aros sincronizados. Es un número original, difícil y muy plástico. Son seis chicas y tres aros, así que toca repartirse de dos en dos para hacer sus bonitas acrobacias.

Cerró Catherine D’Lish con The bird un desnudo Burlesque lleno de plumas, jaulas y una muy larga ducha. No tiene un cuerpo esbelto, todo lo contrario, recuerda a las pin-ups de los años 20 que destacan por la exuberancia de sus formas con grandes pechos, muchas curvas y un culo tamaño enorme.

Al final todos los artistas vuelven a la pista en un baile de despedida que sirve para recibir los calurosos aplausos del público que en gran medida se puso en pie para ovacionar su trabajo.

A modo de pequeño anecdotario: La dirección artística del espectáculo corre a cargo de Andrew Watson, quien durante diez años fue acróbata del Cirque du Soleil. En 1990 deja la pista, pero no la compañía, y comienza a encargarse de los castings de acróbatas, de la formación de los artistas y de la coordinación y dirección de varias producciones como Saltimbanco, Alegría y Quidam. Es también director creativo del espectáculo Varekai y dirigió el cabaret erótico Zumanity, ambos aún representándose por Cirque du Soleil.

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