Philippe Gaulier, que imparte estos días un curso de clown en Madrid, se tomó un café con la prensa para hablar de todo aquello que le quisiesen preguntar
Miércoles 14 de abril de 2010. Teatro Circo Price. Madrid
Philippe Gaulier, atendiendo al público durante el café de prensa ofrecido por el Circo Teatro Price de Madrid
Ayer, Philippe Gaulier hizo un alto en sus quehaceres para compartir con sus alumnos y los medios un café, a modo de rueda de prensa, y someterse a sus preguntas. Le acompañaban Joan Díez, (representando a Parnassus Producciones), Paca Barreda (del Teatro Circo Price) y Nathalie Seseña (actriz y alumna de Philippe Gaulier).
Philippe Gaullier, maestro de actores que ha desarrollado una importante pedagogía sobre clowns y bufones, mantiene en los rasgos de su cara la muecas de su profesión. Con una mirada atenta y concentrada inspecciona a las personas, les mira para adentrarse en ellos. Sus ojos son pequeños, pero se muestran inquietos y cargados de experiencia a la vez. Cuando habla, es sentido del humor lo que destila. Sabiamente envuelve de historias interesantes cada uno de sus preceptos y al final escucharle se convierte en un camino de aprendizaje. No me extraña que aparezca en mí un sentimiento de fascinación hacia este hombre.
Dice Joan Díaz para presentarle que «es un maestro increíble, él que le hizo descubrir que el motivo por el que hacía teatro era el placer de estar sobre un escenario». Interviene entonces Philippe Gaulier para romper el hielo contando que a Rossini le preguntaron una vez si debían llamarle maestro. Él respondió «llámame mejor mi pequeño conejito». Fue un corto preámbulo que le sirvió para solicitar a los asistentes que le hicieran preguntas, ya que él no tenía más que decir. De dicho diálogo con alumnos y prensa surge esta entrevista.
Alumnos y prensa (AyP): ¿Qué diferencia hay entre clown y bufón?
Philippe Gaulier (PG): Me lo han preguntado muchas veces en distintos sitios, así que he terminado por llamar Peter a la persona que me hace esta pregunta, un tipo que pienso que me va siguiendo por los sitios a los que acudo para hacerme siempre la misma pregunta. Al clown o payaso se paga para hacernos reír a carcajadas. Los bufones, sin embargo, son gente a la que se discrimina, se les manda a guetos, a los campos de concentración... No son hijos de dios, son feos. A veces reaparecen para decir la verdad a los que sí son hermosos hijos de dios. Los bufones están relacionados con la blasfemia. Si invitas a un clown a tu casa te lo pasarás muy bien, sin embargo si llamas a un bufón la cosa es más delicada y, con seguridad, terminará resultando terrible.
Portada del libro La Torturadora y Tres obras de bufones de Philippe Gaulier
PG: De muchas cosas. Muchos alumnos me hacen reír. En las clases estamos cinco horas al día riéndonos. Cada día ha sido gracioso.
AyP: ¿Cómo comenzó a construir su método pedagógico?
PG: Primero fui alumno en otra escuela, la de Lecoq. De estudiante, el movimiento no era lo mío. Un problema generalizado en la clase, así que Lecoq nos dijo que teníamos que ir al zoo, mirar a un animal y luego volver el lunes a clase y hacer el movimiento del animal. El sábado por la mañana me fui al zoo y vi un oso que no era muy bonito pero que era un oso. Intenté imitarle. Luego me pasé tres horas mirándole. Volví a mi habitación y seguí haciendo el oso. El domingo dudé, así que volví al zoo. Esta vez le miré durante dos horas y volví a mi habitación para seguir practicando. El lunes en clase mostré mi movimiento. Vi que el profesor comentaba con cada alumno su animal, pero a mí no me decía nada. Me disgusté un poco y al final me dijo que le había parecido excelente mi interpretación del conejo. Luego empecé a dar clase como profesor en la misma escuela de Lecoq y al terminar el primer año pensé que lo había hecho mal y que no querrían que continuase un segundo curso. No fue así y estuve allí enseñando 11 años, hasta que en 1980 creé mi propia escuela. Necesitas tiempo para saber dónde estás y a dónde quieres ir, y poco a poco empiezas a ser profesor porque la gente te quiere. Creo que ahora sé más, no mucho más. Un día Lecoq me acusó de anarquista y yo a él de conservador de los cojones. Éramos amigos, pero no íbamos al mismo lugar.
AyP: ¿Es posible encarar un personaje dramático desde las técnicas de clown?
PG: No. El trabajo de un payaso es hacer reír al público. Si eres dramático es tu problema personal. El otro día le pedí a un alumno que llorara, lo hizo y entonces todos en la clase comenzamos a reírnos. Resultó muy gracioso.
AyP: ¿Qué le aporta el teatro a un clown?
PG: Conozco a muchos payasos maravillosos que hacen su trabajo y poco a poco se van convirtiendo en famosos. El público les ama. Yo no puedo decir lo que ellos tienen que ser. No tengo una idea precisa de esa persona cuando llega a mi escuela. Les recibo con el espíritu que llevan dentro, les observo y con lo que veo les doy alguna opinión de hacia qué dirección podrían ir. Yo recibo y se lo devuelvo. Los estudiantes tiene que ser libres de escoger otros caminos. Yo no doy un estilo a mis alumnos, lo que hago es abrirlos. Cada uno de ellos es distinto, no se parecen y no comparten un estilo. Lo que quiero siempre es dar libertad.
AyP: ¿Cómo ve la cantera de actores españoles?
PG: Fantástica, como en todos los países. En todos los sitios hay escuelas de teatro que son una mierda, otras que son una gran mierda y las incluso que son una mierda mayor. Esas escuelas enseñan a sus alumnos que deben servir al autor, a Calderón, a Shakespeare... Pero hay muy pocas que te digan que el personaje está dormido y aburrido en el libro del autor y que lo que el actor debe hacer es darle vida. Tú estás vivo, no te aburras con el personaje, trasládale esa vitalidad, porque es tu vida la que le va a dar aliento. No se puede ser más claro.
Joan Díez, Philippe Gaulier, Paca Barreda y Nathalie Seseña durante el café de prensa
PG: Un actor, en su vida cotidiana, suele ser simpático. Con el mundo del teatro me divierto más que con mi familia y con la gente normal. Muchos directores y dramaturgos sí que son aburridos.
AyP: ¿Llevamos todos un clown dentro?
PG: Todos tenemos un lado ridículo, pero son muy pocos los que aman ese aspecto. Hay algunos que dicen que son tan ridículos que ganarán dinero con ello, esos son los payasos. Pero si lo que dices es que te sientes ridículo pero no estás contento con ésto es mejor que te hagas farmacéutico en París. Poca gente está contenta con vender su ridiculez.
AyP: ¿Cuándo supo usted que era payaso y que iba a hacer reir?
PG: Nunca me gustaron los profesores de gimnasia. Creo que me hice payaso para estar en contra de los profesores de gimnasia. Cuando tenía siete años dije seré clown y haré que todo el mundo se ría de los profesores de gimnasia.
AyP: ¿Es posible que uno mismo, sin asistir a cursos ni recibir formación específica, pueda trabajar la técnica del clown y aprenderla?
PG: No, no se puede.
AyP: ¿Tal vez jugando esa persona pueda encontrar un camino que le ayude a adquirir la técnica?
PG: No hay consejos. Si juegas no te olvides de preguntar a los compañeros si consideran divertido lo que haces. Muchas veces creemos que somos muy graciosos, pero los demás no lo ven así.
AyP: Para terminar, ¿podría contar alguna de sus experiencias como clown?
PG: Antes de asistir a la escuela de Lecoq estuve en París en el mayo del 68. Aquel era un buen momento. Después mi amigo Pierre Byland me preguntó si quería hacer un número de clown con él. Buscamos la idea más idiota posible y la encontramos: «romperemos 200 platos en el escenario, la llamaremos Los platos y será idiota». Duramos en Berlín 6 meses. Fuimos a Praga en 1971 y rompimos un plato. Entonces la mitad del público se levantó y aplaudió durante 15 minutos. La otra mitad se quedo sentada y enfadada. Los jóvenes querían romper platos, así que se convirtió en un espectáculo político. Dos idiotas como nosotros elevados a vedettes antistalinistas. Nos convertimos en payasos políticos sin saberlo.
1 comentario:
Qué maravilla de nota. Un Genio!
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