martes, 20 de abril de 2010

Cárcel y circo fundidos para compartir normalidad

El Circo Teatro Price y el espectáculo Circolombia han impartido un taller de circo entre las reclusas de la prisión madrileña


Lunes 19 de abril de 2010. Centro Penitenciario Alcalá-Meco 1. Madrid


Participantes en el taller de circo celebrado en la Prisión de Alcalá-Meco Mujeres
Participantes en el taller de circo celebrado en la Prisión de Alcalá-Meco Mujeres
Si los circos tradicionales llevaban su carpa de un lado para otro, el Teatro Circo Price, que tiene un espacio fijo y de hormigón en el centro de Madrid y por tanto no puede ser itinerante, mantiene la misma propuesta de acercarse a la sociedad. Del 22 al 25 de abril ofrece en su pista central el espectáculo Urbano de La Escuela Nacional Circo Para Todos (Circolombia). La escuela circense, con sede en la ciudad colombiana de Cali, está dirigida por Felicity Simpson. Circolombia surge de una preocupación social y su labor es la de ofrecer una opción de vida a los jóvenes colombianos sin recursos a través de una formación artística y escénica que reciben de forma gratuita. Realiza talleres por los barrios de Cali, que sirven de estímulo y con los cuales va incorporando alumnos a su escuela profesional. La Escuela se fundó en 1997 y este curso se graduará su sexta promoción. Sus enseñanzas, además de técnicas circenses, se basan en desarrollar virtudes que les puedan servir a los chicos para una vida mejor, tales como la disciplina, el talento, la concentración y la energía. El espectáculo que han preparado es una premier mundial y nos cuenta lo que pasa en los barrios difíciles. Habla de dos bandas callejeras enfrentadas entre sí a través de ejercicios acrobáticos, donde no hay buenos ni malos, donde sólo impera la fuerza, el compañerismo y el afán de superación. Se basa en tres números fuertes de báscula, banquina y percha. En el espectáculo se integran el baile y la música que se mueven entre lo urbano del hip-hop y el reguetón.

De la misma manera que realizan talleres en su ciudad, han aceptado la propuesta del equipo de Reinserción Social de la Cárcel de Mujeres de Alcalá-Meco para realizar una mañana de taller con unas pocas muchachas que allí cumplen condena. Su entrada ha supuesto un balón de oxígeno para las reclusas y un estímulo de superación llevado a través de la actividad física. Por la tarde, las chicas nos han ensañado lo aprendido a los medios de comunicación y han realizado con los muchachos de Circolombia una función para el resto sus compañeras.

Lo primero que sorprende cuando llegas a la cárcel es el trato de los funcionarios: resulta cordial y de suma normalidad, como el de un trabajo cotidiano cualquiera. Dentro se mantiene la misma normalidad. En el polideportivo de la prisión, las chicas y los acróbatas de la calle, nos muestran lo que han aprendido. Es un tiempo en el que nos mezclamos mientras vamos de un lado a otro con curiosidad. Pronto la risa del circo se contagia, la música te lleva a dar palmas y festejar. Otra sorpresa que pasados los minutos deja de ser una ilusión para alcanzar el grado de certeza.

Participantes en el taller de circo celebrado en la Prisión de Alcalá-Meco Mujeres durante uno de sus números
Participantes en el taller de circo celebrado en la Prisión de Alcalá-Meco Mujeres durante uno de sus números
Las reclusas no visten uniforme, las funcionarias que hay dentro sí. Llevan blusa blanca y el resto se su vestimenta es de azul oscuro: un pantalón o falda, según gustos, el jersey y una chaqueta. En conjunto recuerdan a ciertos uniformes escolares de colegios de monja. Después las puertas se abren y el polideportivo se desborda de rostros que buscan un instante de alegría, la libertad de ver durante una hora, algo que no ocurre a diario. Se sientan rápido, acostumbradas a ordenarse en segundos, a buscar el sitio libre que queda. Si miro con detenimiento lo que encuentro son mujeres muy jóvenes, rara es la que ha pasado de los treinta años. En esa uniformidad en edad destaca la diferencia de rasgos, razas y acentos. Van arregladas, supongo que el tiempo aquí resulta a veces infinito, y su ropa, su calzado, no difiere de lo que ves fuera. Destacan los colores vivos en su forma de vestir. Muchas son latinoamericanas, tal vez el grupo más numeroso. Dicen que las mujeres en España delinquen mucho menos que los hombres y que la mayoría están aquí por delitos contra la salud pública. Son temas de drogas que se repiten de unas a otras, muchas veces utilizadas como «mulas» para un transporte fallido.

Contrastan esas vidas tan duras con la capacidad que muestran para disfrutar de una actividad que les supone una hora de esparcimiento. Capaces de olvidarse de todo lo que les rodea, se desbordó la alegría entre ellas, los gritos clamorosos de ánimo y una felicidad que durará sólo el rato que ha roto la monotonía de sus días repetidos. Se entregan con pasión a lo que ven y curiosamente esa alegría se contagia a los medios de comunicación. Sin duda es un momento en el que explotan demasiadas emociones, a la vez que una diversión de la que siempre se andan escasas. Oigo que en los lugares donde el tiempo tiene un ritmo de pereza, no se puede medir los sentimientos por comparación, que son diferentes sus duraciones. Todo surge y crece con rapidez, como muecas exageradas de una realidad. No sé si al volver a las celdas seguirán pensando en lo que han visto o volverán a su día a día sin libertad. No puedo saber que se esconde tras esos ojos que ahora se ríen alegres, pero que han escondido muchas lágrimas para la edad que tienen.

De pronto, al final del espectáculo, los chicos cantan y las mujeres bajan para bailar con ellos. Se mueven, se ríen, disfrutan. Y me sigue asombrando la capacidad que tienen de atrapar el instante al vuelo.

Participantes en el taller de circo celebrado en la Prisión de Alcalá-Meco Mujeres durante otro de sus números
Participantes en el taller de circo celebrado en la Prisión de Alcalá-Meco Mujeres durante otro de sus números
No hay asperezas entre reclusas y carceleras, no se escuchan órdenes, todo parece fluir instintivamente. Supongo que es la costumbre la que ha fijado el comportamiento y que ya no suele ser necesario incidir para mantener un funcionamiento establecido, pero me sorprende. Es al final, cuando toca volver a su encierro el momento en el que las caras cambian. Las hay que se van con rapidez, otras se quedan algo más remolonas y son entonces cuando los funcionarios utilizan un trato parecido al de una profesora mayor con una alumna muy joven.

Los chicos de Circolombia tampoco vienen de un mundo fácil, con calles llenas de desequilibrios y una violencia cercana. Sin embargo, se pasan el día riéndose, disfrutando con lo que hacen, bebiendo con fuerza la vida, conociendo que la mejor forma de aprender es la convivencia y el compañerismo. Al dolor enfrentan su ilusión. Las chicas que han participado en el taller son casi tan jóvenes como ellos. Las escucho motivadas por una tarde creativa, donde se tocan y comparten. Pero también oigo las incertidumbres sobre el futuro que les esperará, no saben si con oportunidades o sin ellas, para el día que terminen su condena. Hoy, es diferente.

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