La editorial Espasa reedita las obras completas de Miguel Hernandez en la celebración de su centenario y lo celebra con un acto de homenaje al poeta
Miércoles 14 de abril de 2010. Teatro Lara. Madrid
Foto final con las personas que han intervenido en el acto de Homenaje a Miguel Hernández
Dice Mara Torres, como presentación, que estamos ante una mañana de homenaje y una fiesta para el lector. La intención de esta celebración es reivindicar a Miguel Hernández dentro de su entorno político y social, arropado por el mundo de la cultura.
La segunda parte de este acto es una lectura poética de varios poemas, siendo diferentes personalidades las que irán poniendo la voz a Miguel Hernández. Abre Tina Saiz leyendo Para la libertad. Le siguen Juan Luis Galiardo con Vientos del pueblo me llevan, Cristina Rota con Antes del odio, Fele Martínez con Un carnívoro cuchillo, Emilio Gutiérrez Caba con Canción del esposo soldado, Asunción Balaguer con La danza del árbol, Alberto San Juan con El Vals de los enamorados y un fragmento de Recoger esta voz, Luis García Montero con Llamo a los poetas, Marisa Paredes con Rosario Dinamitera, Juan Diego Botto con Menos tu vientre y una Carta a Josefina Manresa, Blanca Portillo con Nanas de la cebolla y Alfonso Guerra con Elegía a Ramón Sijé. Cada cual declama a su estilo, con gran variedad, pero todos ellos con un hondo sentimiento y un cariño ya convertido en ternura.
Tras la lectura el rapero Chojín recita dos de sus textos Hombre y Creo demostrando que la poesía y la técnica de rima siguen vivas en la calle y entre las nuevas generaciones que desean usar el verso para expresar la profundidad de sus sentimientos, sus cuitas.
Alberto San Juan durante la lectura de uno de los poemas de Miguel Hernández
Pilar Cortés explica la relación de Miguel Hernández con la editorial Espasa: trabajó en ella ayudando a José María de Cossío en la elaboración de la enciclopedia de la tauromaquia Los Toros. Tratado técnico e histórico. También fue ésta la editorial que publicó su primera obra en la posguerra, editando en 1949 su libro de poemas El rayo que no cesa. Espasa decidió abordar en 1992 la edición de la obra completa de Miguel Hernández, incluyendo en ellas inéditos, notas y comentarios. Cien años después del nacimiento del poeta, la misma editorial decide reeditar la obra completa aligerándola de notas y del aparato crítico para que pueda llegar a todos los lectores.
Luis García Montero recuerda el carácter autodidacta de Miguel Hernández, hijo de un tratante de cabras, algo que no limitó su creación. Es un poeta que hoy en día sigue emocionando. Su contexto representa un momento de España con todo su complejidad y el deseo de avance y progreso que expresa la Segunda República española. Habla de la difícil relación con su padre, quien llegó a decir tras su muerte que «él mismo se lo había buscado». Se trataba de un hombre que despreciaba la cultura y que hizo vivir a su hijo en el ambiente rural del catolicismo más reaccionario. Miguel buscará toda su vida alejarse de aquello. Cuando llega a Madrid es el tiempo de las transformaciones que promueve la República. Surge su compromiso político y García Montero recalca aquí que «la política no enturbia la poesía, es más, a veces la ennoblece».
Alfonso Guerra se pregunta cómo naciendo en una época con tantos grandísimos poetas consigue conmover entre todos ellos. Se explica comentando que su vida y obra están imbricadas entre sí e imbuidas ambas de tres ideas. La primera es su amor por el oficio de poeta. Él no es un burgués y tal como un carpintero fabrica una mesa, él construye un poema. La segunda es la soledad con la que ha vivido en el campo que le marcan una pulsión sentimental muy fuerte y una necesidad de expresar su interior de una manera directa y sencilla. La última es su compromiso político. Se hace un poeta revolucionario un 18 de julio, en defensa de la República, para escribir su poesía bélica.
Alfonso Guerra explora la relación con Ramón Sijé, cuanta que éste le prestaba libros de autores clásicos que Miguel Hernández iba leyendo en sus largas horas de pastoreo. Así empezó a escribir como los autores que leía porque tenía una mente lírica. Dice que Sijé comenzó una etapa religiosa que Hernádez compartió, pero que cuando vio que en Sijé iba derivando hacia un protofascismo incipiente se fue separando. Ramón Sijé muere pronto y Miguel Hernández se sentía algo distanciado de él, vivía una etapa de acercamiento a Neruda, Tuñón y Vicente Aleixandre. Con esa sensación acude al homenaje a su amigo en la Universidad Popular de Cartagena a leer la Elegía que le había escrito.
Guerra expresa que Hernández representa los valores de la República, el compromiso ético y moral con ella, y los mantiene hasta que muere asesinado por la indolencia de sus carceleros. El poder franquista intenta que se vuelva contra sus ideas a cambio de llevarle a un hospital donde curarle, pero aún así no cede. Hablando de otra de sus virtudes, destaca que Miguel Hernández es de los que se dieron cuenta que el amor pertenece al terreno del goce y la vida. También en su poesía hay una gran pena que siente dentro y que sabe trasladar al lector.
Mara Torres, Luis García Montero, Alfonso Guerra y Pilar Cortés en el acto de Homenaje a Miguel Hernández
Luis García Montero habla de la poesía impura que defendía Miguel Hernández frente a la poesía pura de Juan Ramón Jiménez. Para Hernández no hay tabús de los que no pueda hablar la poesía, a través del surrealismo y la metáfora es posible convertir en poético cualquier objeto o tema por vulgar, insulso o grosero que sea. Puntualiza Alfonso Guerra que Juan Ramón Jiménez salvó de entre los poetas impuros a Miguel Hernández, del que realizó una crítica positiva en 1936 de su libro El rayo que no cesa, e incluso recomendó su lectura. Añade que resulta un poeta universal, tanto en el espacio como en el tiempo.
García Montero se adentra en el hombre, para señalar que fue una persona muy desgraciada. Dice que, a pesar de su dureza y de la guerra, su año más feliz fue 1937: se casa, va a ser padre y se le reconoce como poeta. Su vida está marcada por el sufrimiento, así que el dolor forma parte inseparable de su poesía. Es la metáfora la que le sirve para poner la vida y su experiencia humana en primer plano. Añade Guerra que sin embargo y a pesar de lo desafortunado que era, se mostraba muy optimista.
Luis García Montero cuenta que su educación sentimental le llegó a través de Serrat al musicar los poemas de Miguel Hernández, lo que le llevó a leerle y sentirse deslumbrado al hacerlo. Se dio cuenta que si quería ser un poeta comprometido debía escuchar poesía, pues los contenidos no justifican un poema si este no es una obra de arte. Miguel Hernández es un compromiso con la realidad.
Por su parte Alfonso Guerra recuerda que de Miguel Hernández le gustaba lo que leía. Encontró en sus versos un hombre desgraciado, pero también el truco para vivir: «cantándome me defiendo». Su lectura le ofrece un doble testimonio: el compromiso con el oficio de poeta y el ético y político que hace palidecer el compromiso de otros. Para cerrar añade que es un poeta que usa la inocencia de sus palabras para favorecer a los más desfavorecidos.
Así se cierra la tertulia y las personas que han intervenido suben al escenario para despedirse. A ellos se suma Santiago Carrillo que también ha querido estar presente en este acto.
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