viernes, 23 de abril de 2010

El discípulo una historia de Jesús sin divinidad

El director Emilio Ruiz Barrachina realiza un retrato que navega a medias entre el documental y la ficción para retratar un Jesús más próximo a la Historia que a la Religión


Cartel de la película El discípulo
Cartel de la película El discípulo
Si algo destaca en la película El discípulo es su interés por mostrar un Jesús histórico que tiene mucho de hombre y nada de divino. La mueca de su cara no se altera en la película, entrecejo arrugado, ceñido con ira, cargado de violencia, enfadado con el mundo y la vida. No hay felicidad, nada que celebrar, sólo espera. A Jesús lo interpreta Joel West, uno de los actores de la conocida serie CSI Miami, con sobriedad y también con destemplanza. Le toca lidiar con un personaje amargado, que desconoce y no entiende la misión que recibe de manos de Juan el Bautista y que, apoyados por Yavhé y sus ángeles, debe finalizar con la victoria sobre los romanos.

La película nace de una convicción propia del director, Emilio Ruiz Barrachina, y se basa en los estudios que durante los últimos 300 años se vienen realizando sobre la figura Jesús. El director se ha apoyado en Antonio Piñero quien desde la universidad le ha asesorado con rigor sobre las investigaciones científicas e históricas. El punto de vista, sin embargo, se muestra respetuoso con la religión cristina y no busca entrar en polémica, aunque la Conferencia Episcopal ya ha arremetido contra ella.

No es una película al uso y tendrá difícil alcanzar cierto éxito. La estética es ascética, con una pretendida fotografía descarnada, sobre desierto, con arena, sin multitudes y un cierto acercamiento a un estilo de documental. Una especie de cuadros pictóricos que van cobrando vida para mostrar las últimas semanas de Jesús. Son cosas que no ayudan porque no logran integrar al espectador. En todo momento se marca una distancia y nunca se duda de que quién mira permanece sentado en el patio de butacas del cine, escuchando y observando como le cuentan una película. Yo prefiero que la historia de Jesús me las cuenten desde aquí, desde el punto de vista historicista de Barrachina, pero es un tema que, como a la mayoría de la sociedad, ya no me inquieta. Nada aporta a mi ateísmo conocer la verdad, o al menos lo verosímil, de un Jesús diferente al engalanado por la religión cristiana. Y por el otro lado, a un cristiano recalcitrante tampoco creo que se le despierte el interés.

Joel West en una escena la película El discípulo
Joel West en una escena la película El discípulo
A este Jesús le pesan sus problemas. Se siente solo, pensando en el papel que le espera. No tiene relaciones sencillas con sus semejantes. Su madre representa un problema y María Magdalena una tentación de la que rehuye. Él es una persona religiosa, convertido en un dirigente espiritual y político que defiende y busca la liberación del pueblo judío sometido por el yugo romano. Es alguien que debería escuchar a Dios, pero no le oye, todo lo que sabe de él lo ha leído en documentos. Se produce una reacción lógica y humana de irritación. La ira que arrastra se muestra en una de las primeras escenas, cuando su padre muere a manos de los romanos. A partir de hay su rebeldía contra el invasor romano que usurpa la tierra de los Macabeos es un asunto personal.

De lo mejor de la película los diálogos que se van intercalando en ella entre el evangelista Lucas y el apóstol Juan. Ilustra muy bien la idea eclesiástica de «adornar» la historia de Jesús para convertirlo en Hijo de Dios, de tal forma que cada una de sus acciones tenga una dimensión épica. Nos muestra como se construye un mito y se apunta la hipérbole sobre su imagen en la palabras de Lucas a su escribiente exhortándole a que dentro de unos años, cuando no quede nadie vivo que haya compartido un instante con el hombre Jesús, escriba el cuarto de los evangelios, uno que hable del amor.

Dos tipos de música salpican la banda sonora. La primera es el flamenco que aúna letras de Félix Grande, el cante de Paco del Pozo y la guitarra de Daniel Casares. Ésta le da profundidad y humaniza a un Jesús doliente. La segunda es la clásica y tiene dos objetivos, ambientar con los cánticos judíos por un lado y marcar una cierta distancia con las escenas más prosaicas.

Me gustaron las interpretaciones, especialmente Ruth Gabriel, que interpreta a una María Magdalena cargada de sensualidad que se ha de convertir en la tentación de Jesús, esa parte humana que le habla de sentimientos, de carne -en argot hondo, que le nubla el sentido-. Jorge Bosso da vida a un Herodes que muestra el conflicto de los grandes traidores con su pueblo. Puigcorbe humaniza a un Poncio Pilatos fuera de su tierra que aplica la ley con la severidad de un funcionario patricio, pero que no entiende la beligerancia del pueblo judío. Joel West no tiene demasiado recorrido, encarna a un Jesús sumido en sus preocupaciones e incapaz de escuchar a Dios. Contenido a ratos, explotando en otras, pero siempre solo en su interior.

En el otro lado de la balanza tenemos el doblaje, que resulta distante, demasiado sonoro, algo fantasmal, como de documental viejo. Sensación que acentúan las voces dramáticas de los actores elegidos. No me quito al oceanógrafo Jacques-Yves Cousteau y sus trabajos sobre el mundo submarino, aún hoy me retumba en la cabeza tras la película.

Los estudios modernos sobre la figura de Jesús apuntan en el mismo sentido de la película, que se atreve a recogerlos y plasmarlo de una forma legítima y con un lenguaje cinematográfico. Esta intención se consigue y se agradece. Insiste su director que es la primera vez en el mundo que se toca la figura de un Jesús al que no se le reconoce ninguna divinidad.

Emilio R. Barrachina, Juanjo Puigcorbé, Ruth Gabriel y Hoyt Richards posan para la prensa
Emilio R. Barrachina, Juanjo Puigcorbé, Ruth Gabriel y Hoyt Richards posan para la prensa
En ese juego permanente de utilizar las propias palabras de Jesús sacadas del evangelio, pero en un contexto nuevo, más mundano y posiblemente con mayor cercanía a la realidad, se encuentra otra de las mejores armas de El discípulo: ateniéndose a las propias escrituras nos ofrece una interpretación con sentido común. Este juego se alarga a todos los simbolismos divinos que se convierten en situaciones cotidianas. No hay multiplicación de peces y panes, sino que se comparte lo que cada uno lleva; Pilatos se lava las manos porque ha terminado de comer fruta... Barrachina y su equipo tiran de documentación y explican que una religión floreciente, que aspira a difundirse entre los romanos y su imperio, no puede culparles de la muerte de su Dios. O el reino que está por venir esté anclado a la tierra y no a los cielos, como Pablo de Tarso introduce posteriormente haciendo una libre interpretación.

Antes de acabar y para limar el aspecto científico, decir que también hay detalles surgidos de la ficción, que no se amparan en investigaciones, sino que devienen del deseo de contar la historia. Es el caso de que Jesús es cojo. No hay una base científica que pueda servir para argumentar dicha postura, es simplemente un recordatorio que le señala a Jesús cómo los romanos mataron a su padre: un estigma que le acompaña y que no podrá olvidar porque lo lleva unido a su persona.

A modo de pequeño anecdotario: Cuenta Juanjo Puigcorbe que cuando el equipo fue a solicitar a TV3 financiación, la cadena de televisión sólo les hizo una pregunta: «¿Qué tiene que ver la historia con Cataluña?». Pues es sencillo, el personaje que interpreta Puigcorbe es Poncio Pilatos y los estudios realizados apuntan a que es originario de Tarraco. Son también varias las investigaciones que señalan de la misma zona al centurión que remató a Jesús.

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