lunes, 26 de abril de 2010

La vida que nos dejamos en el trabajo

Un mercado floreciente y Síndrome laboral las dos películas del sábado en la VIII Muestra de Cine y Trabajo


Sábado 24 de abril de 2010. Auditorio Marcelino Camacho de CC.OO. Madrid


Cartel de la película documental Un mercado floreciente
Cartel de la película documental Un mercado floreciente
La VIII Muestra de Cine y Trabajo avanza y el sábado proyecta dos de las películas más esperadas. La primera de ellas es el interesante documental de Ton Van Zantvoort titulado Un mercado floreciente (A blooming business). Se desarrolla en Kenia, a las orillas del lago Naivasha, donde surge un importante y próspero negocio de granjas florales. Es una película de abusos e injusticias, de trabajadores que carecen de los mínimos derechos y también de una degradación del medioambiente consentida.

Una mayoría importante de las flores que llegan a Europa a través de Holanda tienen su origen en estas granjas de Kenia. Allí se encuentran con dos grandes ventajas, unos recursos naturales de agua a los que acceden libremente y una mano de obra muy barata pues el trabajo escasea. No hay previsiones a futuro, las granjas permanecerán mientras puedan seguir esquilmando el lago, independientemente de que éste se seque o se contamine por ser destino de los residuos químicos (pesticidas y fertilizantes usados para acelerar el crecimiento de las flores). Las condiciones de trabajo son igual de abusivas. Las fábricas han diezmado la pesca en el río hasta el punto que no es viable ganarse un jornal pescando, han restringido el acceso al agua y son ellos los únicos que ofrecen un trabajo. Prefieren mujeres jóvenes y bellas. A las que enferman por las condiciones laborales las despiden, a las que se niegan a hacer horas extras interminables también. Lo mismo pasa con las que han sufrido un accidente que quedan en la calle y desprotegidas. Dice una de las mujeres que mientras trabaja se siente como en una cárcel. Allí dentro el supervisor fija las normas, y a menudo lo hace a capricho y en su propio beneficio. Por un momento vemos que la cámara entra en las fábricas, no hay nada fuera de su sitio, todo parece plácido, es otro trabajador el que desvela que para filmar y para la prensa se habilitan habitaciones especiales que son los únicos espacios donde se puede grabar. Si la cámara intenta transmitir las realidades de los otros lugares aparece la policía para pedir que dejen de grabar.

El documental es una mirada directa a esta situación laboral sin derechos que va recorriendo instantes de la vida de los diferentes protagonistas. Les deja tiempo para explicarse, mantiene los expresivos silencios, y vamos viendo el dolor. Vemos que no hay otra salida que dejarse someter y conformarse con esta vida de sufrimiento. Condiciones muy duras e insoportables que traspasan la pantalla en un excelente trabajo. En la retina se repite la historia de una aguador que vende el agua que acarrea con sus burros, agua que sabe que no es potable por su contaminación, pero que es la única forma posible de ganarse la vida después de que fuera despedido por contestar y al que ninguna otra granja ha querido dar trabajo después del incidente. Sobrecoge la madre repudiada que aguanta los abusos más inhumanos con tal de que sus hijos puedan comer. Angustia ver a la mujer que malvive porque ha sido despedida tras un accidente con un pesticida en una de las granjas.

Cartel de la película para televisión Síndrome laboral
Cartel de la película para televisión Síndrome laboral
La segunda de las películas proyectadas es Síndrome laboral, un largometraje de Sigfrid Monleón (El Cónsul de Sodoma, La bicicleta...) hecho para la televisión valenciana en 2004. Esta vez no salimos de nuestras fronteras para ver que aquí también se incumplen los derechos de los trabajadores. Se abusa de jóvenes muchachas a las que no se les firma contratos y se les obliga a trabajar con elementos nocivos para su salud sin la menor protección. Nos habla del sector de aerografía textil que entre los años 1989 y 1992 se cobró varias vidas humanas y dejó con enfermedades crónicas a muchas más. Lo hace a través de un juicio, que por un lado sirve para revivir lo pasado acercándolo al espectador, y por otro nos habla de cómo los grandes culpables salen indemnes de sus actos cargando las culpas contra otros que no tienen sus mismos medios. Los vericuetos legales, el dinero que corre por detrás, los intermediarios que de pronto se callan y olvidan, no permiten la solución justa. Esas empresas multinacionales que no se sienten responsables no se preocupan, si la Generalitat Valenciana prohíbe el uso de sus productos se llevan su negocio a otros lugares más permisivos donde se pueda seguir explotando al trabajador.

Síndrome laboral es una película intensa, sin tregua, con buen ritmo, que huye del victimismo, pero que pone el dedo en la llaga. Destacan las maravillosas interpretaciones de Carmelo Gómez y Mercè Llorens que sujetan con su contraste la historia que Monleón trata de contar, para hablarnos de luchas perdidas que suponen seguir el camino de la dignidad de las personas. Frente a ello vemos un país y unas industrias que cuentan dinero y se olvidan de los seres humanos, de las tragedias que provocan, de la pena y el daño. ¡Qué poco vale una vida comparada con una curva positiva de beneficios!

También se proyectaron los últimos cuatro cortos de los 12 seleccionados para el III Certamen de Cotometrajes Express! Manos de obra utiliza el poema de Miguel Hernández Las manos para mostrar manos trabajadoras. Por su parte Mobbiéndote es un corto musical de lo más divertido que ha pasado por el certamen de este año. Al otro lado, al del drama, se va Sonríe para reflejar la presión insoportable que existe en un Centro de Llamadas sobre las chicas que allí trabajan. Finalmente Mujer, madre, trabajadora es un monólogo interior simpático que nos habla de la realidad de la supermujer que compagina su trabajo con la maternidad.

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