Philippe Lioret estrena una película imprescindible, cargada de dureza y ternura, que cuenta el problema de los refugiados en Calais esperando interminablemente para cruzar a Inglaterra
Cartel de la película Welcome
Bilal no es un muchacho cualquiera, quiere aprender a nadar para cruzar el Canal de la Mancha. Cuando Simón le pregunta por qué quiere ir allí y Bilal le responde que por amor, percibe con claridad que su vida se ha acomodado, ha ganado peso, no le quedan ilusiones y, si sigue sin implicarse en nada, lo único que le espera es un sofá y una televisión. Por su cabeza se plantea cómo es posible que el chico haya recorrido 4.000 kilómetros para ver a su amor, que ahora quiera cruzar el Canal a nado y que sin embargo él no fue capaz de cruzar la calle para retener a Marion cuando le dejó.
Así, por interés decide ayudarle. El motivo es equivocado, pero produce en él un cambio importante, una transformación que le hace recuperar una vida con valores. Ese encuentro casual logra que Simón se supere a sí mismo. Pero ayudar a una persona en situación ilegal no es fácil, la sociedad ha construido una serie de legalismos que castigan al que ayuda a un ilegal. Es en este punto de impotencia cuando el largometraje se vuelve tremendamente humano.
Firat Ayverdi y Vincent Lindon en una escena la película Welcome
Las oeneges palían el problema con una consideración general, sin separar individuos y la película se va al extremo contrario, para indicar lo que se puede ayudar de persona a persona. Dice que no es fácil con las leyes injustas que rigen en las ciudades fronterizas, ni lo es dentro de una sociedad occidental compuesta de personas que se desentienden, que miran para otro lado, ante el estado y la vida que se ven obligados a vivir una gran cantidad de inmigrantes. Que supone mucha generosidad ayudar, levantar la cabeza, mirarles a los ojos e interesarse por la historia que carga a sus espaldas cada uno de ellos.
No puede haber finales felices para estas aventuras, la promesa de que el esfuerzo tiene siempre su recompensa ya no sirve. Y en ese sentido la película es directa, no ofrece como salida una catarsis sobre el sufrimiento visto. Se presenta como un espacio para recapitular y reflexionar.
Las interpretaciones son excelentes. Destaca Vincent Lindon en un papel muy difícil pero del que saca brillo con una interpretación magistral de una persona que de pronto se carga de dudas, que descubre dónde había estado escondida siempre la plenitud. Audrey Dana interpreta un personaje dulce y generoso que sirve para apoyar en sus ojos lo que ven los nuestros, para ir señalando la medida de lo que van progresando los sentimientos. Firat y Derya Ayverdi no eran actores profesionales, pero su frescura es una pieza importante de Welcome, ellos son los que conmueven y nos conducen hacia la ternura, dejándonos a un paso de las lágrimas si podemos contenerlas.
Philippe Lioret dice que ha hecho una película para los que tienen ganas de creer en los sentimientos y en la inteligencia, en lugar de el cinismo y el interés. Lo ha conseguido con creces porque Welcome logra llegar al corazón usando nuestras contradicciones a través de una mirada limpia y proponiendo el compromiso de la solidaridad entre seres humanos.
A modo de pequeño anecdotario: Cuenta el actor Vincent Lindon que cuando Philippe Lioret le habló de la historia mientras comían, le conquistó inmediatamente. Nada más terminar de leer el guión le llamó y le dijo que debían empezar a rodar enseguida porque se moría de impaciencia. Cuenta también Lindon que nada más llegar a Calais, un sábado por la noche, Lioret le llevó al muelle del rancho, donde van a comer los refugiados. Al irse, se cruzaron con tres chicos y les llevaron en el coche. Le impresionó ver que aunque no tenían nada no habían perdido la sonrisa. Les pidieron que les dejaran en un lugar desierto, muy parecido a un inmenso basurero. Luego, sin intercambiar una palabra, Lioret le llevó al hotel. «Sobraba cualquier comentario. Fueron mis primeros momentos en Calais y ya había visto lo que debía ver».