jueves, 16 de julio de 2009

Luis García Montero se inicia en la prosa

«Mañana no será lo que dios quiera» a catalogar en una estantería nueva, entre la novela y la biografía

Luis García Montero se sube al escenario de la carpa de Encuentro de la Semana Negra de Gijón para presentar la biografía de los años de infancia y juventud del poeta asturiano Ángel González que lleva el título de «Mañana no será lo que dios quiera». Le acompaña Paco Ignacio Taibo II en el papel de anfitrión.

La memoria es la primera fábrica de ficción, por lo que en estas páginas Ángel cuenta y recuenta y cambia y recuerda y olvida en un ejercicio absoluto de su derecho a la memoria, la suya y la ajena. Esta utilización de técnicas narrativas para explicar, agilizar y desarrollar la biografía abre caminos nuevos de escritura, que van más allá del acercamiento a la prosa de un poeta.

Con uno de los verbos más floridos de nuestro panorama literario se explica Luis García Montero y comienza hablando de esa admiración que él siente por Ángel González y cómo a través de sus frecuentes conversaciones va escuchándole sus recuerdos, significativos de una vida y una época. Al no animarse Ángel González a escribirlos, le propone, al menos, grabarlos para poder redactar una biografía. Con muchas horas de cinta inicia Luis García Montero el proceso de redacción, pero el tono convencional no consigue abarcar la emoción del recuerdo, así que se propone usar recursos de la ficción para reconstruir la mirada del niño que Ángel fue y a la que entonces, en su vejez, acudía a menudo.

La memoria de Ángel González va elaborando la realidad y a veces recordaba cosas que los archivos y la documentación desmienten. Ante estas situaciones el autor de la biografía opta siempre por la memoria. Por lo tanto es una historia de recuerdos verídicos en la medida que la propia memoria lo es.

Cuenta también del entorno pedagógico en el que nace el asturiano como uno de los componentes que le sirven para formar su mirada de libertad. El comienzo de la guerra cuando es aún un niño, le llena prematuramente de responsabilidades. La derrota le trae una obligación de buscar oasis y ámbitos de resistencia en las palabras, la eterna necesidad de secarse las lágrimas, montar el petate y caminar hacia horizontes distintos, sin engañarse, sin perder la lealtad a las convicciones. El verdugo sólo gana cuando logra cambiar el carácter de la víctima. Es su biografía una historia de lucha, sin esperanza pero cargada de convencimiento.

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