El escritor de biografías debe ser riguroso y honrado.
La Semana Negra de Gijón avanza, a su ritmo, dentro de una vorágine uterina que va fagocitando a unos escritores mientras otros desembarcan. Siento que el miércoles es el día que más cambian los rostros, como si hubieran repartido media semana entre unos autores y otros. Pasado el ecuador, voy conformando mis recuerdos y anécdotas que la harán irrepetible en mi memoria.
Hoy finalizó la tertulia «Historiadores/Historias» en la carpa del Encuentro. Paco Ignacio Taibo II arrancó contando las premisas que se autoimpuso a la hora de contar la biografía del Che Guevara. Son sin duda básicas, la de investigar y verificar cada trozo de documentación, incluyendo las leyendas negras, pues desconfiar de las fuentes resulta síntoma de buena salud. Es un deber con los lectores, con los personajes y con uno mismo como autor. Saberlo todo se hace importante, independientemente de que se utilice el conocimiento completo después, en esa hora del mano a mano con la narración. Saberlo todo para olvidar lo que uno quiera a la hora de contarlo, pero sin perder la perspectiva de la honradez, no se puede mentir abusando de la credibilidad del lector.
Recorrer los puestos de libros me resulta siempre otro de los placeres de esta feria. Tenemos de todo, puestos de librerías, de alguna editorial, de segunda mano y los que se dedican a vender los que vuelven a los almacenes. De estos últimos hay uno que destaca porque todos los libros tienen el mismo precio: un euro. No suelo detenerme en él, pero esta vez, quizá porque tenga más metros de sombra que otros me paré a echar una ojeada. Y sí, compré un libro: «A la sombra del granado» de Tariq Alí y editado por El País.
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