Entre aplausos y con cariño se procedió a la lectura de los ganadores
Durante la mañana se anunciaron los ganadores de los premios literarios de la Semana Negra de Gijón. Salvo el premio de relato policíaco que se organiza en colaboración con el Ateneo Obrero de Gijón se trata de premios detrás de los cuales no hay retribución monetaria. El mecanismo que se sigue para ellos es en varias fases. Existe un grupo numeroso como de un centenar de escritores que durante el año van nominando las novelas que les parecen interesantes. Tienen que ser libros escritos en español y editados el año anterior a la edición actual de la Semana Negra; el hecho de no haberse editado en España no elimina la participación de dicha obra. La organización de la Semana Negra los va leyendo y aplicando los criterios de selección. Las novelas seleccionadas se entregan a los jurados que se forman siempre con escritores que asisten a la edición del año, preservándose su identidad. Se puede decir que son unos premios transparentes, que nunca se apoyan en elementos extra-literarios.
El premio de relato policíaco ha sido para el Rodolfo Pérez Valero (Cuba) «Dioses y orishas». Se da la circunstancia que este autor es la tercera vez que gana el certamen.
El premio Celsius a la mejor obra de ciencia ficción o fantasía de 2008 escrita en español se ha concedido a la novela «Rojo alma, negro sombra» del escritor Ismael Martínez Biurrún (España) y publicada en la editorial 451. Se trata de una novela de fantasía que se desarrolla en el Madrid actual, cuyos personajes y sus destinos se cruzan debido a un crimen del pasado.
El premio Espartaco a la mejor novela histórica de 2008 escrita en español se ha concedido a la novela «Salamina» del escritor Javier Negrete (España) y publicada en la editorial Espasa. Una novela histórica para hablar de cómo la democracia ateniense fue capaz de enfrentarse al imperio persa de Jerjes a través de los hechos que rodearon a la batalla naval de Salamina y a los hombres que lucharon en ella. Javier Negrete ya sabe lo que es ganar en Gijón, ya que fue el ganador del premio Celsius de la Semana Negra de 2008.
El premio Memorial Silverio Cañada a la mejor primera novela de 2008 escrita en español se ha concedido ex aequo a las novelas «Sé que mi padre decía» del escritor Willy Uribe (España) y publicada en la editorial El andén y «Conducir un tráiler» del escritor Rogelio Guedea (México) y publicada en la editorial Mondadori México.
La pretensión de «Sé que mi padre decía» es la de ir cruzando historias a través de un chantaje, con la ciudad de Bilbao y sus ambientes de fondo.
El autor de «Conducir un tráiler» no está presente. Se trata de un joven profesor mexicano que ha escrito una atípica novela de familias del México agrario donde la muerte resulta algo cotidiano.
El premio Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción policiaca de 2008 escrita en español se ha concedido a la obra «La mala vida» del escritor Carles Quílez (España) y publicada en la editorial Aguilar. Esta es la cuarta vez que está nominado para este premio que valora mucho por suponer un reconocimiento de los compañeros. Esta obra es un conjunto de casos policiales que conoció como periodista de investigación y a los que ha dado forma y espacio literario a la hora de explicarlos. Agradece el premio al librero Paco Camarasa y al novelista Andreu Martín.
El premio Dasiell Hammett a la mejor novela policiaca de 2008 escrita en español se ha concedido ex aequo a las novelas «Niños de Tiza» del escritor David Torres (España) y publicada en la editorial Algaida y «77» del escritor Guillermo Saccomano (Argentina) y publicada en la editorial Planeta Argentina.
«Niños de Tiza» es una novela negra que intenta rescatar la vida de barrio en las periferias de las grandes ciudades durante la época de la transición española. La novela arranca con una niña paralítica ahogada en una piscina. La tiza, aunque se borre deja el rastro del trazo, de la misma forma el autor trata de recuperar los recuerdos de infancia, como esos niños de tiza que fuimos.
«77» es una novela sobre la complicidad civil en la dictadura militar y está dedicada a la hija del autor, Carla, que recientemente le ha convertido en abuelo y al que debería ser el tío abuelo del niño que desapareció en aquellos duros días de 1977 en la Argentina como tantos otros.
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