No hay futuro si se olvida el pasado
Aunque La Calzada es un barrio obrero y por tanto periférico de Gijón, acercarse desde otros lugares de la ciudad es sencillo. Son cuatro las líneas de autobuses habituales que llegan hasta allí, a las que, para la ocasión, se ha unido una nueva línea como servicio especial de la Semana Negra de Gijón. Existen múltiples títulos de viaje, que exceptuando al efectivo, van sobre diferente tipos de tarjetas, que además todas ellas son recargables. Sobre el plástico conviven los bonos de viajes, la tarjeta monedero de transportes o la propia tarjeta ciudadana de Gijón que acercándolas al lector del autobús te descuenta el viaje y te indica tu saldo restante. Cómodo y efectivo.
Al bajarte del autobús una escultura de cartón de una mujer fatal escalando una torre de libros te da la bienvenida a un camino con casetas a los lados, es cuestión de tomarlo y dejarlo en la carpa del Encentro. Hoy continúa la tertulia sobre «Historiadores/Historias» que se inauguró ayer. Mientras me acomodo veo a Fernando Marías fotografiándolo todo, es un escritor inquieto, expectante, sin perderse un detalle. Los tertulianos se enfrascan en defender sus posturas sobre la elección de los temas, que no es totalmente inocente, ya que seleccionan sobre lo que quieren escribir, no para narrar la verdad, sino su historia. Así, con estas premisas, la objetividad hablando en términos medios se va por el desagüe. Hay algo en lo que todos coinciden, en decir que la novela histórica exige mucho trabajo.
Uno de los contertulios de hoy es Jorge Belarmino Fernández Tomás, nieto de Belarmino Tomás, el dirigente sindicalista asturiano que fuera Presidente del Gobierno de Asturias y León durante la guerra civil. Sin moverse de la carpa del Encuentro, el siguiente acto tiene que ver con ellos dos, pues se trata de la presentación de su libro «Buscando a Belarmino Tomás» que edita la propia Semana Negra y que se regalará a los asistentes al final. Paco Ignacio Taiboo II lo describió como un canto de amor a la clase obrera asturiana en un intento de que ese pasado no desaparezca. Después intervino Tini Areces, presidente del gobierno del Principado, que tras la primera descarga de fotos se había quitado la corbata. Lo hizo para repasar la historia de Belarmino y mostrarla como referente en la construcción del futuro. El autor emocionado por el entorno -el público que abarrotaba la carpa, el último despacho de su abuelo traído expresamente a la carpa y reluciente en una de sus esquinas- nos explica sus motivos. Nos habla de un nieto que desea buscar tanto la figura de su abuelo, como de las gentes de su generación. Una búsqueda contra la memoria, que le descubre una persona legendaria con una vida que a su vez representa la de su clase, aquellas gentes ejemplares a las que no debemos olvidar.
Cuenta Paco Ignacio Taibo II que este año la Semana Negra se había propuesto confrontar a los que narran relatos históricos desde la ficción con los que son historiadores profesionales. Así que eligieron a alguien con formación clásica en Historia, pero que también tuviese capacidad de contar la Historia de una forma narrativa. Eligieron a Alessandro Barbero. Este italiano resulta ser un amante de la investigación profunda, con afán por cuestionárselo todo y una pasión desmedida por la historia militar. Nos avisa que la manera de ver el pasado cambia con cada generación, con las preguntas nuevas que los que vienen detrás hechas con una perspectiva más actual. En España se pueden encontrar sus libros «La batalla. Historia de Waterloo», «Los bárbaros. Inmigrantes, prófugos y deportados del imperio romano», «Carlomagno», «La batalla de Adrianápolis» y la novela «Diario de Mr. Pybe: aventuras y desventuras de un gentilhombre americano en las guerra napoleónicas». Cuando se comienzan a escribir libros de divulgación histórica, los que los escriben son periodistas y parten de la premisa de que el hombre es siempre el mismo. El historiador es la persona que conoce esa diferencia, por lo tanto está obligado a contarla. Hoy en día el gran público ha desatado una gran demanda por conocer nuestro pasado, los periódicos y las editoriales les piden artículos y libros. Se trata de desentrañarlo todo, de saber, por ejemplo que los bárbaros que destruyeron el imperio romano en realidad eran emigrantes que vinieron -o los trajeron- como fuerza de trabajo para el imperio y que así estuvieron durante dos siglos. De su otra faceta complementaria, la de escritor de ficción, la justifica porque a veces las fuentes no te dejan ir más allá en la investigación académica; sin embargo el investigador ha comprendido la época, su pensamiento y es capaz de saber lo que falta -eso de lo que no queda testimonio escrito-, entonces debe acudir a la novela. Preguntado por sus planes de futuro, Barbero contesta que está preparando una reconstrucción meticulosa de la batalla de Lepanto, de la que sí que existen abundantes fuentes.
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