Los escritores y el compromiso
El Don Manuel es el otro centro neurálgico de la Semana Negra de Gijón. En ese hotel viven durante estos días los escritores. El bullicio de la mañana comienza pronto, antes de las ruedas de prensa puedes verles desayunando con ajetreo en el interior o más sosegados tomándose la primera cerveza del día en su terraza. Después vienen las entrevistas, una mesa con un café y una grabadora por medio para establecer el juego de las preguntas y las respuestas. La comida de después en la que siempre se puede ver una mesa amplia en la terraza que fluye cordial de diálogos y peripecias. Es el último relax antes de tomar el trenecito que les llevará hasta el recinto. Comienza una actividad agitadora que termina otra vez en los salones del Don Manuel. Entre copas y distensión se charla de nuevo. Puede surgir un karaoke, o simplemente el tiempo compartido con los compañeros mientras se calma la sed que producen las palabras que se dicen y se escriben. Y cada uno de ellos va trasnochando lo que puede o lo que quiere, sabiendo que mañana volverá a ser un día tan interesante como el que van dejando atrás.
A las 17:00 comienza en la carpa del Encuentro la tertulia diaria. Es la continuación de la de ayer, «La novela negra al abordaje de la política». Dicen, los exagerados, que como escritores con ideología su planteamiento es elegir el medio de desarrollarla dedicándose bien al periodismo, a la novela negra o al activismo radical. Ya así, con este punto de partida no es extraño que hoy divaguen en busca de las raíces de la literatura, hablando de que las únicas obligaciones de un autor son la de crear belleza y darle a su escritura la misma cara ética que a su vida. Literatura combativa que en Europa se va retirando, mientras en latinoamérica aumenta su fuerza. Culturas diferentes que ven el compromiso con mayor o menor acomodo.
La ideología no es más que tomar una posición con respecto a la vida, y la novela negra lo permite con facilidad, sobre todo porque el crimen es siempre transgresión y supone la ruptura de un orden establecido, el quiebre de un sistema y la forma de establecer una nueva organización que nos permita seguir viviendo. Si el escritor elige, también lo hace el lector, por eso a cada autor le sigue el público que se merece.
Los hay vengadores, de esos que dicen que se escribe para ajustar las cuentas con la sociedad, que el suyo es un trabajo primero de reducción de la realidad y segundo de creación de un espacio donde los crímenes tengan su castigo.
Los hay que piden una reinvención constante, de esos que dicen que el lenguaje de la izquierda ya no sirve, que aquí se perdió la guerra y que ya no tenemos nuevas palabras que describan las nuevas voluntades. Otros sonríen, porque dicen que pasaron los tiempos de las doctrinas y que si queremos mantener un mensaje el único camino es ser lúdico y camuflarlo para poder colárselo a los lectores.
Escribir novelas es una apuesta por la inteligencia, la incomodidad y por lo tanto con la belleza.
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