Zombies, novela histórica, novela fantástica, música, 11M y derechos humanos
Aunque el viernes 10 fuese la inauguración oficial, realmente la Semana Negra de Gijón comienza el sábado. El pistoletazo de salida, en mi opinión, siempre lo dispara la primera tertulia. A las cinco en punto, en la carpa del Encuentro, como ocurrirá todos los días hasta el próximo sábado. Parece que las tradiciones no se rompen nunca aquí, pero a veces, unas pocas, algo varía, la tertulia de hoy no la modera Paco Ignacio Taibo II. Su lugar lo ocupa un joven, despierto y audaz, de nombre Jorge Iván Argiz. Tocaba hablar de Zombies, así que los tertulianos se enredaron en si los muertos vivientes daban miedo o no, lo terrorífico que resulta tener enfrente algo con lo que resulta imposible razonar, lo que representan, la enfermedad, el impulso que les rige, su función de masa, la dificultad en que se convierte individualizarlos o convertirlos en héroes... Algunos contertulios desbordan ingenio, están también los provocadores natos que se nutren de esos otros a los que la ingenuidad les lleva a tomarse en serio cualquier cosa y los menos, quienes lucen una esquirla de pedantería como metralla de guerra. De todo hay y a la vez todo es necesario en este oficio de escribir y contar.
He dado por supuesto que todo el mundo conoce la Semana Negra de Gijón y seguramente no sea así. Describirla en una pocas palabras es sencillo, basta decir que es una gran feria de cultura popular que gira en torno a la literatura negra. Abarcarla sólo ocurre cuando estás en ella. Carece de cimientos, por lo que este año tampoco les ha importado cambiar de ubicación. Los permisos municipales les han llevado a la playa del Arbeyal, en el barrio obrero de La Calzada. A la orilla de la playa se han vuelto a montar las carpas que albergan las charlas, los puestos de las librerías, los chiringuitos, los feriantes y la venta ambulante en la que los manteros también tienen su lugar libre y oficial. No hay exclusiones, simplemente convivencia.
La primera charla a la que asisto es la del joven francés David Camus. Es en la carpa de A Quemarropa a la que este año también acompaña el apellido Imagenio. Se nota el patrocinio en las sillas nuevas que lucen en su respaldo la publicidad de la marca. El autor presenta sus dos primeras novelas que forman parte de una pentalogía histórica que en España ha publicado la editorial Grijalbo y de la que en Francia acaba de salir la tercera entrega. «Caballeros de la Vera Cruz» se ambienta en las Cruzadas, una época de gran violencia que el autor no escatima y muestra a través de las duras acciones que marcaba la dura iglesia y ejecutaban sus caballeros. Hablando de la religión, Camus dice que es una búsqueda huyendo de la nada que finalmente trae más desgracias que beneficios. Se para en hablar del transfondo de las Cruzadas, de cuyo origen opina que resulta una paradoja pues parte del deseo de querer liberar la tumba de Cristo en un momento en el que su acceso resultaba libre. Un personaje real que se mueve por la novela es Saladino del que destaca su caballerosidad y capacidad de perdón, la cual contrasta con la crueldad manifiesta de la época. Explica también el motivo de la pentalogía, con la que quiere representar la figura de una espada, o una cruz según se mire: la primera novela es el corazón -el centro de la cruz-, la segunda el filo, la tercera la empuñadura y las otros dos los brazos. De su segunda novela «La espada de San Jorge» cuenta que está narrada por la voz de un autor del siglo XII, el mismo siglo en el que se crea la novela. Resulta interesante escuchar al autor, un hombre cargado de curiosidades, como por ejemplo que escribió ocho novelas previas, de todo tipo de géneros, antes de entregar su primer original a una editorial. En paralelo está escribiendo otra saga con el motor de la influencia de la política en la vida cotidiana. Dice desconfiar menos de las ideologías que de las personas que las defienden.
Es esta una tarde calurosa, donde el sol ha pegado por sorpresa y a traición, tanto es así que muchos rostros presentar un tono rojizo sospechoso. Regreso a la carpa del Encuentro, a esas sillas mezcladas, algunas plegables de madera y otras de plástico con publicidad de Pepsi, para escuchar a Javier Bolado hablando sobre literatura fantástica. También resulta ser una saga, de la que ya están publicadas en la editorial Timun Mas las dos primeras entregas: «La canción de la princesa oscura» y «El anhelo del destino». El autor está interesado en hablar sobre los prejuicios que tienen sus personajes dentro de ese universo propio que él ha creado y de su necesidad como escritor de experimentar con aquello sobre lo que trabaja, para que así, por ejemplo, los combates puedan transmitir las sensaciones del tirador y mantener el ritmo. Javier Bolado prepara la tercera entrega, a la vez que un cómic ambientado en el mismo universo de la saga.
En la carpa del Encuentro también hay música. No puede faltar Yampi con su guitarra al que presenta con mucho cariño Paco Ignacio Taibo II. Dice que hace 15 años, por las ventanas de la oficina de la Semana Negra, se colaba la voz de alguien que desde la calle estaba cantando una canción de Sabina. Cuando bajaron para verle en vivo, la policía municipal le estaba deteniendo. Intentado ayudarle les dijeron que trabajaba en la Semana Negra y que simplemente había bajado a ensayar una canción. Allí mismo le contrataron y desde entonces. Hoy estrena su canción sobre la Semana Negra y aún le queda tiempo para repasar «A Quemarropa salió».
La exposición de cómic de este año es sobre la novela gráfica «11M» editada por Panini. Modera Ángel de la Calle y están presentes el editor Norman Fernández, el dibujante Joan Mundet y los guionistas Toni Guiral y Pepe Gálvez. Se trata de un cómic tratando el tema del 11M con mucha seriedad y a partir de los hechos probados por la sentencia. Para contarlo han creado tres personajes ficticios: un periodista, un familiar de una víctima y un policía. Se va la electricidad, pero nada detiene la charla, con los protagonistas puestos de pie hablando a viva voz al auditorio que había acercado lo más posible sus sillas a la tarima. Los guionistas hablan del proceso de entrevistas para poder explicar el dolor de las víctimas, de la tensión tan fuerte que vivieron. Cuenta Mundet, dibujante también de Alatriste, que él no iba a ser el dibujante inicial y que se lo propusieron en la anterior Semana Negra. No querían caer en el morbo, ni participar en aumentar el dolor de las víctimas que quieren convertir en solidaridad. No se muestran explosiones, ni violencia, ni muertos. Por eso el tratamiento gráfico de la violencia se realiza a través de imágenes de cuadros de arte expuestos en Madrid, como es el caso del Guernica. El acto termina con el regalo del libro del catálogo de la exposición que edita la propia Semana Negra.
En la carpa de la coordinadora de ONGs tiene lugar la charla sobre los jóvenes en Colombia. Los ponentes son la colombiana Juliana Díaz Mancilla y el asturiano Adrián Redondo. Juliana nos habla de los ambientes universitarios en Colombia y de su actividad político-social, por un lado mermada por la creciente privatización de la universidad y por otro reprimida por el gobierno que los ve como focos de terrorismo, lo que motiva que muchos jóvenes tengan que irse del país. Nos cuenta las actividades que los jóvenes del PDA realizan en España, tanto a través de campañas de sensibilización como de charlas y fiestas. Adrián explica la lucha generacional de los jóvenes con sus mayores, incapaces de entenderse porque usan lenguajes diferentes que suponen estructuras mentales distintas.
Tras la charla tengo la oportunidad de hablar un rato con Juliana Díaz Mancilla, colombiana, de 26 años y con una licenciatura en Ciencias políticas. Me sorprende su vida y de qué manera la cuenta. Impresiona oírla hablar de su padre Miguel Ángel Díaz dirigente sindical y miembro de la Unión Patriótica, que junto con Faustino López fueron desaparecidos el 5/09/1984 en Puerto Boyacá (Colombia). Es una situación dura, sin forma de poder buscarlo, con múltiples fosas comunes diseminadas por el país, sin saber si algún día podrán encontrar a su padre. A partir de ese momento Gloria Mancilla, la madre de Juliana con año y medio y de otros dos hermanos de siete y nueve años respectivamente, comienza una lucha por los Derechos Humanos. Su activismo se hace molesto para el gobierno que a través de amenazas, presiones y acechos trata de acallarla. No pueden con ella, pero si les obliga a desplazamientos internos con muchos cambios de residencia y de colegio para la familia, con lo que van perdiendo el arraigo. La presión llega a un punto que les termina obligando a salir de Colombia. Juliana lo hace a los 18 años para venirse a España. «Te vas porque te toca, y es muy duro, cómo volver a nacer en otro país que no es el tuyo, sin tus raíces».
Juliana ha vuelto dos veces a Colombia. Dice que nota algún cambio, pero que no siempre para bien, que se impone en mucha gente un pensamiento de que no hay posibilidad de negociación con la guerrilla y que para acabar con la guerra sólo cabe más guerra. A la vez habla de cómo avanza la privatización del país, recortándose los servicios y estructuras públicas (salud, universidad, transportes...). Ahora ve difícil un futuro en el que pueda regresar a su país, para ello necesita que cambie la situación y el presidente actual que la abandera y algo tan básico como que se respeten los derechos humanos, como es el de la propia vida. Saber que puedes ir y volver. Pide también que se instaure una justicia real y verdadera, capaz de reconocer los hechos ocurridos en el país y explicando los motivos por los que se asesinaba, con capacidad para la reparación con dignidad de los desaparecidos y asesinados por cuestiones políticas. Se sabe quién fue el hombre que se llevó a su padre y fue juzgado por ello, pero la desaparición se considera un delito con una pena de cinco años, muy alejada del asesinato. De los cinco años de condena, a los dos años estaba ya en libertad por buena conducta. Esa no es la justicia que ella quiere. Desde aquí también puede luchar, ser consciente de lo que vivió allí y promover campañas que sensibilicen a nuestra sociedad de lo que ocurre en Colombia. El intento de acallar a un hombre, lo que logra es que cuatro nuevas voces se alcen y comiencen una nueva lucha.
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