domingo, 27 de junio de 2010

Palabra y cante, unidos de la mano sobre un «tablao»

Almudena Grandes y Juan Valderrama tienen su noche flamenca. Se celebra en el Complejo el Aguila que acoge los cuatro días del ciclo La música de los espejos del festival Suma Flamenca


Jueves 24 de junio de 2010. Complejo el Águila. Madrid


Juan Valderrama y Almudena Grandes en el cartel del concierto
Juan Valderrama y Almudena Grandes en el cartel del concierto
El festival Suma Flamenca ofrece el ciclo La música de los espejos, en el que se mezclan escritores con cantaores para dotar de nuevas experiencias al cante. En este caso ha unido a Almudena Grandes con Juan Valderrama en una noche mágica. Al llegar espera al público un escenario vacío, salvo por tres sillas negras de madera para la estructura y esparto para el asiento. Para el público se han colocado varias filas de sillas plegables, también de madera. Entre ellas, dos bancos de cemento con forma de estrellas sirven de mesa para las velas que iluminarán la noche. El público es variopinto, pero en seguida destacan un grupo de orientales con sus cámaras, parecen gimnastas cuando buscan la mejor postura para intentar obtener la mejor fotografía, la que luego enseñen orgullosos a la vuelta de su viaje.

Sin duda se trata de un espectáculo diferente que va desvelando con lentitud el misterio. Almudena Grandes toma la palabra y recuerda el poder especial que tienen alguna músicas como es el caso del flamenco. Habla de su vinculación a la poesía y más tarde a Granada por su marido Luis García Montero. Se acuerda de Enrique Morente. Valderrama, al quite, acompañado por el guitarrista Daniel Casares, interpreta una serie de granaínas, abriendo así la parte musical.

Vuelve Almudena a sus recuerdos y se planta escuchando a Morente una letra que la dejó marcada: «Deseando una cosa / parece un mundo, / luego que se consigue / tan sólo es humo». Cuenta la emoción que le transmitió el verso y la sorpresa que le causó saber que no tiene un autor sino que forma parte del repertorio popular. El verso lo utilizó en El corazón helado, una de sus novelas, de la que leyó el fragmento que lo acompaña. Valederrama interpretó la estrofa y ya que estábamos con una nana, continúo con Las nanas de la cebolla.

Cartel de Suma Flamenca
Cartel de Suma Flamenca
Suena muy dulce el timbre de voz de Valderrama, haciendo un flamenco personal, con fuerza y sentido. Almudena Grandes no se atreve, pues reconoce que canta mal y que además tampoco sirve para acompañar, «hay que tener mucho arte», dice. Así que ella sigue desgranando recuerdos de la música que escuchaba cuando de niña viajaba en coche con su padre, una música que forma y construye un mapa sentimental. Cuenta después una anécdota muy divertida en un congreso del PCE, en Francia por los setenta, al que invitaron a Morente. Al maestro le acompañaba Manzanita, muy joven entonces y que no había salido aún de España. Sobre el escenario tres carteles enormes con Marx, Lenin y La Pasionaria y la pregunta de Manzanita sobre quiénes eran y cómo la resuelve Morente. No voy a desvelarla, si se cruzan con algunos de ellos, pregúntenselo, tendrán una forma curiosa de iniciar una conversación con ellos. Aquí Valderrama dice que se va a saltar el guión y ofrece una farruca que pone en pie el vello de los brazos.

Suenan truenos a lo lejos, se ven los rayos que caen anticipando una tormenta que llegará. Nadie se mueve, el viento pasa bajo los arboles, mueve sus hojas, las llamas de las velas tiemblan pero siguen alumbrando. Almudena lee un fragmento, en el que el flamenco está presente, de lo que será su próxima novela que espera ver publicada en septiembre de 2011. Valderrama canta unas alegrías de Cádiz.

Las primeras gotas ya están aquí, no respetan nada. Son suaves y apenas mojan las hojas que le sirven de guión a la escritora. Habla ahora de lo difícil que es saber acompañar con palmas o pies el flamenco. Cuenta varias anécdotas más alrededor de este tema. Valderrama canta vidalitas, milongas y guajiras. Con la última nota comienza el chaparrón, así que los artistas abandonan a la carrera, sin tiempo para bises, el escenario y el público corre también para refugiarse.

Dulce sabor el que queda en la boca, ganas de más en el corazón, en una noche memorable que se llenó de hermosas anécdotas.

A modo de pequeño anecdotario: Tras el concierto, mientras nos refugiábamos de la lluvia en la cafetería del complejo el Águila, la organización de Suma Flamenca tenía preparada una tarta para Juan Valderrama por tres motivos: su santo, su cumpleaños y que se cumple un año con un repertorio exclusivamente de flamenco. Mientras soplaba las velas el público le cantó el Cumpleaños feliz.

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