lunes, 28 de junio de 2010

El placer de los sentidos que acaba rendido

Sobre un trasfondo de ópera, Carlos Saura estrena en las salas Io, Don Giovanni


Cartel de la película Io, Don Giovanni
Cartel de la película Io, Don Giovanni
No soy aficionado a la ópera y suelo pasar de puntillas sobre las películas musicales de Carlos Saura, pero Io, Don Giovanni me ha sorprendido gratamente, pues se trata de una película que ha mantenido mi atención durante todo el metraje, a pesar de contar una ópera cuyo libreto es conocido y de tener una duración superior a las dos horas. De algo especial la ha dotado Saura, algo que intentaré tratar de contar en los siguientes párrafos.

Primero, la forma de recrear la época a través de vestuarios, decorados y una figuración grandiosa para llenar los grandes espacios. Uno respira el bullicio de Venecia en carnaval o el frío solitario de Viena cualquier invierno, pero lo más curioso es que está grabado en estudio. Comenta Saura que siempre estuvo fascinado por el Diorama del siglo XIX donde se reconstruía mediante un juego habilidoso de telones con pinturas muy realistas escenas que configuraban ciudades, panoramas lejanos y pintorescos, acontecimientos históricos... Todo ello en grandes dimensiones. Algo semejante pero con más medios tecnológicos es lo que ha utilizado. Toda la escenografía del film es aparente, artificial, compuesta por fotografías ampliadas en grandes dimensiones y colgadas como telones en el estudio, que conforman calles y plazas, casas y palacios de Venecia y de Viena. Sorprende el efecto que logra, pues se convierte en parte del lenguaje y el universo de Io, Don Giovanni. Podrían parecer horrorosos los tapices sobre los que se va moviendo un carruaje cuando Da Ponte viaja y sin embargo entran en un plano simbólico que adecúa al espectador y le traslada mejor que cualquier otra recreación a aquella época.

Me fascinó el tempo con el que se maneja la historia, la forma en que va siendo narrada, para llegar al alma de cada uno de los personajes. Es este ritmo el que atrapa embrujando al espectador en una historia parcialmente sabida. Contada como una trama que va siendo desvelada en el momento preciso, que se enreda y desenreda y que tiene sus pausas en las que parece que nada ocurre, pero que sin embargo son las que van construyendo la película. Saura se recrea en lo hermoso, como sus protagonistas, y, como ellos, se deja seducir sin perder su papel de seductor.

Una escena de la película Io, Don Giovanni
Una escena de la película Io, Don Giovanni
Es una película cuyos protagonistas apuestan por lo libertino, buscando un amor libre que cubra los anhelos de cada momento, que no haga prisioneros. Para ello se recrea en la conquista, pero según avanza la película, según envejecen los personajes, aparece una lucha interior del hombre al que ya no satisfacen en igual medida sus conquistas y se da cuenta que ha emprendido una búsqueda de la felicidad atada a un placer efímero. Seguir por sostener el mito o cambiar por amor es lo que acucia a Da Ponte mientras escribe Io, Don Giovanni, un personaje que construye con la vida de su amigo Casanova y también con la suya, lo que le produce dudas entre representar el final que desea o el final que merece.

La música ayuda mucho, la selección de arias y fragmentos del Don Giovanni sirven para llenar la pantalla y la sala, para recrear una ambiente callado de atención, cercano a lo sacro que una ópera suele simbolizar. Son también un termómetro de la pasión y el drama. A la vez, estos momentos son utilizados como una especie de voz en off que surge como forma de contar los pensamientos interiores de sus protagonistas sobre su propia realidad. Una voz que habla sobre todo de deseos. Bellas y potentes son las voces que transmiten la emoción. Voces que se encargan del reparto escénico de la ópera y también de la interpretación de sus personajes en la parte que no es musical.

El sentido del humor también está presente en la película, algo que produce una sonrisa de vez en cuando, como un guiño que nos despeja del dramatismo. La presencia de Mozart, muy alejado de la versión vista en Amadeus, supone un acierto. Es desmedido en lo que respecta a su música, pero por lo demás un ser humano amable y cariñoso, probablemente como debió ser. Sin embargo no todo lo que refleja Io, Don Giovanni es realidad, hay varias licencias poéticas usadas por Saura para componer su propia interpretación del mito.

Otro gran acierto es el casting. Se trata en su mayoría de jóvenes actores y actrices italianos bastante desconocidos, pero que consiguen dar una magnitud excepcional a cada uno de sus personajes. Compartimos con Lorenzo Balducci (Lorenzo Da Ponte) sus zozobras; sentimos a Lino Guanciale (Mozart) muy próximo, tanto que nos conmueve con cada uno de sus gestos; admiramos de Emilia Verginelli (Annetta) primero su belleza y después toda su realidad e imaginamos que el porte de Tobias Moretti (Casanova) le va a acompañar siempre.

Carlos Saura durante la rueda de prensa de presentación de la película Io, Don Giovanni
Carlos Saura durante la rueda de prensa de presentación de la película Io, Don Giovanni
En la rueda de prensa posterior, Andrés Vicente Gómez, el productor español, habló que las estrategias de distribución se han complicado mucho en lo últimos años y que no siempre se puede estrenar cuando uno quiere. De todas formas, señaló, que desde septiembre en que se pasó en el festival de Toronto hasta aquí ha transcurrido un plazo normal. Lo que sí ha sido más largo es el proceso completo, ya que se comenzó el proyecto hace tres años. A Andrés se lo propuso un productor austriaco que terminaría descolgándose del proyecto. Le interesó, pero puso una condición: que la dirigiese Carlos Saura. Transmitió la idea de que es necesario realizar películas por encima de las posibilidades de uno mismo, de nuestro cine, porque sino todo se queda en comedias previsibles y repetidas, hechas para el mercado.

Por su parte Carlos Saura comenzó hablando de que la propuesta inicial que recibió de Andrés Vicente Gómez era muy extensa y ambiciosa, puesto que abarcaba toda la vida de Da Ponte. Sarra propuso ceñirse solamente al Don Giovanni, ya que una parte de la vida y pensamiento de los autores se la habían llevado a los personajes de la ópera. Cuenta que le interesaba contar el impulso que supone el letrista para Mozart y el proceso de trabajo que siguen ambos. En realidad es el mismo que utiliza Saura, pues al encontrar documentación del método que realmente usaban Da Ponte y Mozart se inspiró en el suyo propio. Hablando de Don Giovanni indicó que es un tema eterno que siempre mantendrá su vigencia, ya que habla de esas cosas compulsivas del sexo llevado al límite y a la vez refleja el sustrato masculino de la conquista para el que Carmen sería el perfecto antídoto.

Reconoce que le resultó una sorpresa encontrar a tanta gente con talento en Italia para interpretar esta película. Del elenco destaca especialmente a Lino Guanciale, el actor que interpreta a Mozart y con el que le gustaría seguir trabajando en el futuro.

Cuenta luego que fuera de España le reciben como a un torero, y añade que le parece «una exageración, las cosas como son». Sus películas siempre obtienen un gran éxito fuera de nuestras fronteras. Confiesa que de todas las presentaciones de Io, Don Giovanni se queda con la de Nantes porque se proyectó en la misma Ópera, algo que nunca se había hecho antes. Dice que esa experiencia la va a guardar toda la vida.

Comenta tener una gran curiosidad que le lleva a tirar por distintos sitios. Busca la aventura y asume el riesgo como caminos que ir progresando hacia delante. Dice tener ideas y necesidad de hacer una película más pegada a la tierra, con el pulso de lo calle, menos imaginativa, que retrate la España de hoy, pero que no le queda tiempo para todo. Le compensa en cierta medida el hecho de ser fotógrafo y hacer muchas instantáneas en los rodajes y en los viajes en tren. Son fotos robadas que reflejan la realidad y a las que luego dibuja las caras para que no se reconozcan.

Respecto al método indica que según va escribiendo van apareciendo cosas nuevas que va añadiendo y luego tiene que elegir, lo que le obliga a ser crítico consigo mismo. Le gusta mucho la improvisación, pero siempre dentro de un material preparado. Cada día cambia algo porque no quiere estar demasiado contento con la que ya había escrito y además porque modificar le sirve para ver que está vivo.

Una recomendación última: ver Io, Don Giovanni en versión original para no perder la musicalidad que el italiano tiene en toda la película.

A modo de pequeño anecdotario: El rodaje se realizó en dos partes, una primera en la Ciudad de la Luz que refleja toda la parte veneciana. Finalizada ésta hubo problemas financieros para rodar en Viena la segunda parte de producción austriaca, por lo que el rodaje se paró durante dos años. Finalmente el productor italiano asumió los gastos y se terminó rodando la parte vienesa en unos estudios de Roma.

Otra de las curiosidades es que Carlos Saura pidió que no hubiera dobles, así que los cantantes tuvieron que interpretar también sus personajes en las escenas de fuera de la ópera.

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