lunes, 9 de julio de 2012

Sacando a la luz lo silenciado

Los autores de la Semana Negra, dedicados a destapar lo escondido, nos hablan de lo turbio que esconden los estados


Lunes 9 de julio de 2012. Gijón

Nos cayó la lluvia como solo lo sabe hacer en Asturias, de una manera discreta, fina e intermitente, que parece como si solo te estuviera lavando la cara. Algunos corrieron hacia las carpas de presentaciones de libros para protegerse. Otros, los más, hacia los bares. Y los que echamos de menos esta forma de llover, seguimos con lo que estábamos haciendo. Esto es la Semana Negra de Gijón y sigue. Así se despedía Paco Taibo en sus presentaciones y la frase se había convertido en santo y seña. Ahora ya no le escucho decirla. Los tiempos cambian. En esta Semana Negra se observan más diferencias que en las ediciones anteriores, no sabría decir todavía si para bien o para mal. Son tiempos de transformaciones. Son tiempos duros; difíciles para casi todo y mucho más para empujar la cultura.

Javier Márquez Sánchez, Letal como un solo de Charlie Parker

Javier Márquez Sánchez y Fernando Marías durante la presentación
Javier Márquez Sánchez y Fernando Marías durante la presentación
Cuando llega la hora de presentar Letal como un solo de Charlie Parker, Jesús Lens, Fernando Marías y Javier Márquez Sánchez salen a la palestra con una extraña apariencia. Van totalmente vestidos de negro y con gafas oscuras. Están de luto por la muerte de Ernest Borgnine a quien se le rinde tributo esta tarde en la Semana Negra. Pero también de negro visten los viernes muchos funcionarios para protestar por los recortes. Lens va a representar el minuto de silencio vivo permanente, así que no habla. Está callado, a un lado, y mira con mucho respeto hacia el frente. A veces cruza los brazos sin perder la concentración. Marías le pregunta a Márquez que papel le daría en su novela a Borgnine. Responde sin dudar que el papel del sheriff.

Sigue Marías. Explica que hacer una novela negra que se desarrolle en tierras norteamericanas es algo que resulta muy difícil a los escritores españoles. Siempre quedan fisuras que hacen que se note que no son de allí. Pero a Javier Márquez no le ha ocurrido y ha escrito un clásico norteamericano. Tanto le sorprendió que, cuando leyó Letal como un solo de Charlie Parker, Marías pensó por un momento que se la había comprado a un estadounidense borracho, desgraciado y pobre y que luego la había traducido. Márquez se defiende explicando que le encanta la literatura y el cine clásico yanki. Ha visto y leído tanto que puede hablar de Los Ángeles en los 80 o de Las Vegas en los 90 mejor que de la Barcelona del 2011. Para él esas ciudades son su realidad más cercana aunque no sea por una experiencia directa de esas de poder tocar.

Entrando en materia sobre la novela explica que su protagonista, Eddie Bennett, es un solucionador de problemas como muchos de los que había en Las Vegas, un lugar en el que lo pasaba allí no salía de las fronteras de la ciudad. Es un hombre que vive en la gran torre de un hotel, pero en el primer piso. Le encargan que cuide de un actor y lo hace. Para ello usa su sintonía con el crimen organizado por el que sabe moverse sin caer ni bien ni mal. Bennett tiene una moral propia y un pasado. Ahora, que se ha movido al lado bueno de la ley, se encuentra purgando sus pecados. Dice Márquez que hoy en día no se sabe quien es bueno y quien malo, que está todo muy confuso, así que él quería crear protagonistas buenos con un lado malo y viceversa. En ese ambiente se mezclan los personajes ficticios de la novela con personas reales. A Márquez no le gusta reservar la historia, así que desvela que el corazón del libro es un hecho histórico que ocurrió durante el rodaje de El conquistador de Mongolia, en su opinión el mayor error de casting de la historia del cine. Pero lo dramático es que aquel rodaje le costó la vida a cerca de la mitad del equipo, incluyendo al director Dick Powell, a John Wayne, a Pedro Armendáriz y a Susan Hayward. Todos murieron a causa de cáncer. Rodaron en Saint George, cerca del área 51 donde se desarrolló el proyecto Manhattan que sirvió al ejército de Estados Unidos para probar por entonces las primeras bombas nucleares. Dicen que el viento del desierto trajo los isótopos radiactivos que produjeron unos enormes estragos y malformaciones en la población que aún siguen visibles. La tasa de cáncer en esa zona supera en un 40% al resto de los Estados Unidos. Nadie pidió disculpas, ni a nadie se le ha culpado nunca. A partir de este hecho real Márquez ha construido la novela porque le pareció una situación especialmente dramática que aún se sigue arrastrando.

La protagonista femenina de la historia es una periodista hambrienta de información en un mundo dominado por hombres que solo le permiten dedicarse a las noticias de cotilleo. Este personaje le ha servido a su autor para cumplir dos objetivos. Por un lado reconciliarse con la mujer en la ficción, pues cuando era adolescente no le gustaba la participación del sexo femenino en las películas del oeste porque eran los momentos donde se perdía la acción y en los que los hombres protagonistas corrían mayor peligro. Por otro lado, esta mujer le ha permitido tratar la historia desde una perspectiva del 2012 y no como una narración de los años 50.

Presentación cruzada: Moncho Alpuente, Un maldito enredo y Aníbal Malvar, La balada de los miserables

Moncho Alpuente, Laura Muñoz y Aníbal Malvar durante la presentación
Moncho Alpuente, Laura Muñoz y Aníbal Malvar durante la presentación
Tanto Mocho Alpuente como Aníbal Malvar son dos periodistas de los que quieren llegar más allá de la pretendida objetividad. Todo lo que se escribe es subjetivo, cuando observas algo cambias lo que está pasando. Las novelas que ambos presentan tienen puntos en común, Madrid como escenario y que en ambas salen policías. Madrid es una ciudad de aluvión donde al segundo día que vas a un bar el camarero te pregunta si te pone lo de siempre. Su ambiente es maravilloso y nadie pregunta nada a nadie. Un lugar en el que no se puede ser nacionalista pues todos vienen de algún sitio y el que menos tiene doble y triple nacionalidad. Un sito de todos y de nadie a la vez. Y lo que quieren los que allí viven es que siga siendo así.

Alpuente dice que ha leído mucho de lo que se ha escrito de Madrid, pero la novela de Malvar, La balada de los miserables le ha sorprendido por la forma tan realista en la que describe el mundo de los marginados, los yonquis, las chabolas con tejados de hojalata y los niños que juegan entre las ratas y las jeringuillas. Así son los poblados de la periferia madrileña, los de la Calzada Real y el Gallinero. Un lugar de muertos vivientes donde los vivos hablan como muertos. Eso es Madrid por mucho que nos tapemos los ojos y Malvar nos trae esa marginalidad absoluta para que no podamos decir que no sabíamos nada de estas zonas donde habitan los excluidos y marginados. Nos lo cuenta de una forma directa, con el léxico y el lenguaje de esos barrios que no son barrios.

Sobre la suya, Un maldito enredo, dice que se desarrolla en el Madrid de la Gran Vía, pero en la trastienda que es donde él nació. Habla de la calle de la Ballesta, de Desengaño, lugares de prostitución todavía aunque la «chuequitación» del barrio haya introducido un poco de buen gusto y diseño. En su infancia tenía muchos modelos de comportamiento y de todos ellos fue aprendiendo. También se fue dando cuenta de que la vida no era tan sencilla ni tan bonita, que con la luz de la mañana todo era más terrible y el esplendor de la noche se había diluido. Recuerda el edificio donde vivía de pequeño, con un vecino policía y otro carterista. De los dos quien más hacía por los demás era el carterista porque necesitaba el apoyo del barrio, así que pagaba los entierros de quienes no tenían medios, ayudaba a subir las bolsas de la compra y te encontraba lo que «perdías». De aquellos tiempos recuerda también que bajaba a comprar vino al bar en el que se reunían los carteristas. Los tiempos de hoy le traen a la mente la inseguridad, aquel carterista ahora le dice que «mire usted como se ha puesto la inseguridad, que yo no salgo a la calle ni para robar». Los de Bankia nos desvalijan mucho más, pero sin violencia. Con buenos modales te dicen mientras te despluman «yo soy banquero y mi trabajo es éste».

Malvar cuenta que lo negro no existe, que es la manera de ver cierto mundo desde lo gris. Que lo gris es la burguesía. Lo blanco es la delincuencia y que mucho peor que esa pequeña delincuencia es tener un ministro que antes fabricaba bombas de racimo. Lo negro es lo que no se investiga. Malvar ha estado en muchos sitios y ha visto muchas cosas malas, por eso sabe que antes de la novela negra existe el humor negro: reírse de la maldad, de nuestra ira verdadera. Y que ese humor hace daño de verdad a los malos. Eso es lo que se dedica Alpuente con sus novelas. En Un maldito enredo la protagonista es una peluquera que va investigando cosas pequeñas hasta que llega al gran poder, porque detrás de un pequeño mal siempre hay un gran mal. En nuestra sociedad no se investigan los delitos que cometen los poderosos, negándose a mirar sobre las injusticias que se están cometiendo.

Alpuente añade que siempre quiso escribir una novela en primera persona del femenino. Recuerda que las aprendizas de peluquera de su infancia eran muchachas que sabían lo que era la vida. Le gustaba esa imagen de una peluquera que lucha contra el sobrepeso y la maldad.

Ignacio del Valle, Busca mi rostro

Ignacio del Valle presentando su libro
Ignacio del Valle presentando su libro
Alejandro Zapico se encarga de charlar con Ignacio del Valle para presentar la novela Busca mi rostro. Zapico es un fotoperiodista asturiano y confiesa que le dio un poco de vértigo cuando Ignacio le llamó para presentar la novela. Leyéndola encontró que en ella había gente que se dedicaba al fotoperiodismo y que tenía mucho en común con ellos y su forma de trabajar. Está bien documentada y lo que cuenta es real. Explica como desarrollan su labor y mucho de lo que allí pasa también lo ha tenido que vivir él.

Ignacio del Valle dice que después de diez años trabajando con el personaje de Arturo Andrade se sintió agotado, así que se fue de viaje y empezó a pensar que quería contar la realidad histórica que le rodeaba: el proceso de globalización, el hundimiento de la Unión Soviética y las guerras balcánicas. Todo está relacionado y lo que cuesta un pescado en Macao influye en el precio de la sidra en Asturias porque hay pocos grados de separación entre lo que ocurre en un lugar y otro. Para ese proceso necesitaba alguien que contara el mundo y eso solo lo puede hacer un fotoperiodista porque son quienes tienen acceso a las realidades que están vetadas por los medios. Construyó a Erin, una mujer fotoperiodista que viaja mucho y que una día, revelando las últimas fotos, descubre en una de ellas el rostro de un criminal de guerra que lleva muerto diez años. Es una novela de identidad, con la que contar que las mafias se han globalizado, el poder que acumulan los grandes medios y la importancia de la imagen. Las guerras balcánicas fueron algo terrible y nefasto que nos mostró el poder de la simbología y la propaganda para generar emociones. Allí viven sobre brasas que dan el peso específico de las cosas, enquistadas de generación en generación. Ocurrieron a dos horas de Barcelona y nos la contaron como si hubieran sido muy lejos de Europa. La caída del Muro de Berlín escenificó la destrucción de un entramado político y la depredación de un país. Fue el saqueo de la Unión Soviética, con un estado incapaz de mantener una ley que produjera una mínima estabilidad, lo que dio lugar a la aparición de las mafias rusas que se convirtieron en las parteras del capitalismo en la región. Con Putin se recuperó parte del poder del Estado y las mafias se movieron hacia el Este y se encontraron con una nueva situación privilegiada: una sociedad adormecida con necesidades ilegales. Así se convirtieron en empresas de servicios de lo prohibido, lo que les reportó grandes beneficios.

El autor de Busca mi rostro reconoce que no trabaja con los hechos como tales, sino que los utiliza y los moldea. Pero que para ello pasa muchas horas documentándose: hablando con gente del oficio, leyendo… Usa todo lo que tiene en su cabeza para escribir. Lo va mezclando. Lo bueno de la postmodernidad es que no hay una línea que separa la cultura alta de la baja. Ya no hay diferencias, todo está imbricado. El mundo se ha hecho muy complejo. La fotografía es una especie de deseo de parar el tiempo, de convertir algo en inmortal para que no se pierda jamás. Necesitamos captar imágenes que nos definan algo. Luego está el photoshop con el que crear la iconografía. Los símbolos son importantes para nuestra sociedad, para ellos no existe la muerte, la corrupción o el mal. Del Valle explica que le interesan los ideales que fabrican la imagen, ese ideal inalcanzable. Se pregunta luego que engancha de la guerra y dice que nos fascina porque da soluciones muy sencillas a problemas muy complejos y también porque nos pone ante dilemas morales que en la vida común no ocurren. Zapico añade que a él no le atrae la guerra, pero sí estar en el sitio en el que está pasando la historia, le interesa el hecho de creer que con su trabajo va a descubrir que pasó con un genocida y que contando su historia va a encontrar una solución para que esa persona pague por todo lo injusto que ha hecho. Ese una forma de narrar lo que el poder ha silenciado.

Ese rostro que busca Erin es el de Viktor, que es el malo de la novela. Un personaje complejo e inteligente, pues los enemigos listos son los que te obligan a mejorar y por tanto los que le interesan a Ignacio del Valle. El resto de personajes va a crecer en la novela intentando cazarle. El mal es ambiguo y todos somos víctimas y verdugos. Nadie puede poner la mano el fuego y decir que va a ser bueno siempre. Es la condición humana y al final cada uno tiene sus razones para explicar su comportamiento. Sin perdón todos somos salvajes. Solo nos separan unos centímetros de la animalidad y necesitamos ir poniendo diques –la justicia, la cultura…– al animal que llevamos dentro.

Paco Pérez-Arce, Xalostoc

Paco Taibo y Paco Pérez-Arce durante la presentación
Paco Taibo y Paco Pérez-Arce durante la presentación
Cuando Taibo habla de Xalostoc, la novela de Paco Pérez-Arce, explica que tiene dos patas, cada una en un acontecimiento diferente con diecisiete años de diferencia, pero que el lector va a encontrar una tercera. Sin duda al ser leída encontrará luz sobre lo que está pasando ahora en México con el reciente fraude electoral y que va a destaparse en los próximos días. Xalostoc tiene que ver con elementos que son la génesis del México de nuestros días, el que tiene que caer del todo después de tantas sacudidas. Pérez-Arce es un economista, un investigador de las ciencias sociales y un hombre que forma parte del movimiento del 68. A esto suma que ha escrito seis novelas y que es coordinador de Morena Cultural una asociación que agrupa a la disidencia cultural que denuncia la situación que vive el país. Taibo explica que otro de los libros de Pérez-Arce, El principio circulaba de mano en mano entre los movimientos estudiantiles pues incidía sobre los movimientos sociales. Xalostoc, por su parte, nos muestra la conexión entre los movimientos estudiantiles y sindicales y resulta una proyección de futuro para quienes han vivido estos momentos en México donde los estudiantes dicen no al liberalismo, a la corrupción y a unos medios de comunicación al servicio político del estado. La novela alimenta la voluntad de un cambio que urge y es necesario.

Pérez Arce explica que su novela habla de la historia de México del último tercio de siglo, la que comienza con la masacre del 68 en la que el ejército disparó en un mitin de estudiantes y mató a cientos de ellos por el hecho de que habían constituido un movimiento que pedía libertades democráticas. Su intención es la de contar el estado de ánimo de un país y por el camino se ha encontrado, tras la publicación, con un movimiento estudiantil, Yo soy 132, que nace ahora y que no va a tener el trágico final que tuvo el del 68.

En América Latina, la novela negra tiene una inmensa carga social, pues en ella se discute de los crímenes de Estado que han sacudido sistemáticamente a esos países. Xalostoc cuenta la historia ficcionada de una huelga en el 75 para pedir el derecho a construir un sindicato y que se paguen las horas extras como dice la ley. En México la legalidad laboral casi no existe. Hay un sindicalismo que llaman «charro» que es corrupto y de papel, pues son los patrones quien se encargan de poner y quitar. La huelga del 75, contada en monólogo por tres de sus protagonistas, se enfrenta a la patronal y al aparato del Estado que se coloca por encima de las personas. Durante la huelga se produce un hecho terrible: el asesinato de uno de los activistas que es revisado por los protagonistas, incluyendo a un policía que colabora con la represión.

El segundo de los acontecimientos ocurre en el 92 y es el que da pie al trasunto policiaco. Los protagonistas ahora muestran sentimientos enfrentados sobre aquellos movimientos. A uno de aquellos activistas, que ahora tiene una vida acomodada, le ocurre algo que no llega a comprender tras una noche de copas. Para resolver su problema, un negocio oscuro en el que está metido el Estado, recurre a su viejo enemigo, el policía. ¿Qué ha pasado en este tiempo para que se puedan entender y tengas tratos un policía represor y un antiguo líder de los movimientos sociales? Desvelar la historia nos llevará por el sindicalismo charro y el mundo de los negocios turbios.

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