viernes, 13 de julio de 2012

Rodeados de barbarie

Cristina Fallarás asume el protagonismo en este viernes 13 de Semana Negra


Viernes 13 de julio de 2012. Gijón

Hay quien dice que en la Semana Negra de Gijón puede pasar de todo. Hasta lo imposible. Al llegar a las puertas del recinto me las encuentro cerradas. El motivo es simple: en Gijón se ha levantado un fuerte viento. Mientras los bomberos están revisando las atracciones y las carpas para asegurar que todo se mantenga seguro, hablo con Fritz Glockner, librero de cabecera de todas las Semana Negras. Me explica con aspavientos como la ventisca ha movido algunos objetos por el aire. Yo le cuento que fuera hay mucha gente que está esperando a que abran las puertas. Sonreímos porque todo ha pasado. Abren y una pequeña marabunta de jóvenes entra en tropel. Nos miramos, parece ser que ninguno de los dos ha exagerado.

Cristina Fallarás, Últimos días en el puesto del este

Cristina Fallarás presentando su libro
Cristina Fallarás presentando su libro
Con la carpa A Quemarropa llena de escritores, Sebastián Rutés presenta a la primera mujer que ha ganado el Hammett en los 25 años de historia que tiene. Lo hace con pasión y devoción. Describe con meticulosidad la novela Últimos días en el puesto del este de la que se muestra maravillado. Dice que es difícil transmitir la emoción que sintió cuando la leyó. Añade que arranca con una situación muy misteriosa en la que no se entra en detalles: pasó una catástrofe, hay un grupo de sobrevivientes reunidos en una casa de un bosque a las afueras de Barcelona y están rodeados por los otros, esa barbarie que quiere acabar con el último remanso de la civilización. Es una novela alegórica y está escrita como un diario o como los pensamientos de una mujer.

Fallarás ha venido dando voz estos días a los que pensamos que hay que plantarse ante el gobierno y denunciar hacia dónde nos está llevando estas políticas neoliberales. Su presentación no defrauda. Explica que Últimos días en el puesto del este nace de la precariedad más absoluta, cuando un día se dio cuenta de que a la semana siguiente no iba a tener que dar de comer a los niños. Le dijo a su marido «la carne para los niños». Cuando esto lo tiene que decir alguien con trabajo y con una fuerza productiva para publicar dos libros al año, es que algo se ha roto en esta sociedad porque no hay duda de que ha fallado. Se encerró a escribir. La novela cuenta diez días y al empezar ya sabes que vas a vivir una gran catástrofe. Fuera está la bestia, los otros, los asimilados, los que forman parte de esto, los que han ganado. Y lo han hecho sometiendo a los que piensan diferente. No les van a matar porque su victoria es que mueran solos de inanición. Esa es la alegoría que cuenta Fallarás y no se sabe muy bien si habla del libro o de nuestra realidad política y social.

Con la escritura de Últimos días en el puesto del este ahonda en la manera más literaria para expresar algo que quiere contar pero que es difícil: su opinión sobre el momento que vivimos, ese desastre radical en el que todo lo que tenemos alrededor se derrumba. En Barcelona el 25% de su población está por debajo del umbral de la pobreza. El 40% de los que están en paro no cobran nada. Fallarás se pregunta qué nos pasa, qué enfermedad tiene esta sociedad para que no se mueva. Hay algo perverso que nos convierte en excluidos, que rescata bancos en lugar de a personas. A los presos les han quitado los bocadillos porque esa medida es un gran ahorro social. La forma en la que Fallarás se revela contra todo esto no puede ser otra que escribir porque cuando enuncias le das peso a los problemas y se pueden lanzar. Si no lo expresas, entonces la realidad forma parte de lo que no existe. La gente capaz de poner en palabras esa denuncia no lo está haciendo. El sistema es como un elefante al que le han pegado un tiro y tarda en caer.

En sus dos últimas novelas, Las niñas perdidas con la que ha ganado el Hammett y ésta que presenta, tienen un eje central que cambia el punto de vista: el hecho de tener hijos. Cuando no los hay, se puede delinquir porque quieres hacerlo y asumes el riesgo y la pena. Cuando tienes hijos esa posibilidad ya no existe, pues sabes que cometer un delito puede significar el desamparo para ellos. Ya no se puede ser una bestia siendo madre. Fallarás ha metido al hijo en la narrativa. La realidad no es sencilla, impone condicionantes y dependencias que hacen que muchas mujeres soporten lo que no deberían. Pone por ejemplo que si matas al padre que te apalea vas a ir a la cárcel y el niño al reformatorio.

Javier Calvo, El jardín colgante

Javier Calvo y Ángel de la Calle
Javier Calvo y Ángel de la Calle
Confiesa Ángel de la Calle que, preparando esta Semana Negra, la novela que más le ha interesado de un escritor español ha sido El jardín colgante. Destaca de ella la forma de retratar la atmósfera de la Transición y los personajes.

Javier Calvo explica que los protagonistas son dos agentes secretos que trabajan para desarmar una banda armada de la invención del autor. El primero es un burócrata que solo puede funcionar desde la conspiración. Es el que infiltra al otro agente. Ambos son antagónicos y cada una de sus historias va avanzando para encontrarse al final. La novela narra cómo poco a poco van destruyendo esa banda. Cuando se puso a escribirla leyó muchos libros de historia y vio películas. En las izquierdas europeas se ha dado una especie de mito épico y romántico de la lucha armada porque el rebelde se sacrifica, lucha por cambiar la sociedad. Aquí se deslegitimizó. A Calvo le interesa ese instante en el que el revolucionario se convierte en terrorista, porque hubo un momento en que no era así. El El jardín colgante surge de la mirada romántica que le inspiró la película El complejo de Baader Meinhof o R.A.F. Facción del Ejército Rojo y de la violencia de La familia Manson.

La Barcelona de los años 70 todavía está viva en la memoria de la gente, así que no sintió que tuviera que explicarla, bastaba con mencionarla. De esta forma se puede centrar en retratar la parte que le interesa. Por un lado mostrar a los servicios secretos dialogando mientras se forjaba la Transición con todas las bandas armadas, partidos políticos –legales y clandestinos–, grupos sociales… Por otro contar la clandestinidad de los grupos armados. Añade que hay episodios colocados en la trama para dar miedo, como la caída de un meteorito que funciona como presagio. Hay en ello una voluntad metafórica de decir que España ha empezado una nueva era y mostrar la sensación de final de una época en la que se perderán cosas. El novelista no tiene el imperativo de escribir novelas con tesis, puede sustituirlas por la tragedia. Es una forma de dar su opinión en la novela sobre lo que piensa de aquella época.

Charlas del XVI Encuentro Internacional de Foto y Periodismo, José Palazón

José Palazón (Foto: Angie Álvarez)
José Palazón (Foto: Angie Álvarez)
José Palazón ha venido a la Semana Negra para hablar de una actividad que le absorbe. Tiene cara de profesor, de esos que miran por encima de los cristales de sus gafas y una sonrisa de pillo porque ha vivido mucho. Cuenta que llegó a Melilla con 14 años. Creía que seguía en España, pero allí se dio cuenta de que se equivocaba. No hay que irse al tercer mundo para encontrar escenas de explotación repetidas a diario. Todos los días, las mujeres marroquís pueden pasar la frontera cargando un bulto de contrabando de hasta 80 kilos. A Palazón le cuesta explicarlo, dice que junto con Ceuta son los únicos puntos de la tierra donde el Norte rico y el África pobre se juntan. Cuenta que un día se hizo consciente de que 120 niños vivían en la calle y comían de la basura. Cuando fue a tratar el tema con las administraciones no había nada que hacer, decían que eran de Marruecos. Empezó a darles clase en su academia y las administraciones le amenazaron por estar creándoles expectativas de quedarse allí. Quisieron impedírselo en el colmo del sinsentido, no poder dar clase a un niño porque duerme en un contenedor. Con unos amigos crearon una asociación y al curso siguiente consiguieron que a los niños de la calle los admitieran en las escuelas. Empezaron a asistir y al final no faltaba ninguno. Su objetivo lo tiene claro, hacer cumplir a la administración las leyes españolas. Todo lo español que hacen en Melilla se ciñe a actos con la bandera.

El tema de los menores le llevó a conocer a sus familias, fue viendo las situaciones que se daban y que suponían una violación gravísima de los Derechos Humanos. Hay unas 20.000 personas que no están en el padrón, pero son de allí, nacieron y siempre han vivido en Melilla. Nunca se les ha reconocido la nacionalidad española y eso que son ya la tercera generación. Tampoco han podido salir de Melilla, si lo hicieran no podrían regresar porque no tienen ninguna documentación. Esta situación crea bolsas de pobreza. ¿Cómo se las arreglan en la asociación para paliar esto? Lo primero es que no tienen dependencia económica de ningún tipo, pues no solicitan ni reciben ninguna subvención, cada socio vive de su trabajo fuera de la ONG. Dice Palazón que ellos están para dar caña y lo que tratan es forzar a que se dote a la familia de documentación para que puedan tener un trabajo, ir al colegio, sanidad… También se organizan para que nadie se quede en la calle. Cada socio se hace cargo de lo que puede. La respuesta es buena, pero no saben hasta dónde y hasta cuándo se puede llegar porque es un atajo y no la solución definitiva.

Describe la frontera como si estuviera cruzándola. Lo primero es un muro de tierra, como los que Marruecos también utiliza en el Sáhara, vigilado por soldados armados que fusilan y que usan balas explosivas. Después un foso, una alambrada de ocho metros, unas láminas de acero que escupen a quien intenta cruzarlas contra un lugar lleno de cables, otros seis metros y más cables, dos metros, subir ocho más y dejarse caer sobre cemento. La frontera es una máquina que mata ella sola. Si un artilugio similar se usase para cazar pájaros estaría prohibido. Palazón denuncia que España paga a los marroquís con dinero de nuestros impuestos. En 2005, el gobierno de España no tenía peso en Europa. Marruecos buscaba mejorar sus acuerdos comerciales y dar salida a sus tomates. Los marroquís crearon una crisis migratoria con las fronteras españolas que se cruzaban por mar en pateras y a pie por las de tierra en Ceuta y Melilla. España se inventa la alianza de civilizaciones para solucionar el problema, lo que sirve para darnos protagonismo y permite a Marruecos mejorar sus acuerdos comerciales como socio preferente de Europa. Así se convirtieron en los guardianes que utilizaban todo tipo de armas contra esos «violentos del sur que venían a quitarnos el trabajo, el pan y la sanidad». Al final quien nos quitó todo eso fueron los bancos. ¡Cómo iban a ser enemigos los que venían con los brazos desnudos a trabajar!, exclama. Con la crisis, ahora les toca de nuevo a los españoles salir fuera.

Palazón continúa diciendo que se apoyan en lo legal para obtener que se cumpla lo escrito. Trabajan con el Defensor del Pueblo, con la fiscalía y con mucha gente que les apoya calladamente, porque extraoficialmente han conseguido una gran simpatía en Melilla. Esos ciudadanos anónimos denuncian y les informan de lo que están pasando. Son funcionarios, policías, guardias civiles, médicos, militares… No aparecen en las listas oficiales, pero están ahí, activos.

Charlas del XVI Encuentro Internacional de Foto y Periodismo, Mónica García Prieto

Mónica García Prieto (Foto: Angie Álvarez)
Mónica García Prieto (Foto: Angie Álvarez)
Mónica García Prieto es una periodista con años de experiencia que trabaja de corresponsal en Oriente Medio para Periodismo Humano. Fue de las primeras que entró en Siria cuando estalló la revolución, un lugar poco accesible para la prensa independiente.

En Siria gobierna Bashar al-Assad y lo hace bajo un régimen dictatorial. Tuvieron una revolución en 1982 cuando la comunidad suní se levantó contra el presidente Hafez al-Assad, padre del actual mandatario. Bajo sus órdenes el ejército sirio, comandado por Rifaat –hermano menor de Hafez–, sofocó la revuelta llevando a cabo la masacre de Hama. La ciudad quedó arrasada. El Comité de Derechos Humanos de Siria fija el número de muertos en 40.000 personas. La periodista intenta hacer una descripción cronológica que le lleva como punto de arranque a las primaveras árabes. A todo el mundo le resultaba difícil pensar que se contagiaran a Siria. En primer lugar por el miedo. Es un país que vive en un estado de violencia desde hace más de 30 años, un auténtico estado policial donde hay un agente secreto por cada 250 sirios. Tal es la situación que la población nunca se atreve a criticar al régimen porque saben que quien lo hace desaparece. Otro factor es la corrupción que ha generado un ambiente irrespirable donde se piden sobornos para todo. Mónica García Prieto señala que ha conocido funcionarios que no pueden alimentar a su familia, así que no les queda otra opción. La última de las causas es la ausencia de libertades políticas. Cuando Bashar al-Assad llega al poder promete que va a hacer unas reformas y pide consejo a la disidencia que pronto señala como imprescindibles los derechos económicos para que todos los ciudadanos puedan acceder a la riqueza en las mismas condiciones que la cúpula dirigente, educación para resolver el problema del analfabetismo, la libertad de prensa y la libertad de expresión. Ninguna de las cuatro se ha realizado, la riqueza sigue en las mismas manos, la educación realmente es doctrina, la prensa no puede publicar nada que contradiga al régimen y el miedo a ser detenido impide expresar las opiniones en público.

El pueblo teme la respuesta del régimen y sin embargo, aprovechando el escenario a principios de febrero de 2011 donde las diferentes primaveras árabes han ido teniendo éxito, se convocan protestas. En ellas aparecen más agentes secretos que sirios. El 15 de marzo se manifiestan ante el Ministerio del Interior para pedir la libertad de los presos políticos. Muchos manifestantes son arrestados. Tres días después unos chavales hacen una pintada pidiendo la caída del régimen. Les detienen y desaparecen. El 23 hay una nueva manifestación pidiendo que se libere a los chicos. Las fuerzas represoras del gobierno disparan y se producen muertos. Se celebran los funerales, acude más gente, más disparos, más muertos y así se sigue construyendo la espiral durante los días siguientes. Los chicos salen liberados, pero muestran signos de tortura. Las protestas se extienden y desde el régimen se establece la consigna de que quienes acuden a las manifestaciones son terroristas salazistas y como tales hay que tratarlos. Las divisiones de élite del gobierno rodean con tanques a los manifestantes y disparan. Todo va in crescendo. En julio se producen las primeras deserciones de militares porque no quieren seguir cumpliendo las órdenes que les obligan a disparar y torturar a civiles. Cuando las deserciones crecen se forma el Ejército Libre de Siria. Como no tienen armas las consiguen de dos maneras, atacando los destacamentos donde se guardan municiones y comprándolas en los checkpoints. En agosto llega el Ramadán y, al contrario de lo previsto, aumenta la presión lo que hace que el enconamiento de la población suba. El régimen rodea Hama y Homs, se producen ataques con armamento pesado y fuertes enfrentamientos que obligan al Ejército Libre a empezar a organizarse.

Homs se convierte en la capital de la ensangrentada Siria porque nunca cedió a los muertos y porque se prepararon bien desde el principio con hospitales de campaña. Los activistas tuvieron claro que tenían que jugar con la información. Consiguieron retransmitir muy bien y lo hicieron siempre. Cuando Mónica García Prieto iba hacia Siria en su primer viaje, en el mes de diciembre, pensaba en un fenómeno urbano de poca intensidad. No fue eso lo que encontró. El régimen no concede visados, así que entró clandestina. Narra como la iban pasando de familia en familia, haciendo unos pocos kilómetros, parando para no despertar sospechas… lo cierto es que se avanzaba muy lento y los kilómetros se hacían interminables. La ventaja es que aquel ritmo le permitía la oportunidad de conocer a la gente. Todos esos pueblos por los que fue pasando eran cómplices y toda su población estaba involucrada. Tenían que levantarse porque no les quedaba futuro. La gente pasaba miedo, pero lo superaba. Lo que la periodista vio en Homs fue una ciudad tomada por los francotiradores, atacada por morteros, sin gas, ni electricidad y toda la inventiva de la población civil. En su segundo viaje, en mayo de este año, pudo ver a la población más radicalizada. Ahora sí quieren que caiga el régimen, ya no se conforman con reformas y la libertad de los presos políticos. Percibe que los discursos se han hecho sectarios, algo que no ocurría antes, han aumentado los crímenes y todo aboca a que cuando caiga Bashar al-Assad se produzca una guerra civil. Vamos a tener que hablar mucho de Siria en los próximos años.

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Novelpol entrega cada año su premio a la mejor novela. Es el único premio que da de comer y de beber a quien lo gana y la respuesta está en la fotografía que acompaña a este texto. El afortunado ha sido Claudio Cerdán por El país de los ciegos.

Cerveza ficción es un certamen de relatos que organizan la editorial Amargord y Amstel. Lo ha ganado Laura Muñoz con La petición y ahora se edita el libro que contiene ese cuento y diecinueve más de los que participaron y han sido seleccionados por el jurado.

Mongolia es una revista que está siendo una interesante revelación en el panorama nacional. Con humor, el mismo que desplegaron durante la presentación, están diciendo grandes verdades. Con ironía están royendo las bases de lo más carca de nuestra sociedad. Con inteligencia nos están ayudando a despertar. Con denuncia también están haciendo buen periodismo.

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