miércoles, 11 de julio de 2012

A la calle, como en el 62

La Fundación Juan Muñiz Zapico organiza en la Semana Negra la mesa redonda 50 años de la huelga minera de 1962


Miércoles 11 de julio de 2012. Gijón

Público asistente (Foto: Angie Álvarez)
Público asistente (Foto: Angie Álvarez)
La noche del 10 llegaron los mineros a Madrid. Les recibieron los madrileños con aplausos y les hicieron sentir que no caminaban solos, sino acompañados por una multitud que le pide al gobierno de Rajoy que cumpla lo pactado y no esconda el dinero que le corresponde al carbón. Basta de engaños. Basta de recortes. Basta de trapicheos. La ciudadanía quiere que los servicios públicos de educación y sanidad se mantengan funcionando como lo han venido haciendo en el pasado, con la misma calidad, con idéntica eficacia, sin recortar un céntimo, que sigan siendo de todos y para todos.

En la multitudinaria marcha de apoyo a los mineros de la mañana del 11, se han repetido las mismas consignas. Pero tenemos un gobierno sordo, que trafica con los amos para el beneficio de ambos y que hace de su mayoría un sayo que está dejando desnuda y hambrienta a la clase obrera. No les importa lo más mínimo. Además de sordo, el gobierno se comporta de una forma brutalmente represiva. Suele ser que cuando se pierde la razón se acude a la fuerza como solución. Su forma dictatorial del aquí se hace lo que yo digo porque es lo bueno para España tiene que caer. Debemos salir a la calle para frenar esta regresión injustificada y originada por una crisis-estafa, es nuestro deber parar esto. Rajoy es incapaz de hacer deducciones, esta intelectualmente imposibilitado para dar explicaciones que no sean de perogrullo pues no sabe sostener un razonamiento mínimo más allá del esto es así porque es así.

En este día de recortes y de mineros, la Semana Negra de Gijón nos refresca la memoria y nos enfoca el camino por el que se producen los cambios. El acto central de hoy, organizado por la Fundación Juan Muñiz Zapico es una mesa redonda dedicada a los 50 años de la huelga minera de 1962.

Se encarga de moderar la mesa el escritor Alejandro Gallo, lo hace controlando el tiempo en su reloj de pulsera, del que se ha desprendido y coloca a su lado, para mirarlo atentamente. La primera función de un moderador es romper el hielo y lo hace recordando unas imágenes de unas horas atrás, la de los mineros entrando en Madrid bajo las banderas asturianas y leonesas que tanto significan para Gallo. Después le cede la palabra a Benigno Delmiro para que nos relacione la huelga con la literatura.

Benigno Delmiro: «La cultura minera va a ser ese pozo que no se cerrará nunca»

Rubén Vega, Armando López Salinas, Alejandro Gallo y Benigno Delmiro (Foto: Angie Álvarez)
Rubén Vega, Armando López Salinas, Alejandro Gallo y Benigno Delmiro (Foto: Angie Álvarez)
Benigno Delmiro dice que la huelga del 62 generó y sigue produciendo una cantidad inmensa de textos. El mundo minero está siendo reflejado en todas las artes. Al igual que ya existe una literatura minera, existirá también una filmografía minera. Pero de lo que sabe sobre todo es de literatura. Avisa que si llega el cese del carbón, los mineros impregnarán la literatura más que nunca. La cultura minera va a ser ese pozo que no se cerrará nunca.

De la literatura minera dice que forma parte de la literatura social, la que presenta múltiples dimensiones en defensa de los desarraigados de toda la era industrial que fueron motor del desarrollo en este último siglo y medio. Entre otras cosas, da cuenta de la dualidad social que el proceso de industrialización ha creado, de las diferencias entre los patronos y los obreros. En la mina se lucha contra los cuatro elementos: la piedra, el fuego, el aire convertido en polvo dañino y el agua que provoca torrentes destructivos. Es como si la propia naturaleza se desendiese para que no se esquilmen sus recursos naturales, para que el carbón tenga que ser conquistado. La literatura minera también ha presentado un servicio de creación de las mitologías locales.

Sobre las temáticas que recoge este tipo de literatura Delmiro destaca principalmente dos. La primera es el accidente y la enfermedad, contar la tragedia minera mil veces repetida. El segundo motivo es la huelga, ese estallido social que explota para defender con dignidad los derechos obreros frente a los abusos del patrón o para construir, cuando no los hay, un marco de legalidad con ellos. Los dos juntos son una representación épica y trágica que mantiene ciertas relaciones con una especie de guerra. Cita luego muchos títulos y lo hace empezando con la nueva literatura minera que se está haciendo en estos tiempos del que Alejandro Gallo con Una mina llamada infierno es un buen ejemplo. Recuerda a Jesús López Pacheco y su cuento Desde los hombros de mi padre que habla de huelgas y represión, y donde nos explica que cuando el río bajaba limpio era señal de que la huelga había triunfado. Añade El valle negro de Alfonso Camí, La furia y el silencio de Jorge Reverte, Les ruines de Xandru Fernández, El hermano pequeño de Vázquez Montalbán, La sombra del tren de Marcelino Iglesias… y así podría seguir toda la tarde.

Rubén Vega: «La huelga del 62 se resolvió a través de la negociación»

Mesa redonda: 50 años de la huelga minera de 1962 (Foto: Angie Álvarez)
Mesa redonda: 50 años de la huelga minera de 1962 (Foto: Angie Álvarez)
Rubén Vega es historiador, así que nos cuenta la huelga del 62 desde otro prisma. Lo primero que hace es preguntarse por qué la seguimos recordando cincuenta años después. La respuesta es sencilla, porque algo salió bien entonces. Dice que fue mucho más que una huelga. Empezaron solo los mineros de Asturias y se terminó convirtiendo en una huelga obrera al unirse otras regiones y otros sectores. Hay que recordar que entonces no había derecho a huelga y que por tanto no era legal. Explica Vega que su desarrollo afectó al régimen en sus propios cimientos, especialmente cuestionando la autoridad del franquismo que tuvo que llegar incluso a discutir la viabilidad de un derecho limitado de huelga.

Aquella huelga cambió muchas cosas, por ejemplo las estadísticas sobre huelgas en España se empezaron en 1963 porque el régimen asumió que iba a tener que convivir con ellas y necesita estudiarlas. Otro novedad es que se resolvió a través de la negociación: un ministro se baja del consejo de ministros y viene a hablar directamente con las comisiones de los mineros, saltándose todas sus estructuras del sindicato vertical y mostrando así que habían dejado de ser válidas por incapaces. Los mineros consiguen que el ministro acepte sus reivindicaciones, se vuelva a Madrid y se publiquen oficialmente antes de dar por terminada la huelga.

Vega explica qué otros elementos ayudaron a presionar al franquismo. En primer lugar fue importante el apoyo y el pronunciamiento a favor de las reivindicaciones mineras de los curas de base de las cuencas mineras y de alguna parroquia más, algo que preocupa a la Iglesia que no ve con buenos ojos que sus sacerdotes se pongan codo con codo con los comunistas. También afecta a las relaciones internacionales en el momento en que Franco había solicitado ser admitido en la Comunidad Económica Europea. La huelga se convierte en portada de la prensa internacional poniendo de manifiesto que en España no hay libertad de expresión ni derechos de ningún tipo, empezando por el de huelga. Se producen manifestaciones en todo el mundo. Son los exiliados, los inmigrantes y los brigadistas internacionales los que reactivan la solidaridad con España. Lo mismo ocurre con estudiantes e intelectuales que muestran su apoyo porque ambos sectores veían a la clase obrera como el motor de la historia, algo que compartía la policía represiva. Alberti, en uno de sus poemas, nos muestra como referente a seguir a un minero barrenero. Ahora sabemos que la clase obrera no va a cambiar el mundo, pero aún le queda capacidad de respuesta y de lucha para enfrentarlo.

Al final de su intervención dice que además de historiador es profesor de universidad y que se congratula de estar aquí, en los terrenos del astillero de la Naval donde tantas luchas obreras ocurrieron, y de que haya Semana Negra. Recuerda que el año pasado su rector se gastó el equivalente a tres sueldos de profesores en construir una valla que cercaba la Semana Negra. Cuenta el público que hay en el acto. Le salen cuatrocientas personas y se pregunta a ver cuándo el rector ha conseguido tanta gente en un acto cultural. La cultura no deja de serlo porque se vendan perritos calientes en el mismo sitio. De su trabajo como historiador dice que no ha tenido otra finalidad que rendir tributo a la Memoria Histórica. Tal vez su profesión no tenga salida, pero está claro que le interesa a mucha gente.

Armando López Salinas: «Lo que no se defiende en la calle no se gana en una mesa de negociación»

Público asistente cantando el himno minero (Foto: José Ramón Fuentes)
Público asistente cantando el himno minero (Foto: José Ramón Fuentes)
Armando López Salinas tiene un discurso firme que recuerda a otros tiempos, los de aquellos mítines que daban las personas que querían cambiar el mundo. No le falta coraje para hacerlo y sabe lanzar un mensaje con claves que conecta, apasiona y enciende a quien le escucha. Dice dialéctica y luego que lo firme no es firme. Se refiere al gobierno de Rajoy. ¿De quién depende que siga la represión?, se pregunta. De nosotros. ¿De quién depende para que se acabe? De nosotros también. Lanza un saludo a los mineros con orgullo. Lo hace desde el corazón. Recuerda aquellos tiempos de la huelga del 62, cuando mineros y estudiantes eran la vanguardia de quienes protestaban contra el régimen. López Salinas trabajaba entonces para Radio España Independiente y no olvida las crónicas de informantes anónimos que emitían una y otra vez aquellos días. La emoción la tiene grabada a fuego y se le nota en el brillo de su mirada. Recita los versos de Chicho Sánchez Ferlosio que dicen «Hay una lumbre en Asturias que calienta España entera, y es que allí se ha levantado, toda la cuenca minera». Se acuerda de que participó en las manifestaciones de Madrid y Barcelona con otros militantes del Partido. Explica que entonces se puso en marcha por parte de los intelectuales un mecanismo solidario que se mostró eficaz y que siguió funcionando hasta el final de la dictadura. El conflicto, aun siendo ilegal, se alargó. La huelga se siguió produciendo firme y constante. El régimen utilizaba los medios habituales contra ellos y todo sucedía en medio de una represión total. El Tribunal para la masonería y el comunismo, una fábrica de condenas a muerte, se conviertió en el guardián del poder. López Salinas les llama mugre jurídica. Fueron muchos los que pagaron un alto precio en las comisarías. Allí había torturadores. Aquello fue la infamia de la represión. Y sin embargo Franco tuvo que ceder. Aparecieron nuevas estructuras sindicales al margen del sindicato vertical. La derecha más democrática se fue a Munich a organizar una oposición. Fueron los signos del comienzo de una transformación.

Después del repaso vuelve a la realidad, a esa España con cinco millones de parados, la de los desahucios masivos, la de los recortes, la que cierra escuelas y hospitales, la del capitalismo de formas fascistas y dictatoriales, la de la corrupción, la de Bankia, la de la figura patética del rey Juan Carlos I presente allí donde se decretan bajadas salariales para los trabajadores. La gente trabajadora existe para sacar las castañas del fuego de la patronal. López Salinas nos avisa: «lo que no se defiende en la calle no se gana en una mesa de negociación». ¿Para cuando la tercera república?, se pregunta.

Hemos estado cantando el Santa Bárbara bendita con los indignado del 15-M hace unos minutos, dice. Ha participado en asambleas ciudadanas con los jóvenes organizadas por este movimiento y caminado con ellos. Sabe que esto no es una crisis, esto es el sistema. Ha transcurrido mucho tiempo desde que Marx y Engels publicaron su Manifiesto, pero aún sigue siendo esencial, pues es fuente de esperanza y guía. A pesar de las derrotas y los certificados de defunción, seguimos aquí. Para finalizar, López Salinas exhorta a los presentes para que se unan con sus hermanos proletarios porque si no se lucha la derrota está cantada.

Su intervención ha emocionado a la mayoría que le ha interrumpido varias veces para ovacionar sus palabras, para mostrar que reconocen que lo que está diciendo es verdad.

Después es el turno de la Agrupación Musical Solvay que interpreta primero Mineros y cierra con Santa Bárbara bendita. El público en pie, puño en alto, canta con ellos. Los ojos se me van entre esa gente y veo lágrimas cayendo de más de uno y una. El aplauso sentido, agradecido, cerrado y largo es cruzado, del público hacia la Agrupación y viceversa.

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