jueves, 12 de julio de 2012

Las estafas de la Transición y la Postmodernidad

La Semana Negra habla con muchos acentos


Jueves 12 de julio de 2012. Gijón

El tiempo se pasa volando en la Semana Negra de Gijón. Parece que fue ayer cuando comenzaba todo y hoy se cumplen siete días. Los escritores de la segunda oleada, los que se perdieron el primer fin de semana, ya están en el festival. Hay cuatro tipos de autores según el tiempo que pasan en la Semana Negra. Son solo unos pocos los que permanecen en Gijón durante todo el festival. Luego están los de la primera oleada, que son aquellos que vienen en el tren negro pero no se quedan más que a los primeros días. Los de la segunda son los que sustituyen a los anteriores cuando se van. Y el último grupo, el de los que apenas se empapan de Semana Negra, son los que suben a Gijón para su presentación y se van.

Mesa redonda: Cuéntame la Transición

Andreu Martín, Juan Madrid, Jojo Lucena y Javier Calvo
Andreu Martín, Juan Madrid, Jojo Lucena y Javier Calvo
Explica Ángel de la Calle que la mesa redonda sobre la Transición surgió a raíz de la novela de Javier Calvo El jardín colgante. Calvo es demasiado joven para haber vivido la Transición, así que la suya es una mirada diferente a la que tuvieron otros escritores que la narraron en vivo. La intención de la mesa es compaginar ambas visiones.

Arranca Andreu Martín diciendo que toda su vida ha creído en el tema del distanciamiento del autor con el momento histórico a la hora de juzgar una cosa. Con la distancia puedes llegar a saber lo que había. Sin embargo varios autores, entre los que se encuentra él mismo, contaron la Transición mientras ocurría. Sugiere que respondía a la necesidad de contar la época que respiraban más que a un interés de que se supiera como funcionaba. Cuenta Martín que para escribir A navajazos se atrevió a acercarse a la policía y que lo hizo aterrorizado. La policía en aquellos tiempos daba mucho miedo. Recuerda que también con miedo la escribió y que eso se nota en ella. La novela que entonces quería haber escrito le salió más tarde, Piel de policía. La policía franquista prolongó su actividad y sus acciones durante toda la Transición y más. En Bellísimas personas cuenta un hecho salvaje real, un individuo que mató a una viejecita y a un niño. Aquello ocurrió cuando se discutía sobre la pena de muerte y el asunto fue utilizado por la «derechona» del país para sostener su tesis a favor de que se mantuviera en nuestra legislación. Las cosas se olvidan, así que vale la pena que se hagan recordatorios para que no se pierdan. Dice que hubo más de una Transición y que aún estamos inmersos en ella. Existió un momento de euforia anarquista que se respiraba en las calles a la muerte de Franco, de cierta libertad. Sin embargo, por encima de la sociedad, se estaba colando una tormenta política. Tuvimos diálogos y llegó el 23-F como una advertencia para que se tuviera cuidado con lo que se negociaba. También cita el atraco al Banco Central de Barcelona en el que unos delincuentes habituales dijeron ser militares y se movilizó toda España por si acaso.

Juan Madrid explicó que cualquier escrito está marcado por la realidad. Lleva siete libros con Toni Romano como protagonista y se los ha planteado todos ellos desde la indignación más absoluta. Trabajaba de periodista en la época que vino tras la muerte de Franco, así que vivió cómo se planteaba la Transición. Le abrió los ojos Cosecha Roja, de Hamett, porque contaba las cosas justo cuando estaban pasando. Así que con Romano dejó salir toda la indignación de veterano periodista que le producía la realidad que estaban construyendo los medios y cómo lo estaban haciendo. El 23-F y la Transición son dos engaños y falsedades. Dice que escribe para desmantelar los engaños espantosos y que lo hace a través de novelas crónicas para las que utiliza los mimbres de la novela negra. En ellas le gusta destacar la aparición de los fascismos como un ejército de reserva. Un fascista es un burgués asustado, así que si las urnas no dan la victoria a los suyos y ganan los que opinan de otra forma, no asumen los resultados. Dan un golpe totalitario con ese ejército de reserva, porque para eso están allí. Le gusta contar las historias de la gente de abajo, de los que no tienen Historia, ni voz, de la pobre gente. Se empeña en contar la Historia como cree que fue. A veces piensa que siempre está haciendo la misma novela.

Recuerda la orgía de la que habló Andreu tras la muerte de Franco, pero dice que no puede unirla a la Transición, porque el guion lo escribieron otros, los dueños de la senda. Nos engañaron. No somos soberanos, todo estaba atado por las potencias y escrito por los británicos. Suárez fue un actor que cumplió su papel. A Fraga no le aceptaron para liderar la opción de centro-derecha porque estaba manchado por el franquismo. Después eligieron un grupo de andaluces para el centro-izquierda y lo pagaron los industriales alemanes. El problema fue que Suárez se creyó el papel y empezó a hacer una política desconocida. El 23-F es el golpe de timón para quitarle y dar el relevo a la otra opción. La Transición también ató que no se pudiera crear un frente popular y eliminó toda posibilidad de que se pudiera juzgar en un futuro a los asesinos franquistas. Es un teatrillo. Para saber más recomienda leer Soberanos e intervenidos, de Joan Garcés, y La CIA en España, de Alfredo Grimaldos.

Javier Calvo, mirando a Juan Madrid y Andreu Martín, dice que ellos escribieron sobre la Transición cuando pasaba, lo que genera un punto de vista diferente. No se siente acobardado por haber tratado el tema sin haberlo vivido, pues un novelista tiene el derecho de escribir de la época que quiera. Dice que escribe desde el futuro como investigador del pasado y que utiliza para ello las mil ventajas de quien hace ficción, ya que su nivel de profundidad y su grado de responsabilidad termina en la dramatización construida para generar emociones. Los historiadores han mostrado un cierto pudor por ahondar en la Transición y el novelista tiene mayor libertad. Define la Transición como un periodo inconcluso y reconoce que sigue habiendo una fascinación por ella, de cuentas pendientes en la mente colectiva. Sobre su novela El jardín colgante dice que se apoyó mucho del contenido histórico que está en la memoria viva de la gente. Trata del enfrentamiento entre los servicios secretos y las bandas armadas. Con voluntad arqueológica y desde la distancia quiere contar el final de la lucha armada en España, su deslegitimización y el uso político que se le ha dado. A Calvo le interesan los movimientos de cambio político. En ellos se altera la identidad, se borra la memoria y se vuelve a inventar la historia. Su novela es una especie de transición de los propios servicios secretos que durante el franquismo básicamente se dedicaban a espiar a la gente y pasaron a convertirse en un arma de lucha antiterrorista. Los servicios secretos tutelaron la Transición, un momento de bastantes conspiraciones, puterío y de un cambio en la izquierda donde los grupos que no la pactaron se quedaron fuera.

Jojo Lucena es una profesora estadounidense especializada en literatura española. Dice que está enganchada a la serie Cuéntame como pasó y que ya sabe que es mentira, que las cosas no pasaron como se cuenta allí. Pero no es fácil enganchar a uno de sus alumnos con el tema de la Transición, para ello tiene que saber vendérsela con música, películas… De la serie dice que le sirve por las imágenes, que los hechos que narra los ha estudiado por separado, pero que así puede verlos con una continuidad que le ofrece un gran valor.

Al hilo de esto, responde Juan Madrid que la asesora de Cuéntame como pasó es Ana Botella. Después salta de serie, se va a Brigada Central para contar que se paró el rodaje. No la censuran, sino que no les dieron autorización para utilizar elementos de la policía y de esa forma no era posible rodar una serie de policías. Debemos saber que solo se ruedan las que tienen permiso expreso de la Policía. El director Pedro Masó pactó para que hubiera un policía en el plató que se encargaba de cambiar los guiones. Por ese motivo y para que quedara constancia de lo que había escrito transformó los guiones en novela. Tanto PP como PSOE han mantenido esta política. Recomienda el libro La CIA y la guerra fría cultural / Who paid de piper, de Frances Stonor Saunders, porque explica muy bien que las modas vienen impuestas. Por los mismos motivos se combatió la literatura realista tratando de extender un gusto para que las novelas no traten de nada.

Presentación cruzada: Claudio Cerdán, El país de los ciegos, y Jordi Ledesma, Cachorros rabiosos. Narcolepsia

Claudio Cerdán, Sergio Vera y Jordi Ledesma
Claudio Cerdán, Sergio Vera y Jordi Ledesma
Claudio Cerdán y Jordi Ledesma compiten este año por el premio Silverio Cañada que la Semana Negra entrega a la mejor primera novela de género negro.

Claudio Cerdán habla de El país de los ciegos explicando a su personaje, el «Tuerto». Es un tipo duro de verdad que lo soluciona todo con la violencia, de mucha intensidad. Al salir de la cárcel tiene dos ideas claras: no quiere volver y no va a reinsertarse. Está viejo. La vida se le complica cuando muere uno de sus secuaces y ve que le van a colgar el muerto a él. Cuenta su autor que, aunque la tuvo mucho tiempo en la cabeza, se documentó hablando con policías y prostitutas y que en ese proceso se dio cuenta de que hay mucha gente que quiere que se le de voz a su historia. Cerdán explica que hasta los delincuentes tienen amigos, se enamoran y se lo pasan bien. Esa visión le ha permitido impregnar la novela de un toque de comedia. Ha trabajado mucho los personajes secundarios para que su paso por la novela tenga un sentido dentro de la historia y también porque pretende poder utilizarlos en próximas novelas. La idea de que el protagonista sea tuerto la explica Cerdán con el refrán de que en el país de los ciegos el tuerto es el rey y en el doble sentido porque el protagonista ve cosas que lo demás no.

El país de los ciegos está ambientado en Alicante que funciona como otro personaje más. El «Tuerto» se pasa la novela diciendo «Alicante es una puta». Eligió esta ciudad porque tiene el índice de criminalidad por habitante más alto de España. En sus calles transitan a diario narcotraficantes con doble identidad y yonquis que toman el castillo por la noche.

Jordi Ledesma presenta Cachorros rabiosos. Narcolepsia, una historia de narcotráfico a través de los ojos de un chico que tenía una adolescencia previsible pero que se dejó caer por una pendiente y se involucró con un clan gitano de Barcelona que controla el menudeo de droga. Es una narración de vida de como una persona corriente que desconoce el mundo de la droga llega a convertirse en un narcotraficante con capacidad de negociar con los capos. Ledesma explica que conoce a una persona que trabajó para el cartel de Medellín y que de él captó la esencia que necesitaba para la novela.

Su protagonista es alguien que asume su ascenso y su descenso. Ledesma habla de su interés por contar en la novela dos historias paralelas del personaje. Como quería ir de una a la otra de una forma natural le pareció un buen recurso la narcolepsia, de tal forma que al quedarse dormido y perder la consciencia podía narrar su pasado sin tener que dar más explicaciones. Para los orígenes del personaje cuenta que se nutre de lo que el propio autor vivió en su adolescencia, donde según que límites traspasaras veías más o menos miseria alrededor. Esa es la parte propia que le ha traspasado a su personaje, la visión generacional cuando mira y ve lo que hay a su alrededor.

Alejandro Gallo, Asesinato en el Kremlin y Seis semanas con el comisario Gorgonio

Alejandro Gallo presentando sus libros
Alejandro Gallo presentando sus libros
Alejandro Gallo presenta dos novelas a la vez: Asesinato en el Kremlin y Seis semanas con el comisario Gorgonio. Ambas aparecieron casi a un tiempo. Fue un poco por casualidad, cuando se dio la oportunidad. Asesinato en el Kremlin ganó el premio Francisco Pavón y eso obligaba a su publicación en un momento determinado. En ambas se ha alejado del maquis, la minería y la memoria histórica, temas habituales en sus novelas anteriores. Sin embargo no siente que se haya distanciado y lo explica. Lo que le preocupa es buscar en la Historia los puntos de confusión, aquellos sucesos de los que conocemos el principio y el final, pero no lo que pasó entremedias. El historiador no se atreve con esos momentos, pues no hay documentación con que corroborarlos y sostenerlos. Es el novelista el que crea con ellos una historia verosímil: la ficción posible.

En Asesinato en el Kremlin ese punto de confusión está marcado en el origen por el asesinato de Serguéi Kirov, destacado dirigente del Partido Comunista, y en el final por la situación de poder absoluto que acumula Stalin. La trama de la novela es la investigación en el Soviet de ese asesinato, del que hay pocos elementos de los que partir, apenas dos charcos de sangre de diferentes densidades y unas pocas pistas más. A partir de ahí, Igor Litonev, un hombre de la milicia de trabajadores y campesinos, será el encargado de ir armando el puzzle. La milicia fue la gran conquista de la revolución, pues ellos asumieron la seguridad en las calles. Sin embargo, a partir del 34, a Stalin le estorbaban, eran el único bastión que le quedaba para que su policía política lo controlase todo. Gallo explica que todo régimen totalitario puede derrotar de una forma fácil a sus adversarios, atacan al círculo de su alrededor para socavarlo. En las purgas de Stalin se llevaron por delante a bolcheviques revolucionarios de primer nivel. Los enemigos nunca nos traicionan, quienes lo hacen son los amigos.

El comisario Gorgonio es del Sporting, pasa de la tecnología y prefiere estar en zapatillas y con ropa de andar por casa. Resuelve sus casos con una mezcla de suerte e inteligencia que es la fórmula para desarrollar su trabajo. Sus historias aparecen en las páginas del dominical del Comercio en Gijón. Cada domingo aparece un capítulo y una historia viene a durar entre ocho y diez semanas. Para Seis semanas con el comisario Gorgonio, Alejandro Gallo recopiló seis de esas historias y las transformó encadenado los casos y relacionándolos. Gorgonio se toma a pachanga todas las novelas y las series de policías que cuentan cosas irreales. La tecnología forense y policial no se ha desarrollado tanto como nos quieren hacer creer, y un claro contraejemplo es la construcción del perfil de Bin Laden basándose en el rostro de Gaspar Llamazares. El propósito del autor y de su protagonista es desmitificar todo esto y mostrarnos la realidad con la que se encuentra un investigador a la hora de enfrentar su trabajo.

Son dos registros diferentes los que ha usado su autor para estas dos novelas, y a su vez un tanto distintos a los anteriores. Gallo pone el ejemplo de dos escritores italianos: Andrea Camilleri tiene un único personaje y Carlo Lucarelli utiliza a varios que se van moviendo por distintos lugares del país, un universo de personajes que llegan a cruzarse en algunas novelas. Él no quiere estancarse, prefiere a Lucarelli y su concepto.

Los héroes de Gallo son de una pieza, como los que alumbraban las novelas de su infancia. La postmodernidad trajo otro tipo de personajes, que han dejado de ser éticos y se han convertido en culebras que reptan en medio de una sociedad oscura para su propio beneficio. Los protagonistas de la novela negra actual son vividores que suben. Sin embargo Gallo reivindica a los de antes, a esos tipos duros y cargados de ética. Para octubre, el autor tendrá una novela más Morir bajo dos banderas, un libro de más de setecientas páginas que rinde homenaje a los españoles que lucharon contra Hitler.

¡Qué bueno que viniste!: Raúl Argemí, El ángel de Ringo Bonavena; Carlos Salem, Un jamón calibre 45; Marcelo Luján, Moravia y Guillermo Roz, Tendríamos que haber venido solos

Raúl Argemí, Marcelo Luján, Carlos Salem y Guillermo Roz (Fotos: Angie Álvarez)
Raúl Argemí, Marcelo Luján, Carlos Salem y Guillermo Roz (Fotos: Angie Álvarez)
Ellos son cuatro argentinos que viven en España. En Argentina, la nueva novela policiaca se ha renovado y ahora se escribe sin tipos con sombrero y gabardina, ya no hay investigadores, ni policías siquiera, tampoco ladrones profesionales y a veces ni enigma. Lo que queda de una novela negra cuando se ha sacado todo esto tal vez sea la mirada ácida y profunda de la realidad.

Dice Raúl Argemí de Marcelo Luján que es un escritor de clima onettiano, de los que pintan lugares en los que aletea en cada momento la posibilidad permanente de que suceda algo tremendo. Moravia es una tragedia clásica, la de un hombre que se ha pasado toda la vida en EE.UU. y allí se ha convertido en un bandoneista famoso. Cuarenta años después vuelve a la Argentina para visitar la Pampa y a su madre, para que todos vean que ahora es rico. De la novela de Guillermo Roz, Tendríamos que haber venido solos, dice que va sobre el Gran Buenos Aires, con toda su fealdad hecha a golpe de negocio inmobiliario. Se entretiene en contar como son sus dos protagonistas. Hay uno al que siempre le han querido, lo quieren tanto que ya le pesa. El otro, el que construye un barrio donde antes no había ni una casa, piensa que nadie le quiso nunca. Para Carlos Salem se guarda los elogios del diferente, el primero que se hizo «argeñol» nacido en la Semana Negra. Dice que con Un jamón calibre 45 ha escrito su novela más tanguera para contar una historia que se va a resolver entre un tipo pelotudo y un mafioso grandote. A veces la vida hace amistades extrañas. Sobre Raúl Argemí habla Salem. Ringo Bonavena es un boxeador que existió de verdad, un tipo que venía de abajo, que nunca ganó el campeonato del mundo, pero que tumbó a Cassius Clay. La novela El ángel de Ringo Bonavena cuenta la historia del ángel guardián de Ringo, que sueña con ser humano y al que le encargan que cuide a un chico para que sea campeón de boxeo.

Cuando Marcelo Luján habla de Moravia avisa: la historia tiene un pico de crueldad, Comienza contándonos que es una novela de venganza, de un hombre ajustando cuentas con su tiempo de adolescencia porque no le apoyaron lo suficiente con el único talento que tenía. Su familia es de origen checo y llegaron como inmigrantes a la Argentina. Las olas migratorias, por un tema de paisanaje, hacían que se casaran familias de muy distinta clase social. Esta situación es la que quiere rescatar Luján en la novela. Frente al protagonista sitúa a las mujeres que representan esas dos clases. El personaje de la esposa es una princesita que se pregunta por qué vinieron de vuelta. Ella es una mujer que protege a su marido, que constantemente le está diciendo que haga o deje de hacer algo. No habla español, solo inglés y checo. La madre es una mujer con pocos recursos, austera, cruel, con una vida de campesina analfabeta. La historia da un giro cuando ambas se encuentran y se hablan en checo.

Guillermo Roz se presenta diciendo que el país del que vienen los cuatro tiene un trasfondo de fantasía, de que no puede ser verdad. Para iniciar Tendríamos que haber venido solos tiró de una anécdota personal sobre la construcción de su familia en el campo pobre del sur, que se puede describir entre feo y espantoso. Cuando sus padres deciden irse a vivir a un nuevo hogar en el que fundar su familia, cometieron el error de subir a la suegra en el fiat 600 para que viera la casa. Pasaban los kilómetros de ese paisaje del sur y la abuela mirando a la madre exclama «¡tan lejos se van a ir a vivir!» Su padre, pobre pero honrado, había puesto toda su ilusión en esa casa, en ese coche y en esa mujer, pero en ese momento se da cuenta que en lote también viene la suegra, así que dice «tendríamos que haber venido solos», una frase que desde entonces repite a menudo donde se le quiebra una historia. La intención de Roz ha sido la de armar personajes en medio de una tragicomedia que representaba la Argentina de hace cincuenta años.

Carlos Salem dice que Un jamón calibre 45 hace la número once de sus novelas. Hasta ésta nunca se había atrevido con un personaje argentino. Son muchos años viviendo en España. Es cierto que cuando vives en un país distinto del que naces traes historias de otros lugares, pero a todos les ocurre que quieren contar las historias que están pasándoles y esas transcurren aquí. Cuenta luego que siempre le sedujo saber que le ocurriría a un pelotudo si de golpe se encontrara con una situación verdaderamente peligrosa. Usó un personaje que se pareciera a él, con veinte años menos, que termina alojado en la casa de una mujer a la que apenas conoce pero que sin embargo le ha dejado el piso. Es agosto. Madrid y el calor hacen que se quede en calzoncillos. Así se lo encuentra un tipo que es un mafioso. Busca a la mujer, pero no está, así que le da al de los calzoncillos quince días para que la encuentre. Dice Salem que hay que ser imbécil para quedarse en las grandes ciudades durante el mes de agosto. Todo está vacío. Añade también que con esta novela quería jugar con una suerte de erotismo propiciado por la propia historia y también contar ese ser argentino a su manera. Lo hizo con un tipo común, es decir básicamente cobarde, que termina siendo el mejor amigo del que había venido a matarlo.

Con El ángel de Ringo Bonavena Raúl Argemí ha escrito de una leyenda que dijo «cuando suena la campana te quitan hasta el banquito», una buena forma de explicar que en los momentos importantes de la vida te dejan solo. En la novela hace un cameo Dios, Jesucristo, hay ángeles… En el fondo es que uno no deja nunca de ser lo que fue en la infancia. Ese es uno de los posos con los que ha construido la novela, el otro es que cuando estás lejos de tu país y lo miras desde la distancia, lo que ves es siempre un país imaginario.

Luego discuten todos sobre el problema de los latinoamericanos que vienen a vivir a España con el lenguaje, pues al ser el mismo idioma produce interferencias y las historias se van tiñendo del lado español. Remata Argemí diciendo lo contrario, que a él cuando escribe un personaje español le sale siempre un argentino disfrazado. A lo que se ha acostumbrado es a escribir un español más limpio, del tipo del que usa Gabriel García Márquez, y reservar las pinceladas para los personajes que necesitan color. Salem añade que ser argentino es una manera de mirar por la ventana, ser italiano es una manera de mirar por la ventana, ser español es una manera de mirar por la ventana... Lo distinto son dos grados. No hay diferencias, a veces las cosas tocan allá, a veces acá. Y si las hay, las marca el sistema de industria, esa es la estafa, lo demás es cartón «pintao».

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