domingo, 7 de julio de 2013

La Semana Negra indaga sobre el movimiento obrero en Asturias durante el franquismo

Armas para defendernos del naufragio


Domingo 07 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

Ramón García Piñeiro, Francisco Prado Alberdi y Rubén Vega presentando el libro El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo. Foto: Toni Gutiérrez
Ramón García Piñeiro, Francisco Prado Alberdi y Rubén Vega presentando el libro El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo. Foto: Toni Gutiérrez
La Semana Negra de Gijón ha cogido una mayor carga política este año. Dentro de la programación de cada edición, siempre ha mostrado a las claras su carácter progresista, de izquierdas si se quiere, y cercano a una clase obrera combativa que tanto ha ofendido a ciertos sectores conservadores de Asturias. Pero la crisis obliga a mantener esta postura con mayor fuerza si cabe. Dice Ángel de la Calle sobre El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo que si este tipos de libros no se hacen ahora, va a ser difícil hacerlos luego. Añade que habla de nosotros, la clase trabajadora. Su padre fue uno de esos que vino del pobre Sur hacia el Norte industrial. Leyendo el libro ha descubierto asuntos importantes porque cada uno de nosotros encuentra algo en sus páginas escrito directamente para él.

Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico que edita el libro, se encarga de explicar de qué forma surgió el proyecto. Se trata de una idea que tanto él como el historiador Rubén Vega venían rumiando por separado en sus cabezas, aunque nunca habían hablado de ella. Los dos consideraban que era un libro que hacía falta. Hace cuatro años pusieron la idea sobre el tapete y empezaron a estudiar cómo abordarla. Hacía falta un dinero que no tenían. Luego llegó la crisis y toda garantía de que el proyecto siguiese adelante se esfumó. Si el libro está sobre la mesa ahora es porque hay en él un trabajo militante de todo un grupo de historiadores que trabaja por amor al arte y para contar la historia de la lucha obrera contra el franquismo. Alberdi describe El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo como un de investigación hecha con mucho esfuerzo. Los coordinadores quizá pensaban hacer otra cosa más extensa, pero en ese sentido el dinero les limitó. El objetivo del libro es convertirse en referente para que se puedan iniciar investigaciones posteriores de aspectos concretos de él.

Se pregunta Alberdi si hoy existe una clase obrera en Asturias. Los medios parecen decirnos que no; no quedan fábricas, se niega la existencia de una clase trabajadora que lucha y combate por sus derechos y se habla de una clase media en su lugar. Sin embargo, mientras haya personas que tengan que vender su fuerza de trabajo para vivir, seguirá existiendo la clase obrera, pues se adquiere por condición y no por conciencia. El trabajador no tiene poder, las condiciones se las impone el empresario. Negar la existencia de una clase trabajadora sirve a unos intereses, a una política de recortes donde se trata de deshacer los derechos conquistados y que no haya fuerza de lucha que se oponga. La Historia no se puede repetir, no podemos volver atrás, pero sí es posible aprender de los errores. Quizá este libro nos enseñe algo que nos sirva para nuestro presente. No hay nada regalado, todo ha sido fruto de la pelea; cada derecho fue conquistado y la manera de defenderlo será también luchando colectivamente.

Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico de CC.OO. Asturias. Foto: Toni Gutiérrez
Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico de CC.OO. Asturias. Foto: Toni Gutiérrez
Cuenta Ramón García Piñeiro que lo representó la revolución de Octubre del 34 sirve para justificar por qué en 1936 la clase obrera asturiana era la vanguardia de toda la clase obrera española. Después sobrevino la Guerra Civil. Tras la derrota republicana, del 37 y hasta el 42 se extienden los años del exilio, los piquetes de fusilamiento, las cárceles, las purgas y la humillación social para la clase trabajadora. En ese periodo los movimientos obreros no se habían organizado. Del 42 al 46 son los años de la esperanza, el contexto internacional es favorable y se crea una expectativa en la que parece posible un cambio de régimen. Es un periodo de intensa actividad opositora. Como no se podían hacer huelgas, la lucha se hacía a través de sabotajes porque paralizar la actividad minera y fabril en Asturias repercutía en la economía del régimen y en sus símbolos. Del 46 al 52 son años especiales, de resistencia armada y guerrilla. El Partido Comunista perdía contacto con los principales centros urbanos y las fábricas y ganaba adeptos en las zonas rurales. La oposición se va al campo y con ello se pierden las pautas de lucha tradicionales, aparecen los golpes económicos, bajan los sabotajes y surgen los secuestros y los atentados personales. El régimen responde de la forma más virulenta y aparte de las ejecuciones judiciales se hacen habituales los asesinatos por aplicación de la ley de fugas y otras acciones irregulares. El franquismo (regulares, falangistas, guardias civiles, movimientos parapoliciales como la brigadilla y las contrapartidas) actúan con total impunidad.

Las consecuencias de esta política es un alejamiento del movimiento obrero, que incluso desde la guerrilla llega a menospreciarse por considerar que estaba integrado en el sistema y no llevaba la misma llama combativa que ellos. El resultado es que queman a los enlaces que les ayudaban, ese entorno que los sostenía llega hasta el agotamiento y se comprueba que no es posible continuar por este cauce. Cuando desparece la guerrilla, desparece el papel relevante de Asturias en el movimiento obrero. Del 53 al 60 se abre un periodo para tomar fuerzas. Será a partir de los años 60 cuando vuelva a ocupar la vanguardia del movimiento obrero con la creación de las Comisiones Obreras y las huelgas del 62, una vanguardia que se mantiene hasta 1967.

A Rubén Vega le corresponde, como coordinador del libro, ofrecer la visión de conjunto y hablar de la clase organizada que se convierte en movimiento, explicar en qué ambiente se movían esos militantes que arriesgaban su puesto de trabajo, su libertad y su vida. El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo es una obra de síntesis que abarca todo lo sucedido porque no había una visión de conjunto de ese periodo y sobre ese tema. El movimiento obrero asturiano funcionó como columna vertebral de Asturias y de España, lo fue en el 34 y también durante el franquismo. Toda la clase trabajadora del resto del país miraba lo que pasaba aquí y preguntaba lo qué hacían los mineros para tomar ejemplo de ellos. Observaba como planteaban que se cumpliera la normativa más elemental, los conflictos de duelo y las protestas cuando dejaban de seguirse las medidas de seguridad. Aquello estaba penado como delito de rebeldía militar, pero no les paraba. Eran la oposición antifranquista y mantenían un protagonismo importante al convertir la lucha de Asturias en un arquetipo que llegó a tener un alcance internacional que cristalizó en la solidaridad mundial con las huelgas del 62.

El  historiador Rubén Vega. Foto: Toni Gutiérrez
El historiador Rubén Vega. Foto: Toni Gutiérrez
Para realizar esta obra, se ha recurrido a un equipo de investigadores y especialistas, una nómina de autores e historiadores solventes. El libro se compone de una introducción para presentar el sistema económico en Asturias y seis bloques que repasan la clase obrera, los conflictos laborales y las huelgas, las organizaciones políticas y sindicales, la represión y las formas que tomó, los sujetos y la forma que adoptó la resistencia y, finalmente, la imágenes y representaciones mentales y artísticas sobre la mítica y épica de los obreros asturianos, especialmente la que tenía que ver con los mineros que ensancharon el marco de las libertades y a los que se representaba como luchadores, con conciencia y resistentes a la dictadura. El periodo que abarca el libro va desde la pérdida de la guerra por la clase obrera hasta que recupera sus condiciones de legalidad en el 77. De esa forma vemos las semejanzas y diferencias entre esos dos momentos. Ambos periodos están protagonizados por obreros de las minas y la siderometalurgia, pero en el 77 formaban parte de megaempresas públicas. En los dos momentos se daba que muchos de estos obreros procedían de la inmigración desde regiones más pobres, que llegaban a las barriadas y pasaban a engrosar la clase obrera. Entre uno y otro momento hay cambios generacionales, de procedencia y relacionados con su integración o falta de ella.

La lucha obrera es una lucha por la igualdad. El libro también aborda el género y la clase, pues hombres y mujeres vivimos los mismos problemas de maneras diferentes. Por eso se estudia a las mujeres, aunque no tuvieran un trabajo asalariado, pues ellas se mostraron activas en la resistencia, la solidaridad y la lucha. Aquellos paisanos de pelo en pecho, machistas muchos de ellos y militantes de organizaciones ilegales hablaban de igual salario ante igual trabajo, de permisos de maternidad y de todo aquello que hiciese sentir discriminada a la mujer. Se veía una luz al final de túnel desde aquella utopía igualitaria.

El franquismo fusiló hasta sus últimos días. Su represión produjo un baño de sangre hasta los años 50 y luego continuó de una manera más controlada y selectiva, pero siguió diezmando las filas de quienes pedían derechos de reunión, de expresión, de sindicación y de huelga. El franquismo tenía a gala haber extirpado todo el movimiento obrero, y estos trabajadores asturianos eran un desmentido y la base de un futuro de derechos y libertades que trajera una sociedad más justa y sin explotación. Ese es el mismo territorio en el que militan muchos de los historiadores que han participado en este libro y que les permite trabajar por amor al arte de aquellos obreros, de un movimiento de masas en torno a reivindicaciones cotidianas unas veces y de gran profundidad social otras, de quienes pelearon por todas ellas.

El otro Markaris

Hoy Félix de la Concha pinta y entrevista a Petros Markaris. Con el acierto de sus preguntas nos va descubriendo otro Markaris, más personal, más cotidiano. Hay risas, circunstancias que explotan la cercanía, dulces reproches porque Petros no se está quieto un instante y mucha inteligencia.

Cuando termina el cuadro el pintor, después de una hora de trabajo, pasa a exponerse con el resto de los que va haciendo estos días en la Carpa del Encuentro. Allí estarán hasta que se acabe la Semana Negra. Luego De la Concha se los llevará consigo para que, como proyecto, forme parte de algunas de sus exposiciones por el mundo.

Noemí Sabugal presentando su novela Al acecho. Foto: Toni Gutiérrez
Noemí Sabugal presentando su novela Al acecho. Foto: Toni Gutiérrez
Noemí Sabugal presenta Al acecho, un momento histórico como telón de fondo para una novela negra

Para hablarnos de Al acecho su autora, la leonesa Noemí Sabugal, nos habla de las raíces de la novela. Surge de su interés por la República y la Guerra Civil, por aquellas generaciones que evitaban hablar de ellas. En concreto, piensa en su bisabuela. La novela está ambientada en el 36, una época que sus abuelos vivieron siendo niños y que por tanto no pueden recordar en ella el tinte político del momento. Los periódicos de entonces nos dan la temperatura de la época, nos muestran una vida cotidiana en la que el lector se puede meter y descubrir que no sentían que hubiera comenzado una guerra, pensaban que no iba a ser para tanto, que no pasaría de una sanjurjada más. No fueron conscientes en el momento. Sabugal explica que hay muchas cosas que desconocen sus abuelos porque en realidad fueron jóvenes educados en los 40 y existe una diferencia secular entre el 36 y el 45, un retroceso espectacular en todos los sentidos, como del tanga a la braga-faja de Franco. ¿Quién no quiere remover el pasado?, se pregunta. Nos falta la visión de las víctimas y eso es un símbolo de lo que después ocurrió. En los periodos de guerra se hace más visible cómo el ser humano acecha al propio ser humano. De ahí si título, que esconde también un homenaje a Miguel Hernández.

La novela arranca en marzo de 1936 con la victoria del Frente Popular y termina un mes después de que se haya producido el golpe de Estado. Mantiene dos líneas principales. Por un lado la parte histórica a través de la que remover el pasado y por otro la novela negra con un asunto de crímenes y la persecución al asesino que se establece. Sabugal juega con la ambigüedad moral del protagonista, el policía Juan Fierro, un personaje de trato vejatorio a quien considera que hay que castigar, algo que le deja en mal lugar en la novela, pero que sin embargo muestra que la crudeza también sirve para hacer el bien. ¿Hasta que punto eso resulta justificable? Sabugal responde que ese camino solo demuestra limitación en quien lo sigue.

Al policía le llegan por un lado el asesinato de unas niñas y por otro los atentados políticos que se producen tras las elecciones que pierde la derecha. En ese momento de enconamiento que hay en España, el protagonista se niega a ver el golpe de Estado. No quiere ser otro tonto, un héroe muerto como su padre. Serán las mujeres de la novela las que tengan que quitarle las capas a ese personaje, ese algo que siempre tiene que ver con la culpa. Ellas representan una sensibilidad que él rechaza y complementan a un personaje torturado. Fierro, aparte de buscar al asesino, trata de encontrarse a sí mismo.

Explica la autora que se ha tocado poco el tema de la República en la literatura, aunque si ha ocurrido más con el de la Guerra Civil. Es cierto que había distancia con el pueblo, pero los políticos de la República habían viajado y traían aquí el debate y las leyes que significaban progreso. Divorcio, cine sin censura, aborto… temas que en nuestra sociedad de hoy seguimos sin tener resueltos. El 36 y los precedentes que traen a la palestra los problemas sociales, no obliga a que se produzca un golpe de Estado. Que ocurriera fue algo organizado y decidido. Seguramente, si la derecha hubiera ganado las elecciones, no se hubiera dado. Era una época con un arco de tensión, donde se sucedían atentados, se producía una escalada de violencia, pero eso no explica por sí solo que ocurra una guerra civil de forma natural.

Para cerrar dice José Manuel Estébanez que Al acecho encierra al lector en el Madrid de 1936 y le obliga a vivir el miedo de entonces. Añade «que al buen escritor se le distingue por saber evocar lo que no conoce» y ese el caso de Noemí Sabugal.

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