RDA. El país que nunca existió, el libro que regala la Semana Negra a sus visitantes
Sábado 13 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón
Paco Ignacio Taibo, Ángel de la Calle, Ibon Zubiaur y Cecilia Dreymüller presentando el libro de la Semana Negra: RDA. El país que nunca existió. Foto Toni Gutiérrez
De la Calle presenta a Zubiaur hablando de su gran experiencia en el Instituto Cervantes y señalando que no se equivocó con él. No somos la marca España. Lo que queda al final en la historia es la gente que hizo algo y no los reyes. Zubiaur dimitió porque no estaba de acuerdo con la política que se estableció desde el gobierno con respecto a los institutos Cervantes.
Ibon Zubiaur explica que RDA. El país que nunca existió es una antología. Recoge los escritores más relevantes y las temáticas que trataban. En cierta forma, ha intentado ofrecer un repaso de lo que era el panorama literario de la RDA y los problemas que tenían. Algunos de los textos son ficción, otros no. En muchos de ellos hay diversión sin dejar de ser una literatura militante que nos muestra esa época que va desde el final de la guerra hasta la reunificación. Comenta que el proyecto ha sido una locura y que le ha ocupado todo este año. Añade que encarna una sintonía especial con el espíritu de la Semana Negra, así que no ha sido solo un proceso de recuperar a una serie de autores desde el olvido y presentárselos a los lectores hispanohablantes. Se trataba más bien de, a través de los textos de esos autores, entender la relación con la literatura que se estableció en la RDA. Estos autores nos enseñan una lección, la de cómo la literatura refleja e interviene en el mundo circundante. Nunca, en ningún otro país moderno, en los últimos 300 años, ha tenido la literatura una importancia tan grande para toda una sociedad. La RDA existió 40 años. En ella crecieron buenos autores, pero sobre todo se creó la atmósfera que lo permitía. No había una industria del ocio y las posibilidades de consumo eran muy reducidas. Se echaba en falta una opinión pública libre porque, aunque había medios de comunicación y foros, estaban muy controlados por el gobierno que fijaba unos límites que no se cruzaban. Existía en la sociedad una sed de debate y pronunciamiento que fue la literatura quien se encargó de colmar. La sociedad civil pedía que se hablase de los trabajos de su vida diaria y de los problemas sociales de su realidad. A ese debate social se lanzaron gustosos los escritores de la RDA.
El régimen quería que se produjera una simbiosis entre los intelectuales y el socialismo implantado y desarrollado en el país. Para ello invertían dinero, construían las mejores bibliotecas, los libros tenían precios muy reducidos, se creaban editoriales, se ofrecían becas a los autores y potenciaban actividades en las que público y escritores interactuaban. Estos foros de encuentro les llevaban por todo el país presentando sus libros en escuelas, cárceles, astilleros, geriátricos, minas, fábricas… Cualquier sitio servía. La clase trabajadora pedía cuentas al escritor, le decían que los obreros se dejaban la piel en su trabajo y les preguntaban qué aportaban ellos. Era necesario estar muy preparado para saber dar una respuesta. Los escritores de la RDA la daban. Es una época que ahora añoran, pues con la reunificación estos foros de encuentro desaparecieron.
Ibon Zubiaur y Cecilia Dreymüller presentando el libro de la Semana Negra: RDA. El país que nunca existió. Foto Toni Gutiérrez
Zubiaur cuenta que en los 70 la RDA fue admitida en la ONU y reconocida oficialmente. La República Federal Alemana (RFA) se encargó de publicar autores que podían ser tachados de disidentes. Todo libro que no se autorizaba la publicación en la RDA, inmediatamente se publicaba en la RFA. Se produjo entonces una inflación que en realidad mostraba una distorsión. Completa Dreymüller que se transmitió una idea equivocada, la disidencia no significaba la exclusión en la RDA, aún se mantenía el diálogo con esos escritores que se salían del camino que oficialmente se trazaba.
En un alegato pasional, Zubiaur, pondera el hecho de que la literatura que practicaron fuese de relevancia social, por encima de las categorías políticas que se apliquen. En realidad, la dictadura de la censura permitía mayor libertad que la dictadura de los mercados. Ese es un mensaje perturbador. Por eso es necesario que estos textos estén al alcance del lector. Cambiando de discurso, señala que siempre hay una responsabilidad de las administraciones con los ciudadanos que pagan con sus impuestos las políticas culturales que se hacen. Ahora, nuestro gobierno nos está engañando. Explica que se ha tenido que ir del Instituto Cervantes por fomentar la cultura española. Quiere que los españoles le pidan cuentas a él y que también se soliciten a los cargos públicos y a nuestros escritores. Cualquier autor que publique y que tenga un apoyo social se debe a los demás. Más aún si está subvencionado con dinero público, entonces los ciudadanos tienen todo el derecho del mundo a preguntarle sobre lo que aporta al debate social. Se pregunta ¿qué está pasando con la literatura que no se siente responsable hacia sus ciudadanos? RDA. El país que nunca existió pretende suscitar preguntas como éstas y ser también una llamada de atención.
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