lunes, 8 de julio de 2013

«España merece mejor suerte, igual que la merece Cuba»

La Semana Negra sigue viendo crecer a Leonardo Padura


Lunes 9 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

Leonardo Padura en la rueda de prensa del Hotel Don Manuel
Leonardo Padura en la rueda de prensa del Hotel Don Manuel
A Leonardo Padura se le quiere mucho en la Semana Negra de Gijón y eso se nota. Ángel de la Calle se podría pasar horas hablando de él y de las miles de anécdotas que a Padura le han ocurrido aquí. Como es el caso de ese segundo año en el que para llegar a Gijón desde Cuba lo hizo en un vuelo por Viena y luego tuvo que tomar siete y ocho trenes más en un largo y eterno periplo. Aquel viaje es el ejemplo maldito que se le cuenta a todo semanero que propone venir en tren. O cuando habla del tercer año, en el que el escritor vino para presentarse a una beca de la que el propio Ángel era jurado. El relato que escribió entonces distaba en calidad un mundo de los demás. Todos se preguntaban quién sería su autor. Ahora es una estrella internacional, de un calibre increíble, un referente cubano y latinoamericano de la literatura en todo el planeta. La Semana Negra lo ha visto crecer. De la Calle lo dice con mucho orgullo y con más cariño aún. Sentados a la mesa del Don Manuel se ve la felicidad en ambos, la de quienes están entre amigos y en su propia casa. Leonardo Padura ha venido esta vez para presentar El hombre que amaba a los perros, una excelente novela que reconstruye las vidas de Trotsky y Ramón Mercader.

De la Calle rompe el hielo preguntando a Padura cómo fue la transformación de aquel periodista que llegó a las primeras ediciones de la Semana Negra en este escritor. El autor responde que ha sido un proceso de ganancia. En los 80 trabajaba para Juventud Rebelde y como reportero tuvo la suerte de venir a la Semana Negra. En el 90 pasó a una revista cultural como crítico y volvió a tener tiempo para escribir. La revista fue el espacio que necesitaba para marcar la diferencia entre un escritor aficionado y el que escribió Pasado Perfecto, novela que arrancó la saga de Mario Conde. Juventud Rebelde, unos años de periodista destinado en Angola y el encuentro de una cierta literatura, le ayudó a encontrar el camino. Un camino que pasó por aquella primera Semana Negra de 1988. En aquel viaje, paseando por el Rastro de Madrid con Taibo, se pararon ante un puesto de libros, Taibo eligió uno y se lo regaló. Se trataba de La Soledad del Manager de Manuel Vázquez Montalbán. Padura reconoce que aquella novela le cambió. Había llegado con 40 dólares como único capital y se fue con una maleta cargada de libros. Aquella estancia fue una gran ganancia para convertirse en un escritor.

Hasta el 95 siguió en la revista. Con la tercera novela, Máscaras, ganó el premio Café Gijón y su vida cambió. Dos millones de pesetas en la Cuba de entonces era una fortuna absoluta. Rosa Regás y Cristina Fernández Cubas formaban parte del jurado y ellas le pusieron en contacto con Beatriz de Moura, la editora de Tusquets. Así entró en su catálogo y tuvo una editorial en España. Allí le publicaron todas las novelas negras de la saga de Mario Conde y también las otras dos que Padura considera que son sus mejores libros: La novela de mi vida y El hombre que amaba a los perros. Reconoce que cada vez su novela es menos negra y más social y literaria. No hay que acatar los límites. Su vida de escritor se la debe a España en general y en particular a la Semana Negra y a Tusquets.

Leonardo Padura y Ángel de la Calle
Leonardo Padura y Ángel de la Calle
Siente un gran dolor por la situación que se vive hoy en España. Este país merece mejor suerte, igual que la merece Cuba. Hace dos años le dieron la ciudadanía española, y remarca ciudadanía porque su nacionalidad no puede dejar de ser cubana. Sabe que esto que dice aquí se entiende mucho más, pues Cuba y Asturias siempre han estado muy unidas. Cuando le preguntan por Cuba, explica que la isla está pasando un momento de muchos cambios, aunque desde fuera puedan parecer pequeños. Habla del momento en el que se permitió a los ciudadanos cubanos disponer de una línea de celular, algo que cambió la regla por la que el Estado decidía si te asignaba una línea telefónica, ahora, quien tiene dinero puede tener su celular. También se ha abierto la posibilidad de viajar y se está hablando ahora de permitir que los deportistas cubanos puedan ser contratados por clubes profesionales del extranjero. Estos pequeños cambios, hechos con cautela, han superado una política enquistada. Las experiencias de Vietnam o China les hacen pensar que una mayor lentitud en los cambios hará que no se rompa el equilibrio. Habla de singularidades que hay que tratar y para ello pone el ejemplo del campesino cubano cuya situación es diferente a la de cualquier campesino latinoamericano. En Cuba la comida es lo más valioso y eso hace que quienes producen esos alimentos –los campesinos– ganen mucho dinero y tengan mayores posibilidades económicas que profesionales más especializados. Con condiciones tan peculiares es necesario pensar las cosas dos veces antes de hacerlas, para que quienes están más desguarecidos no sean los más afectados. Cuba está evolucionando. El escritor se pregunta hasta dónde y se responde a sí mismo que es difícil decirlo, pero que sin duda será diferente.

Todo autor está atado a su cultura. Padura explica que su caso no es distinto, que es un escritor totalmente cultural, y esto ocurre por el lenguaje, el lugar desde donde se coloca para escribir sus novelas, la experiencia propia de su país… Cuando dice que un escritor es cultura no se refiere exclusivamente a sus expresiones como la literatura, la música o el cine, sino a todo lo que construye esa cultura: gastronomía, mentalidad, forma de relacionarse las personas… En París, las personas que viajan en el metro no se miran a los ojos, algo que en Cuba no pasa. En Argentina bailar y ligar no van juntos. Padura no se puede desprender de la cultura porque está en la sangre. Si no tuviera esa memoria, esos recuerdos y esa pertenencia a un lugar, perdería mucha de su capacidad como escritor. Su escritura está ligada a una manera de entender la vida cubana. Reconoce que si alguna vez se va a vivir a un lugar que no esté en Cuba, vendría a España. Explica que es el sitio que le produciría menor trauma. La lengua es casi todo para un escritor.

Resulta inevitable una pregunta sobre el panorama de la novela negra en Latinoamérica. Padura no la rehúye y responde con un símil: «mismo deporte, pero en clubes diferentes». Lo dice porque cada uno ha elegido su estrategia para representar su mundo. Habla de disparidad. El panorama es más libre y no hay una novela modélica. Cada cual creó su espacio y no chocan entre ellos. Prefiere usar Iberoamericana en lugar de Latinoamericana y así poder englobar a España y Portugal. Son los países que crearon las relaciones que aún siguen funcionando dentro de la novela negra que se escribe en castellano y portugués.

Padura no se puede despedir sin decir que la Semana Negra es una familia que sigue resistiendo. En estos tiempos no le queda otra que seguir haciéndolo.

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