William C. Gordon durante la rueda de prensa en el Hotel Don Manuel
Las mañanas de la
Semana Negra de Gijón se pasan en el Hotel Don Manuel, allí son las ruedas de prensa y en su terraza se forman las habituales tertulias entre escritores mientras remueven muy despacio un café cargado. Hoy las dos ruedas de prensa las presenta Taibo, dice que en calidad de director jubilado de la Semana Negra, como suplente de Ángel de la Calle. Presenta al novelista
William C. Gordon, esposo de Isabel Allende. Habla spanglish como dice él, pero en realidad es un buen español, totalmente comprensible. Se crió en un barrio mexicano de Los Ángeles, allí aprendió a correr y a hablar castellano como formas de subsistencia. Viste de riguroso negro y se esconde bajo un sombrero del mismo color y de ala ancha. Sonríe. Va conversando con afabilidad. Le gusta tocar los fondos, adentrarse en los mundos más complejos, sacar a la luz. En Estados Unidos ya no está de moda la novela negra, así que ha elegido un género atípico para su país. Su detective resuelve los crímenes paso a paso, atando los pequeños detalles. Como buen conversador escucha y deja que los otros hablen, igual que él mismo.
Ejerció de militar y de abogado. Pero fue su mujer la que le empujó a escribir. De todas formas, él siempre supo que llevaba un escritor dentro. Empezó tarde, pero ya tiene cuatro novelas que ahora se publican juntas en España. Le gustan las historias de personajes. Una de ellas va sobre un enano, y confiesa Gordon que se inspiró para el personaje en su padre, fundador de la religión «El plan infinito». Muestra todo lo grotesco que había en él, su maldad, y así se ha sacado una espina que llevaba dentro. Taibo destaca de Gordon su sentido del humor, su carácter un tanto retro y que no le gusta el capitalismo avanzado en el que nos movemos.
Viene, además de a presentar sus novelas, para participar en el coloquio
40 años del golpe de Chile. ¿Dónde estabas tú?. Su relación con Chile va más allá de estar casado con Isabel Allende, Gordon fue el abogado de Ramón Huidobro Domínguez, padrastro de Isabel. Confiesa que Nixon siempre ha sido una sombra en su vida. Nacieron en el mismo pueblo y siempre lo odió. Explica que donde iba Nixon siempre terminaba cagando a alguien y en Chile estaba metido hasta las patas. Por mucho que negara públicamente no tener nada que ver, los papeles desclasificados demuestran lo contrario, su implicación absoluta. Esa desvergüenza del presidente y su falta de moral le dan rabia al autor.
Susana Hernández, Paco Ignacio Taibo y Carolina Solé durante la rueda de prensa
Taibo dice que este año, sin la responsabilidad de organizar el festival ha pasado de todo, que no leyó nada y que no está al tanto de lo último que ha salido. Pero que aun así aceptó presentar a Susana Hernández y Carolina Solé porque le resultó atípico. En la novela negra en castellano no había mujeres hasta que llegaron Alicia Giménez Bartlett y más recientemente Cristina Fallarás. Las que presenta hoy son las nuevas voces femeninas, las del futuro si logran «aguantar la leña». Ninguna de las dos habla mucho, son más bien tímidas, o quizá sea que están un tanto acobardadas por el lugar en el que se encuentran.
Susana Hernández explica que siempre quiso tener una serie. Su novela
Curvas peligrosas es la segunda de la saga y está protagonizada por dos mujeres policías e investigadores.
Carolina Solé es debutante y nueva. Viene de una escuela de escritura porque, cuando no empiezas en esto de joven y vienes de otra profesión, tienes que pensar lo que haces antes de lanzarte, aprender las herramientas, las normas, montar una estructura y trabajar el realismo de las conversaciones. Lo que sí tenía es la pulsión para escribir de quien ha sido una buena lectora durante muchos años. Su novela,
Ojos de hielo está ambientada en el Pirineo catalán y asentada sobre una parte muy visual y cinematográfica. Explica Solé que le gustan las series de televisión y que en cierto modo ha querido utilizar las mismas armas que ve en ellas y que las hacen tan adictivas. Usa capítulos cortos porque quiso escribir una novela negra que enganchase, en la que el lector, según va leyendo, quisiese saber más y dónde los personajes tuvieran vida. Les sitúa en un lugar opresivo, encerrados en un mundo rural donde se lucha por un trozo de terruño. Muestra así una realidad porque esas historias todavía ocurren hoy.
Ojos de hielo nació con vocación de serie
A
José Luis Correa le presenta Alejandro Gallo diciendo que es un escritor canario con sorna. Hace unos cuantos años empezó con la saga de Ricardo Blanco y ya va por su sexta entrega. El autor circunscribe a su personaje, un detective, a la isla de Gran Canaria porque la conoce y así no tiene que documentarse. También lo ha colocado en una edad madura, la misma que tiene él, por eso de no tener que ponerse a investigar como pensaría alguien de otra generación. Blanco habla más que sus interrogados para que no se sientan cohibidos. Blanco tiene problemas para aparcar. Blanco leyó a Nietzsche, peor lo interpretó como quiso. Blanco es real y humano aun siendo un personaje de papel.
José Luis Correa presentando su novela Blue Christmas
Correa explica sus intenciones cuando empezó con Ricardo Blanco: solo quería escribir una novela que homenajeara a las películas de cine negro con las que creció y las que le permitieron ir haciéndose mayor. En cierta manera lo que deseaba era llevarse a Philip Marlowe y Humphrey Bogart a Canarias. La primera novela estaba llena de tópicos, pero sus personajes han ido creciendo y evolucionando. Le preocupa hacer creíble sus historias, no dejarse ningún detalle, porque siente que tiene una responsabilidad con el lector. Ahora sus novelas son lectura obligatoria en los institutos canarios y eso pesa.
Habla con cariño de sus personajes. Del abuelo Colacho que representa a la generación de sus padres y abuelos donde todo lo resolvían con una frase, en una sentencia. Es el carácter socarrón canario y el contrapunto a Blanco. Pero ya estaba muy mayor y en la anterior entrega murió, algo duro que le ha producido una crisis al escritor. El inspector Álvarez surgió para justificar que un detective pudiera investigar un caso criminal, pero posiblemente en algún momento llevará un caso él solo porque ya se lo va mereciendo.
Las novelas negras están asociadas al lugar en el que transcurren. En realidad tratan de una persona que investiga algo en un sitio determinado. Por eso prefiere ubicarlas en un terreno que conoce, el mismo que pisa a diario. No tiene que imaginar, los sitios están ahí. Esta relación también la da el lenguaje. Correa reconoce que no sabe escribir de otra manera. Si las tramas las colocara en otros lugares le tocaría investigar, pero a él lo que le gusta es escribir, disfruta tanto que no quiere perder tiempo en otras cosas. Hoy en día, si un escritor quiere plantear cualquier demanda de cualquier tipo, le sale una novela negra. Tenemos a Bretón, Bárcenas, la Gurtel, la clase política, la corrupción… en las noticias, todo es negro. No puedes vivir ajeno a eso. De noche, Correa, escribe poemas románticos que cuelga en Facebook y de día mata gente en las novelas para denunciar la sociedad en la que vivimos.
Guillermo Saccomanno presentando su novela Cámara Gesell
Norman Fernández reconoce que se siente incapaz de calificar de alguna manera
Cámara Gesell, la última novela de
Guillermo Saccomanno. Dice que el autor utiliza flashes para ir narrándola y que lo hace a través de una estructura novedosa, pero afortunadamente tenemos al autor delante para que lo explique. El título tiene que ver con Gesell y su invento, el espejo ese que hay en las salas de interrogatorios y que permite observar todo lo que allí pasa desde otra habitación. Se creó para estudiar y trabajar con chicos que tenían problemas de conducta, se ha empleado también en publicidad, pero donde más hemos visto su uso ha sido en los interrogatorios policiales.
La novela está ambientada en un pueblo costero del Atlántico argentino, a 400 Km de la capital, que se ve judializado. «A pueblo chico, infierno grande», dice Saccomanno. Ocurre que Gesell es el nombre del pueblo en el que vive y eso ha dado lugar a errores. Todos se han sentido identificados, pero curiosamente los personajes inventados son por los que más han protestado los vecinos, pues cada cual decía que estaba contando su historia. Fue una especie de identifíquese usted mismo, donde unos y otros buscaban entre los personajes a sus vecinos. Es cierto que allí encontró una «fauna» muy interesante y eso es lo que el pueblo no le perdonó. Se leyó como una crónica y no era esa la intención de su autor. No hay ambición mayor para un escritor que la de crear un pueblo y todo el universo que lo sustenta. Trabajó durante siete años juntando documentación, recopilando noticias que ocurrían es su pueblo y en otros parecidos, para luego mezclarlo. Gesell es un lugar turístico con una vida frenética durante dos meses y medio y que el resto del tiempo permanece en letargo. Quien no tiene un proyecto personal no puede sobrevivir a la desocupación tan intensa que se da fuera del verano. Cuando llega esa época, se empiezan a escuchar los golpes de los martillos y parece que van a levantar la escenografía para el turismo que va a llegar. Su idea era plasmar una especie de fresco social, la lucha de clases de un pueblo pequeño y en ese infierno, a la manera de San Juan de la Cruz, emprender la búsqueda de la luz en la noche del alma. Está contado de una manera coral que va añadiendo tanto voces cultas como plebeyas para que la novela tenga una musicalidad. Señala que prefiere que su novela esté bien escuchada.
El protagonista es un periodista que viene de fuera, pero que termina no resultando ser un testigo imparcial, porque eso no existe. Acaba en la misma mierda que los demás. El pueblo tiene un grado de promiscuidad muy fuerte. No hay redención. Saccomanno reconoce tener poca esperanza en la raza humana. Hay una situación violenta en el planeta con mucha delincuencia juvenil que crece en una progresión dramática y que cada día es peor. La novela no es un canto a la alegría, porque el capitalismo no puede ser nunca humano. En esta sociedad es en la que se crían nuestros hijos y el trabajo de un escritor solo puede aspirar a cambiar el corazón humano.
En
Cámara Gesell, el autor argentino ha trabajado con diferentes personajes a un mismo tiempo, lo que le ha dado puntos de vista para contar el pueblo y muchas posibilidades para la novela. Escribió mil páginas con más de 250 personajes y unas cuantas historias. Lo fue colocando por estaciones y comenzó el trabajo complicado, el de armar la novela. Fueron muchas vueltas de tuercas, incluso cuando ya pensaba que estaba terminada.
Mientras Saccomanno desvela los engranajes de su novela, en la carpa de al lado,
Félix de la Concha entrevista y pinta a
Juan Madrid. El escritor habla de política, del engranaje del franquismo y que de Rajoy practica el mismo fascismo pero sin uniforme. Las personas ya no importan, y la política neoliberal que se aplica en España está causando muchos muertos, dejando los cadáveres de las víctimas en las cunetas.
Ángel de la Calle, Susana Hernández, Alexis Ravelo, Luis Gutiérrez Maluenda, Víctor del Árbol y Carolina Solé
En la carpa del Encuentro tiene lugar la mesa redonda
Nuevos formatos, jóvenes autores. Ángel de la Calle interroga a Carolina Solé, Víctor del Árbol, Luis Gutiérrez Maluenda, Alexis Ravelo y Susana Hernández. De ellos destaca su cuidado lenguaje, el esmero con el que buscan darle a sus historias una estructura que diga algo y por apostar con diferencia por la calidad. ¡Es el planeta al revés!, exclama en lo que es un chiste que tiene que ver con la editorial que publica a la mayoría de ellos. Les avisa, antes de darle la palabra, que los críticos de este país van a estar por detrás de ellos.
Luis Gutiérrez Maluenda presenta
Un buen lugar para reposar. En este tiempo se experimente mucho, el escritor siente una necesidad de comenzar nuevas búsquedas. Su novela es pura experimentación en la forma narrativa donde los cuatro personajes sospechosos van contando su parte de la historia. Sobre la violencia, cita a Chandler y su obra
El simple arte de matar y dice que el novelista debe alejar al lector del horror y que para eso no hay nada mejor que el sentido del humor. El ha usado, por tanto, la ironía, el cinismo y lo más canalla para escribir su novela. Es luego el lenguaje el que crea el ritmo.
Víctor del Árbol explica que ha escrito dos novelas del postfranquismo. Con
Respirar por la herida quería cambiar, buscaba un camino nuevo que le permitirá evolucionar, explorando algo en donde no se sintiera cómodo y en un lugar en el que no se pudiera esconder tras los hechos. Pero desde el presente siempre se puede explicar el pasado. Esta novela tiene 18 personajes, ese era uno de los retos. La próxima será distinta. Reconoce que no tiene sentido del humor cuando escribe, es totalmente realista y por tanto una novela más dolorosa. Le interesa tratar el mal propio, la destrucción de uno mismo, esas pequeñas mentiras que al final nos acaban corrompiendo por dentro y nos impide disfrutar de la bondad. Busca el tratamiento de la violencia más común, la que puedes sentir que a ti mismo te puede pasar, y para eso no es necesario ser explícito. Con el lenguaje se construye la atmósfera, en su caso un ambiente posible de redención.
Alexis Ravelo reconoce que no tenía pretensiones a la hora de escribir
La estrategia del pequinés. Se sentía esclavizado porque creo un personaje para una novela y ya llevaba cuatro. Al moverse dentro de un formato hay temas que no puedes tocar. Ha querido hacer una novela de gansters, pero éstos ya no son los de antes. Reconoce que prefiere la violencia explícita y dolorosa; le gusta que los libros le hagan daño. El lenguaje debe reflejar la realidad y eso supone sacrificar diálogos y páginas. Eliges de forma voluntaria el registro con el que quieres contar la historia. Creer en el mal absoluto es una cuestión de fe personal, pero lo que existe de verdad es la violencia física y también la estructural, la que hace daño por el simple hecho de ganar más dinero, la que se genera desde Génova 13, la que está detrás de la condiciones laborales de explotación, la de quienes hacen mal porque les viene bien. Le molesta ese punto, cuando en los otros seres humanos no vemos fines sino medios.
Yampi en la Carpa del Encuentro
Susana Hernández presenta
Contra las cuerdas. Dice que ella siempre se ha buscado la vida y que por eso hace novela negra a su manera. No tuvo en ningún momento la impresión de que estuviera haciendo nada distinto. Para la autora lo espontáneo es lo más valioso. Le gusta ver la violencia desde diferentes planos, como afecta de diferente forma porque no es lo mismo la violencia que sufre una víctima o la que ejerce el agresor o el policía que la investiga y se mueve entre ella. El nivel de violencia puede variar según lo que quieras contar. En esta novela resulta sanguinaria y quiere mostrarnos el horror. Se trata de hacer daño, mucho daño, y hacerlo por propio placer. Dice Hernández que cuesta meterse en la piel de alguien así. Los diálogos resultan siempre un trabajo duro que obliga a quien escribe a cuidarlos con mucha atención.
Finalmente
Carolina Solé nos habla de que su novela encierra una cierta violencia psicológica, de la que nos castiga a nosotros mismos y que surge de las relaciones entre las personas. La violencia no aparece de forma explícita en
Ojos de hielo.
Arrancan las sesiones de fotoperiodismo con la presentación de
#resistenciaminera ,de
Javier Bauluz y
Marcos Martínez Merino, de la que ya hablé cuando se presentó en Madrid. Mientras, en la carpa del Encuentro
Yampi ofrece un nuevo concierto. Le escucho cantar
En un minuto largo, largo y me dejo llevar, transpórtame hacia dentro. Miro la camiseta de Rosendo que lleva puesta y que marca su forma de entender la música. Le gusta Sabina, las contradicciones. Su voz arroncada sube con fuerza y por sus ojos van saliendo ciertos sentimientos de nostalgia, del tiempo que pasó y no volverá. Yampi deja marcado el sello de la Semana Negra en todo lo que toca.