jueves, 8 de noviembre de 2012

Teatro de lo cotidiano que engancha

En la librería La Buena Vida se estrena Días como estos (Capítulo 1) un nuevo formato de teatro: el Teatro en Serie


Viernes 2 de noviembre de 2012. Librería La Buena Vida - Café del libro. Madrid

Cartel de la obra de teatro en serie Días como estos (Capítulo 1)
Cartel de la obra de teatro en serie Días como estos (Capítulo 1)
La vida moderna nos separa de la realidad al encerrarnos en una serie de dispositivos que nos descargan de cualquier obligación con ella. Son maquinitas a las que sí que prestamos atención, las mismas que, sin embargo, nos van convirtiendo en una especie de nosotros mismos pero en virtual, es decir algo más descafeinados y construidos como marcas en lugar de como personas. Si a eso añadimos que tendemos a vivir la vida como espectadores, poniendo un me gusta de vez en cuando como única interacción en ella, la realidad se termina alejando. Hemos perdido toda capacidad de intervención y ahora medimos nuestra sociabilidad según el número de amigos con el que cuenta nuestro perfil en una red social. ¿Qué por qué cuento todo esto antes de hablar de una obra de teatro? Porque, en la vida moderna, ya no miramos directamente hacia lo cotidiano. No es que no nos interese, lo que pasa es que lo que ocurre a nuestro alrededor lo vemos y seguimos a través de la televisión, ayudados por la interpretación de alguien que le pone más morbo del que hay. Recibimos lo que ha sido seleccionado para nosotros y asistimos a una verdad alterada, fabricada desde el prisma con el que los medios quieren enfocarlo. Sin querer hemos ido perdiendo nuestro punto de vista, nos hemos quedado sin lo más cercano. Ya no sabemos los problemas de nuestro carnicero, ni si su hijo ha terminado aquellos estudios que inició cuando nos hicimos clientes. No es que no nos importe, es que nos hemos acostumbrado a seguir solo la vida de los personajes de las comedias de situación. Nos llenan más. A los de Teatro en Serie se les ha ocurrido que si funciona en televisión, por qué no lo va hacer en el teatro. Su idea es simple: representar obras por capítulos. Han arrancado con Días como estos. Y la verdad es que su experimento interesa y engancha. Primero nos permite asistir a la vida en directo. No es la misma que nos prometen en Gran Hermano, sino la de personajes cercanos con los que encontrar semejanzas, de los que comprendemos su forma de ser porque en el fondo no dista demasiado de la nuestra. No son seres especiales, no quieren destacar. Son personas corrientes que tratan de ser felices en el mundo que les ha tocado, que se hacen preguntas a sí mismas y se relacionan con los demás; son tímidas, inocentes…, sienten y padecen.

Acierta de lleno su autor y director, Luis López de Arriba, al tocar lo cotidiano, lo sencillo, las historias de cualquiera, y lo hace sin complicaciones, con la fuerza de lo narrado y con la proximidad de quien vendrá a escucharlo. Con eso basta y le funciona bien. Quizá los personajes sean arquetipos, pero no por ello dejamos de percibirlos como llenos de humanidad.

La función se representa en un lugar poco convencional, la librería La Buena Vida, sin una separación entre escenario y público que se mezcla con los actores. El equipo que ideó el concepto también está atinado a la hora de colocar al espectador de tal forma que pueda convertirse en una especie de público espía que tiene acceso a lo que pensamos que normalmente no es visible. Algo que resulta divertido.

Los actores se van situando entre los demás, en las sillas de madera. Después entra uno de ellos que se sitúa en su marca, de pie. Carraspea y dice un tímido «bueno» con el que arrancar. El personaje comienza a contarnos un instante de su vida, a decirnos que él no es librero, que el librero era su padre. Mientras lo va haciendo me pregunto cómo nos ven los actores de la función, ¿como una parte del decorado?, ¿como público? ¿En qué les cambia a la hora de actuar el hecho de que nosotros estemos allí en medio? No lo sé, pero veo que no les afecta a su concentración, más bien al contrario, produce como una especie de humo de la euforia del que los actores respiran. Ellos olvidarán al instante que estamos allí, pero nosotros no podremos dejar de hacerlo.

Fran Calvo, Inma Gamarra, Carlos Chamorro e Inma Isla en una escena de la obra Días como estos (Capítulo 1)
Fran Calvo, Inma Gamarra, Carlos Chamorro e Inma Isla en una escena de la obra Días como estos (Capítulo 1)
Este primer capítulo es un preámbulo en el que se nos presentan a los personajes, aquellos retazos pasados -en modo flashback- de su vida que los han ido uniendo para convertirles en un grupo y promesas que se irán trazando. Son amigos y eso basta para que la obra nos traiga a la memoria la serie Friends en la que se ha cambiado como punto social el café Central Perk por una librería. Los personajes, sus costumbres y sus situaciones están bien tramados y despiertan curiosidad por saber hasta donde pueden llegar. Todos necesitan un cambio que por separado ninguno es capaz de dar. Les vemos mirando pasar trenes que son oportunidades perdidas, de esas que no volverán, y sabemos que un día se subirán al vagón después de oír el silbato, arrebatados por el impulso de vivir. Sin querer empezamos a hacer el camino con ellos.

La pieza está interpretada por Carlos Chamorro, Inma Isla, Fran Calvo e Inma Gamarra, a los que se les une Toni González para dar vida al resto de personajes, esos que se cruzan un instante con los personajes. Todos hacen un buen trabajo y logran que esas vidas, un tanto grises, sean interesantes para seguir. El cebo está bien echado.

Resulta curiosa la evolución del teatro, donde una serie de espectáculos han huido de las salas tradicionales para atreverse a explorar nuevos espacios. Es un nuevo teatro donde su mayor interés es la cercanía entre quienes interpretan y quienes lo ven, donde ambos compartan escenario y de esta forma se rompe cualquier barrera entre los unos y los otros. No es que el público se sienta actor, pero si interioriza una sensación de estar participando, una experiencia que le resulta novedosa. Este teatro ha acertado yendo a buscar su público a los lugares cotidianos por los que todos pasamos, se ha ido a bares, pisos, librerías… sitios comunes, pequeños y próximos. Su propuesta ha tenido éxito pues ha encontrado espectadores hambrientos de un teatro diferente, más informal y más cercano.

El cambio de espacio y el hacer un teatro para pocos espectadores por función obligan a innovar en los formatos, a que surja una heterodoxia diferente y a nuevas miradas hacia las profesiones del teatro que se abordan desde una nueva posición no convencional. Las normas tradicionales no valen pues se mezclan tanto artes como géneros. Lo único que sirve es conmover al espectador, como siempre. Sus creadores hablan de un teatro de inmersión, donde lo sensorial pasa a formar parte de la obra y donde la escenografía es el propio lugar. El teatro tiene la obligación de acercarnos a la realidad, de que podamos sentirla, aunque sea poniéndonos en la piel de otros que a veces son como nosotros.

A modo de pequeño anecdotario: Cuenta Raquel Blanco en el Magazine de Cultura Contemporánea Jot Down que la idea de la serie se le ocurrió al actor Fran Calvo porque es comprador habitual de la librería de viejo madrileña La Celestina. Fran comenta que habla a menudo con Vicente, el librero real, porque está fascinado con su oficio y la forma que tiene de trabajar. El ambiente que allí se respira es mágico y pensó que bien podía servir para trasladarlo a una historia que aunara libros y teatro. Lo demás fue trabajo de ir buscando piezas e ir encontrándolas.

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