Viernes 16 de noviembre de 2012. Festival Internacional de Cine de Gijón
Fogo y După dealuri / Beyond the hills, dos películas construidas sobre paisajes helados
Anoche Gijón terminaba de engalanarse. Hoy se abre la cincuenta edición del FICXixón. Un número redondo, un cumpleaños de medio siglo, de un festival de cine que en los últimos años había logrado convertirse en un excelente escaparate del nuevo cine de cualquier parte del mundo. Para el aniversario, estrena nuevo director; ahora las riendas las lleva Nacho Carballo, quien intenta no hablar de una nueva etapa sino de continuación. La norma no escrita, el mensaje transmitido, se resume en la frase más escuchada «igual que el año pasado».
Premio Nacho Martínez para el director de casting Luis San Narciso
Nacho Martínez fue un actor asturiano, de Mieres, que tuvo una presencia destacada en el cine que se hacía en nuestro país en los años ochenta. Comenzó en el teatro universitario independiente, cuando aún era muy joven y en los tiempos finales del franquismo. Se fue a Madrid y empezó a ganarse la vida como doblador poniendo voz a artistas como Richard Chamberlain en El pájaro espino, Richard Gere, Sylvester Stallone... Consigue un papel en Tasio y ya no pararía hasta el final de su carrera. 17 películas y una cuantas series como Los pazos de Ulloa, Los jinetes del alba o protagonizar El olivar de Atocha. Trabajó a las órdenes de directores como Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez, José Luis Cuerda, Fernando Fernán Gómez, Vicente Aranda, Inmanol Uribe, Eduardo Campoy, Miguel Picazo o Montxo Armendáriz, pero sin duda siempre será recordado por sus papeles en las películas de Pedro Almodóvar, especialmente por su interpretación del torero de Matador.
Murió joven, en 1996, con 44 años de edad, de un cáncer de pulmón. En su recuerdo, el Festival Internacional de Cine de Gijón otorga el Premio Nacional de Cinematografía Nacho Martínez y que esta edición recae en el director de casting Luis San Narciso, en reconocimiento a su labor profesional y humana dentro de la industria cinematográfica española.
San Narciso cuenta en rueda de prensa que nació en Mieres al igual que Nacho Martínez, a unos pocos metros, pero que sin embargo donde se conocieron fue en Madrid, en los años ochenta. De Martínez explica que tuvo una carrera bestial, pero que se truncó muy pronto. Hoy sería un Fernando Fernán Gómez. Habla de Nacho Martínez con cariño; eran amigos, y recuerda una anécdota, que una vez incluso le prestó dinero para un viaje a Londres y recuerda como el actor le dijo que «estaba apuntado en la libretona de los deudores». Martínez era un hombre lleno de talento, de una categoría descomunal como actor e impresionante como persona. Esa amistad hace que recibir este premio le resulte algo muy especial para Luis San Narciso, «como tener un trozo de Nacho de nuevo». Reconoce que le da cierta vergüenza por el honor que supone. De Gijón dice que es la ciudad en la que quiere retirarse. De sí mismo explica que es «un currante, no más listo de lo normal, un apasionado de lo mío».
Llendes. Fogo. Una tierra inhóspita que forja un carácter recio
Cuando alguien me pide que recomiende una película le suelo hablar de Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, una pieza excepcional que señala otra forma de adentrarse para contar una historia. Aquella película la dirigió Yulene Olaizola, la misma directora que en Gijón presenta Fogo.
La isla de Fogo, en Canadá, es un lugar en declive del que muchos de sus habitantes están huyendo. Ya no es fácil subsistir allí, apenas quedan medios para ganarse la vida. Sin embargo algunos vecinos deciden quedarse. Allí está su arraigo, los recuerdos que tiñen su presente y les da sentido. No entienden otra vida diferente a la que han llevado siempre. Les basta con mirar su tierra o al cielo, ver caer la nieve y jugar con sus perros para sentirse en casa. Las tareas se alargan, ir a por agua o cortar leña pueden ser actividades que ocupen toda una tarde, pues tiempo es lo que sobra. Ese tratamiento del tiempo es el sello y la forma personal de la directora: detenerse en unas manos a las que les falta un dedo mientras tamborilean sobre una mesa o mantener un plano fijo de un rostro ensimismado y surcado de arrugas que nos hace ver a un hombre de carácter norteño, duro y recio. Son esos instantes en los que parece que no ocurre nada los que sirven al espectador para hilar la película, pero sobre todo para comprender a unas personas taciturnas que apenas si necesitan ya hablar. Tres son los diálogos que aparecen en la película y los tres pudieran parecer intrascendentales por el contenido, pero cada uno de ellos nos cuenta un mundo: un pasado que fue mejor, un presente que hay que decidir y una botella compartida al calor del hogar que va produciendo una lenta borrachera como la propia vida que llevan.
Ser directora es mucho más que saber colocar la cámara en el mejor lugar para rodar una escena, es saber contar una historia y dotarla del ritmo que necesita. Olaizola lo hace utilizando cuatro conceptos. El primero parte del respeto por escuchar a los mayores para aprender de ellos. El segundo es su deseo de buscar la mejor forma de presentar a cada uno de los personajes con el tiempo que necesita para que el espectador llegue a ellos. El tercero bien podría ser la utilización de los sonidos cotidianos que sirven como argamasa de la cinta a la vez que la impregnan de un sentimiento especial. La última es la técnica tan próxima al documental empleada.
Gala de inauguración. Humor, música en directo y la emoción de quien recibe un premio en su casa
La gala de inauguración arrancó con una voz en off presentando lo que vendría a continuación: una serie de imágenes de lo que han dado de sí estos cincuenta años de festival ocupando toda la pantalla. Como banda sonora bien sirvió el tema de David Bowie Space Oddity interpretado en acústico y en directo, porque hubo una banda para acompañar toda la gala, un grupo creado para la ocasión que incluso lucía camisetas negras con el logo del FICXixón. Ellos se encargaron del ritmo y de darle más agilidad a la gala.
Presentó Leticia Dolera con un guion con mucha base local y que a ratos se iba por lo humorístico lo que le permitía a la actriz sacar su vis más cómica. Dolera fue haciendo un repaso de cada sección apoyándose en el ojo de un objetivo gigante sobre el que se proyectaban las secuencias de soporte y presentando a los dos jurados de películas en competición y a algunos de los invitados. Alejo Sauras y María León fueron los encargados de entregar a Luis San Narciso el Premio Nacional de Cinematografía Nacho Martínez. La cercanía que le unía con el desaparecido Nacho Martínez cuyo recuerdo da nombre el premio y el hecho de recibirlo en la ciudad de Gijón llenaron sus ojos de emoción, lo que sin duda fue el momento más reseñable de toda la gala.
Sección oficial. După dealuri / Beyond the hills. ¿Es posible salir del camino de la negación?
Tras la gala de inauguración se proyectó la película del rumano Cristian Mungiu După dealuri / Beyond the hills. El propio director presentó el film y utilizó para ello los adjetivos largo, difícil y duro. Lo de largo, con dos horas y medias de metraje, no es discutible. Es cierto que es una historia complicada que trata de un sentimiento entre dos mujeres que fueron compañeras en el orfelinato y que ahora, con veinticinco años, vuelven a rencontrarse. El amor que una sentía por la otra es el principio sobre el que quiere edificar el resto de su vida, por eso Alina regresa a buscar a Woichita para llevarla consigo. Sin embargo la otra ha encontrado un nuevo camino al convertirse en monja, una vida de la que ya no quiere salir pues ha descubierto en ella, en ese comportamiento estrictamente reglado y en la obediencia absoluta, la forma de huir de la soledad para siempre. La película se adentra en la actitud que toma Alina para hacer regresar a su compañera hacia su misma realidad y el peso que ejerce Woichita sobre Alina justo en la dirección contraria. Se trata de celos que en Alina explotan con violencia y que los demás intentan interpretar desde esos comportamientos visibles exclusivamente, al ser su relación pasada velada y sin confesar. La congregación realiza una visión religiosa del asunto y arranca un proceso de curación del alma para sacar el mal del interior. Los médicos, en esas actitudes, ven un trastorno psiquiátrico y señalan la existencia de una enfermedad difícil de sanar. Cuando la policía llega lo que ven son hechos a los que la balanza de la justicia colocará el peso de la responsabilidad. Esas formas de ver siempre culpa, pecado o enfermedad en todo lo desconocido obligarán a Woichita a avanzar y sobre esas miradas sesgadas replantearse dónde está lo correcto y si puede seguir después de esto sin distanciarse, asumiendo los mismos principios que venía acatando. Es el tic tac del despertador de su celda quien marca el tiempo e influye en señalar que ella debe tomar una decisión que la mantenga en el camino de la negación o la saque de él.
El director va sembrando la cinta de elementos a interpretar y los va resolviendo con detalles que los van haciendo más nítidos y comprensibles, aunque la incertidumbre de alguno de ellos no desaparece del todo y queda abierta. La película combate la seriedad de su propia reflexión con ciertos toques de ironía que se agradecen. Encuentro sin embargo, por la forma de estar narrada, una cierta barrera emocional con ella, no sé si es el aire antiguo y de atraso que se respira en ella o esa distancia aséptica tan europea entre la cámara y los sentimientos.
Luis San Narciso durante la rueda de prensa del Premio Nacional de Cinematografía Nacho Martínez
Nacho Martínez fue un actor asturiano, de Mieres, que tuvo una presencia destacada en el cine que se hacía en nuestro país en los años ochenta. Comenzó en el teatro universitario independiente, cuando aún era muy joven y en los tiempos finales del franquismo. Se fue a Madrid y empezó a ganarse la vida como doblador poniendo voz a artistas como Richard Chamberlain en El pájaro espino, Richard Gere, Sylvester Stallone... Consigue un papel en Tasio y ya no pararía hasta el final de su carrera. 17 películas y una cuantas series como Los pazos de Ulloa, Los jinetes del alba o protagonizar El olivar de Atocha. Trabajó a las órdenes de directores como Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez, José Luis Cuerda, Fernando Fernán Gómez, Vicente Aranda, Inmanol Uribe, Eduardo Campoy, Miguel Picazo o Montxo Armendáriz, pero sin duda siempre será recordado por sus papeles en las películas de Pedro Almodóvar, especialmente por su interpretación del torero de Matador.
Murió joven, en 1996, con 44 años de edad, de un cáncer de pulmón. En su recuerdo, el Festival Internacional de Cine de Gijón otorga el Premio Nacional de Cinematografía Nacho Martínez y que esta edición recae en el director de casting Luis San Narciso, en reconocimiento a su labor profesional y humana dentro de la industria cinematográfica española.
San Narciso cuenta en rueda de prensa que nació en Mieres al igual que Nacho Martínez, a unos pocos metros, pero que sin embargo donde se conocieron fue en Madrid, en los años ochenta. De Martínez explica que tuvo una carrera bestial, pero que se truncó muy pronto. Hoy sería un Fernando Fernán Gómez. Habla de Nacho Martínez con cariño; eran amigos, y recuerda una anécdota, que una vez incluso le prestó dinero para un viaje a Londres y recuerda como el actor le dijo que «estaba apuntado en la libretona de los deudores». Martínez era un hombre lleno de talento, de una categoría descomunal como actor e impresionante como persona. Esa amistad hace que recibir este premio le resulte algo muy especial para Luis San Narciso, «como tener un trozo de Nacho de nuevo». Reconoce que le da cierta vergüenza por el honor que supone. De Gijón dice que es la ciudad en la que quiere retirarse. De sí mismo explica que es «un currante, no más listo de lo normal, un apasionado de lo mío».
Cartel de la película Fogo
Cuando alguien me pide que recomiende una película le suelo hablar de Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, una pieza excepcional que señala otra forma de adentrarse para contar una historia. Aquella película la dirigió Yulene Olaizola, la misma directora que en Gijón presenta Fogo.
La isla de Fogo, en Canadá, es un lugar en declive del que muchos de sus habitantes están huyendo. Ya no es fácil subsistir allí, apenas quedan medios para ganarse la vida. Sin embargo algunos vecinos deciden quedarse. Allí está su arraigo, los recuerdos que tiñen su presente y les da sentido. No entienden otra vida diferente a la que han llevado siempre. Les basta con mirar su tierra o al cielo, ver caer la nieve y jugar con sus perros para sentirse en casa. Las tareas se alargan, ir a por agua o cortar leña pueden ser actividades que ocupen toda una tarde, pues tiempo es lo que sobra. Ese tratamiento del tiempo es el sello y la forma personal de la directora: detenerse en unas manos a las que les falta un dedo mientras tamborilean sobre una mesa o mantener un plano fijo de un rostro ensimismado y surcado de arrugas que nos hace ver a un hombre de carácter norteño, duro y recio. Son esos instantes en los que parece que no ocurre nada los que sirven al espectador para hilar la película, pero sobre todo para comprender a unas personas taciturnas que apenas si necesitan ya hablar. Tres son los diálogos que aparecen en la película y los tres pudieran parecer intrascendentales por el contenido, pero cada uno de ellos nos cuenta un mundo: un pasado que fue mejor, un presente que hay que decidir y una botella compartida al calor del hogar que va produciendo una lenta borrachera como la propia vida que llevan.
Ser directora es mucho más que saber colocar la cámara en el mejor lugar para rodar una escena, es saber contar una historia y dotarla del ritmo que necesita. Olaizola lo hace utilizando cuatro conceptos. El primero parte del respeto por escuchar a los mayores para aprender de ellos. El segundo es su deseo de buscar la mejor forma de presentar a cada uno de los personajes con el tiempo que necesita para que el espectador llegue a ellos. El tercero bien podría ser la utilización de los sonidos cotidianos que sirven como argamasa de la cinta a la vez que la impregnan de un sentimiento especial. La última es la técnica tan próxima al documental empleada.
Leticia Dolera presentando la gala
La gala de inauguración arrancó con una voz en off presentando lo que vendría a continuación: una serie de imágenes de lo que han dado de sí estos cincuenta años de festival ocupando toda la pantalla. Como banda sonora bien sirvió el tema de David Bowie Space Oddity interpretado en acústico y en directo, porque hubo una banda para acompañar toda la gala, un grupo creado para la ocasión que incluso lucía camisetas negras con el logo del FICXixón. Ellos se encargaron del ritmo y de darle más agilidad a la gala.
Presentó Leticia Dolera con un guion con mucha base local y que a ratos se iba por lo humorístico lo que le permitía a la actriz sacar su vis más cómica. Dolera fue haciendo un repaso de cada sección apoyándose en el ojo de un objetivo gigante sobre el que se proyectaban las secuencias de soporte y presentando a los dos jurados de películas en competición y a algunos de los invitados. Alejo Sauras y María León fueron los encargados de entregar a Luis San Narciso el Premio Nacional de Cinematografía Nacho Martínez. La cercanía que le unía con el desaparecido Nacho Martínez cuyo recuerdo da nombre el premio y el hecho de recibirlo en la ciudad de Gijón llenaron sus ojos de emoción, lo que sin duda fue el momento más reseñable de toda la gala.
Cristian Mungiu presentando su película După dealuri / Beyond the hills durante la gala
Tras la gala de inauguración se proyectó la película del rumano Cristian Mungiu După dealuri / Beyond the hills. El propio director presentó el film y utilizó para ello los adjetivos largo, difícil y duro. Lo de largo, con dos horas y medias de metraje, no es discutible. Es cierto que es una historia complicada que trata de un sentimiento entre dos mujeres que fueron compañeras en el orfelinato y que ahora, con veinticinco años, vuelven a rencontrarse. El amor que una sentía por la otra es el principio sobre el que quiere edificar el resto de su vida, por eso Alina regresa a buscar a Woichita para llevarla consigo. Sin embargo la otra ha encontrado un nuevo camino al convertirse en monja, una vida de la que ya no quiere salir pues ha descubierto en ella, en ese comportamiento estrictamente reglado y en la obediencia absoluta, la forma de huir de la soledad para siempre. La película se adentra en la actitud que toma Alina para hacer regresar a su compañera hacia su misma realidad y el peso que ejerce Woichita sobre Alina justo en la dirección contraria. Se trata de celos que en Alina explotan con violencia y que los demás intentan interpretar desde esos comportamientos visibles exclusivamente, al ser su relación pasada velada y sin confesar. La congregación realiza una visión religiosa del asunto y arranca un proceso de curación del alma para sacar el mal del interior. Los médicos, en esas actitudes, ven un trastorno psiquiátrico y señalan la existencia de una enfermedad difícil de sanar. Cuando la policía llega lo que ven son hechos a los que la balanza de la justicia colocará el peso de la responsabilidad. Esas formas de ver siempre culpa, pecado o enfermedad en todo lo desconocido obligarán a Woichita a avanzar y sobre esas miradas sesgadas replantearse dónde está lo correcto y si puede seguir después de esto sin distanciarse, asumiendo los mismos principios que venía acatando. Es el tic tac del despertador de su celda quien marca el tiempo e influye en señalar que ella debe tomar una decisión que la mantenga en el camino de la negación o la saque de él.
El director va sembrando la cinta de elementos a interpretar y los va resolviendo con detalles que los van haciendo más nítidos y comprensibles, aunque la incertidumbre de alguno de ellos no desaparece del todo y queda abierta. La película combate la seriedad de su propia reflexión con ciertos toques de ironía que se agradecen. Encuentro sin embargo, por la forma de estar narrada, una cierta barrera emocional con ella, no sé si es el aire antiguo y de atraso que se respira en ella o esa distancia aséptica tan europea entre la cámara y los sentimientos.
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