Lunes 19 de noviembre de 2012. Festival Internacional de Cine de Gijón
Shadow dancer, Manhattan by numbers, Müll im Garten Eden / Polluting Paradise, 21x12 y Haute tension, puntos opuestos en la diversidad del cine
Arrancaron hoy varias actividades que van a desarrollarse durante el resto de la semana. Por la mañana, en el Acuario de Gijón se iniciaron las jornadas de escrituras de guion patrocinadas por el sindicato de guionistas ALMA. Por la tarde y en el patio del Antiguo Instituto se estrenaron las tertulias cinéfilas con Fernando Marías, una novedad de esta edición en la que el escritor modera una tertulia a la que invita a un escritor y a un cineasta. Hoy esos papeles les correspondían a Cristina Fallarás y a Tristán Ulloa y el tema que debatieron fue el Sexo en pantalla y en papel. Resultó un placer escucharles pues los tres son excelentes maestros en el uso de la palabra y en saber contarnos historias. Al cine y a la literatura vamos a que nos narren historias, a escuchar embelesados lo que fue o lo que pudo haber sido. Especialmente entretenido fue escucharles relatar la primera punción sexual que recordaban haber tenido relacionada con el libro y la pantalla.
No es la única novedad de esta edición, también se ha incorporado una sección nueva con jurado y premio. Se trata de AnimaFICX donde participan trece películas, doce de ellas en competición.
Sección oficial. Shadow dancer. Agentes del MI5, terroristas del IRA y topos
James Marsh nos propone una historia sobre el IRA y el MI5, una narración fría de espías que trabajan con la cabeza porque saben que si interviene el corazón y los sentimientos entonces perderían. La película juega a intentar sorprender al espectador, a darle una vuelta y llevarle a un terreno que no espera. Pero los personajes se terminan comportando como los arquetipos que son, las máscaras que esconden cualquier atisbo de un gesto.
Hay una cosa que me gusta especialmente de Shadow dancer y que creo que es su mayor valor. Se trata de la sensación de cansancio que muestran los familiares más cercanos de los terroristas. No es suficiente la simpatía a una causa para mantenerse en la misma postura inquebrantable de apoyo, para no cambiar la mirada con cada una de sus acciones que en el fondo ya no se comparten. Es la sangre que les une la que aún les sostiene, pero están a punto de romperse, de no poder más después de sentirse mutilados por dentro de tanto silencio. Ese peso de la familia, lo que se acepta por obligación, es lo que produce los remordimientos y cuando aparecen se descubre lo que ya no tiene sentido.
No hay buenos ni malos, ni tampoco juicios de valor porque no existe en toda la película un solo plano que intente hablarnos del asunto acercándose desde una perspectiva política. Ya no hay honor en ninguno de los bandos, toda ideología se perdió por el camino y solo queda una guerra sucia que causa muertos. La venganza se restringe a un ámbito más reducido, el familiar. Las cuestiones morales sobre las que la película se pregunta son exclusivamente personales, por lo que el entramado terrorista y policial es simplemente una disculpa para colocar a los personajes en una situación. No hay intención por tanto de profundizar en lo que no es otra cosa que un decorado para la película.
Al salir de la sala me crucé con una conversación típica sobre dos interpretaciones diferentes para el final de la película. Era algo habitual en el Festival que este año no abunda tanto y que ya empezaba a echar de menos.
Amir Naderi. Manhattan by numbers. Un capitalismo atroz
Amir Naderi es el tipo más feliz de este festival. Le apasiona el cine. Está contento de que le hayan invitado y de que se ofrezca una retrospectiva sobre su cine. Acude a cada pase de sus películas y se queda a verlas entre el público pues dice que hace demasiado tiempo que no ve sus viejas películas proyectadas en una pantalla grande. Disfruta como un niño. Cada una de las proyecciones se la dedica a Luis Buñuel. Naderi nació en Irán y allí rodó nueve películas. Fue un niño de la calle, de los que sufrieron un país en guerra. Escapó, más por ambición personal que por temas políticos confiesa, y no ha podido regresar a su patria. En Nueva York hizo seis películas, y también una en las Vegas. La última la ha rodado en Japón, donde ahora vive y trabaja. A los japoneses les imparte un seminario sobre cine japonés, a los italianos de cine italiano y a los estadounidenses de western y de cine de género. El mundo no tiene fronteras, es un lugar perfecto para correr. Lo recorre enseñando y a la vez absorbiendo otras culturas, bebiendo de la calle. Es un hombre inquieto, un «sobreviviente» que aprende por su cuenta y de una manera muy rápida. De la misma forma que aprendió el alfabeto. Cuando empezó en la escuela hizo dos cursos en año y medio. Así es él, su forma de vivir es la misma que la de rodar películas.
De él dice Nacho Carballo, director de esta edición, que le apasionan las imágenes morales, esas que colocan al espectador ante la realidad social. Recoge historias de la calle, de la pobreza y la indigencia, lo que los norteamericanos no quieren ver. Un director honesto que no se vendió al capitalismo.
Dice el propio Naderi que sus películas tienen un cariz político, aunque él no sea una persona reivindicativa. Lo político en el cine envejece y los regímenes cambian. Lo que quiere es hacer un cine con imágenes evocadoras, que llegue al corazón del espectador y que tenga un toque humano. Le gustan las películas que quieren comunicar algo. Su cine no es comercial, al contrario es básicamente personal. Dice que sus películas les gustan sobre todo a otros cineastas. Cada película le lleva mucho tiempo porque se deja mucho de sí mismo en ellas, están hechas desde su experiencia vital. Las seleccionadas para esta retrospectiva repasan veinte o veinticinco años de su carrera y aún se acuerda de como era entonces, en cada uno de aquellos rodajes. El cine te da oportunidades para vivir las historias que hay en él.
Antes de ver Manhattan by numbers agradece al público que haya venido al pase. Dice que no es una película entretenida, ni tiene mucho argumento, ni nos echaremos unas risas, pero para él representa lo que es Manhattan y lo que allí vivió. Muchas de las localizaciones ya no existen. La película surge de todos los paseos que se daba por allí, yendo siempre de un lado para otro, cuando vivía como un indigente durmiendo en los túneles del metro. Dramatizó su experiencia y la metió dentro de la película. Así que cuando se puso a rodar la tenía totalmente interiorizada.
La película nos muestra muchas vidas horribles. Su protagonista es un periodista al que han despedido hace tiempo y que no encuentra ningún trabajo. No paga su alquiler y el casero le ha dado un ultimátum, si mañana no paga lo que debe le desahucia. Buscando dinero se acuerda de un amigo que quizá le pueda ayudar y que parece haber desaparecido. Ese peregrinar es una excusa para ir encontrándose con un Manhattan feo y duro, con una población sometida, explotada y conducida hacia los estercoleros del sistema. Es una crítica directa a un capitalismo feroz que oprime a la clase trabajadora, usándola y decidiendo su propia vida. Un capitalismo que se va deshaciendo de lo que le sobra, que ha olvidado a las personas y que solo piensa en el beneficio. Algo que ahora también estamos viviendo también en España. Aunque no pase nada como aviso su autor, le encuentro algo especial a la película, un susurro que me habla, coincidencias y una cercanía que no me esperaba.
Cuando las luces se encienden se escucha a Naderi decir en voz alta «Thank you» y se levanta, se coloca en pie en el pasillo y asiente con la cabeza a cada espectador que pasa a su lado con una sonrisa o una palmada o «gracias por tu cine».
Rellumes. Müll im Garten Eden / Polluting Paradise. Vertederos que matan.
Fatih Akin es un gran director. Sabe lo que quiere contar y tiene muy claro de qué forma hacerlo. Müll im Garten Eden / Polluting Paradise es un excelente documental de mensaje rotundo y construido con una buena historia, con paciencia y elaborando un guion perfecto que vaya llevando al espectador por un viaje inquietante. Cuando uno decida ir a ver un documental sobre un vertedero, supone lo que le van a contar, y en cierta medida ya tiene en la cabeza toda una historia. No hay vertederos seguros, sin filtraciones y que no produzcan una degradación ambiental del entorno que les rodea. Contaminan allí donde se colocan, envenenan la vida de la población y destruyen la sociedad a cambio de un progreso falso. Debemos tomar conciencia del peligro de un vertedero a las puertas de nuestras casas, pero más aún debemos ser conscientes de que obligatoriamente tendremos que hacer algo con nuestras basuras pues no es sostenible el modelo actual. El primer paso debería ser reducir la cantidad que producimos, pues no resulta un volumen tolerable con la naturaleza.
Akin no da lecciones, enciende su cámara y graba. Le basta enfocar a un animal muerto, un conjunto de residuos médicos, el color del agua, la espuma de su canalización para entender el nivel de contaminación. Basta una mujeres tapándose la nariz para saber lo mal que huele. Basta la mirada de un anciano o la impotencia de un alcalde ante los muros de la burocracia. La destrucción de un paraíso nos la cuenta su director con las imágenes, con un pedir explicaciones de los vecinos, y también con el argumentar estúpido que escuchamos de quienes mandan y defienden lo indefendible más allá de lo sensato. Le da el tiempo que cada toma necesita, sin precipitarse y así el espectador va construyendo con las imágenes el mensaje. Lo cotidiano de las vidas se ve alterado y comienza un camino sin retorno. No hay futuro ni para ese pueblo ni para sus habitantes. Van a ser dos generaciones perdidas, la de los que ya se fueron y la de los que también se tendrán que ir. Un vertedero no trae progreso, ni puestos de trabajo, lo que sí hace es reducir las inversiones, pues nadie en su sano juicio quiere ir a vivir o crear un puesto de trabajo allí.
Somos responsables de las malas decisiones que tomamos. No estamos por encima de la naturaleza, al contrario somos inquilinos en ella y no sus propietarios.
Esbilla Asturiana. 21x12. Las deudas pendientes con quienes murieron defendiendo la legitimidad de la República
Veintiuno por doce es el tamaño que tiene la fosa común de Oviedo. 21x12 es un documental asturiano de la Memoria Histórica que nos habla de los represaliados de la Guerra Civil y el franquismo. Nos habla de víctimas y verdugos, estos últimos sin la menor piedad a pesar de ser católicos practicantes de misa diaria y comunión. «Matar con justicia no es pecado» explica un sacerdote cuando un niño le pregunta si fusilar lo es.
Si el primer objetivo del documental es el recuerdo de lo que sucedió, el segundo es avisar del peligro de la extrema derecha en toda Europa.
El documental de Moisés Álvarez nos habla de aquellos años a través de los testimonios de quienes lo sufrieron, de sus familiares, de un historiador que va pintándonos el contexto y de los libros educativos que editaba el régimen para la correcta formación de sus ciudadanos. Al trabajo le falta quizá un poco más de profundidad y algo menos de Iglesia.
Crueldad francesa. Haute tension. Un asesino anda suelto.
Haute tensión, arranca con dos truenos que suenan como dos disparos. A partir de ahí se convierte en una película angustiosa, de un terror físico que termina siendo producto de una psicología enferma. Destaca por su guion, no en vano ganó en Sitges, que está lleno de giros y sorpresas, que sabe contenerse o incrementar su poder con la fuerza de la música. Un guion que no deja respiro al espectador y que está excelentemente interpretado por los actores de la película y especialmente por las dos actrices protagonistas.
Hay sangre pero no abunda casi nunca en exceso. En realidad pocas cosas son exageradas en ella y solo se aparta la mirada de la pantalla, por lo desagradable, un par de veces. Es cierto que juega con elementos tópicos del género: maizal, asesino callado, jóvenes atractivas, motosierra, furgoneta antigua, casa en mitad del campo, personajes que nada más verles sabemos que van a morir… Y sin embargo el director, Alexandre Aja, sabe darles otro sentido, una dimensión paralela en la que tienen la misma utilidad pero con diferente intensidad. Si no fuera por algunas concesiones para enmarcar dentro del gore, podría ser una película inquietante de miedo.
No es la única novedad de esta edición, también se ha incorporado una sección nueva con jurado y premio. Se trata de AnimaFICX donde participan trece películas, doce de ellas en competición.
Cartel de la película Shadow dancer de James Marsh
James Marsh nos propone una historia sobre el IRA y el MI5, una narración fría de espías que trabajan con la cabeza porque saben que si interviene el corazón y los sentimientos entonces perderían. La película juega a intentar sorprender al espectador, a darle una vuelta y llevarle a un terreno que no espera. Pero los personajes se terminan comportando como los arquetipos que son, las máscaras que esconden cualquier atisbo de un gesto.
Hay una cosa que me gusta especialmente de Shadow dancer y que creo que es su mayor valor. Se trata de la sensación de cansancio que muestran los familiares más cercanos de los terroristas. No es suficiente la simpatía a una causa para mantenerse en la misma postura inquebrantable de apoyo, para no cambiar la mirada con cada una de sus acciones que en el fondo ya no se comparten. Es la sangre que les une la que aún les sostiene, pero están a punto de romperse, de no poder más después de sentirse mutilados por dentro de tanto silencio. Ese peso de la familia, lo que se acepta por obligación, es lo que produce los remordimientos y cuando aparecen se descubre lo que ya no tiene sentido.
No hay buenos ni malos, ni tampoco juicios de valor porque no existe en toda la película un solo plano que intente hablarnos del asunto acercándose desde una perspectiva política. Ya no hay honor en ninguno de los bandos, toda ideología se perdió por el camino y solo queda una guerra sucia que causa muertos. La venganza se restringe a un ámbito más reducido, el familiar. Las cuestiones morales sobre las que la película se pregunta son exclusivamente personales, por lo que el entramado terrorista y policial es simplemente una disculpa para colocar a los personajes en una situación. No hay intención por tanto de profundizar en lo que no es otra cosa que un decorado para la película.
Al salir de la sala me crucé con una conversación típica sobre dos interpretaciones diferentes para el final de la película. Era algo habitual en el Festival que este año no abunda tanto y que ya empezaba a echar de menos.
Amir Naderi en la rueda de prensa
Amir Naderi es el tipo más feliz de este festival. Le apasiona el cine. Está contento de que le hayan invitado y de que se ofrezca una retrospectiva sobre su cine. Acude a cada pase de sus películas y se queda a verlas entre el público pues dice que hace demasiado tiempo que no ve sus viejas películas proyectadas en una pantalla grande. Disfruta como un niño. Cada una de las proyecciones se la dedica a Luis Buñuel. Naderi nació en Irán y allí rodó nueve películas. Fue un niño de la calle, de los que sufrieron un país en guerra. Escapó, más por ambición personal que por temas políticos confiesa, y no ha podido regresar a su patria. En Nueva York hizo seis películas, y también una en las Vegas. La última la ha rodado en Japón, donde ahora vive y trabaja. A los japoneses les imparte un seminario sobre cine japonés, a los italianos de cine italiano y a los estadounidenses de western y de cine de género. El mundo no tiene fronteras, es un lugar perfecto para correr. Lo recorre enseñando y a la vez absorbiendo otras culturas, bebiendo de la calle. Es un hombre inquieto, un «sobreviviente» que aprende por su cuenta y de una manera muy rápida. De la misma forma que aprendió el alfabeto. Cuando empezó en la escuela hizo dos cursos en año y medio. Así es él, su forma de vivir es la misma que la de rodar películas.
De él dice Nacho Carballo, director de esta edición, que le apasionan las imágenes morales, esas que colocan al espectador ante la realidad social. Recoge historias de la calle, de la pobreza y la indigencia, lo que los norteamericanos no quieren ver. Un director honesto que no se vendió al capitalismo.
Dice el propio Naderi que sus películas tienen un cariz político, aunque él no sea una persona reivindicativa. Lo político en el cine envejece y los regímenes cambian. Lo que quiere es hacer un cine con imágenes evocadoras, que llegue al corazón del espectador y que tenga un toque humano. Le gustan las películas que quieren comunicar algo. Su cine no es comercial, al contrario es básicamente personal. Dice que sus películas les gustan sobre todo a otros cineastas. Cada película le lleva mucho tiempo porque se deja mucho de sí mismo en ellas, están hechas desde su experiencia vital. Las seleccionadas para esta retrospectiva repasan veinte o veinticinco años de su carrera y aún se acuerda de como era entonces, en cada uno de aquellos rodajes. El cine te da oportunidades para vivir las historias que hay en él.
Antes de ver Manhattan by numbers agradece al público que haya venido al pase. Dice que no es una película entretenida, ni tiene mucho argumento, ni nos echaremos unas risas, pero para él representa lo que es Manhattan y lo que allí vivió. Muchas de las localizaciones ya no existen. La película surge de todos los paseos que se daba por allí, yendo siempre de un lado para otro, cuando vivía como un indigente durmiendo en los túneles del metro. Dramatizó su experiencia y la metió dentro de la película. Así que cuando se puso a rodar la tenía totalmente interiorizada.
La película nos muestra muchas vidas horribles. Su protagonista es un periodista al que han despedido hace tiempo y que no encuentra ningún trabajo. No paga su alquiler y el casero le ha dado un ultimátum, si mañana no paga lo que debe le desahucia. Buscando dinero se acuerda de un amigo que quizá le pueda ayudar y que parece haber desaparecido. Ese peregrinar es una excusa para ir encontrándose con un Manhattan feo y duro, con una población sometida, explotada y conducida hacia los estercoleros del sistema. Es una crítica directa a un capitalismo feroz que oprime a la clase trabajadora, usándola y decidiendo su propia vida. Un capitalismo que se va deshaciendo de lo que le sobra, que ha olvidado a las personas y que solo piensa en el beneficio. Algo que ahora también estamos viviendo también en España. Aunque no pase nada como aviso su autor, le encuentro algo especial a la película, un susurro que me habla, coincidencias y una cercanía que no me esperaba.
Cuando las luces se encienden se escucha a Naderi decir en voz alta «Thank you» y se levanta, se coloca en pie en el pasillo y asiente con la cabeza a cada espectador que pasa a su lado con una sonrisa o una palmada o «gracias por tu cine».
Cartel de la película Müll im Garten Eden / Polluting Paradise de Fatih Akin
Fatih Akin es un gran director. Sabe lo que quiere contar y tiene muy claro de qué forma hacerlo. Müll im Garten Eden / Polluting Paradise es un excelente documental de mensaje rotundo y construido con una buena historia, con paciencia y elaborando un guion perfecto que vaya llevando al espectador por un viaje inquietante. Cuando uno decida ir a ver un documental sobre un vertedero, supone lo que le van a contar, y en cierta medida ya tiene en la cabeza toda una historia. No hay vertederos seguros, sin filtraciones y que no produzcan una degradación ambiental del entorno que les rodea. Contaminan allí donde se colocan, envenenan la vida de la población y destruyen la sociedad a cambio de un progreso falso. Debemos tomar conciencia del peligro de un vertedero a las puertas de nuestras casas, pero más aún debemos ser conscientes de que obligatoriamente tendremos que hacer algo con nuestras basuras pues no es sostenible el modelo actual. El primer paso debería ser reducir la cantidad que producimos, pues no resulta un volumen tolerable con la naturaleza.
Akin no da lecciones, enciende su cámara y graba. Le basta enfocar a un animal muerto, un conjunto de residuos médicos, el color del agua, la espuma de su canalización para entender el nivel de contaminación. Basta una mujeres tapándose la nariz para saber lo mal que huele. Basta la mirada de un anciano o la impotencia de un alcalde ante los muros de la burocracia. La destrucción de un paraíso nos la cuenta su director con las imágenes, con un pedir explicaciones de los vecinos, y también con el argumentar estúpido que escuchamos de quienes mandan y defienden lo indefendible más allá de lo sensato. Le da el tiempo que cada toma necesita, sin precipitarse y así el espectador va construyendo con las imágenes el mensaje. Lo cotidiano de las vidas se ve alterado y comienza un camino sin retorno. No hay futuro ni para ese pueblo ni para sus habitantes. Van a ser dos generaciones perdidas, la de los que ya se fueron y la de los que también se tendrán que ir. Un vertedero no trae progreso, ni puestos de trabajo, lo que sí hace es reducir las inversiones, pues nadie en su sano juicio quiere ir a vivir o crear un puesto de trabajo allí.
Somos responsables de las malas decisiones que tomamos. No estamos por encima de la naturaleza, al contrario somos inquilinos en ella y no sus propietarios.
Carátula de la película 21x12 de Moisés Álvarez
Veintiuno por doce es el tamaño que tiene la fosa común de Oviedo. 21x12 es un documental asturiano de la Memoria Histórica que nos habla de los represaliados de la Guerra Civil y el franquismo. Nos habla de víctimas y verdugos, estos últimos sin la menor piedad a pesar de ser católicos practicantes de misa diaria y comunión. «Matar con justicia no es pecado» explica un sacerdote cuando un niño le pregunta si fusilar lo es.
Si el primer objetivo del documental es el recuerdo de lo que sucedió, el segundo es avisar del peligro de la extrema derecha en toda Europa.
El documental de Moisés Álvarez nos habla de aquellos años a través de los testimonios de quienes lo sufrieron, de sus familiares, de un historiador que va pintándonos el contexto y de los libros educativos que editaba el régimen para la correcta formación de sus ciudadanos. Al trabajo le falta quizá un poco más de profundidad y algo menos de Iglesia.
Cartel de la película Haute tension de Alexandre Aja
Haute tensión, arranca con dos truenos que suenan como dos disparos. A partir de ahí se convierte en una película angustiosa, de un terror físico que termina siendo producto de una psicología enferma. Destaca por su guion, no en vano ganó en Sitges, que está lleno de giros y sorpresas, que sabe contenerse o incrementar su poder con la fuerza de la música. Un guion que no deja respiro al espectador y que está excelentemente interpretado por los actores de la película y especialmente por las dos actrices protagonistas.
Hay sangre pero no abunda casi nunca en exceso. En realidad pocas cosas son exageradas en ella y solo se aparta la mirada de la pantalla, por lo desagradable, un par de veces. Es cierto que juega con elementos tópicos del género: maizal, asesino callado, jóvenes atractivas, motosierra, furgoneta antigua, casa en mitad del campo, personajes que nada más verles sabemos que van a morir… Y sin embargo el director, Alexandre Aja, sabe darles otro sentido, una dimensión paralela en la que tienen la misma utilidad pero con diferente intensidad. Si no fuera por algunas concesiones para enmarcar dentro del gore, podría ser una película inquietante de miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario