Viernes 23 de noviembre de 2012. Festival Internacional de Cine de Gijón
Barbie, Hello, I must be going, Héritage / Inheritance y Viagem a Portugal / Journey to Portugal, entre el cine comercial y el de más opciones para ganar
Dentro de un festival hay muchos, tantos como espectadores que cuentan lo que ven desde su punto de vista. Un mismo festival es distinto para cada uno, yo no puedo mirarlo desde la visión de las personas que trabajan en él, o tal como lo ven los directores invitados, ni siquiera como público. Me acerco con una «mirada de prensa», entre la objetividad y lo subjetivo del que tiene sus gustos propios. Eso es hacer una crítica.
Ante el tamaño de un festival, un crítico ve un fragmento y trata de construir la foto completa, la que defina mejor el festival, aunque a veces solo sea una arista. Un festival es un conjunto de decisiones, lo que se elige básicamente. Como en toda elección el crítico se equivocará, elegirá algo que hasta a él mismo le horroriza y habrá películas para las que no encuentre la mirada adecuada. A veces el cansancio le hace perder la objetividad o la chispa necesaria para comprender el detalle crucial que esta vez se le ha pasado desapercibido.
Sección oficial. Barbie. Una gran película
Barbie merece estar en el palmarés de esta edición. La de hoy ha sido una gran película y lo es sobre todo por la inteligencia con la que está contada. Con pulso firme, a Lee Sang-Woo no le tiembla la mano para tratar un hecho verídico que ocurrió en su país hace 28 años. Una historia que deja en quien la ve un tremendo poso de amargura, que duele y que hace mirar callado hacia el suelo como buscando las palabras para esa sensación de vacío que se queda por dentro después de la última escena.
Las cosas casi nunca son lo que parecen y los sueños menos. En el país de las oportunidades todo tiene precio. Un padre y una hija viajan a Corea para adoptar una niña. La elegida se ocupa infatigable de un padre retrasado y una hermana de salud débil. Todo lo ha tramado su tío. Ella no quiere irse a América, pero su hermana es lo que más desea en este mundo. Algo extraño debe haber cuando los americanos se muestran distantes y esa inquietud plasmada en un instante es la que nos dejará sin aliento. Una inquietud marcada por los acordes de una guitarra española que suena para enfatizar y en las miradas de las niñas.
A la puerta del cine, tras el pase de prensa, se encuentra su director que va dando las gracias a cada uno de los asistentes. Junta las manos y agacha la cabeza en un gesto sentido. Uno a uno, sin saltarse a nadie. Se nota que es feliz cuando puede mostrar sus películas. Sang-Woo es un tipo particular, de un carácter diferente al que uno puedo imaginarse tras ver Barbie. Hace bromas que contrapone con una seriedad extrema y te hace dudar de cuándo habla en serio y cuándo no. Dice que su cine siempre trata de una manera u otra de la familia. Esta vez ha cambiado de estilo y su película no habla de sexo ni de violencia, sino de un hecho verídico. Cuenta que ahora, en Corea, no podría volver a darse, pero sí en otros países asiáticos. Después añade que la película no quiere ser una crítica a los Estados Unidos, ni aplastar el sueño americano. Estudió y vivió allí, así que le debe mucho a los Estados Unidos. Reconoce que le encanta aquel país. Lo que trata de decir la película es que la gente tiene que vivir su vida.
Decían en Corea que Sang-Woo es su director más pervertido. En realidad viene de una familia relativamente acomodada y sin mayores traumas. Pero para ser un cineasta hay que destacar. Él lo hizo rodando Mi madre es una puta o Mi padre es un perro, películas que retratan a los más inestables, a los que tienen problemas. Cuando se estrenó Mi madre es una puta, la primera de sus películas que lo hizo, tenía ya rodadas siete películas. Era 2010 y el éxito en cartelera le permitió estrenar alguna de las otras. Barbie se estrenó en Corea hace tres semanas y algunos espectadores se acercaron para decirle que era un traidor por abandonar su estilo. La verdad es que no quiere repetirse. Le gusta lo que hace y quiere seguir rodando. El año pasado realizó cuatro películas y ahora va a comenzar con una superproducción histórica y luego quiere volver al cine independiente otra vez. Para el año que viene tiene previsto que se estrenen seis de sus películas. Barbie es la décima en su carrera y en todas las anteriores siempre ha estado él por medio: guion, actor protagonista… Dice que es su forma de conseguir ahorrar dinero. Esta vez ha sido la primera que ha trabajado con actores profesionales que han trabajado gratis, la única manera de conseguir hacer cine independiente. Trabajar gratis no quiere decir sin costes. Para esta película se había reservado el papel del tío, pero la productora le dijo que si quería ser director tenía que dejar de ser actor. Bromea después con que tiene cara de pan, tan grande que no cabe en la pantalla. Dice que no le importa desnudarse en sus películas y que esa es otra de sus ventajas. Lo arriesgó todo para apostar por su carrera. Lo que tiene lo dedica a hacer películas.
La hermana mayor de Barbie es una actriz muy conocida en Corea y la pequeña es su hermana en la vida real. No es profesional, pero Sang-Woo lo tuvo claro, al verla supo que tenía que ser la otra niña porque le gustaban sus ojos, tenían algo terrorífico. Para el rodaje tuvieron muy poco tiempo, así que lo hicieron todo seguido en once días. Al noveno tuvieron que llevarle al hospital por agotamiento. Rodaban sin pausa y apenas si dormían una hora o dos al día.
Cuando le preguntan si ha conseguido distribuidora para su película en España bromea: si alguien le pone un dólar encima de la mesa le da los derechos de la cinta. No le interesa el dinero, lo que quiere es que sus películas se vean y que pueda seguir rodando. Anima a todos los festivales a que le inviten y promete que no va suponer ningún gasto para aquellos que lo hagan.
Sección oficial. Hello, I must be going. La terapia de nosotros mismos
Hubo un tiempo en que estuvieron de moda los programas sobre operaciones. Holanda los producía y las cadenas de televisión europeas se pegaban por emitirlos. Cinematográficamente puede ser interesante ver como una cámara desciende por nuestro esófago camino de filmar el interior de nuestro estómago. Pero el interés general no lo termino de ver y no es algo que atraiga. De la misma forma se nos invade con un cine-medicina, de esos de terapia propia que nos sirva para solucionar los malestares de nuestra psicología. Un cine que pretende curar nuestra alma o al menos enseñarnos a vivir. La sociedad, su ritmo especialmente, nos hace correr pero hacia ningún lado, descuidándonos como personas y haciéndonos infelices sin saberlo. Hace falta tiempo para encontrarnos a nosotros mismos y saber elegir el mejor camino para tomar. Es necesario elegir y tener cerca a aquellos que nos pueden escuchar, los que de verdad nos quieren tal y como somos. En realidad este tipo de películas me interesa tanto como aquellos documentales de los que empecé hablando.
La película es un drama suave, sin querer herir, con ciertas pinceladas de comedia. Habla de la confusión de una mujer que tras su divorcio se le desmorona toda su vida planificada. A salir de su estado le ayuda un jovencito que se ha enamorado de ella y con quien puede hablar de sus sentimientos. Esas charlas le sirven para repasar su vida y ver si eso que añora era tan bueno como pensaba. Es la reflexión y las preguntas contestadas con sinceridad las que nos llevan a encontrar la verdad, a medir la verdadera proporción de lo que se ha dejado atrás y encontrar que quizá aquella vida no era tan maravillosa ni tan completa.
Lo mejor de la película de Todd Louiso son las escenas en blanco y negro de las películas de los hermanos Marx que su protagonista ve por las noches en la televisión. Esas solas imágenes explican mejor que nada una película contada cientos de veces. Cuando Groucho juega a que el espejo se equivoque y no le devuelva su propia imagen sino otra construida y de la que sospecha como falsa, en realidad nos está desvelando todo el secreto de Hello, I must be going, esa necesidad de encontrarnos a nosotros mismos, el yo de dentro, de no admitir la falsificación de nuestra vida. La frase que da título a la película también la dice Groucho y sirve para señalar que siempre estamos en camino, yéndonos o quedándonos, pero siempre intentando encontrarnos.
Sección oficial. Héritage / Inheritance. Los problemas de una familia palestina
Al salir de ver Héritage / Inheritance lo primero que escucho es a un hombre respondiendo a la pregunta de sus amistades sobre si le ha gustado o no. Levanta los hombros y dice «una más». No puedo estar más de acuerdo, el film de Hiam Abbass, directora de origen palestino, no tiene nada de especial, ni de diferenciador. Es una película plana centrada en los problemas que atraviesa una familia musulmana que vive muy cerca de la frontera entre el Líbano e Israel. No juega a su favor que esta coproducción francesa-turco-israelí haya sido rodada con una visión tan occidental.
Como otras películas vistas en el festival trata de contarnos cómo se puede vivir la normalidad dentro de una guerra. Los helicópteros forman parte de la banda sonora y los israelíes bombardean varias veces, la primera deteniendo la celebración de la boda de una de las hijas. Es una película que dice que, en cualquier lugar, debemos tomar nuestras decisiones, si somos jóvenes. Si ya estamos más maduritos también se pueden tomar, pero hay que ser responsable con las costumbres del lugar y la implicación en los demás.
En cierta manera habla de la hipocresía, lo mismo da que sea la de un musulmán presentándose a alcalde con el apoyo de los israelís, que tener una amante judía, no trabajar, ser incapaz de pagar a los empleados, querer a alguien de otra cultura o ser impotente. Tiene algún buen momento, pero uno ya casi la ha olvidado al salir del cine.
Rellumes. Viagem a Portugal / Journey to Portugal. Cerrando los países a las personas
Desde el primer día que hojeé el programa apunté Viagem a Portugal / Journey to Portugal como una de las películas imprescindibles de esta edición. No compite en Sección oficial, pero participa en Rellumes, donde sí que hay un premio del público.
La película de Sérgio Tréfaut está basada en hechos reales, aunque puedan parecer increíbles. Narra una historia de inmigración en un aeropuerto con una estética personal que obliga al espectador a reflexionar y madurar lo que está viendo. Los trámites burocráticos de toda aduana son terriblemente fastidiosos, pero hay veces que se convierten en una auténtica pesadilla. Hay normas absurdas que se aplican de forma mecánica y a quienes las ejecutan les van convirtiendo en inhumanos. Esta sociedad preventiva que vivimos hace daño y, sobre todo, resulta injusta. Se olvida de las personas y penaliza sus comportamientos más normales. Una duda se convierte en sospecha y ésta crea una ley que a su vez se erige como una barrera que criminaliza un conjunto amplio por una posibilidad escasa. Todos somos culpables. Todos somos ladrones. Esas leyes preventivas permiten que sin pruebas ni juicios se pueda tratar a personas como criminales, simplemente por el olfato de un guardia o porque alguien ve negro lo que no tiene color.
Tras la proyección, su director explica que Viagem a Portugal / Journey to Portugal es su primer largometraje de ficción. Lo rodó en once días. Señala que antes había hecho documentales y que por eso, para esta película quería un tratamiento plástico diferente, que indicase que no se trata de una realidad hecha para televisión. Así que decidió realizar un trabajo un tanto experimental que lo alejase del realismo de la propia historia. Para ello usa una retórica propia, con una especie de visión fotográfica en blanco y negro, con los claros como páginas de libros y con repeticiones para que podamos observar el punto de vista tanto de quien interroga como del interrogado. Lo hace con dos intenciones, la primera la de mostrar algo que resulta violento y que por tanto hay que oír más de una vez y por otro para jugar con el concepto del tiempo que puede tener una persona retenida contra su voluntad. En esos casos el tiempo pasa a otro ritmo, oyes como doble, no entiendes… Por eso la primera parte es rápida y la segunda más lenta, representando ese hastío de la impotencia y el deseo de que acabe de una vez.
Lo que narra la película no es un hecho aislado, es algo cotidiano. Las personas a quienes les ocurren estas situaciones se han sentido tan humilladas que no se les pasa por la cabeza protestar contra los gobiernos o los policías. A finales de los años 90, que es cuando ocurre el hecho en que se basa la película, Portugal no estaba preparada para recibir a tantos extranjeros como llegaron. Sólo de Ucrania llegaron 600.000 una cantidad importante para un país como Portugal, de apenas 10 millones de habitantes. Ahora las cosas han empezado a mejorar en aspectos como los de la traducción. Con la Expo cambió la mentalidad del país, «ahora somos europeos» decían como si no lo fueran de antes. Portugal no se siente particularmente intolerante, pero los que vinieron se van porque las dificultades económicas son enormes. Aquella mano de obra inmigrante que llegó ha sido absorbida y otros se han ido porque la mala economía hace lo que tiene que hacer. De los ucranianos deben quedar unos 35.000.
A Tréfaut le interesa explorar dos aspectos. El primero tiene que ver con la aplicación mecánica y lo que eso supone frente a la gente. El otro aspecto fundamental que se plantea es cómo actúan los portugueses y de qué forma ven ellos mismos esa actuación. Dice que tienen la impresión de que son gente amable. Recuerda que en un documental sobre inmigración que hizo con anterioridad, a los portugueses les molestaba la violencia con la que se realizaban los interrogatorios. Y sin embargo gentes de otras nacionalidades al verlos decían «¡qué simpáticos estos portugueses!».
Ante el tamaño de un festival, un crítico ve un fragmento y trata de construir la foto completa, la que defina mejor el festival, aunque a veces solo sea una arista. Un festival es un conjunto de decisiones, lo que se elige básicamente. Como en toda elección el crítico se equivocará, elegirá algo que hasta a él mismo le horroriza y habrá películas para las que no encuentre la mirada adecuada. A veces el cansancio le hace perder la objetividad o la chispa necesaria para comprender el detalle crucial que esta vez se le ha pasado desapercibido.
Lee Sang-Woo, director de la película Barbie, durante la rueda de prensa de presentación
Barbie merece estar en el palmarés de esta edición. La de hoy ha sido una gran película y lo es sobre todo por la inteligencia con la que está contada. Con pulso firme, a Lee Sang-Woo no le tiembla la mano para tratar un hecho verídico que ocurrió en su país hace 28 años. Una historia que deja en quien la ve un tremendo poso de amargura, que duele y que hace mirar callado hacia el suelo como buscando las palabras para esa sensación de vacío que se queda por dentro después de la última escena.
Las cosas casi nunca son lo que parecen y los sueños menos. En el país de las oportunidades todo tiene precio. Un padre y una hija viajan a Corea para adoptar una niña. La elegida se ocupa infatigable de un padre retrasado y una hermana de salud débil. Todo lo ha tramado su tío. Ella no quiere irse a América, pero su hermana es lo que más desea en este mundo. Algo extraño debe haber cuando los americanos se muestran distantes y esa inquietud plasmada en un instante es la que nos dejará sin aliento. Una inquietud marcada por los acordes de una guitarra española que suena para enfatizar y en las miradas de las niñas.
A la puerta del cine, tras el pase de prensa, se encuentra su director que va dando las gracias a cada uno de los asistentes. Junta las manos y agacha la cabeza en un gesto sentido. Uno a uno, sin saltarse a nadie. Se nota que es feliz cuando puede mostrar sus películas. Sang-Woo es un tipo particular, de un carácter diferente al que uno puedo imaginarse tras ver Barbie. Hace bromas que contrapone con una seriedad extrema y te hace dudar de cuándo habla en serio y cuándo no. Dice que su cine siempre trata de una manera u otra de la familia. Esta vez ha cambiado de estilo y su película no habla de sexo ni de violencia, sino de un hecho verídico. Cuenta que ahora, en Corea, no podría volver a darse, pero sí en otros países asiáticos. Después añade que la película no quiere ser una crítica a los Estados Unidos, ni aplastar el sueño americano. Estudió y vivió allí, así que le debe mucho a los Estados Unidos. Reconoce que le encanta aquel país. Lo que trata de decir la película es que la gente tiene que vivir su vida.
Decían en Corea que Sang-Woo es su director más pervertido. En realidad viene de una familia relativamente acomodada y sin mayores traumas. Pero para ser un cineasta hay que destacar. Él lo hizo rodando Mi madre es una puta o Mi padre es un perro, películas que retratan a los más inestables, a los que tienen problemas. Cuando se estrenó Mi madre es una puta, la primera de sus películas que lo hizo, tenía ya rodadas siete películas. Era 2010 y el éxito en cartelera le permitió estrenar alguna de las otras. Barbie se estrenó en Corea hace tres semanas y algunos espectadores se acercaron para decirle que era un traidor por abandonar su estilo. La verdad es que no quiere repetirse. Le gusta lo que hace y quiere seguir rodando. El año pasado realizó cuatro películas y ahora va a comenzar con una superproducción histórica y luego quiere volver al cine independiente otra vez. Para el año que viene tiene previsto que se estrenen seis de sus películas. Barbie es la décima en su carrera y en todas las anteriores siempre ha estado él por medio: guion, actor protagonista… Dice que es su forma de conseguir ahorrar dinero. Esta vez ha sido la primera que ha trabajado con actores profesionales que han trabajado gratis, la única manera de conseguir hacer cine independiente. Trabajar gratis no quiere decir sin costes. Para esta película se había reservado el papel del tío, pero la productora le dijo que si quería ser director tenía que dejar de ser actor. Bromea después con que tiene cara de pan, tan grande que no cabe en la pantalla. Dice que no le importa desnudarse en sus películas y que esa es otra de sus ventajas. Lo arriesgó todo para apostar por su carrera. Lo que tiene lo dedica a hacer películas.
La hermana mayor de Barbie es una actriz muy conocida en Corea y la pequeña es su hermana en la vida real. No es profesional, pero Sang-Woo lo tuvo claro, al verla supo que tenía que ser la otra niña porque le gustaban sus ojos, tenían algo terrorífico. Para el rodaje tuvieron muy poco tiempo, así que lo hicieron todo seguido en once días. Al noveno tuvieron que llevarle al hospital por agotamiento. Rodaban sin pausa y apenas si dormían una hora o dos al día.
Cuando le preguntan si ha conseguido distribuidora para su película en España bromea: si alguien le pone un dólar encima de la mesa le da los derechos de la cinta. No le interesa el dinero, lo que quiere es que sus películas se vean y que pueda seguir rodando. Anima a todos los festivales a que le inviten y promete que no va suponer ningún gasto para aquellos que lo hagan.
Cartel de la película Hello, I must be going de Todd Louiso
Hubo un tiempo en que estuvieron de moda los programas sobre operaciones. Holanda los producía y las cadenas de televisión europeas se pegaban por emitirlos. Cinematográficamente puede ser interesante ver como una cámara desciende por nuestro esófago camino de filmar el interior de nuestro estómago. Pero el interés general no lo termino de ver y no es algo que atraiga. De la misma forma se nos invade con un cine-medicina, de esos de terapia propia que nos sirva para solucionar los malestares de nuestra psicología. Un cine que pretende curar nuestra alma o al menos enseñarnos a vivir. La sociedad, su ritmo especialmente, nos hace correr pero hacia ningún lado, descuidándonos como personas y haciéndonos infelices sin saberlo. Hace falta tiempo para encontrarnos a nosotros mismos y saber elegir el mejor camino para tomar. Es necesario elegir y tener cerca a aquellos que nos pueden escuchar, los que de verdad nos quieren tal y como somos. En realidad este tipo de películas me interesa tanto como aquellos documentales de los que empecé hablando.
La película es un drama suave, sin querer herir, con ciertas pinceladas de comedia. Habla de la confusión de una mujer que tras su divorcio se le desmorona toda su vida planificada. A salir de su estado le ayuda un jovencito que se ha enamorado de ella y con quien puede hablar de sus sentimientos. Esas charlas le sirven para repasar su vida y ver si eso que añora era tan bueno como pensaba. Es la reflexión y las preguntas contestadas con sinceridad las que nos llevan a encontrar la verdad, a medir la verdadera proporción de lo que se ha dejado atrás y encontrar que quizá aquella vida no era tan maravillosa ni tan completa.
Lo mejor de la película de Todd Louiso son las escenas en blanco y negro de las películas de los hermanos Marx que su protagonista ve por las noches en la televisión. Esas solas imágenes explican mejor que nada una película contada cientos de veces. Cuando Groucho juega a que el espejo se equivoque y no le devuelva su propia imagen sino otra construida y de la que sospecha como falsa, en realidad nos está desvelando todo el secreto de Hello, I must be going, esa necesidad de encontrarnos a nosotros mismos, el yo de dentro, de no admitir la falsificación de nuestra vida. La frase que da título a la película también la dice Groucho y sirve para señalar que siempre estamos en camino, yéndonos o quedándonos, pero siempre intentando encontrarnos.
Cartel de la película Héritage / Inheritance de Hiam Abbass
Al salir de ver Héritage / Inheritance lo primero que escucho es a un hombre respondiendo a la pregunta de sus amistades sobre si le ha gustado o no. Levanta los hombros y dice «una más». No puedo estar más de acuerdo, el film de Hiam Abbass, directora de origen palestino, no tiene nada de especial, ni de diferenciador. Es una película plana centrada en los problemas que atraviesa una familia musulmana que vive muy cerca de la frontera entre el Líbano e Israel. No juega a su favor que esta coproducción francesa-turco-israelí haya sido rodada con una visión tan occidental.
Como otras películas vistas en el festival trata de contarnos cómo se puede vivir la normalidad dentro de una guerra. Los helicópteros forman parte de la banda sonora y los israelíes bombardean varias veces, la primera deteniendo la celebración de la boda de una de las hijas. Es una película que dice que, en cualquier lugar, debemos tomar nuestras decisiones, si somos jóvenes. Si ya estamos más maduritos también se pueden tomar, pero hay que ser responsable con las costumbres del lugar y la implicación en los demás.
En cierta manera habla de la hipocresía, lo mismo da que sea la de un musulmán presentándose a alcalde con el apoyo de los israelís, que tener una amante judía, no trabajar, ser incapaz de pagar a los empleados, querer a alguien de otra cultura o ser impotente. Tiene algún buen momento, pero uno ya casi la ha olvidado al salir del cine.
Sérgio Tréfaut durante el encuentro con el público tras la proyección de su película Viagem a Portugal / Journey to Portugal
Desde el primer día que hojeé el programa apunté Viagem a Portugal / Journey to Portugal como una de las películas imprescindibles de esta edición. No compite en Sección oficial, pero participa en Rellumes, donde sí que hay un premio del público.
La película de Sérgio Tréfaut está basada en hechos reales, aunque puedan parecer increíbles. Narra una historia de inmigración en un aeropuerto con una estética personal que obliga al espectador a reflexionar y madurar lo que está viendo. Los trámites burocráticos de toda aduana son terriblemente fastidiosos, pero hay veces que se convierten en una auténtica pesadilla. Hay normas absurdas que se aplican de forma mecánica y a quienes las ejecutan les van convirtiendo en inhumanos. Esta sociedad preventiva que vivimos hace daño y, sobre todo, resulta injusta. Se olvida de las personas y penaliza sus comportamientos más normales. Una duda se convierte en sospecha y ésta crea una ley que a su vez se erige como una barrera que criminaliza un conjunto amplio por una posibilidad escasa. Todos somos culpables. Todos somos ladrones. Esas leyes preventivas permiten que sin pruebas ni juicios se pueda tratar a personas como criminales, simplemente por el olfato de un guardia o porque alguien ve negro lo que no tiene color.
Tras la proyección, su director explica que Viagem a Portugal / Journey to Portugal es su primer largometraje de ficción. Lo rodó en once días. Señala que antes había hecho documentales y que por eso, para esta película quería un tratamiento plástico diferente, que indicase que no se trata de una realidad hecha para televisión. Así que decidió realizar un trabajo un tanto experimental que lo alejase del realismo de la propia historia. Para ello usa una retórica propia, con una especie de visión fotográfica en blanco y negro, con los claros como páginas de libros y con repeticiones para que podamos observar el punto de vista tanto de quien interroga como del interrogado. Lo hace con dos intenciones, la primera la de mostrar algo que resulta violento y que por tanto hay que oír más de una vez y por otro para jugar con el concepto del tiempo que puede tener una persona retenida contra su voluntad. En esos casos el tiempo pasa a otro ritmo, oyes como doble, no entiendes… Por eso la primera parte es rápida y la segunda más lenta, representando ese hastío de la impotencia y el deseo de que acabe de una vez.
Lo que narra la película no es un hecho aislado, es algo cotidiano. Las personas a quienes les ocurren estas situaciones se han sentido tan humilladas que no se les pasa por la cabeza protestar contra los gobiernos o los policías. A finales de los años 90, que es cuando ocurre el hecho en que se basa la película, Portugal no estaba preparada para recibir a tantos extranjeros como llegaron. Sólo de Ucrania llegaron 600.000 una cantidad importante para un país como Portugal, de apenas 10 millones de habitantes. Ahora las cosas han empezado a mejorar en aspectos como los de la traducción. Con la Expo cambió la mentalidad del país, «ahora somos europeos» decían como si no lo fueran de antes. Portugal no se siente particularmente intolerante, pero los que vinieron se van porque las dificultades económicas son enormes. Aquella mano de obra inmigrante que llegó ha sido absorbida y otros se han ido porque la mala economía hace lo que tiene que hacer. De los ucranianos deben quedar unos 35.000.
A Tréfaut le interesa explorar dos aspectos. El primero tiene que ver con la aplicación mecánica y lo que eso supone frente a la gente. El otro aspecto fundamental que se plantea es cómo actúan los portugueses y de qué forma ven ellos mismos esa actuación. Dice que tienen la impresión de que son gente amable. Recuerda que en un documental sobre inmigración que hizo con anterioridad, a los portugueses les molestaba la violencia con la que se realizaban los interrogatorios. Y sin embargo gentes de otras nacionalidades al verlos decían «¡qué simpáticos estos portugueses!».
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