La Semana Negra da voz a las Mujeres del carbón
Sábado 12 de julio de 2014. Semana Negra. Gijón
Hay una frase que decía Taibo tras terminar cada charla: «Esto es la Semana Negra de Gijón y sigue». Es una frase que forma parte del imaginario de la Semana Negra y que muchos de los presentadores adaptan y recuerdan como un guiño. En realidad Taibo nos decía con su frase que el tiempo pasa, que la presentación anterior ya había terminado y que corriéramos porque sin la menor pausa ya teníamos delante el siguiente plato que nos ponía la vida. No hay descanso y sí mucha hambre.
Las Mujeres del carbón: están unidas y en lucha para que el carbón siga siendo su el sustento de muchas comarcas
Al grito de «Aquí están, estas son, las mujeres del carbón» coreado por el público comenzó el acto más emotivo y lleno de corazón de esta Semana Negra. Se respiraba un ambiente combativo de fraternidad contagioso y emocionante que ponía la piel de gallina. A las cinco mujeres que hay en la mesa las presenta Rubén Vega, habla del espíritu de lucha que tienen y no dice más porque estando ellas sabe que pinta poco.
Anita Sirgo viene a contar la experiencia del pasado, la de muchas mujeres luchadoras contra el franquismo de las que hoy son herederas las Mujeres del carbón. Le han dicho que tiene poco tiempo y trata de concentrar su discurso, de decir solo lo importante. Al principio parece que el micrófono no se escucha muy bien, no importa su voz indomable tiene suficiente fuerza para que al final de la carpa también la oigan. Está contando como fueron las luchas de entonces, en los tiempos difíciles de la clandestinidad. Pero lo consiguieron. Cuando llegó la huelgona del 62 ya estaban preparadas. Llevaban un mes de huelga y los esquiroles querían volver al tajo. No podían consentir que rompieran la huelga sin haber conseguido nada. Las mujeres estaban organizadas, así que pacíficamente, pero hartas y a por todas, se pusieron en marcha. Llevaban maíz para los esquiroles, se lo tiraban a las piernas y les llamaban gallinas. La huelga duró dos meses y se lograron muchas cosas. No tenían libertad de expresión, ni móviles, ni nada. Pero sabían usar su lengua y sus piernas, yendo casa por casa, tienda por tienda, para mandar comida a los presos y para sus propias casas porque como no entraba un sueldo no había qué comer. Pero sobre todo lo hacían para concienciar porque fuera de las familias mineras no veían los problemas que había. Los mineros estaban defendiendo sus derechos y los nuestros, lo de las tiendas también.
No fue fácil, pero sabían que había que luchar. Creían en esa lucha, solo así podían conseguir una libertad que no tenían. Las mujeres se encerraron en la catedral de Oviedo, en el obispado y en las iglesias. Ahora volvemos a las mismas y hay que estar en la calle otra vez luchando. Así es como trabajaban las mujeres entonces, con mucho sufrimiento, pero no las doblegaba nadie. Las mujeres fueron muy importantes en las luchas pasadas, las de hoy también son muy válidas y tenemos que apoyarlas en todo, nos dice. Nos pide al público que sigamos luchando, pero que seamos constantes. No vale salir a la calle una vez al año, hay que hacerlo todos los días. Nos dice que salgamos pacíficamente porque así podremos estar en la calle al día siguiente. De provocar ya se encargan ellos y si respondemos nos echaran la culpa y nos llamarán revoltosos.
Raquel Valbuena viene de la cuenca leonesa de Gordón y le toca explicar cómo se formaron las mujeres del carbón. Se empezaron a organizar después de la visita al Senado donde contaron su problema. Estaban todas, pero no se conocían. Hace un año fueron a Madrid, en homenaje a la marcha de los mineros y para mostrar su fuerza. No fue fácil, pero llegaron. Ahora se han convertido en una familia. Saben que la unión hace la fuerza, así que da igual de que cuenca sean, ni para qué empresario trabajen, todas están luchando por lo mismo. Nos quieren cerrar las minas y echar a la calle. Lo fundamental es que estemos todos y todas a una. Ellas ya lo están haciendo, ahora le toca al resto.
Marian Manzano viene de Aragón. Cuenta que es fácil hablar del colectivo de Mujeres del carbón, se ve cómo son y qué hacen. En Aragón empezaron con una huelga en 2012 para defender sus puestos de trabajo y por su subsistencia. Ahora están peor. Ellas cortaron carreteras, hicieron protestas… Empezaron a forma la familia que son. Cuantas más piedras les pongan en el camino, más fuerza les dan. Quieren demostrar a sus hijos que las comarcas pueden seguir viviendo de extraer carbón, su sustento. Es un trabajo duro, pero quien está en la cuenca minera sabe dónde está.
Raquel Arce dice que no está acostumbrada a hablar, que ella es de megáfono y no de micrófono. Son las Mujeres del carbón, que no las mujeres de los mineros, aunque ella si lo sea y se sienta orgullosa; pero lo estaría igual si su marido fuese panadero. Lo dice porque en el colectivo hay mujeres sin parentesco que quieren que la mina siga, igual que quieren sanidad o educación. La unión de la gente hace la fuerza. Son asindicales y apartidistas, aunque cada una tiene sus ideas. Siguen saliendo a la calle, aunque lo hagan solas. Hay que dejar de mirar quien convoca y salir a manifestarse. Mientras haya problemas, estarán en la calle.
Arce nos dice que ya son internacionales, que tienen una mujer de Gales. Confiesa que están en asamblea permanente, que funcionan a salto de mata. Le apena que lo que consiguió la generación de Anita Sirgo lo estamos perdiendo, y remarca que no es que nos lo quiten, sino que lo estamos perdiendo. Si la saliéramos a la calle podríamos defenderlo. Se acuerda de los compañeros de las subcontratas porque si toda la minería está mal ellos van saliendo por la puerta de atrás.
A Yolanda Fernández le toca hablar en último lugar. Ya lo dijeron todo, señala. Recuerda que conoció a Anita Sirgo en Cerredo, cuando se proyectó A golpe de tacón. Dice que se quedó impresionada por el cortometraje y por la persona en sí. Hoy se encuentra con ella compartiendo mesa y se siente orgullosa. En su comarca se han unido a los profesores y han emprendido una lucha conjunta y solidaria por la educación y la minería. Allí las minas están en concurso de acreedores, el Principado cierra los ojos y lo que les queda es esperar un nuevo empresario que se haga con la empresa. Se sienten abandonados.
Entre aplausos, gritos y consignas, con todo el mundo pie, puño en alto se canta un emotivo Santa Bárbara bendita. Luego todas juntas, con el resto de compañeras se colocan ante la mesa con sus reclamaciones.
Dolores Redondo: una escritora navarra descubriendo el mundo
La anterior novela de Dolores Redondo, la primera, se titulaba El guardián invisible. Con ella inició una trilogía que protagoniza la inspectora de la Policía Foral de Navarra Amaia Salazar. Está en la Semana Negra para presentar la segunda: Legado en los huesos. Dolores Redondo explica que planificó los tres libros como una trama completa, lo que no quita para que haya una evolución entre una novela y otra. Reconoce que en la anterior, por ser la primera, tuvo cortapisas, miedo a hablar de ciertos temas. En esta segunda se ha soltado más. Respecto a la estructura, si El guardián invisible era como una punta de lanza, Legado en los huesos está construida con círculos concéntricos. En esta entrega hay dos casos. El primero comienza con una profanación en una iglesia y el segundo es un asunto de un imitador que quedó pendiente en la primera novela.
Este año quería dedicarlo a acabar la tercera entrega y luego a viajar para promocionar la trilogía. Ya sabe que se irá a Buenos Aires el próximo verano porque le han dado el SN-BAN. Habrá que reestructurar, dice. El éxito de las novelas le ha obligado a viajar mucho, así que imagina que el que viene lo vivirá como un jet lag perpetuo. Dolores Redondo quizá sea en estos momentos la escritora española de novela negra más traducida, sus novelas están en diez idiomas y llegan a más de treinta países. Tiene mucho éxito en los países que hablan castellano, pero también en Noruega porque encontraban ciertas similitudes entre la mitología nórdica y la vasconavarra. Sus novelas están empezando a salir en Brasil, Japón, Taiwan, China, Australia… Agradece a la Semana Negra que con su primer libro la llamaran, pues sirvió para poner el foco sobre la calidad de la novela por encima de otros prejuicios. Con el éxito, es a nivel personal donde hay que poner más cuidado, para que las personas que la quieren y que la han ayudado a ser la persona que es sigan cerca. Dice saber valorar las cosas que más importan. La literatura es importantísima en su vida, pero no es lo más importante. Sus ideas y su forma de ser la han llevado hasta aquí por eso quiere mantener los mismos valores. Seguir viviendo en la misma casa y haciendo las mismas cosas permite disfrutar y que los pies toquen el suelo.
Las Mujeres del carbón: están unidas y en lucha para que el carbón siga siendo su el sustento de muchas comarcas
La mesa de las Mujeres del carbón: Raquel Arce, Yolanda Fernández, Rubén Vega, Anita Sirgo, Raquel Valbuena y Marian Manzano
Anita Sirgo viene a contar la experiencia del pasado, la de muchas mujeres luchadoras contra el franquismo de las que hoy son herederas las Mujeres del carbón. Le han dicho que tiene poco tiempo y trata de concentrar su discurso, de decir solo lo importante. Al principio parece que el micrófono no se escucha muy bien, no importa su voz indomable tiene suficiente fuerza para que al final de la carpa también la oigan. Está contando como fueron las luchas de entonces, en los tiempos difíciles de la clandestinidad. Pero lo consiguieron. Cuando llegó la huelgona del 62 ya estaban preparadas. Llevaban un mes de huelga y los esquiroles querían volver al tajo. No podían consentir que rompieran la huelga sin haber conseguido nada. Las mujeres estaban organizadas, así que pacíficamente, pero hartas y a por todas, se pusieron en marcha. Llevaban maíz para los esquiroles, se lo tiraban a las piernas y les llamaban gallinas. La huelga duró dos meses y se lograron muchas cosas. No tenían libertad de expresión, ni móviles, ni nada. Pero sabían usar su lengua y sus piernas, yendo casa por casa, tienda por tienda, para mandar comida a los presos y para sus propias casas porque como no entraba un sueldo no había qué comer. Pero sobre todo lo hacían para concienciar porque fuera de las familias mineras no veían los problemas que había. Los mineros estaban defendiendo sus derechos y los nuestros, lo de las tiendas también.
No fue fácil, pero sabían que había que luchar. Creían en esa lucha, solo así podían conseguir una libertad que no tenían. Las mujeres se encerraron en la catedral de Oviedo, en el obispado y en las iglesias. Ahora volvemos a las mismas y hay que estar en la calle otra vez luchando. Así es como trabajaban las mujeres entonces, con mucho sufrimiento, pero no las doblegaba nadie. Las mujeres fueron muy importantes en las luchas pasadas, las de hoy también son muy válidas y tenemos que apoyarlas en todo, nos dice. Nos pide al público que sigamos luchando, pero que seamos constantes. No vale salir a la calle una vez al año, hay que hacerlo todos los días. Nos dice que salgamos pacíficamente porque así podremos estar en la calle al día siguiente. De provocar ya se encargan ellos y si respondemos nos echaran la culpa y nos llamarán revoltosos.
Anita Sirgo contando su experiencia como luchadora antifranquista
Marian Manzano viene de Aragón. Cuenta que es fácil hablar del colectivo de Mujeres del carbón, se ve cómo son y qué hacen. En Aragón empezaron con una huelga en 2012 para defender sus puestos de trabajo y por su subsistencia. Ahora están peor. Ellas cortaron carreteras, hicieron protestas… Empezaron a forma la familia que son. Cuantas más piedras les pongan en el camino, más fuerza les dan. Quieren demostrar a sus hijos que las comarcas pueden seguir viviendo de extraer carbón, su sustento. Es un trabajo duro, pero quien está en la cuenca minera sabe dónde está.
Raquel Arce dice que no está acostumbrada a hablar, que ella es de megáfono y no de micrófono. Son las Mujeres del carbón, que no las mujeres de los mineros, aunque ella si lo sea y se sienta orgullosa; pero lo estaría igual si su marido fuese panadero. Lo dice porque en el colectivo hay mujeres sin parentesco que quieren que la mina siga, igual que quieren sanidad o educación. La unión de la gente hace la fuerza. Son asindicales y apartidistas, aunque cada una tiene sus ideas. Siguen saliendo a la calle, aunque lo hagan solas. Hay que dejar de mirar quien convoca y salir a manifestarse. Mientras haya problemas, estarán en la calle.
Las mujeres del carbón cantando el Santa Bárbara bendita
A Yolanda Fernández le toca hablar en último lugar. Ya lo dijeron todo, señala. Recuerda que conoció a Anita Sirgo en Cerredo, cuando se proyectó A golpe de tacón. Dice que se quedó impresionada por el cortometraje y por la persona en sí. Hoy se encuentra con ella compartiendo mesa y se siente orgullosa. En su comarca se han unido a los profesores y han emprendido una lucha conjunta y solidaria por la educación y la minería. Allí las minas están en concurso de acreedores, el Principado cierra los ojos y lo que les queda es esperar un nuevo empresario que se haga con la empresa. Se sienten abandonados.
Entre aplausos, gritos y consignas, con todo el mundo pie, puño en alto se canta un emotivo Santa Bárbara bendita. Luego todas juntas, con el resto de compañeras se colocan ante la mesa con sus reclamaciones.
Dolores Redondo: una escritora navarra descubriendo el mundo
Dolores Redondo presentando su novela en la Semana Negra
Este año quería dedicarlo a acabar la tercera entrega y luego a viajar para promocionar la trilogía. Ya sabe que se irá a Buenos Aires el próximo verano porque le han dado el SN-BAN. Habrá que reestructurar, dice. El éxito de las novelas le ha obligado a viajar mucho, así que imagina que el que viene lo vivirá como un jet lag perpetuo. Dolores Redondo quizá sea en estos momentos la escritora española de novela negra más traducida, sus novelas están en diez idiomas y llegan a más de treinta países. Tiene mucho éxito en los países que hablan castellano, pero también en Noruega porque encontraban ciertas similitudes entre la mitología nórdica y la vasconavarra. Sus novelas están empezando a salir en Brasil, Japón, Taiwan, China, Australia… Agradece a la Semana Negra que con su primer libro la llamaran, pues sirvió para poner el foco sobre la calidad de la novela por encima de otros prejuicios. Con el éxito, es a nivel personal donde hay que poner más cuidado, para que las personas que la quieren y que la han ayudado a ser la persona que es sigan cerca. Dice saber valorar las cosas que más importan. La literatura es importantísima en su vida, pero no es lo más importante. Sus ideas y su forma de ser la han llevado hasta aquí por eso quiere mantener los mismos valores. Seguir viviendo en la misma casa y haciendo las mismas cosas permite disfrutar y que los pies toquen el suelo.
Cuando escribe se siente viva. Dice que es su manera de filtrar la realidad que a veces es muy dura. La manera de tratar estos temas escabrosos podría parecer que nos hace más duros. Sin embargo es al contrario, nos lleva a ser más sensibles. Explica que mantiene la misma sensación que cuando empezó a escribir su primer relato con 14 años. Cuando escribe solo tiene un señor: la novela. Al mirarla desde fuera le da miedo, pues dentro de ella hay responsabilidades, ilusiones y ganas. Es como prepararle una fiesta sorpresa al lector. Antes no sabía que iba a venir nadie y ahora sí. En sus novelas cuenta lo que le apetece, lo que le pide el cuerpo. Es su universo. El hecho de que le haya comprado los derechos de la anterior novela un productor alemán no ha cambiado esto. Confía en seguir conservando esa libertad, aunque eso suponga complicar la película.
Adrian McKinty: contar la realidad del Úlster y sus causas
Adrian McKinty presentando su novela en la Semana Negra
De la Oigo sirenas en la calle dice que tiene final feliz, se casan y van a vivir a Melburne, uno no sabe si bromea o si está hablando de sí mismo, pues esa es la propia historia de McKinty no la de su personaje. No habla de la novela, pero para contar su origen nos explica la historia de John Delorian, un charlatán que convenció a Margaret Thatcher para construir en Belfast una fábrica de coches deportivos, cuando no había ninguna experiencia en este sentido en la ciudad. Les metió en la cabeza la idea de convertir la factoría en una empresa puntera dentro del negocio de la automoción. Con su palabrería logró que Londres invirtiese en medio de la vorágine del conflicto y la cosa acabó bastante mal. Cuando salió el primer modelo fue un fracaso. Así que Delorian decidió convertirse en un traficante de cocaína al que termina capturando el FBI. La fábrica no se salvó. Luego vino la ironía, con la película Regreso al futuro el coche se convirtió en un modelo de culto.
Como le gusta el cine habla de que Hollywood ha hecho muchas películas sobre el conflicto del Úlster y todas horribles. Es porque simplifican entre buenos y malos. Y no es así. Además se les escapa el humor negro de la época que se utilizaba para enfrentarse a la realidad. Revisa con pasión la filmografía de cine alrededor del conflicto, lo bueno y lo malo de cada película. Gesticula. En general a todos los largometrajes que cita les va echando en falta matices y que no llevan la historia hasta las últimas consecuencias. Repasa a Neil Jordan del que dice que le ha faltado sinceridad y le ha sobrado visión artística, a Ken Loach… y así sigue. Se queda con un película hecha para televisión que se llamó Harry’s Game y también con Bloody Sunday.
Cuando le preguntan a McKinty si no exagera el ambiente norirlandés de guerra en sus novelas, responde que cree que no. En los 80 era como Siria en la actualidad. Recuerda haber ido a ver Blade Runner, una película en la que aparece una lluvia constante, están en guerra y se muestra un futuro pesimista. Pues al salir sentía que aún seguía en esa misma guerra del film, solo que era más real que en la pantalla. Antes nadie se atrevía a hablar de lo que ha pasado en el conflicto de Irlanda del Norte. En los 80 si le llevabas un libro a un editor sobre esto no lo quería. Buscaban la imagen bucólica de Irlanda, las mujeres en bicicleta y poco más. La literatura no hablaba de política y era mucho más lírica. Hasta hace tres años nadie quiso hablar de las causas. Se siente orgulloso de echar la vista atrás en sus novelas y mirar hacia los motivos del conflicto. Reconoce que fueron tiempos confusos, con muchos errores en ambos bandos, sin buenos ni malos. Por eso siente una gran responsabilidad de contar las cosas tal y como fueron. Empezó a escribir en 2003, trató todos los temas, menos el de Irlanda, en cierta forma reconoce que siguió la misma ley del silencio que los demás.
La situación sigue siendo terrible en el Úlster. Hay una generación que no vivió el conflicto armado pero que se ha radicalizado y siguen recurriendo a la violencia. Católicos y protestantes no se mezclan nunca. Continúa el sentimiento de venganza y un gran odio de una comunidad hacia la otra. En realidad subyace el mismo problema. En los últimos cuatro años, Belfast ha cambiado demográficamente, ahora la mayoría es católica, igual que en el resto de Irlanda, así que los británicos se terminarán yendo. Quedan tres batallones de infantería. Reconoce que no tiene una visión optimista, que piensa que a corto plazo se mantendrá la situación, pero a medio habrá problemas.
Todos los cuentos, el cuento: el libro que regala la Semana Negra
La tradición manda. Como todos los años se regala un libro. El de este año se llama Todos los cuentos, el cuento y es la recopilación completa de los relatos premiados en estos XXVII años de Semana Negra. Como siempre, había libros para todos. Lo que no evita las aglomeraciones de un público deseoso de llevarse a casa un pedacito del alma impresa del festival.
Reparto del libro gratuito de la Semana Negra Todos los cuentos, el cuento
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