El día de los italianos en la Semana Negra
Martes 8 de julio de 2014. Semana Negra. Gijón
Este año el cuadro de fondo de la carpa del Encuentro en la Semana Negra es una reproducción a tamaño gigante de Escenas de la guerra en la Edad Media, de Degas. Las pinturas elegidas cada edición representan siempre un enigma que el público debe desvelar, o al menos interpretar. Degas no habló mucho de su cuadro, pero siempre lo tuvo cerca como si hubiera en él algo de su propia vida. Es una pintura cruel, de abusos y de poder, donde la guerra está al fondo como una simple disculpa y al frente la muerte injusta de la inocencia.
Carlos Zanón: concebir la vida como una canción de tres minutos
Carlos Salem presenta a Carlos Zanón como una voz reveladora de la nueva literatura. Viene de la poesía urbana y eso se nota, en su prosa se cuela el ritmo. Sus novelas muestran una Barcelona que no ven los guiris, la de la resaca de la fiesta que fue la época de las Olimpiadas.
Zanón presenta su novela Yo fui Jhonny Thunders. Explica que con ella quería hablar de muchas cosas, mejor o peor, pero que solo podía escribir él. De las suyas es la novela que le planteó más dudas a la hora de escribirla. Quería que cada capítulo fuese un todo o nada, que se viviera como dentro de una canción de Rock & Roll. Su intención es que fuera intensa, rápida y que atrapese al lector. Dice que no se planteó ninguna transgresión, que el género es solo un cauce para contar sus historias y que no entró a él para adaptarse y seguir sus normas. Ni siquiera es consciente de haber escrito una novela negra. Cree más bien que en su libro hay mezcla y subtipos porque el lector está ya cansado de las novelas cuadradas. El género es una atmósfera donde se mueven los personajes. Eso es lo que le interesaba. Hablando del estilo, reconoce que en la novela busca lo mismo que en la poesía: intención, intensidad, juego con imágenes poéticas… La poesía levanta el velo y te enseña la verdad. Si eso lo puedes hacer en la novela te ahorras tres párrafos y lo agradece el autor y el lector.
Su protagonista, Francis, ha tocado fondo y vuelve al barrio, a las ruinas de su vida. Lo que ve es que los que se quedaron tampoco están mejor que él. La crisis los ha machacado por igual. A pesar de esta afirmación el autor señala que no se trata de una novela moral. En realidad no existe una manera buena de hacer las cosas. A Francis le pierde su carácter. Es un desastre, pero tiene un carisma que hace que los demás quieran estar con él. Lo que va viendo en su regreso al barrio son los cadáveres en que fue convirtiendo a los que se acercaron a él. Su forma de vivir la vida es intensa porque la concibe como una canción de tres minutos. En realidad hay una dualidad en el personaje. Por un lado está Mr Frankie que estuvo a punto de ser un músico famoso y por otro la persona que está dentro, Francis, el hombre que busca la normalidad para recuperar a uno de sus hijos. Sabe que para eso necesita conseguir dinero. La novela plantea una reflexión sobre la pérdida del deseo. Francis ya no desea nada, ni tampoco es deseado por nadie. Su regreso a casa es una búsqueda por volver a sentir esas cosas. Portarse bien le hace alejarse de esa pulsión del deseo. Portarse mal le conduce a la espiral de la adición que siempre gobernó su vida.
Barcelona es un buen escenario, se lo inventó Manuel Vázquez Montalbán: tiene puerto, una sociedad muy vertebrada en asociaciones, una tradición anarquista y además es una ciudad que nunca ha tenido poder. Aunque Barcelona tira mucho no está en la novela. Zanón habla de un lugar que está a las afueras. En el barrio del autor la droga fue una barbaridad que consumió a sus hermanos mayores y que produjo una sensación de derrota que comparten lo mismo los que se quedaron fuera en lo marginal que aquellos que intentaron estar dentro del sistema a toda costa. La diferencia es que los primeros al menos han vivido a tope.
Zanón reconoce que estuvo en grupos, que tocaron e hicieron maquetas. Lo que ha descubierto es que envejecen mejor los novelistas que los músicos. El futuro que se plantea es sobrevivir a Jhonny Thunders.
Pino Cacucci: la voracidad del capitalismo no deja alternativa
Cacucci apenas tiene que decir nada en la presentación de su novela En cualquier caso, ningún remordimiento. Se ha traído consigo dos buenos amigos que le flanquean y que se encargan de vender su novela. Son Paco Taibo y Luis Sepúlveda. Es italiano, pero habla castellano con presteza y soltura, tanto que no se distingue de sus dos compañeros de mesa.
A Taibo le encanta el título porque es el espejo de estos 200 años de combates que llevamos. Dice del autor que venía haciendo una especie de ensayos híbridos que le habían llevado a explorar historias de Latinoamérica y de Europa. En la Francia de finales del XIX y principios del siglo XX encuentra la historia del grupo anarquista de Jules Bonnot. Los anarquistas, en su trabajo de concienciación, se dividían en varias corrientes según los métodos que adoptaban. Había una parte que quería llevar el anarquismo por los caminos del atentado individual y otra que abogaba por el atraco y el robo como medio de expropiación a la burguesía. Bonnot pertenecía a los últimos y proponía que a la burguesía hay que atacarla donde verdaderamente le duele, en su dinero. En su investigación Cacucci se encontró con documentados, muchas lagunas en la vida del personaje y una serie de grandes instantes que todo el mundo conocía. Cuando la servidumbre de la Historia te pone delante materiales se pueden hacer muchas cosas con ellos, pero cuando están llenos de agujeros solo es posible hacer una novela, no da para un ensayo.
Le salió una novela apasionante y determinista, la vida no le deja otro camino al protagonista. Lo que te atrapa, en opinión de Taibo, son los niveles de injusticia que generó el capitalismo de aquella época y de qué forman van empujando al protagonista hasta que solo le queda un camino posible: el de la pistola. Reconoce que la novela llega a convertirse en asfixiante porque nadie se merece una persecución social como esa. En cualquier caso, ningún remordimiento es un retrato interesante de como el martillo pilón del sistema reduce a un personaje a una resistencia rabiosa. En cierta manera, cuando hablamos de elegir la justicia social y la verdad lo hacemos desde una decisión libre. Sin embargo esta novela altera la idea de un elemento de elección a la hora de optar por el camino de lo que somos.
Luis Sepúlveda señala que lo que les une a los tres es una convicción, la de que, si son escritores, están para escribir las historias de los perdedores, esas luchas que nos han dado categoría al ser humano. Los personajes de esta novela escogieron el camino de la violencia porque la sociedad no les dejo otro. Su protagonista es un proletario, hijo de proletarios, que realiza trabajos deshumanizados, convertido en un animal libre de cualquier derecho. Y sin embargo se hace preguntas para resistir y para volverse fuerte. Se convierte en un organizador de su clase. El camino de Jules Bonnot va de golpiza en golpiza. Lo que intenta es recuperar de esos momentos maltratados la parte que constituye su humanidad. Busca una pequeñita luz, la justa que le permita formar su paraíso: una mujer, un hijo, una felicidad leve… Pero la voracidad del capitalismo no se lo permite, ni le deja otra solución. Las razones de su ira se convierten para el lector en tremendamente justas y justificadas.
Sepúlveda recurre a estampas poéticas de un protagonista encarcelado y que a luz de un candil va leyendo y reflexionando sobre la sociedad de hoy en nuestro país, que tampoco es tan diferente, aunque miremos a otro lado para hacer como que en nuestra España esas cosas no pueden ocurrir. Las respuestas a la explotación ya estaban escritas, las va encontrando en muchos textos anarquistas que siguen vigentes.
Sepúlveda remarca que En cualquier caso, ningún remordimiento es la historia de un hombre que no quiso callar ante la injusticia que le tocó vivir. Una novela inolvidable.
Cuando toma la palabra Pino Cacucci lo hace pare decir que «si tienes una pistola, puedes atracar un banco; pero si lo que tienes es un banco, puedes robar a todo el mundo». El ideal anarquista busca desarrollar una conciencia que desemboque en la explosión que fuerce una revolución. Mientras se forma esa conciencia, el tiempo pasa, la vida se va y no reaccionamos.
Su intención con esta novela ha sido contar la otra cara de la Belle Époque. Tenemos la imagen de un momento histórico con gran creatividad, en la que todo el mundo se divertía. No fue así. Lo cierto es que la mayoría de la gente lo pasaba muy mal, llevaban una vida de bestias, en un infierno y con un sueldo miserable. Era la dictadura de los ricos donde la policía cargaba contra los obreros en huelga, les disparaba y les mataba. Eso es lo que pasaba. Los trabajadores estaban desesperados, intentando reaccionar. Los bancos estaban arruinando la vida de las personas.
Este libro no es una biografía, tampoco una novela, es una forma de devolver la palabra a una serie de personas que no la tuvieron y hacernos pensar a los demás que muchas veces aquellos a quienes la crónica define como criminales pueden ser gente sensible a la que no le quedó otra vía.
Maurizio de Giovanni: hay que tener valor para contar los finales verdaderos de las historias
Cacucci no es el único italiano que pasa esta tarde por la Semana Negra. Su compatriota Maurizio de Giovanni es conocido en España por la saga de novelas que protagoniza el comisario Luigi Antonio Ricciardi. Cinco son los títulos que se han publicado. Se desarrollan en Nápoles durante la década de los 30, los años centrales del fascismo en Italia, y no hablan de la Mafia. El comisario tiene una peculiaridad que más bien es una maldición, cuando llega a la escena de un crimen es capaz de captar el último sentimiento y las últimas palabras que dijo la víctima. Pero no es ésta su única saga. Tiene un nuevo inspector con el que acaba de empezar y que se llama Giuseppe Lojacono. La primera novela de este detective es El método del cocodrilo. También se desarrolla en Nápoles, pero en este caso en la actualidad.
De Giovanni reconoce que es un lector apasionado y que ha elegido hablar en sus novelas de los sentimientos. La Mafia y la Camorra son máquinas que están funcionando en su país, pero él no quería hablar de una máquina. El sentimiento es el motor del crimen y de la vida. Los crímenes son alteraciones de un sentimiento positivo. El amor se puede convertir en algo tan terrible como el odio, pero no es lo contrario. Lo contrario al amor es la indiferencia. El odio es otra cara de los sentimientos y de eso quiere hablar en sus novelas. Está convencido de que los protagonistas de la vida son los sentimientos y por eso no puede evitar plasmar el del amor. En este sentido los hombres viven una contradicción pues buscan dos cosas contrarias en las mujeres. Por un lado buscan una mujer que esté presente y que le apoye. Pero por otro también quieren lo inalcanzable. En su obra se refleja esta situación, pues cada uno de sus detectives tiene dos relaciones, una de cada tipo.
Nápoles es un personaje más de sus novelas, no se queda en un simple escenario. El autor dice envidiar mucho a esas ciudades discretas que son como las personas que saludan delante de una cámara de televisión cuando se está entrevistando a otro. Pero no, su ciudad es una olla donde se cuecen sentimientos mezclados. Por eso tiene mucha fuerza. En la comunicación actual se ha dado una especie de proceso de homologación de las ciudades, intentando que todas sean iguales. Habla también de las redes sociales, dice que eso ofrece una sensación de realidad que es ficticia, nos hace ignorar el entorno y nos separamos de esa realidad. En su última novela utiliza este elemento para mostrar de qué forma un asesino se puede convertir en un personaje invisible. El crimen es parte de la vida, pero el problema no se resuelve aumentando el control policial, sino con la participación de los ciudadanos. Si fuese así, si adquiriésemos sentido de la colectividad, habría menos crímenes.
Respecto al comisario Ricciardi, su maldición se debe a que el autor quería que sintiera compasión y el dolor de los crímenes en su propia piel. La compasión no ayuda en las investigaciones, más bien distrae. Nosotros podemos elegir evitar el dolor ajeno, pero su voluntad ha sido que el comisario no lo pudiera hacer, que lo llevase dentro para sentirse solo, sin posibilidad de vivir con nadie. Esas últimas palabras que capta en cada escena de un crimen le obsesionan hasta el final, hasta que desvela el enigma.
Respecto al fascismo en Italia, De Giovanni dice que ha durado 20 años que fueron larguísimos. Si pensamos en esa época, nos vendrá la perspectiva política asociada con la Segunda Guerra Mundial. Pero lo cierto es que se extendió mucho entra la gente de la calle, se denunciaban unos a otros. Ese elemento de transmisión de la información y la delación es también una parte importante que retratan sus novelas.
De Giovanni participa en las redes sociales, reconoce que le sirve para conocer la opinión de sus lectores. Pero la profesión de escritor es una actividad individual, e incluso de un cierto grado de onanismo. Las redes traen un riesgo, el de querer escribir para los gustos de los lectores. Hay historias muy difíciles de contar, con un final diferente al que le gustaría al lector. El novelista tiene que ser valiente, aunque no quiera que la historia acabe así, porque si no tiene ese valor, la novela sería falsa. El deber de la autoridad judicial es la de encontrar al criminal; el del periodista contarlo, pero sin entrar a analizar las razones personales de los delincuentes. Al escritor le corresponde esa tarea, la de colarse en la cabeza del criminal para contar la historia.
Juan Bolea: la novela enigma clásica
Juan Bolea está en la Semana Negra presentando su novela El oro de los jíbaros. Se trata de la quinta entrega de la inspectora Martina de Santo, una surfera, independiente, sensible y con muchos amigos. La saga empezó en 2005, cuando solo había una mujer detective en la literatura española: Petra Delicado. Bolea se animó y así fueron viniendo las siguientes entregas. En todas ellas ha ido buscando elementos historicistas de las grandes civilizaciones y de sus culturas lejanas. Los emplea como si fueran puzles y los mezcla con el género para enriquecerlo, haciendo así sus propias aportaciones.
Bolea explica que la novelas de Martina de Santos son poco circunstanciales, no se puede decir que sean una pintura de la metrópoli de su época. Son novelas enigma al estilo clásico, en el sentido de que la magia está en la construcción de una historia sobre un acertijo que hay que resolver y saber tirar de la curiosidad del lector que va siguiendo el camino de la resolución. Para descubrirlo, Martina sigue trabajando de una forma muy deductiva, guiándose por un sexto sentido, su olfato y esa capacidad para resolver casos aparentemente imposibles. Las novelas enigma proponen un entretenimiento lleno de lujo, pasión y misterio, lo que hace que el paso del tiempo no sea duro con este tipo de literatura.
Para la historia de El oro de los jíbaros se ha basado en la ceremonia de reducción de cabezas del pueblo jíbaro. No es un acto meramente cruel, sino que tiene mucho misticismo alrededor. Los jíbaros fueron una tribu amazónica extraordinaria y prácticamente inconquistable que ahora viven en una especie de reserva. La idea de la novela arranca de una noticia real en la que aparecieron unas nuevas cabezas reducidas de nueva producción. Los coleccionistas pagaban hasta 60.000€ por ellas. A partir de esa realidad Juan Bolea comenzó a organizar la trama muy para el lector y bastante incruenta en la que van apareciendo sospechosos. Añade que se soluciona al final y solo al final. Entre esos personajes está Alfonso Graña, un gallego que tuvo una vida real legendaria hasta llegar a ser el rey de los jíbaros. Era un hombre que iba con los jíbaros al cine a Manaos y también se los llevaba al ambulatorio cuando estaban enfermos. Aquí su vida está novelada.
Bolea, al despedirse, cuenta que su próxima novela negra está ambientada en Gijón.
Carlos Zanón: concebir la vida como una canción de tres minutos
Carlos Zanón presentando su novela en la Semana Negra
Zanón presenta su novela Yo fui Jhonny Thunders. Explica que con ella quería hablar de muchas cosas, mejor o peor, pero que solo podía escribir él. De las suyas es la novela que le planteó más dudas a la hora de escribirla. Quería que cada capítulo fuese un todo o nada, que se viviera como dentro de una canción de Rock & Roll. Su intención es que fuera intensa, rápida y que atrapese al lector. Dice que no se planteó ninguna transgresión, que el género es solo un cauce para contar sus historias y que no entró a él para adaptarse y seguir sus normas. Ni siquiera es consciente de haber escrito una novela negra. Cree más bien que en su libro hay mezcla y subtipos porque el lector está ya cansado de las novelas cuadradas. El género es una atmósfera donde se mueven los personajes. Eso es lo que le interesaba. Hablando del estilo, reconoce que en la novela busca lo mismo que en la poesía: intención, intensidad, juego con imágenes poéticas… La poesía levanta el velo y te enseña la verdad. Si eso lo puedes hacer en la novela te ahorras tres párrafos y lo agradece el autor y el lector.
Su protagonista, Francis, ha tocado fondo y vuelve al barrio, a las ruinas de su vida. Lo que ve es que los que se quedaron tampoco están mejor que él. La crisis los ha machacado por igual. A pesar de esta afirmación el autor señala que no se trata de una novela moral. En realidad no existe una manera buena de hacer las cosas. A Francis le pierde su carácter. Es un desastre, pero tiene un carisma que hace que los demás quieran estar con él. Lo que va viendo en su regreso al barrio son los cadáveres en que fue convirtiendo a los que se acercaron a él. Su forma de vivir la vida es intensa porque la concibe como una canción de tres minutos. En realidad hay una dualidad en el personaje. Por un lado está Mr Frankie que estuvo a punto de ser un músico famoso y por otro la persona que está dentro, Francis, el hombre que busca la normalidad para recuperar a uno de sus hijos. Sabe que para eso necesita conseguir dinero. La novela plantea una reflexión sobre la pérdida del deseo. Francis ya no desea nada, ni tampoco es deseado por nadie. Su regreso a casa es una búsqueda por volver a sentir esas cosas. Portarse bien le hace alejarse de esa pulsión del deseo. Portarse mal le conduce a la espiral de la adición que siempre gobernó su vida.
Barcelona es un buen escenario, se lo inventó Manuel Vázquez Montalbán: tiene puerto, una sociedad muy vertebrada en asociaciones, una tradición anarquista y además es una ciudad que nunca ha tenido poder. Aunque Barcelona tira mucho no está en la novela. Zanón habla de un lugar que está a las afueras. En el barrio del autor la droga fue una barbaridad que consumió a sus hermanos mayores y que produjo una sensación de derrota que comparten lo mismo los que se quedaron fuera en lo marginal que aquellos que intentaron estar dentro del sistema a toda costa. La diferencia es que los primeros al menos han vivido a tope.
Zanón reconoce que estuvo en grupos, que tocaron e hicieron maquetas. Lo que ha descubierto es que envejecen mejor los novelistas que los músicos. El futuro que se plantea es sobrevivir a Jhonny Thunders.
Pino Cacucci: la voracidad del capitalismo no deja alternativa
Pino Cacucci presentando su novela en la Semana Negra
A Taibo le encanta el título porque es el espejo de estos 200 años de combates que llevamos. Dice del autor que venía haciendo una especie de ensayos híbridos que le habían llevado a explorar historias de Latinoamérica y de Europa. En la Francia de finales del XIX y principios del siglo XX encuentra la historia del grupo anarquista de Jules Bonnot. Los anarquistas, en su trabajo de concienciación, se dividían en varias corrientes según los métodos que adoptaban. Había una parte que quería llevar el anarquismo por los caminos del atentado individual y otra que abogaba por el atraco y el robo como medio de expropiación a la burguesía. Bonnot pertenecía a los últimos y proponía que a la burguesía hay que atacarla donde verdaderamente le duele, en su dinero. En su investigación Cacucci se encontró con documentados, muchas lagunas en la vida del personaje y una serie de grandes instantes que todo el mundo conocía. Cuando la servidumbre de la Historia te pone delante materiales se pueden hacer muchas cosas con ellos, pero cuando están llenos de agujeros solo es posible hacer una novela, no da para un ensayo.
Le salió una novela apasionante y determinista, la vida no le deja otro camino al protagonista. Lo que te atrapa, en opinión de Taibo, son los niveles de injusticia que generó el capitalismo de aquella época y de qué forman van empujando al protagonista hasta que solo le queda un camino posible: el de la pistola. Reconoce que la novela llega a convertirse en asfixiante porque nadie se merece una persecución social como esa. En cualquier caso, ningún remordimiento es un retrato interesante de como el martillo pilón del sistema reduce a un personaje a una resistencia rabiosa. En cierta manera, cuando hablamos de elegir la justicia social y la verdad lo hacemos desde una decisión libre. Sin embargo esta novela altera la idea de un elemento de elección a la hora de optar por el camino de lo que somos.
Luis Sepúlveda señala que lo que les une a los tres es una convicción, la de que, si son escritores, están para escribir las historias de los perdedores, esas luchas que nos han dado categoría al ser humano. Los personajes de esta novela escogieron el camino de la violencia porque la sociedad no les dejo otro. Su protagonista es un proletario, hijo de proletarios, que realiza trabajos deshumanizados, convertido en un animal libre de cualquier derecho. Y sin embargo se hace preguntas para resistir y para volverse fuerte. Se convierte en un organizador de su clase. El camino de Jules Bonnot va de golpiza en golpiza. Lo que intenta es recuperar de esos momentos maltratados la parte que constituye su humanidad. Busca una pequeñita luz, la justa que le permita formar su paraíso: una mujer, un hijo, una felicidad leve… Pero la voracidad del capitalismo no se lo permite, ni le deja otra solución. Las razones de su ira se convierten para el lector en tremendamente justas y justificadas.
Luis Sepúlveda, Pino Cacucci y Paco Taibo durante la presentación
Sepúlveda remarca que En cualquier caso, ningún remordimiento es la historia de un hombre que no quiso callar ante la injusticia que le tocó vivir. Una novela inolvidable.
Cuando toma la palabra Pino Cacucci lo hace pare decir que «si tienes una pistola, puedes atracar un banco; pero si lo que tienes es un banco, puedes robar a todo el mundo». El ideal anarquista busca desarrollar una conciencia que desemboque en la explosión que fuerce una revolución. Mientras se forma esa conciencia, el tiempo pasa, la vida se va y no reaccionamos.
Su intención con esta novela ha sido contar la otra cara de la Belle Époque. Tenemos la imagen de un momento histórico con gran creatividad, en la que todo el mundo se divertía. No fue así. Lo cierto es que la mayoría de la gente lo pasaba muy mal, llevaban una vida de bestias, en un infierno y con un sueldo miserable. Era la dictadura de los ricos donde la policía cargaba contra los obreros en huelga, les disparaba y les mataba. Eso es lo que pasaba. Los trabajadores estaban desesperados, intentando reaccionar. Los bancos estaban arruinando la vida de las personas.
Este libro no es una biografía, tampoco una novela, es una forma de devolver la palabra a una serie de personas que no la tuvieron y hacernos pensar a los demás que muchas veces aquellos a quienes la crónica define como criminales pueden ser gente sensible a la que no le quedó otra vía.
Maurizio de Giovanni: hay que tener valor para contar los finales verdaderos de las historias
Maurizio de Giovanni presentando su novela en la Semana Negra
De Giovanni reconoce que es un lector apasionado y que ha elegido hablar en sus novelas de los sentimientos. La Mafia y la Camorra son máquinas que están funcionando en su país, pero él no quería hablar de una máquina. El sentimiento es el motor del crimen y de la vida. Los crímenes son alteraciones de un sentimiento positivo. El amor se puede convertir en algo tan terrible como el odio, pero no es lo contrario. Lo contrario al amor es la indiferencia. El odio es otra cara de los sentimientos y de eso quiere hablar en sus novelas. Está convencido de que los protagonistas de la vida son los sentimientos y por eso no puede evitar plasmar el del amor. En este sentido los hombres viven una contradicción pues buscan dos cosas contrarias en las mujeres. Por un lado buscan una mujer que esté presente y que le apoye. Pero por otro también quieren lo inalcanzable. En su obra se refleja esta situación, pues cada uno de sus detectives tiene dos relaciones, una de cada tipo.
Nápoles es un personaje más de sus novelas, no se queda en un simple escenario. El autor dice envidiar mucho a esas ciudades discretas que son como las personas que saludan delante de una cámara de televisión cuando se está entrevistando a otro. Pero no, su ciudad es una olla donde se cuecen sentimientos mezclados. Por eso tiene mucha fuerza. En la comunicación actual se ha dado una especie de proceso de homologación de las ciudades, intentando que todas sean iguales. Habla también de las redes sociales, dice que eso ofrece una sensación de realidad que es ficticia, nos hace ignorar el entorno y nos separamos de esa realidad. En su última novela utiliza este elemento para mostrar de qué forma un asesino se puede convertir en un personaje invisible. El crimen es parte de la vida, pero el problema no se resuelve aumentando el control policial, sino con la participación de los ciudadanos. Si fuese así, si adquiriésemos sentido de la colectividad, habría menos crímenes.
Respecto al comisario Ricciardi, su maldición se debe a que el autor quería que sintiera compasión y el dolor de los crímenes en su propia piel. La compasión no ayuda en las investigaciones, más bien distrae. Nosotros podemos elegir evitar el dolor ajeno, pero su voluntad ha sido que el comisario no lo pudiera hacer, que lo llevase dentro para sentirse solo, sin posibilidad de vivir con nadie. Esas últimas palabras que capta en cada escena de un crimen le obsesionan hasta el final, hasta que desvela el enigma.
Respecto al fascismo en Italia, De Giovanni dice que ha durado 20 años que fueron larguísimos. Si pensamos en esa época, nos vendrá la perspectiva política asociada con la Segunda Guerra Mundial. Pero lo cierto es que se extendió mucho entra la gente de la calle, se denunciaban unos a otros. Ese elemento de transmisión de la información y la delación es también una parte importante que retratan sus novelas.
De Giovanni participa en las redes sociales, reconoce que le sirve para conocer la opinión de sus lectores. Pero la profesión de escritor es una actividad individual, e incluso de un cierto grado de onanismo. Las redes traen un riesgo, el de querer escribir para los gustos de los lectores. Hay historias muy difíciles de contar, con un final diferente al que le gustaría al lector. El novelista tiene que ser valiente, aunque no quiera que la historia acabe así, porque si no tiene ese valor, la novela sería falsa. El deber de la autoridad judicial es la de encontrar al criminal; el del periodista contarlo, pero sin entrar a analizar las razones personales de los delincuentes. Al escritor le corresponde esa tarea, la de colarse en la cabeza del criminal para contar la historia.
Juan Bolea: la novela enigma clásica
Juan Bolea presentando su novela en la Semana Negra
Bolea explica que la novelas de Martina de Santos son poco circunstanciales, no se puede decir que sean una pintura de la metrópoli de su época. Son novelas enigma al estilo clásico, en el sentido de que la magia está en la construcción de una historia sobre un acertijo que hay que resolver y saber tirar de la curiosidad del lector que va siguiendo el camino de la resolución. Para descubrirlo, Martina sigue trabajando de una forma muy deductiva, guiándose por un sexto sentido, su olfato y esa capacidad para resolver casos aparentemente imposibles. Las novelas enigma proponen un entretenimiento lleno de lujo, pasión y misterio, lo que hace que el paso del tiempo no sea duro con este tipo de literatura.
Para la historia de El oro de los jíbaros se ha basado en la ceremonia de reducción de cabezas del pueblo jíbaro. No es un acto meramente cruel, sino que tiene mucho misticismo alrededor. Los jíbaros fueron una tribu amazónica extraordinaria y prácticamente inconquistable que ahora viven en una especie de reserva. La idea de la novela arranca de una noticia real en la que aparecieron unas nuevas cabezas reducidas de nueva producción. Los coleccionistas pagaban hasta 60.000€ por ellas. A partir de esa realidad Juan Bolea comenzó a organizar la trama muy para el lector y bastante incruenta en la que van apareciendo sospechosos. Añade que se soluciona al final y solo al final. Entre esos personajes está Alfonso Graña, un gallego que tuvo una vida real legendaria hasta llegar a ser el rey de los jíbaros. Era un hombre que iba con los jíbaros al cine a Manaos y también se los llevaba al ambulatorio cuando estaban enfermos. Aquí su vida está novelada.
Bolea, al despedirse, cuenta que su próxima novela negra está ambientada en Gijón.
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