De los cronocopios dijo Cortázar que eran verdes y pocas pistas más nos dio. Esta Semana Negra quiere rendir un homenaje especial a este escritor. La charla central del día estará dedicada al escritor argentino. Porque Cortázar era un cuentista, el libro que mañana se regalará es un compendio de los relatos que han ganado o quedado finalistas de todas las ediciones del Concurso Internacional de Relatos Policiacos que se han hecho en la Semana Negra. El Rufo se echó un bote de pintura verde por encima para ser cronocopio. Julio Cortázar está presente.
Alejandro Gallo y Paco Roca: Los republicanos de «la nueve»
Paco Roca durante su presentación en la Semana Negra
Hace unos años Evelyn Mesquida recupero la historia de «la nueve» y le dio voz. El novelista Alejandro Gallo y el dibujante Paco Roca han coincidió en la Semana Negra porque cada uno de ellos trae un libro relacionado con esa misma historia.
Galló presenta
Morir bajo dos banderas. Explica que con el tiempo todos los colectivos y organizaciones políticas han ido reconstruyendo su historia. Los que nunca lo hicieron fueron los republicanos españoles. Contaba el general Leclerc que los republicanos españoles habían resistido durante tres años a cuatro ejércitos fascistas. Eran los soldados más preparados. A partir del 39 se fueron incorporando en la Legión Extranjera. Los brigadistas internacionales y los españoles consiguen derrotar al invencible Rommel por primera vez. A los españoles todos los ejércitos que lucharon contra el fascismo los querían y ellos se distribuyeron en sus filas. Sin embargo la historia les silenció. Franco no iba a hacerles publicidad y el chauvinismo francés no permitiría decir que fueron los primeros en liberar París. Hasta los americanos quisieron robarles el papel protagonista en el asalto al Nido del Águila de Hitler. Para Gallo aquellos republicanos son unos héroes que nacieron del pueblo.
Roca, que presenta
Los surcos del azar, coincide en decir que son los grandes olvidados de la historia. Es cuestión de cada país reivindicar a sus héroes. En la historia francesa no cabían los luchadores españoles, no podían consentir que los que entraron primero en París fueran un grupo de comunistas y rojos. Así que quedaron en el olvido. A los soldados españoles, esa frustración de no haber conseguido lo que querían les llevó de una guerra a otra porque en realidad todas eran la misma lucha contra el fascismo. No acabar la última batalla, la de entrar en España, les hizo sentir rencor por Francia y por España. Los historiadores después de la Segunda Guerra Mundial no volvieron a darles importancia. Es a principio de siglo cuando vuelve a despertarse el interés por ellos. Lo que les ocurre a los soldados españoles de no reconocer toda su historia llena de heroicidades les ha pasado a muchos excombatientes de la Guerra Civil que vivieron un largo silencio personal, primero porque no podían contarlo y después porque no le interesaba a nadie.
Alejandro Gallo durante su presentación en la Semana Negra
Alejandro Gallo cuenta que cuando se terminó en Europa, aún había guerra en el Pacífico. Francia mandó sus tropas al Vietnam. Leclerc se lleva con él 1200 españoles, unos voluntarios y otros forzosos como los maquis que habían pasado la frontera. Al terminar la guerra estos hombres sienten que no tienen donde volver, así que desertan y se unen a las filas del Vietcong formando un ejército que termina enfrentándose a los norteamericanos y franceses con los que habían compartido trincheras en la Segunda Guerra Mundial. La guerra de los españoles duró más de 30 años. Sobre ese sentimiento de frustración y abandono explica el caso de Ramón de la Sota, un héroe muy condecorado por el ejército estadounidense. Al acabar la guerra, el gobierno americano reconoció a Franco y Sota le mandó sus medallas y les dijo la parte de la anatomía por donde podían metérselas.
En opinión de Paco Roca, aquellos republicanos no tenían otra motivación en su vida que luchar contra el fascismo, a pesar de haber sufrido mil humillaciones. Si Francia hubiese tenido soldados franceses, los españoles no hubiesen estado. Llegaron porque les necesitaban. También cuenta una anécdota, en el tren de vuelta, un republicano español muestra orgulloso en su pecho las medallas que ha ganado. Un soldado norteamericano borracho le pregunta a quién le ha robado esas condecoraciones. Después le pega un tiro. El norteamericano pensaba que un español nunca podía ganar aquellas insignias. Jamás les comprendieron allá donde lucharon. Paradójicamente han sido reconocidos en Francia antes que en España, han sostenido los héroes que nosotros hemos sido incapaces de mantener.
Gallo termina explicando lo del valle de Arán, una historia que le enerva. Al final de la guerra habían hecho un corredor para llevar armas. Se habían dedicado a hacer prisioneros y entregárselos al ejército americano a cambio de armas. Era una especie de mercado con unas tablas de cambio determinado. Esas armas eran para entrar en territorio español por Arán. Querían asentarse en un territorio pequeño y defenderlo para mantener una división territorial dentro de España. Pero lo hicieron en octubre, sin tener en cuenta el frío de los Pirineos y a los que no eran españoles les dijeron que se fueran. Como operación militar a Gallo le duelo mucho.
Francesc Escribano: es imposible salir indemne de la lectura de este libro
Francesc Escribano presentando su libro en la Semana Negra
Francesc Escribano presenta la obra colectiva
Desenterrando el silencio. Antonio Benaiges, el maestro que prometió el mar, un ensayo que ha coordinado el propio Escribano y en el que han participado Francisco Ferrándiz, Queralt Solé y el fotógrafo Sergi Bernal. Cuenta que esta historia, la de preparar el libro, empezó hace cuatro años en Bañuelos de Bureba, un pueblecito de la sierra burgalesa. Los de allí sabían que tenían dos fosas en las que se repartían entre cien y doscientos cuerpos de personas que fueron fusiladas en las sacas que se hicieron. Se les enterraba como a perros en las cunetas. Aún tenemos en España muchos miles de sepultados en fosas que no se han abierto. Esta historia nace ese día, en la fosa común de la Pedraja. Cuando se estaba abriendo con los familiares alguien dijo «ahí debe estar enterrado también el maestro». El maestro era Antonio Benaiges.
Desenterrando el silencio. Antonio Benaiges, el maestro que prometió el mar es la historia de un joven catalán de Mont-Roig del Camp, un pueblecito con mar, que sueña con ser maestro porque es su vocación. Consigue el título y su primer destino se lo dan en ese pueblo perdido de Burgos. Llegó a él con una imprenta y un gramófono, pues usaba la técnica pedagógica de Freinet. Hacía que los niños y las niñas contaran su vida cotidiana y con estos textos imprimían los cuadernos. Nunca habían visto el mar. Les preguntó cómo se lo imaginaban. Aquellos cuadernos en los que lo describen son poesía pura, una metáfora viva de unos niños contando sus sueños. Escribano nos hace imaginar la escena con los alumnos llevando a sus casas, en las que no hay libros, el que han escrito ellos y que además no solo es el primero sino que está firmado con su nombre en la portada. Nos hace fijarnos en lo importantes que se podían sentir. Benaiges es feliz en Bañuelos de Bureba siendo maestro. Al año siguiente le dan un destino superior y el responde que dónde va estar mejor que allí, viendo crecer y aprender a sus alumnos. Les prometió el mar: «cuando llegue el verano próximo, aunque la escuela esté cerrada, voy a venir a buscaros y llevaros a mi pueblo. Allí tengo una casita y podréis ver el mar». El 17 de julio de 1936 regresó a Bañuelos de Bureba para cumplir su promesa. Al día siguiente vino la insurrección fascista. A él le detuvieron el primero. Los maestros de la República fueron la avanzadilla por eso se convierten en objetivo para el franquismo. Los alumnos quemaron sus libros porque si les encontraban con ellos era suficiente motivo para una pena de muerte.
Cuando llegó la paz de los muertos, se incoó un procedimiento para desposeerle del título de maestro. El expediente es espeluznante. Se abrió indicando que Antonio Benaiges estaba en paradero desconocido, cuando todos sabían que lo habían fusilado. Querían matar su alma y su memoria. Sin embargo, en el exilio, sus compañeros maestros que enseñaban usando el método Freinet ponían a Antonio Benaiges como un autor más en los nuevos libros que hacían sus alumnos. Y nosotros ochenta años después estamos aquí hablando de él. Es emocionante ver su nombre en la escuela de Bañuelos de Bureba o el recuerdo de él que tienen en Mont-Roig del Camp.
Escribano explica que tenían ante sí un puzzle y que con todas esas piezas han conseguido explicar la historia, el pequeño relato de un hombre al que mataron por ser maestro porque eso era revolucionario. Prometiéndoles el mar les hacía soñar, ser libres. Eso era lo subversivo. Los autores de este libro están muy orgullosos de haber rescatado esta historia con todas sus letras. Han encontrado tanto miedo como esperanza, tanto desasosiego como ilusión. Una alumna les dijo que nunca olvidará la importancia de haber tenido un maestro como él. A ella le enseñó a ser libre y a sacar lo que llevaba dentro.
Después vinieron las preguntas del público. Cada una de ellas fue un sentido agradecimiento por haber escrito este libro.
Jesús Cañadas: un Indiana Jones donde se ha quitado al héroe para poner al friqui
Jesús Cañadas presentando su novela en la Semana Negra
Jesús Cañadas es un friqui porque se divierte siéndolo. Huye de lo convencional. La novela que trae es
Los nombres muertos. Le presenta Alejandro Caveda que lo cuenta todo del libro. Cañadas le mira incrédulo. No sé si lo de Caveda ha sido una venganza contra el autor por haberle sugerido que mejor presentaban sentados sobre la mesa, una postura en la que se nota que Caveda no terminaba de estar cómodo. Lleva una lista con el análisis y los puntos que quiere tratar. Los dos juntos son como el agua y el aceite.
Cañadas dice que aunque sea una historia lovecraftiana no es un libro de terror. La suya es una novela de aventuras que cuenta un viaje desde Providence hasta Damasco, pasando por Londres y Berlín, que emprenden los escritores Howard Phillips Lovecraft, Fran Belknap Long y Robert Erwin Howard. El motivo del viaje es encontrar el Necronomicón, un tomo de magia negra que no existe, se lo inventó Lovecraft en uno de sus relatos y que en cada ficción fue rodeando de detalles reales de ocultismo y al que otros autores han referenciado. Hay gente que hoy se cree que existe. Borges creó una ficha falsa en la biblioteca de Buenos Aires, una broma que se ha extendido a otros lugares. Incluso en Cádiz, la ciudad natal de Cañadas, existe una, tú puedes acercarte al bibliotecario con ella y decirle quiero este libro. El bibliotecario te mirará y te dirá lo siento, pero ese libro no existe.
¿Cómo es que Lovecraft se embarca en este viaje si sabe perfectamente que el Necronomicón lo ha inventado él? Siempre hay motivos. Cañadas explica que la novela está inspirada en el personaje de Indiana Jones, en la irreverencia de quitar al héroe y meter al friqui. Reconoce que se lo pasa bien escribiendo y que ha puesto todo lo que le mola. Le apetecía coger a Lovecraft y colocarlo dentro de la historia. A mitad de novela también se cruzan cuatro personajes más Aleister Crowley, Arthur Machen, un joven J.R.R. Tolkien y Sonia Greene, la exmujer de Lovecraft. Como está inspirada en Jones no podían faltar los nazis.
Cañadas habla de la documentación de su libro. Se define como una rata de biblioteca. Explica con detalles cómo se pudo ir a Providence, la ciudad natal de Lovecraft, y pasar allí dos semanas. Su casa es ahora un Starbucks, así que no hay mucho que ver en ella. En la biblioteca local tienen guardadas sus cartas, unas 80.000, fue muy prolífico como escritor de correspondencia. Pudo verlas, pero confiesa que no le sirvieron para nada, que tiene una letra que no hay quien la lea.
Sobre Lovecraft dice que fue un renovador del género, pero no en su época. El agobio de la forma más el horror del fondo hacen de él un maestro. Era un tío antipático, pero sin embargo encandilaba a le gente y le querían. Declaraba que admira a Hitler y sin embargo se casa con una judía, Sonia Greene. De ella dice Cañadas que le resulta una mujer fascinante, muy valiente, con dos cojones, pero que emocionalmente dependía de él.
Foto y periodismo: inmigración, tortura, agresión y desahucio
Javier Bauluz y Juan Medina
La charla de hoy del 18 Encuentro Internacional de Foto y Periodismo de Gijón en realidad son tres mesas claramente diferenciadas: inmigración, tortura y desahucios. Anticipa Javier Bauluz que en este día en que la ley mordaza nos silencia un poquito más, se hablará de la represión que nuestra policía ejerce sobre la prensa y recordará la cruda realidad desmemoriada que dice que un fotógrafo vale lo mismo que su última foto.
En la primera de las charlas, Juan Medina nos habla de su interés por documentar los movimientos migratorios. Empezó en Canarias a finales de los 90 y ahora se ha ido a las fronteras de Ceuta y Melilla. Dice que cada vez es peor para ellos, un viaje más doloroso y más injusto. En Canarias le ponían dificultadas porque decían que sus imágenes iban a perjudicar el turismo. Se trata de una falacia para ocultar y evitar que se cuente la realidad, de desviar la noticia. Si vamos a la estadística veremos que con la llegada de pateras aumentó el número de turistas; decir esto es tan estúpido como lo contrario. El hecho de que en todo este tiempo no haya cambiado nada le hizo plantearse el sentido de su trabajo. Medina explica que creer que tomar una fotografía puede cambiar la situación sería algo presuntuoso. Pero tomarla es su obligación, la responsabilidad que tiene. Se trata de documentar una situación denigrante y crear un flujo de información para el momento y para la historia. A estos inmigrantes se les ha quitado la características de personas ante los Estados, de esta forma se pueden cometer con ellos todo tipo de irregularidades. Como Medina no es político, ni filósofo, no tiene capacidad de decisión, lo que puede es tomar imágenes. En la playa del Tarajal, en la frontera de Ceuta, murieron 15 personas por disparos de pelotas de goma que realizó la Guardia Civil. Eso se vio porque alguien lo había grabado. Las versiones oficiales tuvieron que desmentirse una y otra vez. Sin embargo el 6 de febrero el tema se paró. Hubo un gran salto en la valla de Melilla. Estábamos hablando de 15 personas muertas y de pronto la noticia es que un grupo grande nos «invade». Ese giro, como periodistas, nos tiene que hacer reflexionar y no correr como pollos sin cabeza. Paremos un poco y veamos lo que pasó en Ceuta con los testimonios de los sobrevivientes.
Como cada vez es peor, Juan Medina siente que tiene que contarlo más. Es lo que le ha tocado y lo que debe hacer: denunciarlo. Cuando no hay testigos se oculta absolutamente todo. Si tiene que describir a los inmigrantes utiliza el adjetivo «valientes». Son jóvenes que buscan mejorar su vida y la de su familia y nosotros los tratamos a palos. La declaración de los Derechos Humanos es solo papel mojado.
Alejandro Zapico y Rubén Vega
En la segunda de las charlas, Rubén Vega y Alejandro Zapico nos cuentan el proyecto en el que están trabajando. Se llama
Torturados y nos muestran 18 minutos de él. Rubén Vega explica que trataban de documentar la tortura durante el franquismo a través del testimonio de las víctimas. Hablan en primera persona ante la cámara, contra un fondo negro para que solo sean sus historias lo importante. Es un trabajo para el futuro donde estos testimonios tendrán un valor extraordinario. Sabe que es difícil contarlo, sobre todo ante quien lo niega, que sienten que son víctimas de un crimen vergonzante.
Vega relata que en algún punto tomaron consciencia de que en cierta forma, al acotarlo a ese periodo, estaban diciendo que la tortura se acabó con la Dictadura y que no querían legitimar la tortura actual. Así que lo extendieron. Explica Zapico que quieren desmontar eso de en España solo se torturaba en la Dictadura. Se hizo en la Transición y se hace ahora. Lo avalan todos los informes de organismos internacionales independientes. Amnistía Internacional nos saca año tras año y aquí no pasa nada. Nuestra democracia se construyó sobre una miseria moral que convirtió a los torturadores del franquismo en los policías de la democracia. En el 77 les amnistiaron y a muchos los mantuvieron en sus puestos. No se contó. Luego el PSOE los ascendió convirtiéndoles en los garantes de los Derechos Humanos, mientras que las víctimas no tuvieron ningún reconocimiento. Pero no es una cosa de un pequeño grupo que sigue, los Mossos d'esquadra son un cuerpo nuevo y también han sido condenados por casos de tortura. Parece que tiene que ver con una porción del poder.
La idea de la tortura es la del último mecanismo del sistema para mantener el control. Cuando nuestras fuerzas de seguridad quieren escarmentar a un delincuente o a un yonqui le dan una paliza. La tortura no busca la verdad, sino el sufrimiento. La víctima cuando cede intenta decir lo que cree que quiere que diga el torturador, sea verdad o no. Contra la tortura no es posible ser neutral, ni indiferente, ni siquiera ignorante. En la medida en que no la ves porque no quieres, te está poniendo del lado del torturador. Lo que la víctima necesita es que compartas la carga con ella. El verdugo lo que te pide es que no hagas nada. El que no quiere ver es cómplice. Vega pide al gobierno que investigue las denuncias y se deje de indultar a los torturadores.
Rodrigo García y Jaime Alekos
A la última de las chalas se suman Jaime Alekos y Rodrígo García, dos estupendos fotoperiodistas que están documentando la represión en las manifestaciones y en los desahucios. Vergonzantes son las imágenes con las que Alekos muestra la agresión de la policía a siete periodistas en una de las manifestaciones. Causa sonrojo y un doloroso desasosiego ver la impunidad de la policía. No se preocupan de nuestros derechos sino que se comportan con chulería, como sinvergüenzas, especialmente uno de ellos que nadie puede entender que después de ver estas imágenes siga vistiendo uniforme.
Rodrigo García explica las dificultades que viven a diario para sacar adelante su trabajo. La función de la policía es que no salgan esas imágenes porque no quieren que se vean. Sobre el chaleco blanco de la prensa reconoce que tiene uno, pero que trabaja sin él. Han intentado borrar su trabajo varias veces, pero no es diferente si llevas el chaleco. Les pegan y amenazan igual. En realidad es un arma de doble filo porque te distingue y no te sirve; te detienen igual. Cuando denuncian las agresiones, las ven y las archivan. No las notifican al denunciante y prescriben.
Jaime Alekos explica que se ha convertido en una obsesión de la policía ir por el mensajero. Está en contra del chaleco blanco. Lo considera una discriminación que restringe quien puede informar. El que no lo tiene queda fuera y por tanto no tiene derecho a contar lo que ve. Después presenta su documental
Unanimidad 35 en el que nos muestra con profundidad de qué forma se viven los desahucios. Lo hace desde la continuidad para que comprendamos el proceso completo y que la historia no se acaba cuando se para un desahucio porque seguirán intentando llevarlo a cabo de nuevo.