martes, 12 de febrero de 2013

7 cajas, el despertar del cine paraguayo

Los directores Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori firman una película redonda que compite por llevarse el Goya a la mejor película Iberoamericana


Cartel de la película 7 cajas
Cartel de la película 7 cajas
¿Por qué? Porque es un cine distinto, ingenioso, que conecta con el espectador.
Para mí, aunque no ha conseguido estrenar en España aún, 7 cajas es la película del año. LLega de Paraguay, un país en el que se realizan muy pocas producciones al año y por tanto con escasos canales de distribución, así que no debe resultarles sencillo exportar su filmografía. Tal vez su candidatura a mejor película iberoamericana en los premios Goya siva para ello y pueda abrirle la puerta a un merecido estreno en las salas comerciales de nuestro país y de toda América Latina. En Paraguay se ha convertido en todo un éxito, llegando a superar en taquilla la recaudación que allí hizo Titanic. En Reino Unido e Irlanda también tienen firmado su estreno inmediato. Su camino desde su finalización ha sido largo y ha llevado a la película por festivales de todo el mundo: San Sebastián, Palm Spring, Mar de Plata, el Círculo Polar Ártico… Su paso por estos lugares ha sido más bien modesto en cuanto a premios, pero positivo en cuanto a sensaciones. De San Sebastián, por ejemplo, se llevó el premio del jurado joven. Sin embargo en todos estos festivales ha funcionado el boca a boca que ha hecho que la película no haya pasado desapercibida.

Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori, sus directores, tienen a sus espaldas un largo recorrido de realización en cortometrajes y series para televisión, pero 7 cajas es su primer largometraje. La financiación para su proyecto la han conseguido a través del programa Cine en Construcción. Han aprovechado cuidadosamente el dinero y han construido una película muy dinámica, que sabe administrar la tensión y de gran impacto visual. La han realizado sin concesiones, con honestidad y con maestría, desde una mirada nueva. Todo transcurre en le Mercado 4 de la ciudad de Asunción, un día cualquiera, donde un muchacho se gana la vida arrastrando una carretilla. Sobre ella va transportando las mercancías de unos clientes que no abundan. No hace preguntas, solo lleva los paquetes donde le dicen. Un día de inspección policial, en una de las tiendas le encargan que se ocupe de transportar siete cajas sin saber lo que contienen.

7 cajas es una película ingeniosa, contada con sentido del humor y con un guion soberbiamente administrado para mantener la atención del espectador en cada momento. Una película de género pero que resulta novedosa por su gran acierto de mantenerse integrada en una idiosincrasia que no pierde sus raíces pero que no tiene nada de irreal para un espectador globalizado, ni en lo exagerado, ni en la vida difícil que a cada uno de los personajes les ha tocado llevar. Es realista y es dura porque nos muestra el pobre valor de la vida frente al importe que hay que pagar por conseguir un nuevo celular.

Los protagonistas son personas con pocos recursos económicos, marginados de la sociedad. Pero el mundo tiene dos caras, frente a ellos y aprovechándose de su miseria monetaria están los otros, los de la pobreza moral, mafiosos corruptos y vividores a los que, con sus trapicheos, les cae siempre el dinero llovido del cielo. Son los que conocen como funciona el sistema, al menos los que lo tienen suficientemente comprado. En 7 cajas lo que hay delante son las diferencias sociales y una profunda mirada hacia las carencias de los que menos tienen, de los que están abocados a ganarse la vida desde pequeños entre la misera, los que no tienen pasado, ni presente, ni futuro. Pero para los que nada tienen, la sociedad de consumo también les ha fabricado los mismos sueños y las mismas necesidades. Para Víctor, el protagonista, conseguir un celular o tener sus cinco segundos de gloria saliendo en la televisión son su máxima aspiración, y por ambas se sacrifica. Nada más espera de la vida.

Uno sabe que la suerte nunca se pone del lado de los pobres, así que toda la película el espectador rumia en solitario un final trágico que confía que no llegue. Necesita ponerse del lado del protagonista, el desprotegido, deseando que toda la aventura le salga bien, le anima y le perdona esa cierta inconsciencia con la que va bordeando lo ilegal. A uno le gustaría que Víctor corriese más aún con su carretilla y lograse escapar esta noche del desastre que se le avecina para que mañana empezara otra vida diferente sin peligros, pero no cree que pueda ocurrir. La película sabe jugar en esa cuerda floja con la curiosidad, con esas expectativas y con un doble rasero entre la realidad y lo deseable. Y lo hace sin defraudar.

El Mercado 4 es un microcosmos en el que cabe representar toda una sociedad que cada día sale a ganarse su pan en jornadas infinitas que van desde antes de que amanezca hasta mucho después de haber oscurecido. La honestidad con la que se ha retratado ha hecho que todos los que forman parte de ese Mercado 4 se consideren parte de 7 cajas. El Mercado 4 también es el lugar desde el que se organiza la venta de los dvds piratas de las películas. Sin embargo, en sus puestos han colocado el cartel: «No tenemos la película 7 cajas, ni la vamos a tener». Supongo que ese aviso explica mejor que nada el perfecto retrato que ha hecho el largometraje del lugar y su ambiente, hasta tal punto que quienes allí viven y trabajan han llegado a sentirse plenamente identificados. 

Celso Franco en una escena de la película 7 cajas
Celso Franco en una escena de la película 7 cajas
No solo la buena opinión de quien es retratado nos sirve de balanza con la que pesar la película. También se mide la calidad de una cinta por los inconvenientes que el espectador debe superar. Los subtítulos son uno de esos elementos. Si una película consigue que el público salga feliz después de obligarle a estar leyendo lo que dicen los personajes y que además confiese que no le ha importado, es porque la película es buena. 7 cajas tiene unos pocos diálogos en castellano, pero casi toda ella está hablada en jopará, un idioma local a medio camino entre el guaraní y el castellano. No importa que sea así, la película lo necesita, pues en ese idioma se establecen los códigos, las estructuras y el nivel al que pertenecen los personajes. Es por tanto consustancial al film y el idioma forma parte indisoluble con la historia. En el fondo esa dificultad se va haciendo un placer al poder escuchar otra musicalidad diferente de la nuestra. De la misma forma participa la música, muy tenue, pero perceptible, que va usándose como otra forma de contar y anticipar.

7 cajas es una película emocionante en la que al final, cuando uno termina de verla, lo único que le sale hacer es aplaudir con fuerza.

No me resisto a cerrar esta reseña sin contar una anécdota de ella. A Juan Carlos Maneglia, después de llevar escribiendo el guion cuatro años, se lo robaron. Lo había dejado en el coche y alguien se lo sustrajo con el auto. La noticia tuvo cierta repercusión y llegó hasta el penal de la ciudad. Varias noches recibió llamadas desde allí que le pedían un rescate por recuperarlo. No lo consiguió y le tocó volver a ponerse a reescribirlo de nuevo.

2 comentarios:

cinemablotik - blog de cine dijo...

Tuve la oportunidad de ver 7 cajas en Buenos Aires y concuerdo con tu opinión, es la película del año. Aquí en Argentina apuestan por Infancia Clandestina, pero creo que 7 cajas la supera.

Javi Álvarez dijo...

Pues al fina ganó la cubana "Juan de los muertos"