lunes, 20 de febrero de 2012

La silenciada primavera árabe de Marruecos

Con motivo del aniversario de las revueltas del 20 de febrero de Marruecos se realiza el estreno internacional del documental Mi makhzen y yo


Lunes 20 de febrero de 2012. Centro Social Autogestionado La Tabacalera. Madrid

Primavera árabe en Marruecos. Manifestaciones del movimiento 20 de febrero
Primavera árabe en Marruecos. Manifestaciones del movimiento 20 de febrero
En España, cuando se habla de Marruecos siempre se termina tratando el asunto como si el país fuese un caso excepcional que les eximiera a ellos del cumplimiento de los Derechos Humanos y a nosotros del deber de criticar dichas irregularidades. Debería ser nuestra obligación la de solicitar que emprendan vías democráticas. Sin embargo, desde aquí, la mayoría de nuestros políticos se niegan a considerar que el régimen político que rige Marruecos sea y se comporte como una dictadura. Nuestros medios de comunicación y nuestros políticos nos dijeron que la revueltas de la primavera árabe no llegarían a Marruecos porque era un país diferente en el que no se daban las mismas condiciones que en el resto de los países árabes y que los marroquíes gozaban de un alto grado de libertad. Pero lo cierto es que llegaron y que esta semana se ha cumplido un año de la primera manifestación que significó el nacimiento del movimiento 20 de febrero como una de las plataformas impulsoras de dichas protestas.

Los marroquíes han salido a las calles por las mismas razones que sus vecinos tunecinos, egipcios, sirios, yemeníes… Lo han hecho para exigir sus derechos: la falta de libertad, el paro en el país que alcanza a uno de cada cinco habitantes, la gran pobreza, el analfabetismo de la mitad de la población y el elevado nivel de corrupción. El rey Mohamed VI acapara la propiedad del 51% de la tierra y mueve el 20% de la economía privada del país. Pero en España, la censura y ciertos intereses mutuos, como el hecho de considerarles la llave que impide la llegada de inmigración subsahariana a España, no permitieron que se vieran esas imágenes del pueblo marroquí protestando en las calles. Los jóvenes del movimiento 20 de febrero recuerdan que han sido hostigados y que entre sus partidarios han tenido detenidos, desparecidos y muertos a manos de la policía y de la contrarrevolución que se ha instigado desde el poder dominante para disolver sus convocatorias y solicitudes.

Las primeras protestas tuvieron ciertos efectos, a los pocos días, el rey marroquí anunció cambios y una nueva Constitución más justa para el país, pero sin embargo no se estableció un proceso constituyente, sino que la propia monarquía y su entorno fueron los encargados de redactarla. Esta Carta Magna está hecha por el régimen sin contar con el pueblo que no ha tenido ninguna representación en todo este proceso. De esta forma, los cambios que consigna son mínimos, tan escasos que mantienen al margen los derechos democráticos y laicos. Las modificaciones principales que establece son que el rey deja de tener carácter «sagrado» para ser solamente «inviolable» (como ocurre con Juan Carlos I); que el rey deberá elegir al presidente del Gobierno en el seno de la mayoría parlamentaria y ya no podrá hacerlo independientemente de las mayorías elegidas como venía ocurriendo hasta el momento; que se confirma la libertad de culto, pero no así la libertad de conciencia, por lo que los musulmanes no tendrán posibilidad de cambiar de religión, además se sigue señalando que el islam es la religión de Estado y el monarca sigue ostentando el cargo de «Comandante de los Creyentes»; que los poderes del rey se han dividido en dos competencias, una religiosa y otra política, dentro de las políticas se le restan algunos poderes que pasan al presidente del gobierno, como por ejemplo la posibilidad que tendrá el presidente para nombrar a los secretarios generales de los ministerios, los directores de las instituciones públicas y los gobernadores civiles; que se reconoce el bereber como idioma oficial y se señala el carácter árabe de Marruecos, así como sus raíces judías y andaluzas; que el rey dejará de ser el máximo responsable de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo, aunque mantiene la máxima autoridad de las Fuerzas Armadas, en política exterior y que se encargará de presidir el Consejo de Ministros; que se mantiene la estructura parlamentaria de dos Cámaras donde a la Cámara de Representantes se le atribuirá un mayor poder legislativo (con iniciativa para revisar la Constitución, crear comisiones de investigación, promulgar amnistías y solicitar la comparecencia de ciertos altos cargos que estarán obligados al menos una vez al año a asistir al hemiciclo para dar cuentas de sus actividades) y la Cámara de Consejeros mantendrá su naturaleza como institución de representación de sindicatos y comunidades territoriales.

Cartel de la película documental Mi makhzen y yo
Cartel de la película documental Mi makhzen y yo
Se estableció un referéndum para refrendar la reforma constitucional. El resultado de las votaciones es que se contó con el 98% de los sufragios a favor de esta reforma constitucional, indicándose que los índices de participación sobrepasaron el 70%, aunque se han detectado anomalías con el censo utilizado que dejaba fuera de él a más de 9 millones de habitantes con derecho a voto y existen claros indicios de fraude electoral que han denunciado diferentes organizaciones. El movimiento 20 de febrero señala que lo conseguido con esta nueva Constitución está muy lejos de la monarquía parlamentaria que se pedía. Los jóvenes del 20 de febrero se siguen manifestando regularmente para conseguir cambios políticos profundos, ya que esta Constitución simplemente ha perpetuado lo que ya existía: el rey y su corte («makhzen») siguen controlando los llamados ministerios de soberanía: el ejército, la economía, el poder religioso y la justicia. Además ha hecho oídos sordos a la demanda de establecer un estado laico. Los jóvenes consideran que nada ha cambiado en Marruecos, así que siguen teniendo los mismos motivos para seguir saliendo a la calle.

En España no hay muchas posibilidades de poder escuchar sobre lo que está pasando realmente en Marruecos, tampoco hay una filmografía suficiente y como mucho se puede acudir a youtube para ver información de alguna de estas manifestaciones. Con motivo del primer aniversario del nacimiento del movimiento 20 de febrero y para poner de manifiesto la falta de libertad, democracia y justicia social en Marruecos, se estrenó a nivel mundial el documental Mi makhzen y yo, del director marroquí Nadir Bouhmouch. Se realizó de manera simultánea en diferentes ciudades del mundo. En Madrid, se proyectó en el Centro Social Autogestionado La Tabacalera y se encargó de organizar la proyección ACSUR-Las Segovias y la Asociación Marroquí de Derechos Humanos en Madrid.

Nadir Bouhmouch es un joven que nació en Casablanca y se crió en Rabat. Pertenece a una familia acomodada, pero no por ello ha dejado de mostrar su carácter de activista. Estudia en la universidad estadounidense se San Diego una doble especialización, por un lado en Cinematografía y por otro en Resolución de conflictos y seguridad internacionales. Allí es el presidente del capítulo local de Amnistía Internacional que trabaja para promover los derechos humanos y la justicia universal. Mi makhzen y yo es su primera película y surgió el pasado verano, cuando regresó a su país y se propuso documentar las revueltas de la primavera marroquí, investigando sus causas, preguntándose por qué motivo la población ha salido a la calle a luchar por la libertad, la democracia y los derechos humanos y cuál ha sido el resultado. El trabajo audiovisual recoge los testimonios de varios estudiantes integrados en el movimiento 20 de febrero y también las de un vendedor ambulante de verduras en Rabat, Abdelfatah, que nos da una visión diferente y que sirve para expresar el miedo de la población a contar su realidad.

El documental centra el mensaje de la juventud que lo que quiere es vivir en un país democrático, donde tengan posibilidad todos los ciudadanos de decidir su futuro como sociedad. Quieren una sociedad libre, en paz, donde se acabe con la corrupción y la pobreza que arrastra el país. Por eso salen a la calle, y por eso vencen los obstáculos que el poder les va poniendo enfrente: en primer lugar los antidisturbios que aplacan con violencia cualquier manifestación, después las amenazas por carta oficial instándoles a que no participen en las manifestaciones por no haberse legalizado previamente y finalmente enfrentándoles a grupos contrarrevolucionarios financiados por el «makhzen» que controla el país. Este «makhzen» lo forma la clase conservadora y corrupta de empresarios y militares que constituyen el verdadero poder tras el trono de Mohamed VI, ellos son los que controlan la política y la economía de Marruecos.

Son los jóvenes quienes acaparan la imagen en el documental, sus voces las que más se escuchan porque ellos son los que se han movilizado y cuentan su historia. Son cultos y con inquietudes políticas en un país con un elevadísimo nivel de analfabetismo. Son burgueses acomodados, pues hace tiempo que las revoluciones no surgen de la clase obrera que, como a Abdelfatah, el vendedor ambulante de Rabat, le cuesta expresar su verdadera realidad, su desconfianza y un cierto sometimiento resultado de asumir el poder que los otros ejercen por la fuerza de un salario y la cercanía de la pobreza si éste falta.

Mi makhzen y yo es un trabajo eficaz y con mucho mensaje de una juventud contestataria que ha encontrado el camino de la calle para expresar su frustración, aunque de poca profundidad. Pero sin duda el mayor interés del documental está en el hecho de poder ver imágenes grabadas en la primavera árabe y sus revueltas en Marruecos. Nos muestra la fuerza de los ciudadanos en las calles, su capacidad de lucha, la represión aplicada desde quien gobierna y la incertidumbre de un futuro que los jóvenes presienten que alguien les está robando.

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