viernes, 17 de febrero de 2012

Guillermito y los niños ¡A comer!, la historia del diferente

Secun de la Rosa encuentra en el monólogo de Guillaume Gallienne un personaje a su medida


Viernes 17 de febrero de 2012. Teatro Lara. Madrid

Cartel de la obra de teatro Guillermito y los niños ¡A comer!
Cartel de la obra de teatro Guillermito y los niños ¡A comer!
Guillermito y los niños ¡A comer! es un monólogo autobiográfico del francés Guillaume Gallienne que ha tenido bastante éxito en los escenarios del país vecino. Allí lo vio Julián Quintanilla y pensó con rapidez en dos cosas: en adaptarla a nuestro idioma y en el actor Secun de la Rosa haciendo el papel. Al final se hicieron realidad, y el propio Julián Quintanilla se ha encargado de la dirección de este montaje.

La obra nos cuenta el viaje que emprende un niño para buscar su identidad. Es la historia del diferente. A Guillermito le marcó la figura materna y el hecho de que su padre y los demás hermanos no le llevaban con ellos en sus excursiones, ni contaban con él para salir a hacer deporte. Guillermito es diferente, lo sabe, pero no encuentra su identidad. Cuando su madre llama a los pequeños a comer lo hace gritando la frase «Guillermito y los niños ¡A comer!», marcando esa diferencia, señalando que no es un niño como sus hermanos, poniéndole la etiqueta de lo que parece ser. La llamada en sí le suscita preguntas y dudas existenciales, «¿si no soy un niño, qué es lo que soy?». En cierta forma, la educación en su etapa infantil parece más bien una inducción en su orientación sexual. Guillermito y los niños ¡A comer! es ese camino que emprende su protagonista mientras se busca, deshaciendo los equívocos o adentrándose irremediablemente por ellos. Lo hace sin malicia, con ingenuidad, lo que convierte el viaje en generosa entrega y lo dota de mayor valor, el de la sorpresa, la sencillez y la humanidad.

Se podría decir que las necesidades que persigue Guillermito son las de poner orden en su vida y atar los cabos pendientes que le descubran cómo y qué es en realidad. No olvidemos que el autor habla de sí mismo, de su experiencia, así que este monólogo se convierte en una especie de autopsicoanálisis, con mucho humor e ironía, que va pasando a través de diferentes situaciones de la vida, que bien puede parecer cotidianas, pero que, aplicando la lupa de un niño sensible, nos descubren su verdadera magnitud. Ese viaje convierte a su protagonista en una persona épica, llena de heroicidad en cada momento, que carga con una etiqueta de la que parece que jamás se podrá desprender. Una etiqueta que le confunde muchas veces, que le hace más difícil llegar hacia su madurez sin dejar a un lado todos esos estereotipos que los demás se han ido formando alrededor de él. Es, quizá, el camino de saber que cada uno es único, pero que aún así tiene su sitio.

Secun de la Rosa en una escena de la obra Guillermito y los niños ¡A comer!
Secun de la Rosa en una escena de la obra Guillermito y los niños ¡A comer!
La visión personal de Guillermito dota de buen humor todas las situaciones que vive, les saca brillo y punta a cada una de ellas, las hace interesantes, explosivas, frescas, graciosas, desaliñadas, surrealistas, desequilibradas y sorprendentes. Sí, es el humor con el que se toma la vida lo que atrae de la obra, ese punto de vista que nos dan los otros y que nos resulta novedoso por lo distinto.

Secun de la Rosa, interpretando a Guillermito, se mueve por cuarenta situaciones diferentes que abarcan desde los diez años hasta los treinta y cinco que dice tener su personaje en el presente. Momentos que van configurando las dudas y las respuestas de Guillermito. Para cada una de ellas encuentra su espacio dentro del escenario y se adapta con cuatro elementos y un par de detalles escenográficos para trasladarnos de un punto a otro de la vida. Juega con su voz, con las imitaciones de los otros personajes, con sus recuerdos y ensoñaciones, con girar la cama, con utilizar una manta como vestido… La iluminación le ayuda a separar las escenas y después, con esos cambios que resultan de usar cualquier cosa como un complemento, todo parece un juego. A través de lo lúdico de la historia, Guillermito y los niños ¡A comer! va enganchando al espectador que se queda ya atrapado dentro de ella.

Así ocurre cuando la obra arranca con un viaje nostálgico por un verano en Andalucía, en una pensión a unos metros de Gibraltar, donde le manda su madre para aprender inglés y lo que termina es consagrándose en el baile de sevillanas. Ese viaje es el primer recuerdo al que siguen muchos más: por un internado, por otro más en Inglaterra, a un balneario alemán para someterse a un tratamiento, en un bar de ambiente, a Vallecas para hacer un casting… No todos los viajes tienen que ver con la geografía, por ejemplo las conversaciones telefónicas con su abuela gallega siempre llenas de acertijos y tópicos, que en fondo juegan con el doble sentido, pero que consiguen que cale en el personaje un sentido cercano que le va fabricando el alma que encierra. Son viajes que hacen confluir la realidad con su propia psicología, los que verdaderamente construyen la experiencia vital de una persona: su identidad.

Entender el papel que uno debe desempeñar en el mundo no es tarea que suela resultar sencilla, es un proceso de encontrar diferencias y semejanzas con el resto para poder identificarnos y que nos sirva para relacionarnos con los demás, los cercanos y los más lejanos. Ese proceso, esa aventura íntima, lo emprende Secun de la Rosa dotando a su personaje de una inocencia enternecedora, colocando por bandera de la representación la ingenuidad, la del niño que fue y la suya propia por encima. La vida tomada con inocencia es mucho más dulce, más divertida. Las tristezas nos sobran en ese camino emprendido para ser de su propia manera. Y a Guillermito se le va queriendo, con sus peculiaridades, con su forma de contar la vida y esa manera suya de desvelar, como jugando, el nudo de su vida.

Secun se sale en la representación, se le ve feliz y radiante, agradecido con los aplausos y emocionado por conectar con el público. Se siente cómodo en la piel de un Guillermito divertido y soñador a un mismo tiempo. Un papel gratificante en el que el actor aporta mucho para el éxito de esta comedia. Un ejemplo es el estupendo rap que se marca con letra de Calderón de la Barca, una escena que en el texto original francés se realizaba con El Misantropo de Molière.

Guillermito y los niños ¡A comer! es un monólogo muy divertido, hecho con mucha gracia, ágil y que entretiene.

A modo de pequeño anecdotario: Guillermito y los niños ¡A comer! fue premio Molière 2010 al espectáculo revelación en Francia. Su autor es Guillaume Gallienne que se formó como actor en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático de París. Más tarde ingresó como miembro (nº 513) de la Comédie-Française. Allí trabajó como actor en diferentes espectáculos de corte clásico. En 2005 participó en la escritura del argumento del ballet Calígula para la Ópera de París y al año siguiente dirigió A puerta cerrada de Sartre en el Teatro Nô le Tessenkaï de Tokyo. En el 2007 dirigió Sur la grand-route de Chejov en el Teatro-Estudio de la Comédie-Française. Participó también en numerosos largometrajes, series de televisión y también presenta un programa dedicado a la lectura en la Radio Nacional Francesa.

En 2008 el director del Théâtre de l'Ouest Parisien de Boulogne-Billancourt le pidió que preparara algo para representar y le ofreció carta blanca para lo que se le ocurriera. Así nació Guillermito y los niños ¡A comer! que se estrenó en marzo de 2008.

El premio Molière de esta obra no es el único que consiguió Guillaume Gallienne, al año siguiente fue galardonado con el premio Molière al mejor actor de reparto por su personaje de Un fil à la patte de Georges Feydeau y dirigido por Jérôme Deschamps.

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