Festival de Málaga Cine Español. Sección Oficial. El nens salvatges
Cartel de la película El nens salvatges
Los adultos no entienden a los adolescentes, viven enfrentados a ellos con el enorme peso de enseñarles de qué lado se encuentra siempre lo correcto, algo que tienen que aprender por obligación. Es una educación de enfrentamientos que no tiene en cuenta el propio proceso de madurez, la insensatez de tratar los problemas de mayores con aquellos a quienes aún les acucian otro tipo de asuntos, los propios de su edad. Los adultos les aplican sus escalas de medir, sus razonamientos en los que pesan más una serie de valores como la seguridad, la experiencia, la estabilidad, la ventaja y lo acomodaticio, principios que para los jóvenes no tienen la menor importancia; ¡el porvenir está tan lejos! Su tarea es otra, lo suyo es el tiempo de descubrir por ellos mismos la realidad, el entorno y lo que será -en futuro- la vida. De entender un mundo complejo, que les golpea con mensajes, con ideas, con reglas y con certezas demasiado alejadas de sus sentimientos. Claro que comprenden los problemas de los mayores, e incluso sus razonamientos, pero no comparten el mismo agobio por ellos. Salvajes sin civilizar, preocupados por pasárselo bien, sin responsabilidades, así les describen los que han olvidado que un día también fueron y se comportaron como adolescentes. Los de hoy, como los de ayer, son normales y esa adjetivación de salvajes solo está en la percepción de quien les mira.
El nens salvatges es una mirada a un momento de la vida en el que los hijos se plantean por qué son tan diferentes de sus padres y, a pesar de ello, si no les esperará el mismo final con el paso de unos pocos años. Álex (Àlex Monner) se pregunta si le tocará la misma vida agobiada llena de trabajo, pendiente siempre de si va a llegar a fin de mes o no, que llevan sus padres, si perderá todas sus ilusiones a cambio de sobrevivir y cómo se tragará toda esa amargura. A Gabi (Albert Baró) le asusta su cobardía, la de no ser el mismo sino la marioneta que quiere su padre: el campeón de kickboxing que sabe defenderse y que no se deja engañar por nadie, desconfiando siempre de todos. Oki (Marina Comas) no quiere obedecer a un padre autoritario que solo piensa en el trabajo y en ganar mucho dinero.
A Oki apenas le ha costado nada conseguir lo que tiene, sus padres ceden a cada uno de sus caprichos a cambio de que solo se preocupe de estudiar, pero ella sabe que no es lista. A primera vista no tiene problemas, es la chica de quien menos se deberían preocupar los demás. Su madre se muestra como una mujer encantadora que la apoya y que cuida su salud preparándole comidas naturales y nutritivas. No tiene un entorno de violencia y autodefensa como ocurre con Gabi en el gimnasio, ella ha elegido asistir a las pacíficas clases de baile de sevillanas. El dinero tampoco es problema, alejada su familia de una vida con apreturas como le ocurre a la familia de Álex. Oki no se queja, pero le falta algo que desconoce y no sabe expresar. Lentamente va encendiendo una pequeña señal de advertencia que nadie ve.
El equipo de la película El nens salvatges posa en el Photocall (Foto: David Cabrera, por cortesía del Festival de Málaga)
Si en los hogares hemos visto dos tipos de educación, la férrea de mano dura de uno de los progenitores de cada casa y la más dulce y condescendiente del otro, en el instituto se nos muestra también dos tipos de educación. La primera consiste en separar el trigo de la paja, es decir etiquetar a los peligrosos para estar más atentos a ellos y para saber quién es siempre el culpable. La segunda es la de fomentar la «reinserción» de quienes cargan con esa etiqueta: ganárselos, motivarlos y ofrecerles una alternativa. Cada uno de los cuatro modelos funciona hasta una cierta medida y todos terminan fallando, esa es la dura realidad que nos muestra Patricia Ferreira. No habla de culpables, ni trata de buscarlos. Tampoco echa balones fuera intentado explicar que la culpa es siempre de los otros que son una mala influencia.
Hay solo una cosa que no me gusta de la película, las repeticiones al principio para llegar por tres caminos a un mismo lugar que marca el punto de inflexión, el del encuentro de los tres muchachos. Esa insistencia tal vez resulte excesiva y un tanto confusa para el arranque. Superado ese instante la película crece con rapidez, construyendo un buen poso y dándonos una visión de los principales problemas que se cruzan con los adolescentes.
El final, con mucho impacto, logra sorprender, pero cuando uno le da vueltas se da cuenta de que la película ha ido trabajando para construir esa última escena. En todo momento ha estado ahí, pero no le hemos prestado la suficiente atención, la habíamos dejado en un margen porque miramos como adultos.
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