viernes, 21 de diciembre de 2012

Sexo, discapacidad y sentido del humor

Se estrena en salas Las sesiones, película que se llevó el premio del público en Sundance y San Sebastián

Cartel de la película Las sesiones
Cartel de la película Las sesiones
¿Por qué? Por su poderoso humor tan reparador.
Las sesiones es una dulce película del director Ben Lewin que toma los escritos autobiográficos del poeta y periodista Mark O'Brien para acercarnos con mucho humor a las prácticas sexuales de un discapacitado. La habitación de O'Brien apenas tiene muebles, pues su vida se la pasa en el interior de un pulmón artificial, del que en los buenos días puede salir hasta unas cuatro horas. En esos ratos, la vida la ve desde una camilla, empujado por la cuidadora de turno. Viene siendo así desde su infancia, cuando sufrió una poliomielitis, y no presenta visos de que vaya a cambiar. Tiene 38 años cuando decide perder su virginidad. Para ello debe vencer dos obstáculos: sus impedimentos físicos y sus dudas morales fruto del férreo catolicismo en el que se ha educado. Los primeros miedos los resuelve con su terapeuta y los segundos escuchando al sacerdote de su parroquia, un hombre sensato y con la justa medida que requería O'Brien.

Sin embargo, no hay que dejarse llevar por lo aparatoso que pueda sonar este argumento, pues la película es todo lo contrario: fresca, ágil y sobre todo divertida. Ese es su gran éxito, un personaje que nos gana por su inteligencia y sentido del humor, lo que hace olvidarnos de su minusvalía y que cualquier gesto de compasión desaparezca para centrarnos en la historia. Vemos a un hombre que es como todos y que trata de superar un reto. Hay en él algo que lo hace peculiar, sin duda, la amable ironía con la que mira el mundo a su alrededor. Lo que toca es vivir, y esa decisión se contagia mágicamente al resto de personajes que admiran esa vitalidad del protagonista, porque sienten que ellos ya la habían perdido y O'Brien se la vuelve a traer. Es ese optimismo y la luminosidad las armas que usa Ben Lewin para desarmar al espectador, y las utiliza muy bien. Claro ejemplo de ello son los dos premios del público que la película ha obtenido en los festivales de cine de San Sebastián y Sundance.

Cuenta Lewin que el proyecto de la película comenzó con el artículo de Mark O’Brien, On Seeing a Sex Surrogate publicado en la revista literaria The Sun. Con este texto el director escribió el esqueleto del guion y luego fue profundizando al entrevistar a otras dos personas muy cercanas a esta historia: Susan Fernbach, que fue la compañera del escritor en su última etapa, y Cheryl Cohen-Greene, la terapeuta sexual que le ayudó en aquel proceso. La visión de aquellas dos mujeres sobre O’Brien y los recuerdos de la segunda sobre aquellos días hicieron que, con todos estos detalles, Lewin pudiera cristalizar unos personajes potentes y llenos de interés para el espectador.

En realidad Las sesiones es una película sobre relaciones entre seres humanos, la historia de un hombre que decide dejarse de impedimentos y cumplir lo que solo podía considerar un sueño hasta entonces. No es fácil encontrar el tono adecuado para abordar el tema del sexo y la discapacidad de una forma que no resulte ni sensiblera ni condescendiente. La minusvalía es un plano más dentro de la película, algo que está ahí presente desde el arranque, pero que sabiamente se va quedando atrás durante el transcurso de la acción como una característica más, sin focalizarse en ella. De pronto el espectador percibe que la película le habla de algo que conoce, de experiencias por las que todos hemos pasado o con las que podemos identificarnos. Esa barrera se logra romper con buenos momentos de comicidad y sobre todo de un optimismo contagioso.

Algunos de esos momentos graciosos vienen dados por la presencia del sacerdote al que O’Brien acude para que le oriente sobre la validez de su solución. ¿Por qué necesita el visto bueno de su sacerdote? Sin duda por su catolicismo practicante y los valores que esta religiosidad le imponen, con los que él está de acuerdo y comparte profundamente. Por ello necesita acercarse a su iglesia para la absolución de lo que podría ser un posible pecado o al menos una falta, para que en el fondo pueda pasar del pensamiento a la realización. Sus confesiones posteriores hacen que se desahogue y convierten al personaje del sacerdote en una especie de conciencia que le escucha y que termina dándole su bendición. El padre no deja de ser un hombre que al conocer a O’Brien y oír de qué forma va tomando decisiones en el asunto se siente atraído e interesado por esa historia. Algo similar a lo que le ocurre al espectador que sin querer se va convirtiendo en cómplice de lo que va pasando.

Las situaciones con la terapeuta son otra fuente de humor, en realidad todo lo que tiene que ver con el sexo en la película lo es. Y sin embargo descansa sobre esta parte el tono más serio y humano, del que emana la filosofía desplegada en Las sesiones, la que nos hace sentir que ésta no es una película frívola, sino todo lo contrario.

John Hawkes y Helen Hunt en una escena de la película Las sesiones
John Hawkes y Helen Hunt en una escena de la película Las sesiones
Si bien es importante la historia principal, se tiene especial cuidado en los pequeños detalles, en las conversaciones y todos esos otros elementos que normalmente se van quedando en los márgenes. Hay en todo momento una intención del director para que no dejamos de ver nunca en pantalla a gente que está sintiendo, independientemente de su condición intelectual o física. Sentir es vivir, y esa es la sensación a transmitir. Las palabras cuentan, pero las miradas lo hacen mucho más, con ellas se comunica lo que no se dice y se afianza una atmósfera de complicidad que el espectador percibe y en la que se va sintiendo inmerso.

Las sesiones resulta conmovedora, tanto por el guion construido como por la forma de estar concebida la película. Si el texto resulta brillante, lo es también en gran medida por la gran interpretación de sus protagonistas: John Hawkes (Mark O’Brien), Helen Hunt (la terapeuta sexual) y William H. Macy (el sacerdote), todos ellos en registros difíciles de los que saben sacar petróleo.

Ingenio, sarcasmo, mordacidad y honradez son adjetivos que definen esta terapia de auto-aceptación que resulta ser Las sesiones y que hacen de ella un curioso bálsamo reparador.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Teatro de resistencia

Ha llegado a Madrid el neocabaret de La barraca del zurdo


Viernes 14 de diciembre de 2012. Sala Cuarta Pared. Madrid

Cartel de la obra de teatro La barraca del zurdo
Cartel de la obra de teatro La barraca del zurdo
¿Por qué? Un musical con ideología y emoción.
La compañía granadina Laví e Bel se ha empeñado en dotar al cabaret de una nueva identidad, modernizándolo, renovando el lenguaje artístico y creando un «neocabaret» propio. Llevan para ello veinte años subiéndose a los escenarios con esa revolución siempre a cuestas. Su última producción, La barraca del zurdo, demuestra que se puede hacer un excelente teatro musical que también contenga una carga ideológica profunda. El espectáculo ha conseguido un Premio Max 2012 a la Mejor Dirección Musical que se llevó su músico Alejandro Cruz Benavides.

La barraca del zurdo está hecha sobre números musicales, de variedades, de clown moderno, con coreografías… En ella treinta y siete personajes desfilan por el escenario para contarnos un siglo XX convulso en el que ganó más veces la barbarie que la razón. Nos habla del poso que deja en el corazón el dolor de ese tiempo, el totalitarismo que expulsa lo diferente, los anhelos aplazados, la asunción de aquello que resulta imposible de realizar, el compromiso con el género humano derrotado pero inquebrantable y también nos ofrece un pequeño ramillete de breves instantes plenos de felicidad individual. Para todo esto les basta con dos actores, dos actrices, un músico en directo y dos técnicos para la iluminación y el sonido.

Lo hacen arriesgado en las formas, con los actores intercambiándose los personajes, cruzando los diálogos, mezclando generaciones y con un lenguaje propio construido que sin embargo resulta natural. Ese riesgo que asumen funciona, principalmente por dos motivos. El primero es el trabajo intenso y constante que logra en todo el equipo una técnica perfecta. El segundo de los secretos está en establecer un vínculo emocionalmente intenso con el público, algo que consiguen cuidando un texto y una historia que mantiene la misma tensión desde el principio hasta el final.

La barraca del zurdo es una historia de amor, la de Aurora y «El zurdo», y la de una familia consagrada al mundo del espectáculo y comprometida con una forma de pensar. Participaron en las Misiones Pedagógicas porque la cultura pertenece y debe llegar al pueblo; actuaron en el frente para dar moral, apoyo y una sonrisa a los soldados republicanos; se exiliaron en América porque aquí nos quedamos sin futuro; volvieron a Europa sin poder pisar España; y regresaron al fin para culminar el siglo y la vida. Este espectáculo transmite un sentido homenaje a todos aquellos artistas de variedades con conciencia que mantuvieron su compromiso político cada día de su vida a través del trabajo y el desarrollo de su oficio. Dieron la cara y resistieron sin darse nunca por vencidos. Pero a su vez, la función también sirve como punto de reflexión sobre nuestro presente. Intenciones no le faltan.

Cuenta Emilio Goyanes, autor y director, que, entre otras muchas opciones, quizás escribió La barraca del zurdo por «la necesidad de decir, de gritar con una paz espasmódica que éste es nuestro oficio, que nadie nos va a desalojar de él, que vivimos en la resistencia, una resistencia alegre, jodida e inamovible, justo en este momento que la apisonadora de esta crisis fabricada a la medida del sistema nos pasa por encima».

«El zurdo» es anarquista y su ideología le acompaña en todo lo que emprende, pues el ser humano no puede dejar atrás su conciencia. Todo en la vida es política, cada detalle, por pequeño que sea, nos concierne y no sirve cruzarse de brazos y esperar que sean otros los que decidan y diseñen por nosotros el futuro. Siempre hay que pelear. Y la bandera republicana que aparece en una de las escenas nos lo recuerda al simbolizar esa democracia que nos quitaron por la fuerza entonces y que ahora, inertes, nos estamos dejando arrebatar de nuevo. Pero sin duda, lo que más me impresiona de la obra es el excelente tratamiento de la Memoria Histórica, con un sentido emotivo y revolucionario, que nos obliga a emprender un camino a través del exilio, un viaje que arranca y que quizá no encuentre nunca su final, en esa búsqueda de asentar la vida con las raíces perdidas, o robadas en este caso, en otro lugar que siempre será de paso.

Antonio Ramos Leiva, Larisa Ramos, Nerea Cordero y Piñaki Gómez en una escena de la obra de teatro La barraca del zurdo
Antonio Ramos Leiva, Larisa Ramos, Nerea Cordero y Piñaki Gómez en una escena de la obra de teatro La barraca del zurdo
Una historia coherente que hace que los números no sean estampas, sino que formen parte del todo que es la La barraca del zurdo. Me gusta esa estética de cabaret moderno, de luces y negros, de ropas oscuras que mezclan dos tiempos con sus pequeños detalles, de mirada nostálgica y de riesgos, que cuida la plasticidad. Me gustan los momentos cómicos, los números variados que rompen el tono y que nos dicen que en una misma vida caben muchas cosas. Me gustan los números musicales, los distintos estilos de cada uno de ellos, las voces hermosas, sus coreografías y la emoción que transmiten.

Increíble el trabajo de los cuatro intérpretes, Piñaki Gómez, Larisa Ramos, Nerea Cordero y Antonio Ramos Leiva, tanto por su versatilidad como por la capacidad de desdoblamiento que tienen durante cada instante de la función; pero sobre todo por la manera tan preciosa que tienen de transmitir todo el sentimiento que la obra atesora y que ellos y ellas regalan al público tan generosamente.

La barraca del zurdo es un obra estupenda, de las que difícilmente se olvidan, y que tiene un trabajo soberbio detrás. Además de encontrar un nuevo lenguaje la compañía Laví e Bel ha sabido dar con el espíritu de la Memoria y acercarlo al público. Una lástima que solo se hayan programado seis funciones en la Sala Cuarta Pared.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

El ocaso de los machos alfa

Cesc Gay retrata la crisis de los cuarenta de los hombres en Una pistola en cada mano

Cartel de la película Una pistola en cada mano
Cartel de la película Una pistola en cada mano
¿Por qué? Por hacer una comedia de la crisis de los cuarenta.
¡Qué difícil es ser hombre y estar en esa edad intermedia de los cuarenta y tantos! La verdad es que no nos prepararon para ello. La vida que nos contaron cuando éramos pequeños iba a ser otra cosa que nada tiene que ver con esto que nos termina pasando. El problema es que vivir no tiene un manual de instrucciones. Como mucho te dicen que basta con trabajar, ganar dinero y ser feliz con las personas que quieres. Luego, cuando se va creciendo, que no madurando, cada uno se las apaña como puede, es decir: mal. Y así se sobrevive, sin saber muy bien donde ir dejando tantos sueños rotos y buscando una felicidad que seguro está en otro sitio, en otra forma de comportarse, en algo que dejamos perder sin haberle dado la suficiente importancia. Una pistola en cada mano hace de todo esto una comedia, ni empalagosa, ni amarga, con un tono sutil y sincero. Quizá ese sea el truco que utiliza Cesc Gay para lograr la cercanía con el espectador y hacer amena una película de diálogos, introvertida y sin otras acciones que no sean las de caminar, esperar, charlar, sujetar algo o sentarse.

Son cinco historias, encuentros casuales la mayoría, que retratan al hombre en esa etapa de su vida donde se produce la crisis de identidad masculina. Hombres desconcertados, fuera de lugar, que se cuestionan al mirar hacia atrás ese camino que les ha traído hasta su presente. Buscan, en ese pasado, el lugar dónde cometieron su error o cuál fue aquella bifurcación que eligieron mal para intentan volver a ella, con su experiencia, y escoger esta vez el sendero bueno. Quizá con eso baste y se pueda resolver todo sin grandes complicaciones. Cerrar los ojos, volver atrás y usar las cartas marcadas. Pero no, las oportunidades que pasaron ya no vuelven. Es cuestión de ir construyendo poco a poco, de por mucha pila de platos que tengamos, mantener la calma e ir metiéndolos de uno en uno en el lavavajillas.

Lo de los cuarenta, la crisis de la media vida, es algo que todo el mundo barrunta, pero que es complicado de poner en palabras o en imágenes. Decía antes lo de mirar atrás y hacer esa especie de balance. Es el primer estadio, pero no el único. También está el imaginar echando la vista otra vez hacia delante y ver que no queda tiempo para hacer todo aquello que pensábamos que íbamos a realizar. Es el tiempo de reconocer lo que se nos va a escapar, de bajar las prioridades a los sueños incumplidos y de asumir esa especie de impotencia con nosotros mismos que duele aún más.

Los protagonistas de Una pistola en cada mano son hombres que cuando se cruzan están a punto de irse, que se despiden muchas veces como si tuvieran prisa porque tienen algo pendiente que hacer, pero que en el último instante se quedan. Lo hacen al ver que esta vez la conversación va de algo más importante que el fútbol, habla de ellos, y ese «me tengo que ir» se pospone y se queda flotando como si no fuera a llegar nunca. En esos momentos aparecen las verdades y salen a la luz unos sentimientos reprimidos que siempre estuvieron ahí, aunque nunca se habían exteriorizado. Es la toma de conciencia de lo principal y la terca huida del que nunca está preparado. Es la última ocasión para poner en palabras lo callado.

Una pistola en cada mano nos habla de sentimientos y de la dificultad ancestral que arrastra el sexo masculino para expresarlos. Lo hace mirando hacia adentro, enfrentando a ese macho alfa con su ocaso y mostrándole toda su trayectoria para que se pregunte por cómo ser feliz de verdad. Aunque en el cartel los actores sonríen, son sus rostros serios, preocupados y desorientados el marchamo de la película, mostrando que hay un momento para la sinceridad y que se puede dar un paso con el que establecer una buena comunicación con los demás.

El cartel de la película, también engañoso en esto, nos pregunta «¿de qué hablan los hombres?». No es ese el interés, pues Una pistola en cada mano supera los tópicos, no habla de trivialidades y no propone otra solución para resolver problemas que la de hablar primero abiertamente para entenderlos. Lo que nos quiere preguntar de verdad el film es más bien cómo se ponen a hablar los hombres, de qué manera se enfrentan a una conversación importante y qué palabras eligen para saltar el vacío de su alrededor.

Jordi Mollà y Alberto San Juan en una escena de la película Una pistola en cada mano
Jordi Mollà y Alberto San Juan en una escena de la película Una pistola en cada mano
Otro elemento con el que juega la película es con un humor soterrado, que sirve de complicidad, pero que también tiene sentido por sí mismo, pues en cierta manera desata los nudos y nos señala en la escala universal de lo prioritario el lugar verdadero que debe ocupar cada cosa. Ellos se ríen porque no les queda más remedio. Los espectadores lo hacen porque desde fuera la situación resulta de lo más cómica.

Una pistola en cada mano es una película coral, donde se dan cita lo mejor de nuestro cine en interpretación, especialmente masculina. Desfilan Leonardo Sbaraglia, Eduard Fernández, Javier Cámara, Clara Segura, Ricardo Darín, Luis Tosar, Eduardo Noriega, Candela Peña, Alberto San Juan, Leonor Watling, Cayetana Guillén Cuervo y Jordi Mollà. El hecho de reunir este reparto en una película, ya nos avisa de la importancia de la misma.

¿Y las mujeres? Bien, ellas bien. Como si fueran siempre unos pasos por delante.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Las cosas han sido así y seguirán siéndolo

La actriz Lina Lambert y sus Reglas, usos y costumbres en la sociedad moderna


Miércoles 5 de diciembre de 2012. Sala Cuarta Pared. Madrid

Lina Lambert en una escena de la obra de teatro Reglas, usos y costumbres en la sociedad moderna
Lina Lambert en una escena de la obra de teatro Reglas, usos y costumbres en la sociedad moderna
¿Por qué? Es un teatro diferente con sabor a clásico.
La compañía Tantarantana lleva a los escenarios el monólogo Reglas, usos y costumbres en la sociedad moderna que interpreta Lina Lambert. En el programa que te entregan con la entrada, se señala que es un libreto escrito en 1993 por Jean-Luc Lagarce, el autor francés contemporáneo más representado. A continuación se explica que en realidad no es un texto original, sino que se trata de la reescritura de un manual con el mismo título editado en 1889 y escrito por una inexistente baronesa Staffe. La verdadera autora del tratado de 1889 fue una señora de la alta burguesía francesa de provincia que nunca frecuentó el mundo noble que describió en su libro, lo que sin embargo no impidió que el manual tuviera un éxito enorme, se reeditase continuamente y aparecieran nuevas versiones. La autora se convirtió en una referencia de los modales y las reglas de sociedad burguesa del siglo XX. Lagarce nos muestra con astucia lo poco que habíamos avanzado un siglo más tarde.

Lagarce utiliza la ironía y el sarcasmo con la intención de preguntarse, y preguntarnos, para qué sirven las reglas de una sociedad y eso que llamamos la buena etiqueta; qué hace con nosotros, ciudadanos libres, ese corsé rígido que fija con hipocresía las normas de nuestro comportamiento. ¿No será una forma de ocultar nuestros sentimientos y eliminar toda sinceridad en cada una de las relaciones sociales? Lo que solo parecía un divertimento ligero se convierte así en una aguda crítica a nuestras sociedades «modernas» tan alejadas de la esencia del ser humano.

Regular los comportamientos con normas del «saber estar» es ir contra lo instintivo, aplacarlo e incluso llegar a que lo olvidemos. A cambio aprenderemos un esquema de comportamiento social heredado y asumido como mejor que nuestras propias capacidades. Lo mecanizaremos y regirá cada una de nuestras decisiones. Así pasamos a tomar la sinceridad y lo sentimental como puntos débiles en estos tiempos, algo a erradicar porque son valores antagónicos con el concepto burgués y capitalista del éxito. Las reglas del buen comportamiento se crean para no pensar. Controlan las vidas. Pudren y matan toda relación. Ofrecen esa miserable capa de apariencia. Nos dan una escala comparativa entre los unos y los otros. Nos separan en clases y prejuzgan la preponderancia de unas sobre otras. Dejarse gobernar por esas normas es olvidarse de buscar siempre la mejor solución particular para aplicar cada vez la general, la que toca, y entrar así bajo la protección de una estructura férrea que deja la responsabilidad al pasado, cuando alguien mejor que nosotros fijó la pauta de comportamiento «correcto». A cambio se cobra poca cosa, el precio son nuestras emociones.

Cuando nos damos cuenta, nos vemos encerrados en la casa de muñecas en que se ha convertido el escenario, manipulados por una inexistente baronesa Staffe, a quien da vida maravillosamente la actriz Lina Lambert. Con pausa, en un proceso lento para estimular la complicidad con el público, donde los gestos son importantes pues enfatizan y marcan el peso de las palabras. Son estas frases necesariamente precisas, nunca se dice una cosa diferente a lo que se describe, ni queda nada en el aire, al arbitrio de una interpretación. Y sin embargo esos gestos, esa cara marchita, ese rostro ya insensible, nos avisan de que quizá quien nos cuenta las normas las repite aprendidas, interiorizadas y asumidas, mientras a su alrededor va levantando un mundo lleno de insatisfacciones personales.

Es el uso perfecto del lenguaje quien oculta las grietas sobre las que se rigen esos principios burgueses del buen comportamiento. Es su técnica la repetición machacona que conduce a un mecanismo fácil de aprendizaje, asunción y repetición. Así lo muestra Reglas, usos y costumbres en la sociedad moderna y también lo hace por contraposición en lo que no dice, en la vida destemplada que queda detrás y que no se cuenta; en ella está el verdadero aprendizaje. La obra nos señala que «por nuestro bien» las cosas han sido así y seguirán siéndolo. El remedio, si de verdad queremos salir de esa casa de muñecas, de esa vida repetida e insensible, lo debemos poner nosotros.

Como público miro absorto ese camino reglado por el que nos conducen hacia la jaula y la infelicidad. Esa dirección sobre la que se argumenta con el discurso diciendo que es única, que no hay otra posible. Hoy, desde el gobierno, también ladran en el mismo sentido Rajoy y sus ministros diciéndonos que vayamos rápido y sin pensar hacia esa senda que ellos nos marcan como única vía para salir de la crisis-estafa sin que nada cambie.

martes, 4 de diciembre de 2012

Cambiar de vida con cabeza

La parte de los ángeles, la comedia más dulce de Ken Loach

Cartel de la película La parte de los ángeles
Cartel de la película La parte de los ángeles
¿Por qué? Es divertida y aún le queda un poco del Ken Loach social.
Ken Loach es el mayor exponente cinematográfico del realismo británico. Su películas se construyen con una clara intención reivindicativa que queda patente en cada una de sus imágenes. Nos retratan la injusticia social sin rehuir lo ideológico ni lo político y sabiendo mantener también un fuerte compromiso con la memoria histórica. Sin embargo, con su última película, La parte de los ángeles, el director ha probado un nuevo tono. Ha optado por la parábola y se ha decantado sobre todo por la comedia para contar esta historia. Es cierto que aún mantiene una cierta carga social, pero también lo es que ha relajado su estilo inconfundible de denuncia al que nos tiene acostumbrados. Por eso los que buscábamos ese realismo comprometido que la firma de Loach asegura nos sentimos un tanto defraudados. Vamos, que esta vez el café es descafeinado y además viene endulzado con un cucharadita de azúcar. No digo que Ken Loach no pueda hacer un tratamiento amable, una comedia bienintencionada, sino que echo de menos ese sello inconfundible y la dura realidad que refleja su cinematografía, esa especie de espejo sobre el que mirarnos como sociedad y que obliga a no admitir la verdad única que dicen tener los gobiernos.

La parte de los ángeles es una historia de segundas oportunidades, de pequeños delincuentes que van cuesta abajo y que deben tomar una determinación, si es que quieren otra vida para sí mismos. Deslizarse es lo fácil. ¿Qué hay que hacer para evitar esa espiral? Familia, trabajo, inteligencia y amistad es la ecuación que nos propone la película.

Cuando a Ken Loach se le pregunta por el origen de la película nos habla de un dato: «a finales del año pasado, en Inglaterra, el número de jóvenes en paro superó por primera vez el millón. Quería hablar de esta generación de jóvenes, muchos de los cuales no tienen perspectiva alguna de futuro. Están casi seguros de que nunca encontrarán trabajo, un trabajo fijo y estable. ¿Qué efecto puede tener eso sobre los jóvenes y la imagen que tienen de sí mismos?». Vivimos en un mundo en el que nuestra juventud ha perdido la esperanza de poder desarrollarse, saben que nunca lograrán un trabajo propiamente dicho, solo pequeñas chapuzas, un contrato para unos días…

Paul Brannigan en una escena de la película La parte de los ángeles
Paul Brannigan en una escena de la película La parte de los ángeles
¿Suena muy duro, verdad?, tal vez insoportable sin una pequeña dosis de magia. A eso recurre La parte de los ángeles, a un pequeño «aleteo» esperanzador, al sonido de una «campanilla» que significa una oportunidad, a un poco de azúcar sin empalagar, a ser amable, a aparcar los prejuicios, a confiar y a ganarse por uno mismo «las alas» o el futuro que viene a ser lo mismo. La película utiliza un tratamiento bienintencionado, pero no es superficial. Nos habla de una crisis que se ha cebado en la juventud a la que le han robado la posibilidad de un futuro y nos dice que son los propios jóvenes los que deben ser conscientes y resolver el problema, que el papel de los mayores se queda en darles la oportunidad que merecen. Al protagonista no le regalan nada, no se trata de eso. Su «salvación» parte de un deseo de enmienda y sólo la encontrará sacando lo mejor que lleva dentro. Además es él mismo quien construye sus respuestas. Estos tres factores juntos hacen que la solución pueda realmente ser duradera.

El inconformismo de las películas de Ken Loach sigue latente y aquí se muestra en ese deseo de superar obstáculos para construir un futuro. Es la de su protagonista una toma de conciencia sobre la realidad y entre «acomodarse» a ella -como dice el Partido Popular que hacen nuestros jóvenes- o enfrentarla revolucionariamente, esta vez el director elige un camino intermedio.

Una oportunidad que trae dinero al bolsillo nos puede servir para empezar una nueva vida en otro lugar porque en el mismo solo lograremos repetir los mismos errores y mantener las mismas servidumbres. Es decir debemos tener un plan con el que vencer al destino y aprovechar cada oportunidad como si fuese la última. Ese es el quid que diferencia al protagonista. La misma aventura la realiza con otros tres amigos y ninguno de ellos, con el mismo dinero en el bolsillo, ve otra posibilidad más allá de gastárselo.

¿Qué les falta a los otros? No es su momento y tampoco han decidido que quieren cambiar para conseguir otra vida. Con sus pequeños hurtos, con su botella, con la vida que tienen se conforman porque piensan que no hay otra. Pero, ¿qué hace diferente al protagonista? Acaba de tener un hijo y esa paternidad le responsabiliza y le hace ver que todo futuro pasa con encontrar un medio de vida, un trabajo estable que le permita subsistir y construir la esperanza de un futuro feliz para la familia.

No es el único mensaje que se lanza. Hay uno muy claro que dice que solos no podemos, que mejor con amigos. La humanidad y la bondad obligan a que a quien ayudaron debe también ayudar, mantener esa especie de cadena que permita forjar una esperanza en el género humano y hacer que nuestro futuro no sea negro.

El individuo puede mejorar si se dan los medios en un ambiente adecuado y se le estimula convenientemente. La película quiere ser una confirmación de esto y quizá ese sea también su punto más débil, donde Loach deja escapar todo su realismo, al convertir la empinada cuesta de ese camino en un simple montículo que podemos escalar con ingenuo, apoyo y un poquito de suerte.

lunes, 3 de diciembre de 2012

La imposibilidad de ser feliz

El director argentino Daniel Veronese adapta La gaviota de Chejov en Los hijos se han dormido


Miércoles 28 de noviembre de 2012. Matadero - Naves del Español. Madrid

¿Por qué? Por la excelente interpretación de un reparto perfecto.
Cartel de la obra de teatro Los hijos se han dormido
Cartel de la obra de teatro Los hijos se han dormido
Hay directores con personalidad, que marcan las obras que tocan. Si Chejov se especializa en crear ambientes opresivos de frustración humana, pasado por el tamiz de Veronese se hace aún más intenso y nos descubre que la felicidad no es posible de ninguna manera. No lo es en un plano personal y menos aún en el social. Somos seres insatisfechos que nos conformamos. Ese es nuestro destino, la rutina de lo cotidiano convertida en monotonía permanente. Así se descubre en Los hijos se han dormido, versión que el director y dramaturgo Daniel Veronese ha realizado de La gaviota.

Cuando el 17 de octubre de 1896 en el Teatro Aleksandrinski de San Petersburgo se representó por primera vez La gaviota, todo resultó un fracaso. El público abucheaba y su hostilidad intimidó tanto a la actriz Vera Komissarzhévskaya que incluso perdió la voz. Asustado por el desastre, Chejov, al finalizar el segundo acto, se retiró de su asiento y siguió el resto de la representación refugiado entre bastidores. Tras la función se planteó seriamente dejar el teatro por considerar que carecía de talento. Sus amigos le dijeron que las siguientes representaciones estaban siendo un éxito, y Chejov pensaba que simplemente se mostraban amables con él. Cuando al final fue consciente del triunfo pasó de ese abatimiento de quien decide poner fin a una carrera corta como autor teatral a un claro convencimiento de su capacidad como escritor dramático que le sirvió de impulso para desarrollar el resto de sus obras.

Es cierto que lo que Chejov propone es un teatro diferente, complejo y sobre todo hecho de personajes, donde la acción no es fundamental para suscitar preguntas. Son los comportamientos y una especie de imposibilidad de cambio que flota en un ambiente inmovilista lo que nos obliga a rebelarnos, a encontrar que la solución está en tomar las posturas contrarias a lo que hacen sus personajes. Todos ellos muestran puntos en común, son desordenados, viven equivocadamente, están profundamente insatisfechos y son incapaces de resolver sus conflictos. Como si realmente no los entendieran y se empecinaran en seguir por el mismo camino, repitiendo una y otra vez sus errores. En cierta manera los personajes viven ajenos a la situación que están atravesando, la sufren pero no la entienden y se limitan a ignorar la realidad de su alrededor sin fuerzas para enfrentarla. Una especie de paja en el ojo ajeno que vemos con facilidad desde la distancia de un patio de butacas y que en cierta manera sirve para quitarnos la venda. No hay respuestas externas para esa infelicidad propia, Chejov no las ofrece, y Veronese dice de la obra que es «obviamente una presentación del problema sin su correspondiente solución».

Una escena de la obra Los hijos se han dormido
Una escena de la obra Los hijos se han dormido con todo el elenco
Los hijos se han dormido utiliza los conflictos románticos y artísticos de sus personajes para profundizar en esa absoluta imposibilidad del ser humano moderno para ser feliz. Sus deseos no se realizan porque se vive encerrado en una sociedad apática, indolente, con un sentido moral decadente y donde se le ha eximido de toda responsabilidad presente y futura sobre su propia vida y la de los demás. Aunque Chejov reflejaba en sus personajes a una clase aristocrática, la realidad actual hace que sea aplicable sin embargo a toda la sociedad que ya no encuentra motivaciones para nada. Vivimos encerrados bajo un sistema cuyos principios nos conducen irremediablemente al aburrimiento del consumismo y de lo efímero. Todos somos esos hijos que se han dormido y que ahora no podemos despertar. No sabemos cómo hacerlo y nos da pereza hasta el hecho de ponernos a intentarlo. A los intelectuales les corresponde la labor de motivar en los demás el pensamiento reflexivo necesario, por eso discutir en términos artísticos, como lo hace la obra, es hacerlo de posiciones políticas, con un planteamiento moral que nos enseña a lo que hemos llegado, lo que ahora somos: la dolorosa fotografía de nuestra realidad que nos sirve para iniciar un proceso de cambio.

Los hijos se han dormido tiene un arranque espectacular, lleno de personajes moviéndose y cargados de vitalidad que van sembrando de confrontaciones la escena. Pero eso, la novedad de cada personaje, pasa pronto y no sirve para sustentar toda la obra, así que va levantándose en escena el interior de cada uno de ellos. Surge una fuerte relación con Shakespeare y su Hamlet que nos ahorra preámbulos. Después ocurren varios asuntos importantes pero que suceden tras los bastidores, lejos de la mirada del espectador que por tanto no verá pero que podrá imaginar por las reacciones y las citas del resto de personajes. Y finalmente hay un uso de la repetición para, de forma intuitiva, entender los triángulos -en realidad son figuras geométricas con más lados- y que cada uno de los vértices en realidad se comporta de la misma manera que los otros con el resto. El mensaje es claro: no hay excepciones. Con esas tres técnicas se desarrolla la acción y en toda ellas se intuye la consigna de dirección que dice simplemente «rápido». ¿Por qué así? Quizá para acentuar la fuerza de los discursos.

Me gusta especialmente como se ha jugado marcando la elipsis, esa supresión del tiempo innecesario de la narración que no influye en su continuidad. En la obra a veces resulta excesiva, pero sin embargo funciona bien. Hay conversaciones que se quedan como flotando aunque hayamos cambiado de día en la función y acciones de diferentes tiempos que parecen realizarse en paralelo en la escena. Algo así como si quedasen reminiscencias de las palabras. Los hijos se han dormido es una pelea perdida de antemano contra una infelicidad angustiosa que se va agudizando con el caer del tiempo y sin remedio, por eso la elipsis de ese tiempo marchito, como los propios personajes, resulta tan fundamental.

El humor es la consecuencia de ese hastío existencial y sin embargo resulta un bálsamo para el espectador, un punto de fuga necesario y la muestra de que la inteligencia está presente, aunque ella sola no sirva para encontrar soluciones. No es rival para enfrentarse a los estragos que causan el «plácido acostumbramiento de lo cotidiano, lo banal, lo mínimo». Bajo ese nivel que nos dice que no pasa nada, que todo esta bien, que basta con repetir los esquemas para ser felices, late una profunda insatisfacción humana. No interferir nos destruye, hacer requiere estar hecho de otra pasta. ¿Para qué vivir entonces?

Chejov consigue dotar a sus personajes de una textura diferente y difícil de llevar a un escenario, pues todo el peso dramático está en ellos y no en una acción circunstancial que no es otra cosa que el entorno en el que se mueven. Ese carácter que tienen los personajes y la dirección de su discurso es todo lo que ofrecen a los actores que deben vestirlos. A priori son un peso muerto que hay que levantar. Susi Sánchez, Ginés García Millán, Malena Alterio, Alfonso Lara, Miguel Rellán, Malena Gutiérrez, Diego Martín, Pablo Rivero, Aníbal Soto y Marina Salas se calzan sus papeles como trajes hechos a medida, sin fisuras, como una segunda piel.

Es curioso que ninguno de los conflictos terminen por resolverse en Los hijos se han dormido y que sin embargo se salga de la representación con la sensación de haber aprendido.

viernes, 30 de noviembre de 2012

La denuncia del olvido

José Manuel Serrano Cueto recupera para el presente las historias de varios actores y actrices de reparto en el documental Contra el tiempo

¿Por qué? Por el entrañable deseo de conocer la historia de nuestro cine y recuperar rostros que habíamos olvidado.
Cartel de la película documental Contra el tiempo
Cartel de la película documental Contra el tiempo
Contra el tiempo es un documental de José Manuel Serrano Cueto que nos habla sobre todo de los que hacieron cine. Se centra en un puñado de actrices y actores que rodaron, aquí y allá, muchas películas, especialmente en los 60 y 70, época en la que por un lado vinieron los grandes estudios de Hollywood a nuestro país para realizar algunas de sus superproducciones y por otro Almería se convirtió en el mayor plató donde poder filmar un western. Fueron actores de reparto que rodaron con los más grandes y trabajaron por todo el mundo haciendo películas de género (del oeste, de terror, históricas, destape…), pero que nunca se convirtieron en estrellas.

El actor Antonio Mora visita a estas personas para entrevistarlas porque desea aprender de ellas y saber cómo era la profesión entonces. Una disculpa para dejarles hablar y filmarles de nuevo. Ese viaje sirve de hilo conductor principal del documental. Las preguntas de Mora les permiten a los actores contar su pasado y mostrar su presente para que sea el espectador el que complete el cuadro y saque sus propias conclusiones acerca de cómo ha ido cayendo el tiempo sobre ellos y ellas y cuál ha sido ese proceso de envejecimiento que les ha alejado de nuestras pantallas. Indagar en lo que fueron y en lo que se han convertido hace que en el aire flote un interrogante sobre si ese paso del tiempo y nosotros nos hemos comportado con justicia.

Pero Contra el tiempo es también un homenaje, un ajuste de cuentas, una revancha, un combate contra el olvido y una oportunidad de ver el lado entrañable del cine, el de las personas, el de carácter más humano. Cine dentro del cine. Ese prisma desde el que lo mira todo José Manuel Serrano Cueto se hace entrañable, vivo y logra impregnar el documental de un sabor que va variando, que a veces es dulce y otras amargo, a ratos nos sabe a pesimismo para después convertirse en optimismo y viceversa, pero que siempre destila un amor hacia el cine muy contagioso.

Lone Fleming, Antonio Mayans, Ricardo Palacios, Fernando García Rimada, Carlos Bravo, Mabel Escaño y Aldo Sambrell cuentan sus anécdotas y nos reímos con ellos. A todos les queda un cierto halo de misterio a su alrededor. Muchos de ellos aún mantienen intacto el encanto canalla o esa mirada inquietante que les llevó a las pantallas en su momento. Después de la anécdota, el recuerdo con el que se va reconstruyendo la importancia de una etapa del cine, va surgiendo el dolor del silencio y olvido que les recorre. Ahora tienen otras vidas, algunas alejadas, otras apegadas aún al mismo mundo del cine. Unos añoran ese pasado y volverían sin dudarlo. Otros no tanto, les gusta recordarlo eso sí, pero ya está, hace tiempo que decidieron pasar página para seguir adelante con sus vidas.

En el documental hay entrevistas, pero no se abunda en exceso sobre el recurso del «busto parlante», ese personaje que habla a cámara para contarnos todo y al que simplemente escuchamos. Tampoco se tira apenas de archivo. Es mejor acercarse hasta tocar la intimidad del personaje, donde las confesiones vayan más allá de las palabras. Esas decisiones tomada por el director le dan viveza a la película y un ritmo cinematográfico que transciende al género del documental. Ese toque diferente, como de nostalgia combativa que va más allá de sentarse a escuchar anécdotas, y que tiene intenciones, consigue el interés y la complicidad del espectador.

Hoy se estrena Contra el tiempo, lo hace en Artistic Metropol de Madrid, una nueva sala dedicada al cine independiente, clásico y sobre todo de re-estreno para poder recuperar todas esas buenas películas que se estrenaron en un mal momento y no tuvieron la oportunidad que se merecían.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Momoiro Sora o / About the pink sky, una fina crítica de la sociedad

Domingo 25 de noviembre de 2012. Festival Internacional de Cine de Gijón

Momoiro Sora o / About the pink sky es la película triunfadora del FICXixon

Toni Garrido, Dan Mirvish, Norma Ruiz y Diego García Cruz en la gala de clausura de anoche
Toni Garrido, Dan Mirvish, Norma Ruiz y Diego García Cruz en la gala de clausura de anoche
¿Cómo se miden los festivales de cine? La verdad es que hay muchas formas de hacerlo y en mi caso uso varias métricas. La primera es puramente numérica: el número de películas que compiten en la sección oficial, con eso se puede intuir la ambición. A esas películas hay que mirarles la nacionalidad y quien las firma para entender el riesgo que asumen los programadores de la edición. El número de secciones paralelas o el tipo de cine que traen explica la pasión cinéfila que se va a respirar esos días. Y la última, un tema de volumen, consiste en mirar cómo de llenas están las salas, que es algo que viene a explicar la implicación de la propia ciudad con su festival, si no están llenas es que la edición no puede ser buena.

También tengo métricas personales, como son el número de horas que paso en las salas viendo películas, los litros de pepsi con los que acompaño la escritura nocturna de las reseñas, las pocas horas de sueño en que los días que pasan de cinco están bien y el montón de entradas usadas que queda sobre la mesa. En todas esas categorías, el FICXixón ha hecho buenos números.

Ya sé que es simplista, pero al final la única medida que vale es la calidad de la película ganadora, ni siquiera quienes la acompañaron en el palmarés. En esta 50 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón el premio a la mejor película se la ha llevado la película japonesa Momoiro Sora o / About the pink sky, de Keiichi Kobayashi. Ella sola dirá si este año el festival se ha portado.

Cartel de la película Momoiro Sora o / About the pink sky de Keiichi Kobayashi
Cartel de la película Momoiro Sora o / About the pink sky de Keiichi Kobayashi
Sección oficial. Momoiro Sora o / About the pink sky. La maestría de contar el mundo sin que lo parezca.

El festival ofrecía la oportunidad de ver el domingo la película ganadora de este año. Reconozco que me acerqué hasta la taquilla aún con ciertos prejuicios; no soy un gran amante del cine asiático en general, ni de la escuela japonesa en particular. Culturalmente siento una distancia insalvable con su cine que la mayoría de las veces se me hace demasiado aburrido. Al salir de ver Momoiro Sora o / About the pink sky me encontré sin embargo con que era el único en mi alrededor al que la película le había gustado. Con ironía, detrás de mí alguien decía «estaba impaciente por saber como acababa». En la vida tampoco hay misterios, acaba siempre con la muerte, y sin embargo nos parece interesante vivirla.

¿Que por qué me gusto? Porque me encontré en ella una estupenda crítica social que no esperaba, por su calidad cinematográfica y por el excelente guion que trama historias en las que siempre podemos leer entre líneas e ir más allá. Ese guion esta maravillosamente impregnado de una maestría sublime que permite contar el mundo sin que lo parezca. Sus protagonistas son adolescentes, con problemas de adolescentes y con reacciones de adolescentes. Y sin embargo cada situación retrata a la perfección una realidad del mundo de los adultos, y nos la explica con una comparación natural. No hay una intención de juzgar, solo de mostrar.

Keiichi Kobayashi, en su debut como director, se toma su tiempo para hacer este retrato. Es cierto que a veces parece que no pasa nada, sin embargo es falso que vaya sin rumbo, hay detrás toda una estructura milimétrica que sostiene la película y que va haciendo encajar cada pieza. Por eso es un cine que hay que defender. Hecho en blanco y negro, con una cuidada fotografía y una naturalidad asombrosa para colocar la cámara, Kobayashi crea un universo cercano y emotivo. A eso hay que añadir ciertos toques de humor.

Me parece brillante la idea de leer cada día el periódico puntuando sus noticias por lo buenas o malas que son. Las buenas puntúan en positivo, las malas en negativo y hacer la suma total después. La protagonista de la película lo hace y todos los días le sale negativa, muy negativa, como de -537 o así. Es la lucha diaria entre el pesimismo y el optimismo, no una utopía.

Para cambiar el mundo hay que conocerlo, los códigos morales en la cultura japonesa están perfectamente imbuidos y todos saben lo que está bien. Pero un joven puede ir más allá, puede plantearse si lo correcto es lo justo, y si se puede aplicar una prórroga donde dar una oportunidad al ser humano. No dice dejar de cumplir, simplemente ayudar hasta que algo se solucione. Los códigos morales de la cultura japonesa funcionan por la confianza y porque ésta se coloca por encima de todo y no se rompe jamás.

La protagonista vagabundea un día de vacaciones escolares, se cruza con un hombre que quiere trabajar pero que tiene problemas y vemos como la película se plantea la cuestión del paro y la falta de empleo en una sociedad capitalista, le bastan un par de frases para explicarse. De la misma forma vemos el mecanismo empresarial que coloca jefes intermedios que forman los eslabones de la cadena que va desde la persona que manda hasta la que hace el trabajo. También nos enseña como el dinero viaja circularmente para llegar al mismo sitio y quedarse en las misma manos. No falta el honor de devolver lo prestado, cuando se toma dinero de otro se firma un pagaré que se romperá al devolver el dinero recibido. Habla de muchas más cosas: de las deudas, de los sueños, del amor, de la homosexualidad, de los videochats nocturnos, del trabajo infantil, del periodismo, del dinero sucio, de la amistad… Y sobre todo de esa mentalidad de trabajo, trabajo y trabajo.

No infantiliza a los adolescentes, al contrario nos los muestra fuertes y responsables, bien preparados, inteligentes y con capacidad para sopesar y decidir las mejores soluciones. Menos mal que la juventud es el futuro porque nuestra sociedad no aguanta mucho más tal y como está.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Se clausura la 50 edición del FICXixón con fuegos artificiales

Sábado 24 de noviembre de 2012. Festival Internacional de Cine de Gijón

La Pirogue / The Pirogue y Between Us, el mundo que sobrevive y el mundo de la opulencia.

Gil Parrondo durante la rueda de prensa del premio honorífico de la 50 edición
Gil Parrondo durante la rueda de prensa del premio honorífico de la 50 edición
Premio honorífico de la 50 edición a toda una carrera del director artístico Gil Parrondo

Para presentar a Gil Parrondo, Nacho Carballo dice que es historia viva del cine mundial y que darle este premio lo que hace es dar honor al festival. Gil Parrando es un hombre sentido, de corazón. El director le recuerda siempre dibujando a pincel. Para esta edición que cumple cincuenta años, el premio debía recaer en alguien tan grande como Parrondo, además es asturiano y ciudadano del mundo.

Gil Parrando habla bien de todos sus rodajes, más o menos igual cada uno dice para no elegir uno solo. Los trata como a sus hijos y todos los ha abordado con rigor y amor. Dice que el secreto de su felicidad está en que con los mimbres que tenía en cada momento hacía su trabajo sin necesitar más. Eso le ha producido mucha paz. Siempre se ha encontrado cómodo allí donde ha trabajado, ya sea en el extranjero como aquí. De todas formas cuando vuelve a España después de estar tanto tiempo fuera, trabajar de nuevo en su tierra le parece muy hermoso.

La pintura es uno de sus grandes placeres. Quería ser pintor, pero con catorce años ya había visto las películas de Hollywood y el veneno ya estaba dentro. Después llegó la guerra y a pesar de ella fue feliz porque iba a diario al cine. En las guerras no se para el mundo, son aterradoras y peligrosas. Recuerda que frente a esa realidad veía los decorados de las películas de Fred Astaire y Ginger Rogers tan fantásticos y empezó a enfriarse con lo de la pintura. Su fuerza la ponía en poder llegar a hacer películas.

Dice que el suyo ha sido un camino con suerte. Fue ayudante de Sigfrido Burmann en la productora ECESA durante diez años. Así que cuando le llegó firmar el primer trabajo en solitario, estaba tranquilo, preparado y sabiendo que esa era su profesión. Lo que realmente había sido emotivo le había ocurrido mucho antes, cuando entró por primera vez en un plató y descubrió la magia del cine.

Parrondo prefiere que le digan decorador antes que director artístico. Explica que decorador es una palabra que suena muy bonita en español. Sin embargo a él no le gusta dirigir, no es su aspiración y rechaza la palabra director. Tampoco le gusta la expresión que se usa ahora de diseñador de producción, dice que le horroriza pues es un término que al oírlo uno no sabe qué es. De su trabajo dice que primero lee el guion y lo disfruta -en su vida solo ha rechazado dos porque no se encontraba a gusto con aquellas palabras ni con el ambiente-. Después habla con el director. Para cada trabajo hay mil posibilidades para cada cosa y las mil son buenas. Prepara las ideas que tiene y suele presentar al director tres soluciones. Si el director le propone otra, él no se siente incómodo, abandona las suya y se pone a trabajar en la del director. Es capaz de prescindir de las ideas previas, las olvida para seguir la trazada por el director porque esa es la que vale para él y lo hace sin dolor.

La tecnología en lo suyo ha avanzado mucho estos años, nada que ver con lo del lápiz y el papel. Dice que no está en contra de aplicar esta tecnología en la profesión, pero que él no ha entrado. Después entretiene a la prensa hablando de los almacenes del atrezzista Julián Mateos. Se lo conoce de arriba abajo, cuando necesita algo le llama por teléfono y le puede explicar dónde está el objeto que le gusta. Le encanta ir en persona a buscar algo y charlar con Mateos. Recuerda otros almacenes en Londres donde estaba todo catalogado. Buscaba unas sábanas para una cama. Todo está ordenado y más resuelto fuera, pero en España resulta más encantador.

En su vida ha recibido muchos premios, pues son muchos años los que lleva trabajando, y todos le han dado alegría. Se sintió algo extraño cuando le dedicaron una calle en Luarca. Cuando se lo dijeron le entró un desasosiego por esa sensación de que los nombres de las calles eran personas que ya estaban muertas. Le dio miedo. Este premio lo disfruta porque es en su tierra. Aunque viva en Madrid, sus raíces siguen estando en Asturias. Ha llegado a querer el paisaje quemado de Castilla, pero no se olvida de Asturias. Señala que encontrarse con el Cantábrico es algo importante y que no se cansa de mirarlo cuando viene. Los que aquí viven no se dan cuenta de esa maravilla, casi ni lo miran

Almodóvar y él son los dos únicos españoles que pueden presumir de haber ganado dos Oscars, algo que les ha unido, aunque no hayan coincidido ni se conozcan. Una vez se saludaron a los dos lados de un paso de cebra. Recuerda que el primer Oscar fue emocionante. La noticia la recibió en Cataluña, le llamó su mujer a las cuatro de la mañana. A las cinco se vistió y se fue solo a la playa. El Oscar se lo mandaron por correo porque no pudo ir a recogerlo. Recuerda la emoción de abrir la cajita. El segundo tampoco pudo ir a recogerlo. No se las arregla para cortar un trabajo e irse a recibir algo. No es de actos, ni de estrenos.

Hablando de futuro desvela que tiene dos proyectos próximos y que después se retirará. Los dos son de personajes. El primero es la vida de Antonio Machado y el segundo trata de los 33 días que Picasso utilizó para pintar el Guernica. Lo hizo en 37 y en aquel año Parrondo estudiaba Bellas Artes en la Real Academia de San Fernando, por debajo de los obuses, cogiendo el tranvía y pintando. Dice que esas son las última vueltas del camino, pues hasta los decoradores jóvenes dicen que no les deja sitio, que no acaba nunca.

Cartel de la película La Pirogue / The Pirogue de Moussa Touré
Cartel de la película La Pirogue / The Pirogue de Moussa Touré
Llendes. La Pirogue / The Pirogue. Buscando un futuro, dejándose la vida.

¿Por qué tantos jóvenes se dejan la vida en el mar huyendo de sus países y buscando la costa del primer mundo? La respuesta es sencilla, necesitan, como todos, un futuro y si en sus países no hay expectativas tendrán que salir fuera, cruzando el mar si es preciso y muriendo en el intento en un punto impreciso del océano.

El senegalés Moussa Touré nos propone en La Pirogue / The Pirogue una road movie en cayuco en la que nos muestra el viaje interior rumbo a Europa. El barco es un universo en el conviven gentes de diferentes países, idiomas y trabajos. Todos han pagado su puesto en la piragua y al subirse a ella, cada uno de ellos deja atrás sus historias lanzados a perseguir su objetivo que no es el de un sueño sino el de una vida. En el mar verán la muerte y oiremos sus pensamientos que van repasando lo que quisieron ser y no serán. Nos contarán lo que dejan atrás, lo que son. Tendrán miedo, gritarán y muchos morirán extenuados durante ese viaje.

Uno de ellos no quería venir, lo hizo por su amigo y porque le ofrecieron el trabajo de ser el capitán del cayuco, de asumir la responsabilidad de las otras treinta personas que se embarcaron rumbo al bienestar de Europa.

Todavía me sobrecoge cuando ponen los pies en tierra, en las Canarias, arropados bajo mantas, temblando y asustados. El camino de vuelta es más rápido: una avión, un bocadillo y 15€. Cuando regresan deportados las miradas de estos hombres son diferentes, ya su carga es otra. La muerte les miró a la cara y sobrevivieron. Comprarán un souvenir a modo de regalo, como si todo hubiera sido un viaje convencional para hacer turismo. Se dejaron la piel y algunos la vida, y sin embargo volverán a intentarlo las veces que haga falta hasta que lleguen a las costas del primer mundo y puedan quedarse allí. La vida que les queda no les puede servir.


Foto de ganadores y jurados del 50 FICXixón
Foto de ganadores y jurados del 50 FICXixón
Gala de Clausura. Premios y premios y más premios

La novedad de esta edición son unos fuegos artificiales encargados a la Pirotécnica Pablo en la Universidad Laboral. El cielo se ilumina, el fuego purifica y los restallones nos dicen que el festival se acaba. Dentro nos recibe la misma banda que abrió el Festival. Toni Garrido y Norma Ruiz se encargan de presentar, lo hacen con soltura, especialmente Garrido y con varios toques de humor que parece que les sale natural, como si no estuviera escrito en cada una de las tarjetas que van leyendo.

Lo primero que hacen es recordar a Tony Leblanc que nos ha dejado hoy, y a José Luis Borau y Miliki hace unos días. Se entrega un premio a Juraj Jakubisko quien bromea con que lo que es un arte de verdad en estos tiempos es lo que hace su mujer, su productora, que se encarga de conseguir dinero para hacer las películas.

Otras caras de actores y actrices conocidas van saliendo para ir entregando los premios del palmarés. Juan Diego, Nerea Camacho, Lluvia Rojo, Elena Furiase, Xenia Tostado… Me quedo con unos cuantos momentos:

Lo más reivindicativo, o digamos con un cierto toque de izquierdas: recordar la huelga de cómicos del 75 y lo que con ella se consiguió. Sirve para presentar a Juan Diego que participó en ella y que luego nos habla de recortes y recortadores para que no demos nunca un aplauso al ministro Wert.

Lo más emotivo: la entrega del premio honorífico a Gil Parrondo. Se lo da Mario Camus y los dos se funden en una abrazo. Parrondo exclama «¡cuántas emociones en un día!».

Lo más divertido: Lee Sang-Woo recogiendo su premio, bailando, agradeciendo y gritando lo mucho que quiere a España. Y luego el traductor Diego García Cruz intentando poner el mismo tono al traducir y consiguiéndolo.

El mensaje más repetido: Son los ciudadanos de Gijón los que hacen el FICXixón.

Dan Mirvish juega a hacerse fotografías durante la rueda de prensa de presentación de su película Between Us
Dan Mirvish juega a hacerse fotografías durante la rueda de prensa de presentación de su película Between Us
Sección Oficial. Between Us. Discusiones de las que huiríamos en el mundo real.

Para clausurar esta edición, se eligió la película de Dan Mirvish Between Us. La presentó primero y mientras lo hizo se mostró simpático y juguetón, pues a la vez que le traducían aprovechó el tiempo con Toni Garrido haciendo fotos con su móvil.

En este festival me he dado cuenta de que el cine de la clase media me aburre cada día más. Necesito una buena historia, un mensaje y un compromiso político, cosas que este cine independiente está dejando de lado. Between Us es teatro introspectivo llevado a la pantalla.

El debate es qué hacer con el talento, ¿elegir arte o dinero? Soterradamente se puede trasladar esa misma discusión a tener que elegir entre cine independiente hecho en Nueva York o las grandes producciones de Los Ángeles. Ninguna de las opciones termina de ser la perfecta para las dos parejas, y eso que cada una se alinea en distinto bando. Unos, los del dinero y las grandes producciones, viven en una casa grande el Medio Oeste Americano, con una superpantalla y fotografías comerciales adornando las paredes. Los otros habitan un apartamento en Nueva York en el que les gustaría tener más espacio y las fotos colgadas con pinzas de alambres que bajan por la pared son más personales y artísticas.

El mensaje es que malgastar el talento produce crisis de pareja, pero no hacerlo y quedarse sin dinero también. A lo que asistimos es una fuerte discusión de pareja. Cuando estamos delante y somos espectadores en la vida real de una pelea de este tipo nos sentimos molestos, ¿por qué entonces en el cine no tendría que ser igual?

Dan Mirvish es uno de los cofundadores del Festival de Sundance. Por la mañana, en la rueda de prensa, Nacho Carballo explicó que Between Us podría haber estado en competición, pero como representa el tipo de película que el festival quería para clausurar los cincuenta años del festival, prefirieron que lo cerrase.

Mirvish habla del proceso de trasladar la obra teatral y a sus cuatro personajes al cine, manteniendo la intimidad de la pieza. Explica los métodos realizados con las lentes escogidas, o con el movimiento de cámara y el uso del tiempo de una manera más cinematográfica.

Trata tanto de la amistad como de los sueños rotos, pero la amistad es más importante, la que nos permite sobreponernos a los fracasos. Necesitamos a los amigos para salir adelante porque todos tenemos fracasos en nuestras vidas. Después cuenta anécdotas que no sé si tomármelas en serio o pensar que son inofensivas bromas del director con un sentido del humor peculiar. Lo cierto es que Mirvish es un excelente contador de historias, así como un infatigable tomador de fotos con su móvil. Sin duda quiere retratar el mundo y todo lo que le pasa en él.

Palmarés de la 50 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón

Sábado 24 de noviembre de 2012. Festival Internacional de Cine de Gijón

El jurado señala que fue una decisión reñida

Largometrajes de la Sección Oficial premiados en la 49 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón
Largometrajes de la Sección Oficial premiados por el Jurado Internacional en la 50 edición del Festival Internacional
de Cine de Gijón

SECCION OFICIAL DE LARGOMETRAJES:

El Jurado Internacional de la Sección Oficial de largometrajes del 50 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón, integrado por Dmitry Glujovsky, Ernesto Alterio, Lola Salvador, José Salcedo y Farid Bozorgmehr ha concedido los siguientes premios a los largometrajes participantes:

Premio Principado de Asturias al mejor largometraje: Momoiro Sora o / About the pink sky de Keiichi Kobayashi (Japón)

Premio al mejor director: Lee Sang-Woo por Barbie (Corea)

Premio al mejor actor: Yosef Carmon por Hayuta ve Berl / Epilogue (Israel)

Premio a la mejor actriz: Golshifteh Farahani por Syngué Sabour / The patience stone (Afganistan y Francia)

Premio al mejor guión: Amir Manor por Hayuta ve Berl / Epilogue (Israel)

Premio Gil Parrondo a la mejor dirección artística: Dragan Denda por Djeca / Children of Sarajevo (Bosnia-Herzegóvina, Alemania, Francia y Turquía)

Premio Especial del jurado: După dealuri / Beyond The Hills de Cristian Mungiu (Rumanía, Francia y Bélgica)

ANIMAFICX:

El Jurado Internacional de la Sección ANIMAFICX del 50 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón, integrado por Raúl García, Chelo Loureiro, Pablo Llorens Serrano y Luis da Matta ha concedido los siguientes premios a los largometrajes participantes:

Premio ANIMAFICX: Le chat du rabbin / The Rabbi's Cat de Joann Sfar y Antoine Delesvaux(Francia)

Mención especial: Le magasin des suicides / The Suicide Shop de Patrice Leconte(Francia, Canadá y Bélgica)

Primera mención honorífica: Le jour des corneilles / The Day of the Crows de Jean Christophe Dessaint(Francia)

Segunda mención honorífica: Un monstre à Paris / A Monster in Paris de Bibo Bergeron(Bélgica y Francia)

SECCION OFICIAL DE CORTOMETRAJES:

El Jurado Internacional de la Sección Oficial de cortometrajes del 50 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón, integrado por Fernando Marías, Miguel Ángel Vivas y Nadia de Santiago ha concedido los siguientes premios a los trabajos participantes:

Premio Principado de Asturias al mejor cortometraje: Abgestempelt / Punched de Michael Rittmannsberger (Austria)

Premio al mejor director: Jan Roosens y Raf Roosens por Rotkop (Bélgica)

Premio al mejor actor: Giorgio Colangeli por Terra (Italia)

Premio a la mejor actriz: Janis Vercaempst por Badpakje 46 / Swimsuit 46) (Bélgica)

Premio al mejor guión: Bert Vandael y Sanne Nuyens por Rotkop (Bélgica)

Premio a la mejor dirección artística: Diego Modino, David Benítez y Julio Torrecilla por Efímera (España)

RESTO DE PREMIOS:

Premio FIPRESCI de la Prensa Internacional: Syngué Sabour / The patience stone de Atiq Rahimi (Afganistan y Francia)

Premio del público a la sección Rellumes: Viagem a Portugal / Journey to Portugal de Sérgio Tréfaut (Portugal)

Premio Efants Terribles al mejor largometraje: Pinocchio de Enzo d’Alò (Italia, Luxemburgo, Francia y Bélgica)

Premio del jurado joven al mejor largometraje: Syngué Sabour / The patience stone de Atiq Rahimi (Afganistan y Francia)

Premio del jurado joven al mejor cortometraje: Abgestempelt / Punched de Michael Rittmannsberger (Austria)

Premio Día D'Asturies: (exaquo) Concejo Abierto de Carmen Comadrán (España) y Vía Tango de Adriana Navarro (España)

Premio Nuevos realizadores del Principado de Asturias al proyecto: Patatas presentado por David Barreiro Rodríguez (España)

Mención especial al Premio Nuevos realizadores del Principado de Asturias al proyecto: el trasgu presentado por Daniel Rodrígues Garrido (España)

Premio al proyecto corto Canal + 2011: El fin del mundo será en Brasil presentado por Bastian Films y dirigido por Sergi Portabella (España)

Farid Bozorgmehr, Dmitry Glujovsky, Nacho Carballo y Lola Salvador durante la lectura del palmarés
Farid Bozorgmehr, Dmitry Glujovsky, Nacho Carballo y Lola Salvador durante la lectura del palmarés
Tras la lectura de los premiados, Raúl García, miembro del jurado de ANIMAFICX explicó que le habían dado el premio a Le chat du rabbin / The Rabbi's Cat por su increíble plástica y por la brillante exposición de los conflictos religiosos.

Por su parte Dmitry Glujovsky, miembro del jurado internacional de la Sección oficial, señaló que la decisión había sido muy reñida, con un enfrentamiento encarnizado porque hubo dos bandos, el de la película ganadora apoyada por tres de sus miembros y otros dos que apoyaban otra película que no se le permite decir. La guerra se saldó con este resultado.

Lola Salvador defiende la decisión tomada como jurado. Explica que en Momoiro Sora o / About the pink sky ha visto cine por todos los costados, que tiene los valores más misteriosos e interesantes del cine. Es como un golpe. Añadió los adjetivos arriesgada, nueva y valiente, un cine que un día ves y te conmociona pero que otras personas pueden verla un día que no están receptivas y no valorarla de la misma manera. Es cine puro. Un festival no es un sitio donde se tenga que entrar en consideraciones al estilo de las carreras de caballos. Nacho Carballo, director de esta edición, zanja la cuestión antes de que la sangre llegue al río diciendo que «es la decisión del jurado y éste ha sido el palmarés».

viernes, 23 de noviembre de 2012

Barbie, del coreano Lee Sang-Woo, se convierte en favorita

Viernes 23 de noviembre de 2012. Festival Internacional de Cine de Gijón

Barbie, Hello, I must be going, Héritage / Inheritance y Viagem a Portugal / Journey to Portugal, entre el cine comercial y el de más opciones para ganar

Dentro de un festival hay muchos, tantos como espectadores que cuentan lo que ven desde su punto de vista. Un mismo festival es distinto para cada uno, yo no puedo mirarlo desde la visión de las personas que trabajan en él, o tal como lo ven los directores invitados, ni siquiera como público. Me acerco con una «mirada de prensa», entre la objetividad y lo subjetivo del que tiene sus gustos propios. Eso es hacer una crítica.

Ante el tamaño de un festival, un crítico ve un fragmento y trata de construir la foto completa, la que defina mejor el festival, aunque a veces solo sea una arista. Un festival es un conjunto de decisiones, lo que se elige básicamente. Como en toda elección el crítico se equivocará, elegirá algo que hasta a él mismo le horroriza y habrá películas para las que no encuentre la mirada adecuada. A veces el cansancio le hace perder la objetividad o la chispa necesaria para comprender el detalle crucial que esta vez se le ha pasado desapercibido.

Lee Sang-Woo, director de la película Barbie, durante la rueda de prensa de presentación
Lee Sang-Woo, director de la película Barbie, durante la rueda de prensa de presentación
Sección oficial. Barbie. Una gran película

Barbie merece estar en el palmarés de esta edición. La de hoy ha sido una gran película y lo es sobre todo por la inteligencia con la que está contada. Con pulso firme, a Lee Sang-Woo no le tiembla la mano para tratar un hecho verídico que ocurrió en su país hace 28 años. Una historia que deja en quien la ve un tremendo poso de amargura, que duele y que hace mirar callado hacia el suelo como buscando las palabras para esa sensación de vacío que se queda por dentro después de la última escena.

Las cosas casi nunca son lo que parecen y los sueños menos. En el país de las oportunidades todo tiene precio. Un padre y una hija viajan a Corea para adoptar una niña. La elegida se ocupa infatigable de un padre retrasado y una hermana de salud débil. Todo lo ha tramado su tío. Ella no quiere irse a América, pero su hermana es lo que más desea en este mundo. Algo extraño debe haber cuando los americanos se muestran distantes y esa inquietud plasmada en un instante es la que nos dejará sin aliento. Una inquietud marcada por los acordes de una guitarra española que suena para enfatizar y en las miradas de las niñas.

A la puerta del cine, tras el pase de prensa, se encuentra su director que va dando las gracias a cada uno de los asistentes. Junta las manos y agacha la cabeza en un gesto sentido. Uno a uno, sin saltarse a nadie. Se nota que es feliz cuando puede mostrar sus películas. Sang-Woo es un tipo particular, de un carácter diferente al que uno puedo imaginarse tras ver Barbie. Hace bromas que contrapone con una seriedad extrema y te hace dudar de cuándo habla en serio y cuándo no. Dice que su cine siempre trata de una manera u otra de la familia. Esta vez ha cambiado de estilo y su película no habla de sexo ni de violencia, sino de un hecho verídico. Cuenta que ahora, en Corea, no podría volver a darse, pero sí en otros países asiáticos. Después añade que la película no quiere ser una crítica a los Estados Unidos, ni aplastar el sueño americano. Estudió y vivió allí, así que le debe mucho a los Estados Unidos. Reconoce que le encanta aquel país. Lo que trata de decir la película es que la gente tiene que vivir su vida.

Decían en Corea que Sang-Woo es su director más pervertido. En realidad viene de una familia relativamente acomodada y sin mayores traumas. Pero para ser un cineasta hay que destacar. Él lo hizo rodando Mi madre es una puta o Mi padre es un perro, películas que retratan a los más inestables, a los que tienen problemas. Cuando se estrenó Mi madre es una puta, la primera de sus películas que lo hizo, tenía ya rodadas siete películas. Era 2010 y el éxito en cartelera le permitió estrenar alguna de las otras. Barbie se estrenó en Corea hace tres semanas y algunos espectadores se acercaron para decirle que era un traidor por abandonar su estilo. La verdad es que no quiere repetirse. Le gusta lo que hace y quiere seguir rodando. El año pasado realizó cuatro películas y ahora va a comenzar con una superproducción histórica y luego quiere volver al cine independiente otra vez. Para el año que viene tiene previsto que se estrenen seis de sus películas. Barbie es la décima en su carrera y en todas las anteriores siempre ha estado él por medio: guion, actor protagonista… Dice que es su forma de conseguir ahorrar dinero. Esta vez ha sido la primera que ha trabajado con actores profesionales que han trabajado gratis, la única manera de conseguir hacer cine independiente. Trabajar gratis no quiere decir sin costes. Para esta película se había reservado el papel del tío, pero la productora le dijo que si quería ser director tenía que dejar de ser actor. Bromea después con que tiene cara de pan, tan grande que no cabe en la pantalla. Dice que no le importa desnudarse en sus películas y que esa es otra de sus ventajas. Lo arriesgó todo para apostar por su carrera. Lo que tiene lo dedica a hacer películas.

La hermana mayor de Barbie es una actriz muy conocida en Corea y la pequeña es su hermana en la vida real. No es profesional, pero Sang-Woo lo tuvo claro, al verla supo que tenía que ser la otra niña porque le gustaban sus ojos, tenían algo terrorífico. Para el rodaje tuvieron muy poco tiempo, así que lo hicieron todo seguido en once días. Al noveno tuvieron que llevarle al hospital por agotamiento. Rodaban sin pausa y apenas si dormían una hora o dos al día.

Cuando le preguntan si ha conseguido distribuidora para su película en España bromea: si alguien le pone un dólar encima de la mesa le da los derechos de la cinta. No le interesa el dinero, lo que quiere es que sus películas se vean y que pueda seguir rodando. Anima a todos los festivales a que le inviten y promete que no va suponer ningún gasto para aquellos que lo hagan.

Cartel de la película Hello, I must be going de Todd Louiso
Cartel de la película Hello, I must be going de Todd Louiso
Sección oficial. Hello, I must be going. La terapia de nosotros mismos

Hubo un tiempo en que estuvieron de moda los programas sobre operaciones. Holanda los producía y las cadenas de televisión europeas se pegaban por emitirlos. Cinematográficamente puede ser interesante ver como una cámara desciende por nuestro esófago camino de filmar el interior de nuestro estómago. Pero el interés general no lo termino de ver y no es algo que atraiga. De la misma forma se nos invade con un cine-medicina, de esos de terapia propia que nos sirva para solucionar los malestares de nuestra psicología. Un cine que pretende curar nuestra alma o al menos enseñarnos a vivir. La sociedad, su ritmo especialmente, nos hace correr pero hacia ningún lado, descuidándonos como personas y haciéndonos infelices sin saberlo. Hace falta tiempo para encontrarnos a nosotros mismos y saber elegir el mejor camino para tomar. Es necesario elegir y tener cerca a aquellos que nos pueden escuchar, los que de verdad nos quieren tal y como somos. En realidad este tipo de películas me interesa tanto como aquellos documentales de los que empecé hablando.

La película es un drama suave, sin querer herir, con ciertas pinceladas de comedia. Habla de la confusión de una mujer que tras su divorcio se le desmorona toda su vida planificada. A salir de su estado le ayuda un jovencito que se ha enamorado de ella y con quien puede hablar de sus sentimientos. Esas charlas le sirven para repasar su vida y ver si eso que añora era tan bueno como pensaba. Es la reflexión y las preguntas contestadas con sinceridad las que nos llevan a encontrar la verdad, a medir la verdadera proporción de lo que se ha dejado atrás y encontrar que quizá aquella vida no era tan maravillosa ni tan completa.

Lo mejor de la película de Todd Louiso son las escenas en blanco y negro de las películas de los hermanos Marx que su protagonista ve por las noches en la televisión. Esas solas imágenes explican mejor que nada una película contada cientos de veces. Cuando Groucho juega a que el espejo se equivoque y no le devuelva su propia imagen sino otra construida y de la que sospecha como falsa, en realidad nos está desvelando todo el secreto de Hello, I must be going, esa necesidad de encontrarnos a nosotros mismos, el yo de dentro, de no admitir la falsificación de nuestra vida. La frase que da título a la película también la dice Groucho y sirve para señalar que siempre estamos en camino, yéndonos o quedándonos, pero siempre intentando encontrarnos.

Cartel de la película Héritage / Inheritance de Hiam Abbass
Cartel de la película Héritage / Inheritance de Hiam Abbass
Sección oficial. Héritage / Inheritance. Los problemas de una familia palestina

Al salir de ver Héritage / Inheritance lo primero que escucho es a un hombre respondiendo a la pregunta de sus amistades sobre si le ha gustado o no. Levanta los hombros y dice «una más». No puedo estar más de acuerdo, el film de Hiam Abbass, directora de origen palestino, no tiene nada de especial, ni de diferenciador. Es una película plana centrada en los problemas que atraviesa una familia musulmana que vive muy cerca de la frontera entre el Líbano e Israel. No juega a su favor que esta coproducción francesa-turco-israelí haya sido rodada con una visión tan occidental.

Como otras películas vistas en el festival trata de contarnos cómo se puede vivir la normalidad dentro de una guerra. Los helicópteros forman parte de la banda sonora y los israelíes bombardean varias veces, la primera deteniendo la celebración de la boda de una de las hijas. Es una película que dice que, en cualquier lugar, debemos tomar nuestras decisiones, si somos jóvenes. Si ya estamos más maduritos también se pueden tomar, pero hay que ser responsable con las costumbres del lugar y la implicación en los demás.

En cierta manera habla de la hipocresía, lo mismo da que sea la de un musulmán presentándose a alcalde con el apoyo de los israelís, que tener una amante judía, no trabajar, ser incapaz de pagar a los empleados, querer a alguien de otra cultura o ser impotente. Tiene algún buen momento, pero uno ya casi la ha olvidado al salir del cine.

Sérgio Tréfaut durante el encuentro con el público tras la proyección de su película Viagem a Portugal / Journey to Portugal
Sérgio Tréfaut durante el encuentro con el público tras la proyección de su película Viagem a Portugal / Journey to Portugal
Rellumes. Viagem a Portugal / Journey to Portugal. Cerrando los países a las personas

Desde el primer día que hojeé el programa apunté Viagem a Portugal / Journey to Portugal como una de las películas imprescindibles de esta edición. No compite en Sección oficial, pero participa en Rellumes, donde sí que hay un premio del público.

La película de Sérgio Tréfaut está basada en hechos reales, aunque puedan parecer increíbles. Narra una historia de inmigración en un aeropuerto con una estética personal que obliga al espectador a reflexionar y madurar lo que está viendo. Los trámites burocráticos de toda aduana son terriblemente fastidiosos, pero hay veces que se convierten en una auténtica pesadilla. Hay normas absurdas que se aplican de forma mecánica y a quienes las ejecutan les van convirtiendo en inhumanos. Esta sociedad preventiva que vivimos hace daño y, sobre todo, resulta injusta. Se olvida de las personas y penaliza sus comportamientos más normales. Una duda se convierte en sospecha y ésta crea una ley que a su vez se erige como una barrera que criminaliza un conjunto amplio por una posibilidad escasa. Todos somos culpables. Todos somos ladrones. Esas leyes preventivas permiten que sin pruebas ni juicios se pueda tratar a personas como criminales, simplemente por el olfato de un guardia o porque alguien ve negro lo que no tiene color.

Tras la proyección, su director explica que Viagem a Portugal / Journey to Portugal es su primer largometraje de ficción. Lo rodó en once días. Señala que antes había hecho documentales y que por eso, para esta película quería un tratamiento plástico diferente, que indicase que no se trata de una realidad hecha para televisión. Así que decidió realizar un trabajo un tanto experimental que lo alejase del realismo de la propia historia. Para ello usa una retórica propia, con una especie de visión fotográfica en blanco y negro, con los claros como páginas de libros y con repeticiones para que podamos observar el punto de vista tanto de quien interroga como del interrogado. Lo hace con dos intenciones, la primera la de mostrar algo que resulta violento y que por tanto hay que oír más de una vez y por otro para jugar con el concepto del tiempo que puede tener una persona retenida contra su voluntad. En esos casos el tiempo pasa a otro ritmo, oyes como doble, no entiendes… Por eso la primera parte es rápida y la segunda más lenta, representando ese hastío de la impotencia y el deseo de que acabe de una vez.

Lo que narra la película no es un hecho aislado, es algo cotidiano. Las personas a quienes les ocurren estas situaciones se han sentido tan humilladas que no se les pasa por la cabeza protestar contra los gobiernos o los policías. A finales de los años 90, que es cuando ocurre el hecho en que se basa la película, Portugal no estaba preparada para recibir a tantos extranjeros como llegaron. Sólo de Ucrania llegaron 600.000 una cantidad importante para un país como Portugal, de apenas 10 millones de habitantes. Ahora las cosas han empezado a mejorar en aspectos como los de la traducción. Con la Expo cambió la mentalidad del país, «ahora somos europeos» decían como si no lo fueran de antes. Portugal no se siente particularmente intolerante, pero los que vinieron se van porque las dificultades económicas son enormes. Aquella mano de obra inmigrante que llegó ha sido absorbida y otros se han ido porque la mala economía hace lo que tiene que hacer. De los ucranianos deben quedar unos 35.000.

A Tréfaut le interesa explorar dos aspectos. El primero tiene que ver con la aplicación mecánica y lo que eso supone frente a la gente. El otro aspecto fundamental que se plantea es cómo actúan los portugueses y de qué forma ven ellos mismos esa actuación. Dice que tienen la impresión de que son gente amable. Recuerda que en un documental sobre inmigración que hizo con anterioridad, a los portugueses les molestaba la violencia con la que se realizaban los interrogatorios. Y sin embargo gentes de otras nacionalidades al verlos decían «¡qué simpáticos estos portugueses!».