viernes, 21 de diciembre de 2012

Sexo, discapacidad y sentido del humor

Se estrena en salas Las sesiones, película que se llevó el premio del público en Sundance y San Sebastián

Cartel de la película Las sesiones
Cartel de la película Las sesiones
¿Por qué? Por su poderoso humor tan reparador.
Las sesiones es una dulce película del director Ben Lewin que toma los escritos autobiográficos del poeta y periodista Mark O'Brien para acercarnos con mucho humor a las prácticas sexuales de un discapacitado. La habitación de O'Brien apenas tiene muebles, pues su vida se la pasa en el interior de un pulmón artificial, del que en los buenos días puede salir hasta unas cuatro horas. En esos ratos, la vida la ve desde una camilla, empujado por la cuidadora de turno. Viene siendo así desde su infancia, cuando sufrió una poliomielitis, y no presenta visos de que vaya a cambiar. Tiene 38 años cuando decide perder su virginidad. Para ello debe vencer dos obstáculos: sus impedimentos físicos y sus dudas morales fruto del férreo catolicismo en el que se ha educado. Los primeros miedos los resuelve con su terapeuta y los segundos escuchando al sacerdote de su parroquia, un hombre sensato y con la justa medida que requería O'Brien.

Sin embargo, no hay que dejarse llevar por lo aparatoso que pueda sonar este argumento, pues la película es todo lo contrario: fresca, ágil y sobre todo divertida. Ese es su gran éxito, un personaje que nos gana por su inteligencia y sentido del humor, lo que hace olvidarnos de su minusvalía y que cualquier gesto de compasión desaparezca para centrarnos en la historia. Vemos a un hombre que es como todos y que trata de superar un reto. Hay en él algo que lo hace peculiar, sin duda, la amable ironía con la que mira el mundo a su alrededor. Lo que toca es vivir, y esa decisión se contagia mágicamente al resto de personajes que admiran esa vitalidad del protagonista, porque sienten que ellos ya la habían perdido y O'Brien se la vuelve a traer. Es ese optimismo y la luminosidad las armas que usa Ben Lewin para desarmar al espectador, y las utiliza muy bien. Claro ejemplo de ello son los dos premios del público que la película ha obtenido en los festivales de cine de San Sebastián y Sundance.

Cuenta Lewin que el proyecto de la película comenzó con el artículo de Mark O’Brien, On Seeing a Sex Surrogate publicado en la revista literaria The Sun. Con este texto el director escribió el esqueleto del guion y luego fue profundizando al entrevistar a otras dos personas muy cercanas a esta historia: Susan Fernbach, que fue la compañera del escritor en su última etapa, y Cheryl Cohen-Greene, la terapeuta sexual que le ayudó en aquel proceso. La visión de aquellas dos mujeres sobre O’Brien y los recuerdos de la segunda sobre aquellos días hicieron que, con todos estos detalles, Lewin pudiera cristalizar unos personajes potentes y llenos de interés para el espectador.

En realidad Las sesiones es una película sobre relaciones entre seres humanos, la historia de un hombre que decide dejarse de impedimentos y cumplir lo que solo podía considerar un sueño hasta entonces. No es fácil encontrar el tono adecuado para abordar el tema del sexo y la discapacidad de una forma que no resulte ni sensiblera ni condescendiente. La minusvalía es un plano más dentro de la película, algo que está ahí presente desde el arranque, pero que sabiamente se va quedando atrás durante el transcurso de la acción como una característica más, sin focalizarse en ella. De pronto el espectador percibe que la película le habla de algo que conoce, de experiencias por las que todos hemos pasado o con las que podemos identificarnos. Esa barrera se logra romper con buenos momentos de comicidad y sobre todo de un optimismo contagioso.

Algunos de esos momentos graciosos vienen dados por la presencia del sacerdote al que O’Brien acude para que le oriente sobre la validez de su solución. ¿Por qué necesita el visto bueno de su sacerdote? Sin duda por su catolicismo practicante y los valores que esta religiosidad le imponen, con los que él está de acuerdo y comparte profundamente. Por ello necesita acercarse a su iglesia para la absolución de lo que podría ser un posible pecado o al menos una falta, para que en el fondo pueda pasar del pensamiento a la realización. Sus confesiones posteriores hacen que se desahogue y convierten al personaje del sacerdote en una especie de conciencia que le escucha y que termina dándole su bendición. El padre no deja de ser un hombre que al conocer a O’Brien y oír de qué forma va tomando decisiones en el asunto se siente atraído e interesado por esa historia. Algo similar a lo que le ocurre al espectador que sin querer se va convirtiendo en cómplice de lo que va pasando.

Las situaciones con la terapeuta son otra fuente de humor, en realidad todo lo que tiene que ver con el sexo en la película lo es. Y sin embargo descansa sobre esta parte el tono más serio y humano, del que emana la filosofía desplegada en Las sesiones, la que nos hace sentir que ésta no es una película frívola, sino todo lo contrario.

John Hawkes y Helen Hunt en una escena de la película Las sesiones
John Hawkes y Helen Hunt en una escena de la película Las sesiones
Si bien es importante la historia principal, se tiene especial cuidado en los pequeños detalles, en las conversaciones y todos esos otros elementos que normalmente se van quedando en los márgenes. Hay en todo momento una intención del director para que no dejamos de ver nunca en pantalla a gente que está sintiendo, independientemente de su condición intelectual o física. Sentir es vivir, y esa es la sensación a transmitir. Las palabras cuentan, pero las miradas lo hacen mucho más, con ellas se comunica lo que no se dice y se afianza una atmósfera de complicidad que el espectador percibe y en la que se va sintiendo inmerso.

Las sesiones resulta conmovedora, tanto por el guion construido como por la forma de estar concebida la película. Si el texto resulta brillante, lo es también en gran medida por la gran interpretación de sus protagonistas: John Hawkes (Mark O’Brien), Helen Hunt (la terapeuta sexual) y William H. Macy (el sacerdote), todos ellos en registros difíciles de los que saben sacar petróleo.

Ingenio, sarcasmo, mordacidad y honradez son adjetivos que definen esta terapia de auto-aceptación que resulta ser Las sesiones y que hacen de ella un curioso bálsamo reparador.

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