A «Hiroshima» le sobran las palabras, es el musical mudo de una historia nihilista
Cartel de «Hiroshima»
«Hiroshima» comienza al amanecer, con un joven sale de la panadería en la que trabaja y comienza a caminar en un largo paseo por las calles de Montevideo mientras escucha música en su iPod. La cámara le sigue y le va tomando de espaldas. Digo largo paseo porque dura cinco minutos y sin duda anticipa lo que vendrá.
Juan Andrés Stoll, hermano del director y protagonista de la película, es una persona de pocas palabras, que trabaja de noche y vive de día. Una incógnita para sus padres que buscan resolverle problemas que él no piensan que existan. Perspectivas de una realidad ambas que se alejan como trenes en sentidos contrario y que se plasma en un un enfrentamiento físico entre padre e hijo, una pelea a cámara lenta que seguramente es un deseo más que una realidad.
Hacia el minuto trece parece que va a sonar la primera palabra, pero no es así. Es el mundo de esta película un espacio en el que las palabras no pueden ser oídas, en su lugar se sustituyen por carteles al estilo del cine mudo para que el espectador pueda seguir las pequeñas conversaciones que transcurran. Las palabras únicamente se oyen, aunque de manera distorsionada, cuando el protagonista revisa viejas películas caseras o cuando balbucea un niño. En todos los casos resultan ininteligibles.
Juan Andrés Stoll en una escena de «Hiroshima»
Dicen en la promoción de la película, que la banda sonora ayuda a crear una atmósfera hipnótica, como dentro del mundo irreal del protagonista para desgranar sus emociones. Algo de ello se logra y es tal vez el único punto de enganche con el espectador, pero la verdad es que tomando la película como videoclip musical resulta larga.
Como espectador me encontré sumergido en un espacio de aislamiento, como una vía muerta sobre la que descansan trenes que nunca más han de volverse a mover, eternamente. Como si estuviera jugando el partido infinito que también aparece en dos escenas.
El final resulta más desconcertante aún: Juan Andrés Stoll sobre el escenario, como el vocalista del grupo, cantando su canción «Hiroshima», el motivo por el que se había guardado sus palabras, para explotar con fuerza mezclando palabras sin sentido.
El pase para prensa se realizó a través de Internet utilizando la plataforma de Filmin. Todo ha funcionado bien y la experiencia es positiva, aunque ver el cine fuera de una sala te hace caer en muchas más tentaciones.
A modo de pequeño anecdotario: Pablo Stoll, su director, insiste en que los sucesos narrados en la película están basados en hechos reales, salvo dos escenas que están libremente inspiradas en la novela «La ciudad» de Mario Levrero. Esos hechos reales parten de su propio hermano, Juan Andrés Stoll, un hombre solitario que está un poco separado de la realidad. No es el único familiar que interviene en la película, también actúan otro de sus hermanos y su padre.
2 comentarios:
Sorprendentemente se ha llevado una mención especial del jurado internacional de la prensa en el festival de cine de La Habana.
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