«Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera» una aventura de la utopía y un viaje por nuestra historia
Cartel de la película «Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera»
A través de una voz en off se van leyendo textos del propio Mera mientras se desgrana su historia y sus circunstancias, para lo que se recurre con frecuencia a entrevistas con testigos de aquellos hechos que completan el tapiz. Consigue tener buenos momentos que sin embargo se encuentran alargados. No es la capacidad de síntesis una de las virtudes de su director, que se siente más cómodo entre imágenes oníricas y metáforas, las cuales, ciertamente, consiguen darle mayor vistosidad a cambio de perder cierto ritmo. No es un documental típico, aunque si utilice elementos clásicos.
Uno de los muchos símbolos que se utilizan es de las grietas que se abren en el muro de la historia, pequeñas aperturas que los seres humanos debemos aprovechar para luchar por nuestra dignidad caminando hacia la revolución social que se base en justicia, igualdad y fraternidad.
Fotograma de la película «Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera»
«Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera» con el paso de su metraje va perdiendo imparcialidad, como ocurre al dedicar demasiado tiempo al enfrentamiento durante a guerra entre anarquistas y comunistas tomando partido fehacientemente por uno de los bandos y mostrando una cierta vertiente anticomunista que no apoya en realidades sino en comentarios. Pierde con ello parte de la objetividad con la que sí había sabido documentar otros de los tramos del documental.
De la misma forma insiste en la honestidad de Cipriano Mera, convirtiendo una anécdota sobre una maleta del general italiano vencido en Guadalajara y las vicisitudes posteriores del objeto en una representación inequívoca de su trayectoria. La película no la necesita, resulta poético pero el propio personaje se defiende a sí mismo con solvencia durante el metraje sin que se dude de su honradez.
Sus dos horas de duración se hacen excesivas. Así como los dos interminables minutos hacia el final en que el director elimina todo audio para que el espectador puedas escuchar sus pensamientos y reflexionar.
A modo de pequeño anecdotario: Dice el director que este documental es la respuesta a una pregunta que se lleva formulando durante 40 años sobre si el ser humano puede mantenerse fiel a sus ideales independientemente de la situación social o histórica en la que se encuentre. Cuenta Valentí Figueres que fue un tenedor que le mostró Nardo Imbernón, hijo de un anarquista exiliado en París. Se trataba de un cubierto de plata que había pertenecido al Aga Khan III. La pieza la obtuvieron un grupo de acción de la CNT para su financiación a través de un asalto a sus propietarios en 1949 cuando estos viajaban en limusina por la Costa Azul francesa. «¿Eran Robin Hoods modernos o simples asaltadores de caminos?» Aquella conversación despertó su curiosidad por un mundo clandestino de viejos anarquistas que luchaban por «la Idea» que resumía su concepto de justicia social y libertad.
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