lunes, 28 de diciembre de 2009

Animales de compañía, una ácida crítica familiar

Cuando la familia se reúne para celebrar con una cena el cumpleaños del cabeza de familia puede pasar casi de todo, lo mismo una comedia que un drama


Cartel de «Animales de compañía»
Cartel de «Animales de compañía»
Animales de compañía habla de las relaciones familiares con inteligencia. La familia más perfecta se deshace a los primeros arañazos que escarben en ella. No hay familias convencionales, cada una está construida a través de sus peculiaridades, con distancias y parcelas privadas, pero también con las semejanzas que se dan entre los miembros, unos parecidos que, a menudo, duele reconocer. En ella se establecen pactos y vínculos con los que intentar sobrevivir, acuerdos que perduran mientras los intereses resulten coincidentes, que se rompen y se zanjan porque todos conocen los puntos débiles del resto. Asuntos pendientes que vuelven a ponerse sobre la mesa y que esta vez también se dejarán abiertos para que puedan surgir en la próxima cena en la que se vuelvan a juntar, independientemente de que de ésta todos salgan diciendo que será la última.

Se trata de una obra coral, de personajes, cimentada en un guión que engancha desde su primera línea, tanto por los conflictos que plantea como por los diálogos que van de la pura ironía a la dureza de las verdades más directas dichas cara a cara. Es la cena de cumpleaños del cabeza de familia, la que les reúne dentro de una casa en la que guardar las apariencias es imposible y dónde la franqueza causa dolor. Personas a las que les une la sangre, pero que se encuentran alejados los unos de los otros: intereses diferentes, posturas políticas contrapuestas, celos familiares... Una tragedia contada, sobre todo, con mucho humor.

Nancho Novo y María Botto en una escena de «Animales de compañía»
Nancho Novo y María Botto en una escena de «Animales de compañía»
Son muchos los temas que surgen durante la cena, todos inconvenientes, pues cada uno de los miembros mantiene una rígida postura política que no soporta el diálogo. El pragmatismo del silencio no sirve porque alguien lo revienta con un comentario guardado durante mucho tiempo y que encuentra en un momento la forma certera de ser disparado; la ironía tampoco resulta convertida en un cartucho de sal dentro de un vaso de agua. Acercarse los unos a los otros resulta imposible y lo único sensato debería ser huir. Sin embargo no lo hacen, y hay radica el motor de la película, condenados a soportarse por una noche va surgiendo la acidez como sello más claro de la película.

El otro punto fuerte está en un escogido reparto que interpreta tres generaciones, insatisfechas a su modo las tres y con sus diferentes cuentas pendientes que soportan como grilletes. Excelentes sus trabajos en los que destacan Miguel Rellán (el sobrio padre) y Nancho Novo (el irónico novio de la hija mediana) que presentan el interesante duelo de machos alfa y al que se van uniendo Mireia Ros (la utópica madre), María Botto (la incoformista hija mediana), Cristina Alcázar (la insatisfecha hija mayor que aparenta llevar la misma vida perfecta para la que fue educada), Javier Pereira (el antisistema hijo pequeño) y Francisco Boira (marido gris de la hija mayor) para enfrentarse entre ellos haciendo caminar la acción por los derroteros más inesperados.

La historia trascurre en tiempo real, dentro del chalé familiar, con un decorado de diseño que reparte el espacio entre las actividades de padre (constructor de muebles, especialmente sillas extrañas) y la madre (fotógrafa). Características todas ellas que dan a la película una marcada identidad teatral.

A pesar de ser una película que participó en la Semana Internacional de Cine de Valladolid del 2008, la distribuidora ha decidido estrenarla en fechas navideñas, tal vez por tener un punto en común con el pánico que irremediablemente surge en estas fechas a las reuniones familiares en torno a una copiosa comida. La decisión ha llevado a que este sea el último estreno de cine español del año.

Por mi parte, decir que hacía tiempo que no me reía tanto en una sala de cine.

A modo de pequeño anecdotario: Animales de compañía supone la segunda película de Nicolás Muñoz. En 1999 dirigió Rewind y, entre una y otra, se dedicó a realizar el documental El viaje de Susu y a escribir dos novelas, con una de ellas Cenizas obtuvo en 2008 el premio Javier Tomeo. El guión lo escribe Nicolás con su hermano Rodrigo, ambos son hijos de la pintora Lucía Muñoz.

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