miércoles, 7 de febrero de 2007

Un enemigo del pueblo

Cartel de la obra Un enemigo del puebloQue «la mayoría no tiene la razón» es una frase que comparto. Muy pocas veces se escucha y se defiende con pasión sobre un escenario a través de un protagonista. El otro día la escuché sobre en el Valle-Inclán. «Un enemigo del pueblo» es una obra teatral de Ibsen que se está representando estos días y en la que se cuenta la lucha de la razón frente al poder político y cómo éste escamotea la verdad siempre que perjudique algún interés que ellos vigilan (económico especialmente). La obra nos cuenta los conflictos de un hombre libre a la hora de elegir defender «la pura verdad» (aquella que es indubitable, clara y sin tergiversación) y el precio que se debe pagar por tal atrevimiento. Nos va contando las presiones (directas e indirectas) que se va a encontrar (familiares, económicas, laborales, sociales…) para indicar que no somos suficientemente libres como para decidir y que por lo tanto el sufragio universal no es la forma sobre la que debe sustentarse un gobierno. El miedo está latente en todo momento y es administrado con el objetivo de silenciar todo aquello que no se considera oportuno. «Un enemigo del pueblo» nos cuenta el funcionamiento de los mecanismos de manipulación que el poder utiliza para gobernar.

Francesc Orella en escenaEn esta obra tan cargada de mensaje, los actores se convierten en el megáfono preciso para que las palabras presenten toda la fuerza expresiva que necesitan. Para mí destacan, junto a Francesc Orella, Walter Vidarte (soberbio en la escena en la que habla de sus ancestros y le plantea un nuevo dilema al protagonista para que el decida el futuro de sus hijos) y Enric Benavent (el papel del hermano alcalde).

Cambio de escenografía de Un enemigo del puebloLa escenografía comparte lo sencillo con las nuevas tecnologías. El escenario se monta y desmonta rápidamente mientras el decorado se construye virtualmente sobre pantallas. La televisión está presente en todo momento, tal y como nos rodea en nuestra vida cotidiana.

No había visto el teatro desde la reforma, desde que era la antigua sala Olimpia. Por fuera me horroriza pero por dentro es de lo más acogedor y funcional que pueda encontrarse.

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