martes, 10 de junio de 2014

Madurar sabiendo de qué barro estamos hechos

Arranca la 16 edición del Festival de Cine Alemán de Madrid con la proyección de Exit Marrakech

Martes 10 de junio de 2014. Festival de Cine Alemán de Madrid. Cine Palafox. Madrid

Cartel del Festival de Cine Alemán de Madrid
Cartel del Festival de Cine Alemán de Madrid
Se inicia un año más el Festival de Cine Alemán de Madrid. Llega con los calores de un verano ya próximo en fechas. Poco a poco y con paso firme se asienta el festival dentro de la agenda madrileña. Este año suman su edición número dieciséis. El pronóstico, si nos dejamos guiar por la exitosa inauguración de ayer, es bueno. La enorme sala central del Palafox, una de las más grandes que aún sobreviven en la capital, estaba totalmente llena. Había muchas expectativas por ver la nueva película de Caroline Link, directora que ganó el Óscar a la mejor película de habla no inglesa de 2002 por En algún lugar de África. No defraudó.

Link es una mujer de carácter, con las ideas claras, que no duda en acudir a su sentido del humor cuando hace falta. Se pone seria para lo que importa. Sabe escuchar. No rehuye las preguntas, ni se va por las ramas a la hora de responderlas. Defiende sus opiniones con fuerza y experiencia, pero sin dogmatismos. Se nota que controla los detalles. La acompaña en la presentación el actor Samuel Schneider, una joven promesa del cine alemán que protagoniza la nueva película de esta directora, Exit Marrakech, con la que se abre este festival.

Se trata de un gran película, emotiva y poderosa, llena de elementos seductores y también de ideas. El protagonista es un adolescente alemán analítico e inteligente, maduro para su edad, aunque a veces se deje caer con ingenuidad. La vida, a punto de cumplir los diecisiete años, le aburre y poco espera de ella. Sin embargo le falta mucho por aprender. Estas vacaciones veraniegas viaja a Marrakech para pasarlas con su padre, un afamado director de teatro. Apenas si se conocen. Hace mucho que no se han visto. El muchacho ha crecido sin su figura al lado, así que no siente que le pueda querer. Nada les une, representan generaciones diametralmente opuestas.

La rebeldía forma parte de la juventud, un deseo innato de atreverse a experimentar, llenar sus pulmones con un aire nuevo que tiene un olor desconocido, hacerse preguntas y cuestionar cada respuesta. En Marruecos el muchacho se puede perder, los carteles se escriben con otro alfabeto, es un paisaje diferente y nada le ata. Se deja llevar por el paisaje lleno de contrastes y siempre hermoso, de postal, intentando adentrarse en lo verdadero, en lo esencial de otra cultura. Se enamora. Luego viene una «bofetada» tras otra.

Cartel de la película Exit Marrakech
Cartel de la película Exit Marrakech
Exit Marrakech es una «road movie» de paisajes y de aprendizaje. Como toda película de carretera, emprende un viaje exterior, en este caso por Marruecos, y otro interior de lucha personal. El trayecto físico suele ser la excusa que nos permite iniciar el otro viaje, el más vital. Así, mientras se mezclan los sentimientos, nos vamos desentrañando para construir y formar la personalidad futura. Ese camino de aprendizaje que nuestro protagonista inicia es también una respuesta contestataria fruto del aburrimiento, signo de nuestra sociedad, que se ha apoderado de nuestra juventud diluyéndola. El aburrimiento hace imposible que puedan dibujar objetivos o proyectos de vida porque les ha robado toda ilusión, haciéndoles tan sumisos como predecibles, acostumbrándoles a la rutina en la que previsiblemente se convertirá su futuro. Y contra ese aburrimiento se rebelan, pero no tienen armas con las que vencerlo que vayan más allá de la satisfacción instantánea que produce el consumismo. Una generación no avanza, no se comprende a sí misma, no sabe quién es, si no logra entender a la generación de sus padres, saber de dónde vienen y qué se dejaron en el camino. No nacemos por generación espontánea, somos la continuidad de unas raíces, un eslabón más. Esa es quizá la enseñanza que envuelve la película.

Exit Marrakech está bien construido sobre una estructura que va dejando reposar el tiempo antes de pasar al siguiente estadio. Me gusta porque su directora sabe romper el drama y la tensión con humor. No se deja amargar por esas «bofetadas» de las que hablaba y obliga a su protagonista a asimilarlas, a sentirlas como necesarias para ser más fuerte, para conocerse mejor. Sí que es cierto que hay un optimismo en Caroline Link y que lo quiere transmitir en la película.

Exit Marrakech muestra una opinión abierta del mundo, sin juzgarlo y apostando a la vez por la identidad y el mestizaje, que no son elementos contradictorios aunque pudieran parecerlo. Tenemos que saber lo que somos y, si queremos mejorar, también ser lo suficientemente inteligentes como para dejarnos impregnar de otras culturas en ese proceso continuo de construcción en la que el ser humano está siempre metido. El punto de vista es el de un europeo con dinero en el bolsillo, pero que es capaz de salirse de lo turístico para buscar lo intrínseco y encontrarse en los márgenes. Se agradece el retrato realista de la sociedad marroquí, de las problemáticas en las que viven y de sus gentes afables y con cierta tolerancia hacia las costumbres invasoras del extranjero. No hay aquí inseguridad en quien llega, ni el miedo ancestral al diferente con el que el cine estadounidense estereotipa a las comunidades árabes.

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